Hablar de los refugiados e inmigrantes en África implica hablar del lado más tenebroso de la naturaleza humana, ya que necesariamente se debe hablar de los motivos que empujan a una persona a convertirse en refugiado: guerras, conflictos interraciales o interétnicos, represión política, guerras civiles o catástrofes naturales, pobreza y subdesarrollo. La cuestión de los […]
Hablar de los refugiados e inmigrantes en África implica hablar del lado más tenebroso de la naturaleza humana, ya que necesariamente se debe hablar de los motivos que empujan a una persona a convertirse en refugiado: guerras, conflictos interraciales o interétnicos, represión política, guerras civiles o catástrofes naturales, pobreza y subdesarrollo. La cuestión de los refugiados encarna una verdadera tragedia humana cuyas implicaciones sociales y psicológicas para el individuo son sobrecogedoras.
Sin embargo, al mismo tiempo, hablar de refugiados supone hablar del importantísimo esfuerzo solidario que llevan a cabo las naciones vecinas para acoger a todas aquellas personas que, en contra de su voluntad, se han visto forzadas a abandonar sus países. Y son precisamente las naciones más pobres las que asumen este esfuerzo solidario para dar cobijo a aquellos que huyen de su país originario.
En este sentido los Estados africanos son los países que mayor número de refugiados albergan en el mundo. Sírvanos de ejemplo Etiopía que, a pesar de encontrarse en el puesto número 171 en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en el año 2009, ha sido protagonista de una de las mayores afluencias de refugiados en los últimos tiempos, absorbiendo a cerca de 300.000 sudaneses y 400.000 somalíes.
Entendemos por refugiado a «toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, por pertenecer a un determinado grupo social o tener determinadas opiniones políticas, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país». [1]
La ruta más transitada y peligrosa del mundo
Los constantes conflictos, las hambru-nas y los desastres naturales en el Cuerno de África han sido responsables de que, a día de hoy, el Golfo de Adén se haya convertido en «la ruta más tran-sitada y con más peligros del mundo» según la Organización de Naciones Unidas (ONU). En 2009 se registraron en Yemen cerca de 78.000 nuevas llegadas, de las cuales alrededor de 45.000 eran etíopes y 33.000 somalíes. Esto supone una media de 6.500 nuevas llegadas por mes.
A pesar de que Yemen es una nación pobre, su cercanía con los estados ricos del Golfo hace que este país se convierta cada día más en zona de tránsito de los refugiados e inmigrantes africanos. Yemen es el único país de la Península Arábiga que ha firmado la Convención de Ginebra desde 1980 y considera a los somalíes refugiados prima facie, por lo que no debe examinarse individualmente su petición de refugiados. Distinta suerte corren los etíopes o las personas de otras nacionalidades africanas no somalíes, que se ven obligadas a solicitar su estatus de refugiados y se ven expuestas a irregularidades y, en la mayoría de los casos, a la deportación. Por este motivo los africanos no somalíes suelen huir de las autoridades yemeníes y se niegan a registrarse o acudir a los campos de refugiados, prolongando de esta manera su interminable viaje. El hecho de que los no somalíes no quieran registrarse supone que las cifras de los refugiados e inmigrantes que llegan a suelo yemení sólo pueden, a día de hoy, ser orientativas.
Muchos de los africanos inmigrantes que cruzan el Golfo de Adén no lo hacen por primera vez si no que, tras haber llegado a su destino laboral o tras habérseles denegado el estatus de refugiados, han sido deportados a su país de origen y desde ahí reinician nuevamente el viaje. Sin embargo la travesía del Golfo de Adén está repleta de riesgos. Los inmigrantes y refugiados que llegan a Yemen por esta ruta lo hacen desde dos vías: Yibuti y Somalia. En el último año se ha registrado un importante incremento de la ruta yibutí. Esto se debe principalmente a la brutalidad de los viajes emprendidos desde Somalia y al fortalecimiento de las medidas de seguridad yemeníes en la ruta Somalia-Yemen.
Abusos y humillaciones
La travesía desde Bossaso (Somalia) hasta Adén suele durar entre 28 y 72 horas. Según datos de Médicos Sin Fronteras (MSF), el precio oscila entre los 50 y 80 dólares en las embarcaciones normales y entre 100 y 160 en las rápidas. Estas travesías, dominadas por mafias somalíes, se realizan en barcazas que tienen capacidad para 30 o 40 personas. Sin embargo, los traficantes efectúan los viajes con cerca de 120 personas, lo que supone problemas de hacinamiento y no pocos accidentes debido a la sobrecarga. Además, los migrantes son sometidos a todo tipo de abusos y humillaciones por parte de los traficantes, que han llegado a disparar y echar por la borda a alguno de sus pasajeros. Los informes de Médicos Sin Fronteras y de Human Rights Watch son muy prolíferos en relatos de inmigrantes y dan cuenta del trato inhumano en las embarcaciones. Los etíopes son los que sufren las peores vejaciones aunque, en realidad, ninguna de las nacionalidades está exenta del maltrato.
