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Rusia desafía a EE.UU. en el mundo islámico

Fuentes: Asia Times

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Cuando el presidente de EE.UU., George W Bush, nombró al paquistaní-estadounidense, nacido en Karachi, Sada Cumber, como el primer enviado de EE.UU. ante la Organización de la Conferencia Islámica (OIC), el anuncio del 27 de febrero de la Casa Blanca, casi hizo creer que no era más que puro oportunismo político por parte de un gobierno en los últimos días de su mandato. Cumber es un empresario texano – y también lo fue Bush.

Cumber es fundador de CACH Capital Management, basada en Austin, Texas, una firma de administración de riquezas de alto rendimiento, con perspicacia y pericia en el suministro de servicios de consultoría a países musulmanes inundados por fondos soberanos de riqueza disponibles en petrodólares. Ahora bien, ¿no sabría Bush que la OIC no es una institución de selección de inversiones y estructuración de carteras?

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Dana Perino, explicó que Bush consideraba que la OIC es una organización importante y que por eso nombró a un enviado especial. Dijo que: «La OIC tiene un papel constructivo en el mundo y el presidente señala nuestro deseo de tener un mayor diálogo con la organización, así como con musulmanes en todo el mundo.» Pero la OIC ha existido desde hace 39 años – y los musulmanes más de un milenio. ¿Por qué ahora?

En junio del año pasado, Bush articuló por primera vez la idea de delegar a un enviado a la OIC. ¿Por qué la demora? Cuando los medios preguntaron a Perino por qué Bush había tardado tanto, simplemente dijo: «Él [Bush] quería encontrar a la persona adecuada y la encontró en Sada Cumber.»

Carta islámica en Kosovo

Existen motivos para creer, sin embargo, que el gobierno de Bush despertó en febrero ante la nueva realidad, de que cultivar las relaciones con la OIC, de 57 miembros, podría ciertamente tener gran importancia en los años por venir. Aproximadamente en esos días, Washington jugó casi instintivamente la «carta islámica» contra Moscú, y descubrió para su consternación que lo que solía ser un triunfo seguro y potente en la política de la Guerra Fría ya no lo es y, de hecho, resultó ser una carta inútil.

El ministro de exteriores soviéticos, Sergei Lavrov, reprodujo sucintamente el «dolor de cabeza por la OIC» de Washington cuando comentó en una entrevista con el periódico gubernamental Rossiskaya Gazeta, «No deja de importar que numerosas naciones, incluyendo a los Estados islámicos, no tengan la intención de reconocer la independencia de Kosovo.»

Con un toque de sarcasmo, Lavrov subrayó la inversión de los roles de Rusia post-soviética ante EE.UU. en el mundo musulmán. Agregó: «Quisiera advertir contra la tentación de sucumbir a exhortaciones que provienen de países no-árabes y no-islámicos, pero que son dirigidas precisamente a países islámicos para que demuestren solidaridad islámica y reconozcan a Kosovo. Porque la situación en Kosovo es el ejemplo más impactante de separatismo étnico.»

Estaba advirtiendo al mundo islámico para que mostrara cautela ante el intento de EE.UU. de «islamizar» el escenario geopolítico en los Balcanes. Advirtió: «También han comenzado disturbios en otras regiones del mundo. Creo que es inmoral que se alienten tendencias separatistas, Vemos lo que sucede en la región autónoma china de Tibet, como los separatistas actúan allí… Y eventos en otras partes del mundo también sugieren que estamos sólo ante el comienzo de un proceso extremadamente explosivo. Y los que siguen ese camino no debieran llamar a una muestra de solidaridad, sea islámica o euro-atlántica. Deberían pensar en primer lugar en su responsabilidad.»

Poco después de su entrevista en Moscú, Lavrov partió a otra amplia gira por Oriente Próximo, pero comenzó en la undécima cumbre de la OIC en Dakar, Senegal, el 13 de marzo, a la que asistió como «observador» por la segunda vez seguida.

Entre los muchos laureles que el presidente ruso Vladimir Putin reúne al llegar a su fin sus ocho años de tumultuosa dirección en el Kremlin, a menudo se pasa por alto que es casi seguro que la historia lo juzgará como el gran constructor de puentes entre Rusia y el mundo musulmán. El logro de Putin es extraordinario ya que Rusia tuvo un compleja, difícil e extremadamente controvertida relación con el mundo islámico durante la mayor parte del siglo pasado.

