PESHAWAR, Pakistán, sep (IPS) – Cuando no miran con tristeza lo que fueron sus casas o tratan de ayudar a algún pariente enfermo, afganos víctimas de las inundaciones, persiguen vehículos que circulan por la carretera que va de esta ciudad pakistaní a Islamabad buscando limosna. Su desesperación es tan grande que por lo menos cinco […]
PESHAWAR, Pakistán, sep (IPS) – Cuando no miran con tristeza lo que fueron sus casas o tratan de ayudar a algún pariente enfermo, afganos víctimas de las inundaciones, persiguen vehículos que circulan por la carretera que va de esta ciudad pakistaní a Islamabad buscando limosna.
Su desesperación es tan grande que por lo menos cinco mujeres murieron en accidentes carreteros, corriendo detrás de camiones que ellas pensaban que llevaban suministros humanitarios.
Las inundaciones causadas por el Monzón arreciaron sobre el noroeste de Pakistán a mediados de julio y destruyeron todo a su paso. Unas 20 millones de personas sufrieron el desastre, uno de cada 10 habitantes, según cifras oficiales.
No hay certeza de que el dato incluya a los refugiados afganos, 1,7 millones de personas. La mayoría se encuentra en la provincia noroccidental de Jiber Pajtunjwa.
Con millones de pakistaníes perjudicados por las inundaciones, los afganos sostienen que ellos no son una prioridad para sus anfitriones.
Los refugiados, que viven en 17 distritos de Jiber Pajtunjwa, perdieron más de 12.600 viviendas y 85.800 de ellos quedaron sin hogar, según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Además, cientos de miles de personas quedaron sin alimento ni bebidas, muchos se enfermaron. Hasta la asistencia médica demoró en llegar.
«He corrido de ceca a La Meca para encontrar dinero. Mis tres hijos están en el hospital», relató el afgano Rasool Shah, de 31 años. «Tenía una pequeña tienda en el campamento que se la llevó el agua. Ahora no tengo ni un centavo», añadió.
«Los médicos me aconsejaron internar a mis tres hijos por diarrea aguda crónica», indicó Shah. «Pero nosotros no tenemos asistencia gratuita», apuntó.
Los damnificados pakistaníes tuvieron mucho apoyo médico, pero los afganos parecen haber sido ignorados por el gobierno, dijo a IPS la presidenta de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de Pakistán, Lubna Hassan.
La situación está muy deteriorada y puede empeorar en los próximos días, dijeron médicos de una clínica montada por la organización local Falah Insaniat, cerca de Azajel, uno de los mayores campamentos de refugiados.
«La mayoría de los habitantes del campamento tienen diarrea, disentería, tifoidea, sarna y malaria (paludismo) porque carecen de agua potable», señaló el médico Riaz Alam. «Recibimos unos 300 pacientes al día, la mayoría mujeres, niños y niñas, con distintas enfermedad causadas por las inundaciones», añadió.
«Hay unas 700 embarazadas de Azajel que carecen de medicamentos y atención prenatal. No tienen una alimentación balanceada y darán a luz bebés enfermos», indicó Hassan. «Necesitan chequeos regulares. La mayoría tienen anemia», añadió.
Setenta y cinco por ciento de los menores afganos tienen diarrea y disentería y 35 por ciento infecciones cutáneas, indicó el vicepresidente de la Asociación de Pediatría de Pakistán, Sabir Ali. Además «85 por ciento están desnutridos», añadió.
«No hay señales de que la situación vaya a mejorar por la falta de higiene en que viven los afganos», indicó Ali. «No tienen agua ni instalaciones sanitarias ni una dieta balanceada», remarcó.
Los campamentos de refugiados están ubicados a las afueras de Peshawar, la capital provincial, que está a 141 kilómetros de Islamabad, destruidas por las inundaciones.
Azajel, que tenía una población de 23.000 personas, está en ruinas. Acnur les entregó unas 1.100 tiendas de campaña, una cantidad insuficiente que, además, no tienen donde instalar.
Muchos refugiados afganos terminaron instalándose en la carretera que va de esta ciudad a Islamabad. Varias familias montaron sus tiendas de campaña en mitad del camino, lo que les permite estar más cerca de los vehículos, que las mujeres, los niñas y las niñas persiguen pidiendo limosna.
Los afganos comenzaron a emigrar a Pakistán hace unas tres décadas, tras la invasión soviética a Afganistán. Este país llegó a tener 27 campamentos de refugiados, pero muchos fueron clausurados hace tres años cuando desapareció la asistencia internacional.
Islamabad accedió a que los refugiados se quedaran hasta diciembre de 2012, las Organización de las Naciones Unidas implementó un programa de repatriación voluntaria. Cientos de miles de afganos regresan a su país todos los años.
Desde el comienzo de las inundaciones, unas 400 familias regresaron Afganistán.
«Los refugiados que tenían propiedades en Afganistán regresaron a sus pueblos», señaló Zar Alam Jan, un anciano del campamento. «Pero nosotros adonde vamos a ir. Allí tampoco somos bienvenidos», apuntó.
«Tenemos el doble de dificultades», remarcó. «Nuestro problema es que no tenemos propiedades en Afganistán para instalarnos de forma permanente», añadió.
«El río se llevó todo», se lamentó Jan, rascando su espesa barba gris. «Azajel no es seguro ni adecuado. Pakistán nos tiene que dar un lugar seguro o le pide al presidente (de Aganistán) Hamid Karzai que nos haga un lugar», añadió.