Luego de nueve (9) años de ocupación y con todo el desastre provocado por la misma, escribir un artículo en defensa de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) es, sin lugar a dudas, una aventura muy arriesgada y que hiere con crueldad la dignidad de todo un pueblo. Tal […]
Luego de nueve (9) años de ocupación y con todo el desastre provocado por la misma, escribir un artículo en defensa de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) es, sin lugar a dudas, una aventura muy arriesgada y que hiere con crueldad la dignidad de todo un pueblo. Tal es la situación en la que se metió el embajador Oscar Laborde al publicar en Tiempo Argentino su nota titulada «Haití y las responsabilidades de la región». Y es justamente en referencia a esta crueldad, que he decidido escribir una respuesta al Sr. Laborde. Lo hago, también, porque estoy persuadido que el autor no puede ignorar que miembros de la MINUSTAH fueron reconocidos culpables de haber violado a niñas haitianas, mujeres y jóvenes. Laborde debe saber que la MINUSTAH reprimió en distintas oportunidades a movilizaciones populares, y ha masacrado a habitantes de barriadas populares con el pretexto de capturar a «bandidos» allí escondidos. Laborde seguramente está al tanto de que las tropas de Nepal integrantes de la MINUSTAH introdujeron en Haití el cólera, que ya nos costó más de 8.000 muertos y más de 600.000 personas infectadas. A estas violaciones de DD.HH., el Sr. Laborde las califica en el artículo anteriormente mencionado de «errores y procedimientos equivocados». Una banalización de hechos aberrantes que humilla al pueblo haitiano pero, al mismo tiempo, descalifica cualquier propósito de tipo humanista que pudiera asistir al Sr. Laborde.
Por otra parte, me veo también en la obligación de advertir que el Sr. Laborde tergiversa la realidad y los hechos históricos. Pues no es correcto afirmar que la MINUSTAH fue creada «en el año 2004 frente a la inestabilidad política y social que vivía el país». Cualquiera puede revisar las informaciones de la época, y verá que la MINUSTAH fue creada a partir de la Resolución 1542 votada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para reemplazar a las tropas estadounidenses, francesas y canadienses que habían ocupado el país después del derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide. Un derrocamiento donde el propio Aristide acusó a un comando militar norteamericano de haberlo secuestrado y enviarlo al exilio. Nadie, a esta altura, creo, -salvo un afectado por una miopía política total y en defensa de intereses inconfesables- puede ignorar que los que mandan en el Consejo de Seguridad son los cinco (5) países con derecho a veto y no los países de UNASUR.
Consciente de esta verdad de Perogrullo, escribir tal como lo ha hecho Laborde: «Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Perú y Uruguay son las naciones de nuestro continente, de un total de 18, que han asumido este desafío, frente a la política estadounidense de continuar socavando cualquier intento perdurable de democracia en el país que no esté en función a sus propios intereses geopolíticos y económicos», es simplemente un engaño para tratar de justificar lo injustificable.
Pero hay algo más aberrante cuando Laborde plantea: «Frente a la política del imperio, la actitud de hacerse cargo por parte de varios gobiernos de esta situación merece una reflexión más profunda y no tan simplista, como a veces, se la aborda. La tarea es reconstruir el tejido social e institucional (devastado además por el terremoto de 2010) generando organizaciones que canalicen las demandas populares y no seguir apostando a los proyectos que sólo implementan políticas asistencialistas, de reparto de alimentos y ropa, para que no estalle la situación, pero nunca para que desarrolle el país».
Con esas reflexiones, Laborde deja traslucir la misma arrogancia que suelen exhibir con total impunidad los gobernantes del imperio que él pretende enfrentar. Sr. Laborde: nadie puede atribuirse el derecho de asumir como tarea «reconstruir el tejido social e institucional» de un país. Y esto, según su criterio, se hace a través de aplicación de política de ayuda tal como el Programa Pro Huerta del INTA. Sinceramente, Sr. Laborde, Ud. aboga que hay que evitar reflexiones simplistas, pero las suyas son ingenuas y hasta cómicas. Pero son también un insulto a la razón y a todo verdadero espíritu progresista. Es una falta de respeto de parte suya al pueblo haitiano, el único capaz de resolver sus problemas con la solidaridad respetuosa de sus hermanos en el mundo.
