Ya hace 20 agostos que Sadam Husein mandó invadir Kuwait con su destartalada tropa recién salida de ocho años de guerra ruinosa contra Irán. Podría haberse tratado de otra contienda regional, sin más trascendencia. Pero era 1990 y la historia iba a dar un gran giro: la URSS desaparecía y EEUU planeaba jugar con el […]
Ya hace 20 agostos que Sadam Husein mandó invadir Kuwait con su destartalada tropa recién salida de ocho años de guerra ruinosa contra Irán. Podría haberse tratado de otra contienda regional, sin más trascendencia. Pero era 1990 y la historia iba a dar un gran giro: la URSS desaparecía y EEUU planeaba jugar con el globo como en El gran dictador.
Al atacar a Kuwait, Sadam exportaba su crisis interna para callar la protesta de los ciudadanos, cansados de guerras y de una brutal represión, cuya guinda fue el exterminio químico de los kurdos.
Antes, igual que cuando atacó a Irán, Bagdad pidió permiso a Washington. Este respondió que lo consideraría como un conflicto interárabe y no intervendría, porque no tenía tratado de defensa mutua con el país a invadir.
Como por arte de magia, repentinamente surgió una coalición compuesta por medio millón de militares de 35 países para auxiliar a un sultanato tiránico, tan diminuto como Zaragoza. ¿Habían tendido una trampa a su títere de usar y tirar? ¿Por qué esos guardianes de la paz mundial nunca socorrieron a los países agredidos por Israel?
EEUU cocinaba un nuevo orden mundial a su medida para ocupar el espacio de la antigua influencia soviética. Mantuvo y amplió la OTAN, en vez de destinar los gastos militares de la posguerra fría a otros menesters más urgentes para la seguridad humana, como acabar con el hambre en el mundo.
Una vez asegurado el Golfo Pérsico, podría controlar el destino de los millones de barriles que pasaban por allí a diario, y ahogaría cualquier atisbo de alianza regional que no fuera afín. Con los árabes divididos y debilitados, la devastadora derrota de Irak, que fue el contrapeso de Israel en la zona, puso fin al sueño del nacionalismo árabe. Los palestinos y la Organización para la Liberación de Palestina fueron especialmente castigados y un Arafat acorralado tuvo que tragar con los bantustanes de Cisjordania.
Este episodio del plan para mandar a la edad de piedra a Irak, la que fue nación árabe más desarrollada, supuso la muerte de decenas de miles de civiles y el sufrimiento de millones. Fue el ensayo que allanó el camino para despedazar Yugoslavia y ocupar Afganistán.
¡Que el pasado sea la luz que alumbre el futuro!
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/78/recuerdo-de-dos-patranas-belicas/
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