Por cierto, el manejo efectivo del problema chechenio por Putin ayudó a eliminar un embarazo potencialmente debilitador respecto al mundo musulmán. Pero eso no debiera distraer del singular éxito de su política que aseguró que ningún adversario pueda esperar actualmente que se pueda salir con la suya manipulando al mundo musulmán contra Moscú en términos «civilizacionales» del modo como Occidente logró hacerlo durante toda la era soviética.

Rusia, en cambio, está bien ubicada actualmente para ofrecer sus buenos oficios de mediador en un diálogo de civilizaciones entre el Occidente cristiano y el Oriente islámico. De hecho, Lavrov, en su discurso en la cumbre en Dakar de la OIC, llamó la atención del mundo islámico a la «situación de los musulmanes en los países europeos y los intentos de algunos políticos de provocar islamofobia.»

Las religiones como panacea para conflictos

El que ya no represente una ciudadela del ateísmo ha ciertamente ayudado al Kremlin. Pero es en conjunto un nuevo nivel de exultación de la mente y del intelecto que pueda transmutar la recién descubierta creencia religiosa en una agenda política a ultranza. Lavrov siguió a la ofensiva en Dakar y aseguró a la OIC que Rusia está determinada a «hacer su mayor contribución para asegurar la compatibilidad civilizacional de Europa y promover la tolerancia, en particular hacia otras fes.» Expresó la esperanza de que «una Europa cristiana sea capaz de encontrar con más facilidad denominadores comunes con otras religiones.»

En una importante iniciativa política en Dakar, Lavrov buscó el apoyo de la OIC para una propuesta rusa de que un «consejo consultor de religiones» debería ser establecido bajo los auspicios de Naciones Unidas, basado en la consideración de que «la participación del factor religioso podría ayudar en la solución de diferentes conflictos mediante el fortalecimiento de la confianza y la concordia de todas las partes sobre la base del derecho internacional, con pleno respeto por el papel de la ONU en los asuntos internacionales.»

La propuesta eleva en general a un nivel nuevo desde el punto de vista cualitativo el «diálogo» con la OIC desde que obtuvo estatus de observador en la organización. Moscú debe saber que Washington no puede igualar la iniciativa rusa, pero al mismo tiempo tendría dificultades para oponerse a ella. El predicamento de Washington es que no tiene una manera efectiva de argumentar contra la insistente afirmación de Moscú de que como sociedad multinacional con múltiples fes y una historia centenaria, «Rusia también forma parte del mundo islámico,» para citar a Lavrov.

Moscú se identifica con Palestina

Pero no se trata de colocarse siempre en una situación de superioridad. Rusia goza actualmente de varias ventajas sobre EE.UU. Todo el escenario regional en Oriente Próximo está cargado contra EE.UU. El gobierno de Bush es visto como motivado sobre todo por los intereses israelíes. Incluso entre los antiguos aliados de EE.UU. domina un déficit de confianza.

Las relaciones entre Israel y Palestina se han deteriorado recientemente. La aguda crisis humanitaria se profundizó aún más en Gaza, complicada por las irreflexivas operaciones militares israelíes con tácito apoyo estadounidense. El nivel de violencia aumentó considerablemente desde mediados de enero. El proceso de paz de la conferencia de Anápolis de noviembre pasado ha encallado. La continua exclusión de Hamas por Israel y EE.UU., como participante político a parte entera, hace que el proceso de paz no tenga sentido.

En todos estos frentes, Rusia está actualmente del lado del que gana. Moscú ha aumentado las consultas y la coordinación con Siria; condena inequívocamente la construcción de asentamientos judíos; busca el levantamiento del bloqueo israelí contra los territorios palestinos; mantiene un contacto regular con la dirigencia de Hamas. Lavrov se reunió nuevamente la semana pasada con Khaled Meshal en Damasco y, además, ha logrado que Israel aprenda a vivir con esos contactos.

La resonancia de las posiciones rusas respecto a Oriente Próximo en la opinión árabe es extremadamente favorable para Moscú. Mientras tanto, Iraq es un lastre alrededor del cuello estadounidense. Moscú estima que EE.UU. está empantanado en una prolongada guerra de guerrilla en Iraq. Como escribiera recientemente un comentarista en Moscú: «No se ve el fin del conflicto. En las rutas iraquíes se libra una intensiva guerra con minas terrestres. Ni un solo convoy aliado pasa sin una explosión. Las minas en las carreteras han llegado a una tal escala que la Fuerza Aérea de EE.UU. utiliza sus bombarderos estratégicos B-1B para despejar minas a distancia. Armas y municiones cruzan libremente extensas fronteras difíciles de controlar, mientras la continuación de la ocupación aumenta el potencial de movilización del movimiento guerrillero.»