Pero el riesgo del trayecto no es el único al que deben hacer frente estas personas que por razones políticas o económicas deciden abandonar sus países. El trayecto hasta Bossaso suele tardar días o incluso semanas, y la estancia en la ciudad portuaria se prolonga en la mayoría de los casos hasta un mes. Durante este trayecto también están sujetos a posibles atracos y a las arbitrariedades de los controles de seguridad dispuestos a lo largo de las carreteras somalíes. [2] Bossaso es desde 1998 una ciudad autónoma y en ella existen cerca de 300.000 desplazados viviendo en asentamientos. Dichos asentamientos están en condiciones insalubres y la malnutrición, de un 23,3 por ciento, permite hablar de crisis alimentaria. Además resulta una ciudad cara y peligrosa, sobre todo para los etíopes, que han sufrido atentados terroristas [3] como represalia a la presencia etíope en la guerra somalí.
Yemen cuenta con dos campos de refugiados: Jaraz, en la región de Lahj, donde 13.500 refugiados esperan en un enclave desértico con temperaturas inaguantables, y el asentamiento informal de Basatin, en Adén, en el que residen cerca de 25.000 personas, sobre todo somalíes, etíopes y yemeníes, y donde resulta alarmante la mala infraestructura de las improvisadas viviendas. Yemen también cuenta con tres centros de registro (Basatin, Jaraz y Sanaa), aunque se ha anunciado que en los próximos meses se abrirán nuevos centros en Taiz, Shabwa, Hadramawt y Hayya.
Situación actual del refugiado y desafíos de la política de seguridad internacional
A diferencia de otros países de la región, como Kenia o Yibuti, la legislación yemení permite a sus refugiados que residan legalmente fuera de los campos destinados a su ocupación y obtengan permisos para trabajar en cualquier lugar del país. Sin embargo, en los últimos meses la situación de los refugiados y los inmigrantes llegados a Yemen ha empeorado considerablemente. La frágil situación política de Yemen, unida a la alarma creciente por la supuesta presencia de un importante número de militantes de al-Qaeda en el país, ha hecho que las autoridades de Yemen hayan recrudecido sus políticas migratorias. En este sentido, el 18 de enero de 2010 se anunció que todos los refugiados e inmigrantes no registrados serían expulsados en un periodo de dos meses a partir de la fecha si no sub-sanaban su situación.
El gobierno yemení se justifica diciendo que la inmigración ilegal se ha convertido en un problema de seguridad nacional ya que muchos inmigrantes se están involucrando en la guerra de Saada, al norte del país, y están formando células terroristas en esta región. Por su parte el grupo al-Shabaab somalí, anunció a mediados de enero que apoyaría al denominado grupo al-Qaeda Península Arábiga. Al parecer, decía en un anuncio público: «para nuestros hermanos de Yemen, cruzaremos el mar que nos separa para unirnos a vosotros en vuestro país y ayudar en la lucha contra el enemigo de Allah».
Independientemente de la veracidad de este anuncio, lo cierto es que la nueva situación de inestabilidad de Yemen y el anuncio de al-Shabaab han puesto en el punto de mira a los refugiados e inmigrantes africanos y ha permitido a las autoridades yemeníes, bajo pretexto de seguridad antiterrorista, reforzar las medidas de seguridad, deportar a un gran número de africanos recién llegados y establecer controles militares cerca de los campos de refugiados para incrementar la vigilancia.
De este modo el gobierno yemení trata de poner freno a la afluencia de africanos llegados por el Golfo de Adén, un tipo de inmigración que en Yemen comenzaba a acarrear problemas sociales, de integración interracial, además de muchas críticas por parte de la población autóctona. Sin embargo, la atención internacional que en los últimos tiempos está adquiriendo Yemen puede representar una nueva oportunidad para arrojar luz y traer cambios a lo que ocurre a diario en el Golfo de Adén.
Leyla Hamad Zahonero es investigadora del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos.
Este artículo ha sido publicado en el nº 44 de la Revista Pueblos, septiembre de 2010.
Notas
[1] Definición de refugiado extraída del Artículo 1 de la Convención de Ginebra, la herramienta del Derecho Internacional empleada para regular la situación de los refugiados del mundo. La Convención fue adoptada en 1951 y a día de hoy la han firmado 147 Estados. Debe diferenciarse pues la noción de refugiado de la de inmigrante, cuya movilidad es voluntaria y generalmente tiene una motivación económica, aunque también puede tener lugar por razones políticas.
[2] Para ampliar sobre el tema se recomienda la lectura de Routinely Targeted: Attacks on Civilians in Somalia, Amnistía Internacional, 2008.