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Diálogo Cuadrilateral de Seguridad impulsado por EEUU junto con India, Japón y Australia

¿QUAD?

Fuentes: Observatorio de la Política China

Puede que tengamos que habituarnos a este acrónimo, que alude al Diálogo Cuadrilateral de Seguridad impulsado por EEUU junto con India, Japón y Australia. O puede que no. Washington suscribe la esperanza de que esta alianza “basada en valores” pueda hacer de China un “actor responsable” en el orden regional e internacional. En realidad, el hilo vertebrador que sirve de hipotética argamasa es que ninguno de estos países quiere ser “dominado” por China.

El QUAD se considera un embrión de una OTAN del Indo-Pacífico y va en la línea de ampliar al máximo el frente de oposición a Beijing. Al interpretarse que China no ofrece confianza suficiente a propósito de sus intenciones estratégicas, esto conduce el escenario regional a un punto crítico. La primacía del enfoque basado en la seguridad que transmite esta propuesta deja en albis el futuro de la cooperación económica y resucita el fantasma de la guerra fría.

Hasta ahora, la estrategia china ha venido primando la integración económica sobre cualquier otra dimensión. No hay indicios sólidos de un cambio sustancial en este aspecto. La reciente firma de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés), un acuerdo comercial entre 15 países de Asia-Pacífico que suman el equivalente al 30 por ciento del PIB mundial, abunda en esa dirección. Tras abandonar el Acuerdo Transpacífico o TPP, nadie sabe muy bien qué hará EEUU. Beijing ya anunció su interés en unirse a su sucesor, el CPTPP, que lidera Japón. Y tiene varios tratados de libre comercio en cartera, incluido con Japón y Corea del Sur, que estaría al caer. De producirse, asentaría su posición determinante en el futuro centro de gravedad mundial de la economía y el comercio y donde reside el 60 por ciento de la población total del planeta. Los llamamientos a las empresas para que abandonen China a fin de acelerar el desacoplamiento, en boga bajo Trump, apenas han seducido a un 4 por ciento de las japonesas (frente al 13 por ciento de las estadounidenses).

El imán que China representa está fuera de toda duda, por más que esto se intente cuestionar. Por ello, la bifurcación entre los ámbitos de la seguridad y la economía dificulta la formación de una masa crítica capaz de enfrentar mejor la relación con China, quien hace valer con relativa facilidad su atractivo económico.

Si la relación con Australia permanece tensa, Beijing y Tokio tratan de acercar posiciones. Mientras, India, también miembro de los BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghái, ha pasado a ocupar el centro de la estrategia regional de EEUU, firmando tres importantes acuerdos bilaterales en materia de defensa en paralelo al deterioro de las diferencias fronterizas con China en la región de Ladahk, hoy bajo control. Modi quiere colaborar con Washington confiando en que ello le permita mejorar posiciones en términos de poder militar pero no puede ignorar que las inversiones chinas en India han aumentado en los últimos años a pesar de las tensiones fronterizas. Los proyectos chinos se implantan con solidez a despecho de la desconfianza mutua.

La clave de bóveda del desenlace podría tener otro protagonista. En la agenda de Xi Jinping, por ejemplo, figura Seúl como su primer destino exterior en 2021. Corea del Sur es una pieza clave en la arquitectura regional y se encuadra en su esfera natural de influencia aunque se trate de un aliado de EEUU, una circunstancia que no debe darse por sentada ad eternum. De hecho, las clases dirigentes surcoreanas están profundamente divididas, como en toda Asia, a propósito de la actitud a adoptar en relación a un hecho inevitable: la inminente recomposición del orden regional y mundial. Seúl podría resultar una pieza determinante en el desbaratamiento de las tentativas de sitiar a China. Sin duda, tendría consecuencias en Japón, por más que hoy se certifique la excelente salud de la alianza con Washington. En cierta medida, acontece aquí algo similar a la experiencia comunitaria. Ni todos los países de la UE ven a China como un enemigo existencial.

La redefinición de la estructura de poder en Asia avanza en paralelo a la significación económica y tecnológica de China. La imposición del dominio y control de facto del continente por parte de este país necesitaría de contrapesos sólidos. Esa resistencia sustenta la estrategia de muchas capitales de la zona que ven con buenos ojos los vínculos de seguridad con EEUU, aunque en paralelo también desconfíen de su viabilidad efectiva en caso de crisis. China, por el contrario, quiere empujar a EEUU lo más lejos posible de la región. La pugna aventura un largo y tortuoso camino, entre otros porque es mayoritario el interés en evitar que todo se resuma en sustituir una hegemonía por otra.

Fuente: https://politica-china.org/areas/politica-exterior/quad