El modelo neoliberal vigente y la corrupción imperante, sus sustentadores y beneficiarios aquí y en el exterior, deben ser el centro de ataque de las fuerzas alternativas, partiendo de los males y perjuicios que acarrea al pueblo sencillo, a sus sectores medios, a los empresarios nacionales, a las fuerzas productivas, a los valores patrios, a […]
El modelo neoliberal vigente y la corrupción imperante, sus sustentadores y beneficiarios aquí y en el exterior, deben ser el centro de ataque de las fuerzas alternativas, partiendo de los males y perjuicios que acarrea al pueblo sencillo, a sus sectores medios, a los empresarios nacionales, a las fuerzas productivas, a los valores patrios, a la cultura nacional, a la educación y a la salud de la mayoría, a la calidad de vida de una gran parte de la sociedad.
Los principales ejes de un programa alternativo, que sea a su vez movilizador de todos los actores sociales, deben ser las demandas relacionadas con:
* La justa distribución de las riquezas ya creadas y del ingreso nacional.
* La autodeterminación del pueblo y la soberanía de la nación.
* El fin de la impunidad de los asesinatos y robos de Estado y la recuperación de los recursos sustraídos.
* La democracia participativa, protagonizada por el pueblo.
* La igualdad de derechos entre el género femenino y el masculino, la superación del machismo y de la dominación patriarcal.
* La educación y la salud gratuitas.
* El respaldo a la producción en detrimento de la especulación.
* La recuperación para beneficio social de las áreas privatizadas y extranjerizada.
* Libertad de creación y el respeto a la diversidad cultural.
* La superación del modelo neoliberal y la construcción de un modelo solidario.
La puesta en marcha de un programa de esa naturaleza requiere de un proceso de lucha que conduzca al desplazamiento del gobierno y del poder de las fuerzas políticas y sociales que han administrado el modelo neoliberal. ¡La salida de todos los que han gobernado!
Pero eso a su vez necesita de la construcción de una fuerza alternativa capaz de crear poder, desarrollar poder, disputar poder estatal y tomarlo.
Esa fuerza debe ser social, política, cultural y militar a la vez. Y debe forjarse en las luchas cotidianas.
En nuestro caso – como en el de los países con condiciones similares – se trata de una gran diversidad social, de un amplísimo abanico a movilizar, coordinar y politizar.
Esto exige de un enorme esfuerzo educativo, organizativo y propagandístico, que no se está haciendo.
Ese referente no puede crearse al margen de un enorme esfuerzo de unidad y de lucha, de coordinación de la diversidad; dada la gran dispersión reinante en las izquierdas, las fuerzas políticas progresistas, los sin partido, los movimientos sociales de avanzada.
Las organizaciones políticas antineoliberales existentes no son referentes políticos de los sujetos sociales potencialmente alternativos, menos aún del pueblo.
Hay que construir un movimiento político social unitario, que agrupe las estructuras políticas de izquierda existentes, los revolucionarios sin partido, las organizaciones populares, los movimientos sociales avanzados, las corrientes religiosas progresistas, las tendencias y elementos progresistas de los partidos tradicionales en crisis, los militares constitucionalistas que no han claudicado, los militares honestos puestos en retiro, los intelectuales comprometidos con las causas justas, los artistas, científicos y deportistas dispuestos a cambiar para bien esta realidad.
Y esa unidad debe ir mas allá del amplio espacio de lo civil para ir al encuentro con los militares activos, democráticos, revolucionarios y progresistas, estimulando el avance de su conciencia política a tono con lo que pasa en la sociedad.
En forma muy original, el frente o movimiento unitario político y social debe procurar convertirse en un frente cívico – militar alternativo.
Debemos pensar en un movimiento unitario duartiano, caamañista, luperoniano y catorcista.
Y ese gran y trascendente proyecto tendría más capacidad de acumulación si la audacia oportuna sale a escena.
Caamaño fue precisamente un producto de ese tipo de actitud y acción. Chávez también.
Ciencia y razón deben ir de la mano del mito revolucionario, de la mística y la pasión transformadora, para que la nueva revolución sea posible, como lo es actualmente en Venezuela.
El otro Abril, el nuevo Abril victorioso.