Los turcos de origen armenio han recibido bien las condolencias ofrecidas por el primer ministro Recep Tayyip Erdogan por las masacres que comenzaron hace 99 años, cuando el Imperio Otomano (1299-1923) ingresaba a sus últimos años. Pero no hay unanimidad de opiniones acerca de que las palabras de Erdogan conduzcan a acciones de reconciliación. Los […]
Los turcos de origen armenio han recibido bien las condolencias ofrecidas por el primer ministro Recep Tayyip Erdogan por las masacres que comenzaron hace 99 años, cuando el Imperio Otomano (1299-1923) ingresaba a sus últimos años.
Pero no hay unanimidad de opiniones acerca de que las palabras de Erdogan conduzcan a acciones de reconciliación.
Los comentarios del primer ministro turco, formulados el 23 de este mes, estuvieron lejos de admitir que la muerte de entre 600.000 y 1,5 millones de armenios constituyó un genocidio, reconocimiento que busca el gobierno de Armenia desde que se independizó de la Unión Soviética, en 1991.
Erdogan enmarcó la tragedia, como suelen hacer las autoridades turcas, en el caos de la Primera Guerra Mundial (1915-1919), cuando los súbditos otomanos de cualquier nacionalidad morían en grandes cantidades.
Sin embargo, tanto el contenido como el momento de sus declaraciones tomaron a muchos turcos por sorpresa. Los armenios observan el 24 de abril como el Día del Recordatorio del Genocidio.
«Es un punto de inflexión en la historia», dijo el activista armenio Yildiz Onen, uno de los oradores de una pequeña ceremonia celebrada ese día en la estación de tren de Heydarpasa en Estambul.
Fue en esa estación donde las autoridades otomanas expulsaron de la ciudad a más de 200 intelectuales armenios el 24 de abril de 1925, momento que marca el comienzo del genocidio.
«Es un gran cambio», dijo Garo Palián, integrante del comité central del Partido Democrático Popular de Turquía. «Dijeron que lamentan lo que pasó, eso es lo más importante de la declaración».
Pero no todos los oradores de la ceremonia se mostraron impresionados. Turquía debe «pasar de las condolencias vacías a las medidas de reconocimiento y restitución», dijo Raffi Hovannisián, político y ex candidato presidencial armenio.
Con todo, el hecho de que Hovannisián pueda protestar en público, en un acto recordando la tragedia es en sí una señal de cambios significativos en Turquía.
En 2005, el novelista Orhan Pamuk fue acusado por presuntamente «insultar la turquidad», bajo el artículo 301 del código penal, por haber sostenido en una entrevista que «un millón de armenios fueron asesinados».
Un año después, otro novelista, Elif Shafak, fue acusado por violar el mismo artículo a raíz del tratamiento del genocidio en su libro «El bastardo de Estambul».
Ninguno de los dos fue condenado.
Los turcos han comenzado a asumir la responsabilidad, y el gobierno los va siguiendo, dijo Onen.
«La sociedad turca está cambiando, está presionando al gobierno sobre el genocidio», agregó.
En los últimos años, el gobierno de Erdogan ha reprimido la libre expresión y a los medios de comunicación, en especial a los críticos de su régimen. Pero, al mismo tiempo, abrió cierto espacio para el debate de cuestiones muy delicadas para el nacionalismo turco, como el estatus de las minorías armenia y kurda.
Durante décadas, las autoridades turcas «exponían una narración de la historia que determinó toda una visión de la Primera Guerra Mundial… de peligro y traiciones extranjeras y de conspiradores internos, como los armenios», dijo en una entrevista por correo electrónico Jenny White, profesora visitante del Instituto de Estudios Turcos de la Universidad de Estocolmo.
«El Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan abandonó ese relato histórico a favor de una visión más amplia y global de Turquía como heredera de un imperio mundial, de vastas fronteras móviles, que abrazó a sus antiguas enemigas Grecia y Armenia y, por extensión, a sus minorías dentro de Turquía», continuó White.
Esta nueva visión de Erdogan, sin embargo, pasó a estar en tela de juicio por la mano dura que el primer ministro aplicó a los medios y por el retorno de la «retórica del miedo y la traición de los foráneos y la deslealtad interna», dijo la experta.
Sus afirmaciones sobre los hechos de 1915 quizás obedezcan a un intento de readecuar el discurso de una Turquía más globalizada. «Es un gran paso adelante», valoró.
El primer ministro sostuvo que, «en Turquía, expresar libremente opiniones y reflexiones diferentes sobre los hechos de 1915 es exigencia de una perspectiva pluralista, así como de una cultura de democracia y modernidad».
«Algunos pueden percibir este clima de libertad como una oportunidad para expresar afirmaciones acusatorias, ofensivas e incluso provocadoras. Incluso así, si esta voluntad nos permite entender mejor problemas históricos con sus implicaciones legales y transformar el resentimiento en amistad, es lógico abordar diferentes discursos con empatía y tolerancia y esperar una actitud similar de todas las partes», dijo el primer ministro.
Un acontecimiento que marcó el deshielo del tema armenio fue el asesinato en 2007 del editor de un diario armenio, Hrant Dink, cometido por un adolescente nacionalista, dijo Onen.
Al funeral de Dink asistieron 200.000 personas que marcharon entonando la frase «Todos somos armenios». Pero el juicio por ese asesinato fue una farsa tanto para los armenios como para observadores internacionales.
Activistas armenios dicen ahora que Erdogan debería respaldar sus palabras con medidas para que comparezcan ante la justicia los agentes de seguridad sospechosos de complicidad con el asesinato.
«Si lo hace, veremos que su discurso es sincero», dijo Palián.
Falta un año para el centenario del genocidio de 1915. Y crece la presión para que Turquía construya una buena campaña.
Pero Ankara no está en situación de llegar muy lejos ante una situación política complicada tanto en lo interno como en lo externo.
Las próximas elecciones generales deben celebrarse en junio de 2015, por lo cual el centenario caerá en mitad de la campaña electoral.
Reconocer el genocidio armenio puede enfurecer a los nacionalistas turcos que constituyen un grupo de votantes clave.
Las circunstancias internacionales tampoco son propicias para dar pasos dramáticos de reconciliación con los armenios.
En 2010, Turquía abandonó un intento de acercamiento, aseverando que las relaciones no podían reanudarse mientras Armenia no resolviera su conflicto con Azerbaiyán, un aliado turco.
Turquía depende de las inversiones azeríes, y la crisis en Ucrania ha hecho crecer la importancia del gas natural que pasa por Azerbaiyán hacia Europa, lo cual eleva la capacidad de presión de Bakú en Ankara.
Por último, los comentarios de Erdogan no parecen haber causado gran impresión en Armenia. «El sucesor de la Turquía otomana insiste en su política de total negación», dijo el presidente de ese país, Serzh Sargsyán.
En cambio, el presidente del Museo e Instituto del Genocidio Armenio en Ereván, Hayk Demoián, sostuvo en un comunicado publicado en el sitio web de la institución que «debo confesar que este es un paso importante, pero lamentablemente no en la dirección de revelar la verdad, hacer frente a la historia y permitir la reconciliación de los dos pueblos».
Joshua Kucera es un periodista residente en Estambul y editor del blog Bug Pit de EurasiaNet.org.