Me pregunto si será que los diputados dominicanos se han equivocado de país o si seremos nosotros los que nos hemos equivocado de diputados, porque sigo sin entender ni la urgencia ni la necesidad de un proyecto de ley antiterrorista en la República Dominicana como el que aprobara ayer por unanimidad la Cámara de Diputados, […]
Me pregunto si será que los diputados dominicanos se han equivocado de país o si seremos nosotros los que nos hemos equivocado de diputados, porque sigo sin entender ni la urgencia ni la necesidad de un proyecto de ley antiterrorista en la República Dominicana como el que aprobara ayer por unanimidad la Cámara de Diputados, declarando de alto interés «prevenir, detectar, combatir y erradicar ese tipo de delitos».
Bastaría repasar la incidencia del terrorismo en nuestro país (al margen del terror que han impuesto los precios) o el número de víctimas que el terrorismo se ha cobrado en los últimos cinco años en República Dominicana, para concluir que ni ha habido un solo caso ni se ha producido una sola víctima.
Cierto que es importante prevenir la ocurrencia de acciones terroristas, faltaría más, pero asombra que se promulguen leyes contra un mal que, afortunadamente, no nos afecta; que se creen batallones antiterroristas, como se han creado, para enfrentar inexistentes terroristas que no nos atacan, y que sigamos cerrando los ojos ante la violencia machista que está matando un largo centenar de mujeres todos los años, multiplicando huérfanos y destruyendo esos hogares cuya ruina, al decir de todos, es la principal causa de la violencia social.
La violencia machista, no el terrorismo, es la principal desgracia que padece este país y, en consecuencia, debiera ser la primera preocupación de nuestros diputados.
Y si no les bastara el terror que padecen las mujeres dominicanas por el sólo hecho de serlo, bien podrían considerar las muchas víctimas que se cobra el hambre, la desnutrición, la carencia de medicinas en los hospitales, el hacinamiento, la ignorancia y otras muchas desgracias que sí son nuestros problemas.
Claro que, insisto, tal vez los diputados se han equivocado de Congreso y nosotros de legisladores.
En mi caso, no es la única duda que tengo porque también me pregunto si nuestro Gobierno no se habrá equivocado de Estado o si seremos nosotros los que nos hemos vuelto a equivocar de Gobierno, y es que sigo sin entender, por más «buena voluntad, amistad y cariño», que guardemos a los Estados Unidos, como confirmó en el día de ayer Rodríguez de Marchena, vocero del Gobierno, que tengamos que desdecirnos de acuerdos internacionales suscritos con el resto del mundo, con el que también es recomendable, por cierto, «buena voluntad, amistad y cariño», para garantizar a los soldados del Imperio en nuestro suelo que, no importa lo que hagan y deshagan, jamás se verán en el penoso bochorno de tener que comparecer ante un juez dominicano. Exactamente igual a como ha sido siempre pero, ahora, refrendado por la ley, y con la ventaja adicional de que si sobre el terrorismo es imprescindible la «prevención», nada hay que prevenir en relación a posibles excesos de las tropas estadounidenses que vengan al país porque tal posibilidad, dice Marchena «es muy remota» y ya con su «remoto» juicio es suficiente.
Y a propósito de juicios, tampoco entiendo si es que nuestros jueces se han equivocado de tribunales o si somos nosotros los que nos hemos equivocado de jueces, porque después de dos años violándose niños y niñas en un orfanato dirigido por la Iglesia Católica en el pueblo de Yuma; después de haber asistido a los espeluznantes testimonios de veinticinco menores; después de denunciar con nombres y apellidos al diácono encargado del centro y a algunos curas, sólo en un prostíbulo es posible evacuar una sentencia absolutoria por «no encontrar indicios».
Y tampoco acierto a entender, y disculpen mi ignorancia, si son nuestros empresarios los que se han equivocado de comercio o somos nosotros los que nos hemos equivocado de empresarios, porque sigo sin comprender cómo vamos a obtener ventajas negociando desnudos y de espaldas con quienes, además de su tamaño y peso, compiten protegidos, a resguardo; cómo vamos a vender más produciendo menos, cómo vamos a pagar menos debiendo más.
Así que, casi estoy por aceptar, que el único error que este país ha cometido y que todavía se empecina en purgar, ha sido dar crédito a Duarte, Sánchez y Mella, y no declarar «de urgencia y con cariño» la constitución de la Dominican Republic.