Otro aspecto lamentable de su artículo, es cuando Ud. se refiere a Martelly como si fuera un demócrata. Se trata de una bofetada al pueblo haitiano y otra tergiversación de los hechos históricos. Pues, Sr. Laborde, este «presidente» ha sido designado por la llamada comunidad internacional con los EE.UU. a la cabeza -ya que fue escogido por Bill Clinton- en elecciones escandalosas y abiertamente antidemocráticas donde participó menos del 25% del electorado. Martelly es un hombre que participó activamente en el cruel golpe de estado fascistoide de 1991 en contra de Aristide que costó al país más de 5.000 muertos- según datos de varios organismos de DD.HH. de Haití y del extranjero. ¡Qué flor de demócrata! que Ud. elogia cuando escribe: «Michel Martelly gobierna desde el año 2011, y vale reconocer sus esfuerzos, en este escenario repleto de contradicciones y tragedias, por instrumentar políticas de desarrollo a mediano y largo plazo, única garantía de una estabilidad duradera y de aportar al proceso de integración regional». Muy curioso y contradictorio su planteo a favor de Martelly, pues todo el mundo sabe que este «presidente» pone énfasis en medidas tales como «Aba Grangou» («Abajo el Hambre»), «Ti Manman Cheri» («Pequeña Mamá Querida»), «Ede Pèp» (Ayuda al pueblo), etc., y en organizar carnavales; es decir nada que ver con «instrumentar políticas de desarrollo a mediano y largo plazo». Además, Martelly ya entregó empresas multinacionales norteamericanas y canadienses el «derecho» de explotación y saqueo de yacimientos de oro y plata, sin olvidar sus negocios con varias empresas de la República Dominicana. Su política, Sr. Laborde, es de carácter neoliberal y proyanqui, pero es oportunista con respecto a UNASUR, pues sabe que hasta ahora el 94% de los proyectos asistencialistas que emprende su gobierno es gracias al dinero que recibe del Programa Petrocaribe.
Sr. Laborde: estoy convencido que siempre hay que tratar de informarse mejor, sobre todo cuando uno está ante una situación tan dramática y compleja. Una situación que es el resultado de la imposición de un régimen de dependencia exacerbada dominado por el imperialismo norteamericano desde la primera ocupación militar yanqui (1915-1934), que transformó a Haití, prácticamente, en una perfecta neocolonia. Allí está la raíz fundamental de la crisis ininterrumpida de Haití, Sr. Laborde, y no porque no «podamos vivir juntos». Curiosamente Ud. recuerda una frase de Jean-Claude Fignolé en tal sentido para apoyar su posición, pero en su artículo Ud. no menciona ni en una sola oportunidad las numerosas movilizaciones populares en contra de la MINUSTAH. Debe ser que, para Ud., como Fignolé es un intelectual y el pueblo en su mayoría no sabe leer y escribir, pesa más las palabras de Fignolé y no los gritos de las masas. Masas que todavía no entienden -ya que son tan brutas- que los soldados de la MINUSTAH son sus salvadores. No pueden comprender que estos hombres son de buena voluntad, y han dejado a sus familiares para ir a ayudar en un lugar tan lejano y no por la buena paga. Así, violar niñas, mujeres y jóvenes, masacrar y reprimir a empobrecidos, son simplemente «errores y procedimientos equivocados». Además, Sr. Laborde, Nada en nuestro ADN indica que «no podamos vivir juntos». Se trata de un problema político que ha de resolver el pueblo haitiano recuperando su soberanía y su derecho a la autodeterminación. Y, Sr. Laborde, en este marco, resulta crucial tratar de escuchar y respetar la voz de la calle. La voz, también, de verdaderas organizaciones populares haitianas.
Para precisar un poco más mi rechazo a su artículo, tengo que señalar a Ud. que hay en Haití una muy larga lista de intelectuales que no piensan como Fignolé. Y como Ud. es un demócrata y defiende a organismos tan importantes como, por ejemplo, UNASUR, Mercosur y CELAC, organismos que representan un avance en la región en la lucha antiimperialista, le aviso también que en dos oportunidades el Senado haitiano votó una Resolución exigiendo el retiro de la MINUSTAH. Me parece, entonces, que hubiese sido útil comprender la verdad como un todo, y no atarse sólo a algunos aspectos de una realidad tan compleja. Además, como Ud. habla de «generando organizaciones que canalicen las demandas populares…», le recuerdo que el 16 de diciembre de 1990 varias organizaciones populares haitianas se juntaron y ganaron las únicas elecciones honestas desarrolladas en Haití. De ahí surgió un gobierno con características populistas, pero siete (7) meses más tarde un golpe de estado planificado por la CIA, el gobierno de Bush padre, la Embajada norteamericana en Puerto Príncipe, y ejecutado por los militares y la oligarquía haitiana puso fin a aquella experiencia. Me estoy refiriendo al golpe que nos costó más de 5.000 muertos que mencioné arriba. Por supuesto, Sr. Laborde, en esta tragedia hubo y hay errores por parte de los sectores populares y revolucionarios haitianos, pero eso no significa inexistencia de los mismos como si fuéramos un pueblo fallido que necesita sólo de maestros extranjeros.
Para terminar, espero que, como supongo que Ud. no es racista, entenderá la gravedad y la peligrosidad de sus aseveraciones. Así lo deseo de todo corazón, si Ud. está animado de buena fe y se conmueve realmente ante el profundo dolor del pueblo haitiano.