De nuevo, si tres cuartas partes de la política en Oriente Próximo tienen que ver con la percepción del público, la situación trabaja a favor de Moscú cuando insinúa que las compañías petroleras estadounidenses trasvasan la riqueza petrolera de Iraq y hacen su agosto con los altos precios del petróleo (aunque estos últimos también aseguran una lluvia de dinero para Rusia); que la estrategia de EE.UU. de establecer su control político y militar en la región; que EE.UU. «simplemente no quiere que haya estabilización en Iraq, y que mantendrá un conflicto continuo»; que el gobierno de Bush puede lanzar deliberadamente un intensivo ataque aéreo contra Irán sólo con el propósito de inhabilitar la infraestructura militar y económica de Irán, que llevaría a que «las reivindicaciones de liderazgo regional» de Teherán «sean quiméricas durante mucho tiempo por venir,» para citar a comentaristas moscovitas.

Rusia ahora está realizando cambios y extiende su participación en Oriente Próximo cuestionando directamente la tradicional dominación estadounidense de la región. Lavrov convirtió la proposición rusa de patrocinar una conferencia sobre el Oriente Propósito en la bandera de su gira por la región. Los países árabes no tienen nada contra la proposición rusa, aunque dudan de su eficacia, pero a Israel se le ponen los pelos de punta. Moscú sabe que Washington espera que Israel asfixie la propuesta. El tema, de nuevo, se convierte en un problema de percepciones públicas. Lavrov dijo de modo burlón a los medios occidentales cuando estuvo de visita en París el 11 de marzo: «Mi viaje a Oriente Próximo en la próxima semana dejará en claro finalmente quién está dispuesto a una conferencia [internacional], y quien no. Si todas las partes están dispuestas para realizarla, realizaremos esa conferencia.»

Lavrov afirmó que los así llamados miembros del Cuarteto – EE.UU., la Unión Europea, Naciones Unidas y Rusia – «ya han mostrado interés» en que Moscú sea la sede de la conferencia internacional. Washington debe estar hirviendo de irritación por no poder permitirse contradecir en público la afirmación rusa.

Del mismo modo, la política del Kremlin entrelaza la división «chií-suní» que el gobierno de Bush trató meticulosamente de erigir en el tablero de ajedrez de Oriente Próximo y el Golfo Pérsico en los últimos años. Moscú subraya el aspecto «civilizacional» de la crisis y diluye la relevancia de las barreras sectarias que EE.UU. estimula en el mundo musulmán. En su mensaje a la cumbre de Dakar, Putin subraya el «peligro de un mundo dividido entre religiones y civilizaciones,» mientras llama a que se realicen esfuerzos «orientados a prevenir una división entre-fes y entre-etnias.»

Por cierto, la política rusa toca una fibra de afinidad en la psique musulmana cuando Moscú culpa al mundo occidental por retratar al Islam como una religión que impulsa el terrorismo internacional, mientras que el problema, sostienen los pensadores rusos, realmente tiene que ver con manifestaciones de fundamentalismo islámico. Como escribió en un ensayo hace unos dos años el decano de los «orientalistas» rusos y ex primer ministro, Yevgeny Primakov, cuando comenzó empezó a surgir la nueva forma de pensar del Kremlin hacia el mundo musulmán: «el fundamentalismo islámico tiene que ver con la construcción de mezquitas, la observación de ritos islámicos, y el suministro de ayuda a los fieles. Pero el fundamentalismo islámico extremista tiene que ver con el uso de la fuerza para imponer un modelo islámico de gobierno al Estado y a la sociedad.»

Con una fuerte connotación irónica, Primakov señaló: «La historia sabe de períodos en los que el fundamentalismo cristiano se convirtió en extremo cristiano-católico: Basta con recordar a los jesuitas o a las cruzadas.»

Ventajas económicas de la amistad

Pero todo en la política rusa tampoco tiene que ver con política o historia. En última instancia, Moscú da importancia a la expansión de los intereses económicos. El «dividendo de paz» de la creciente amistad de Rusia con el mundo islámico no deja de ser considerable en términos económicos. En enero, por ejemplo, Rusia ganó en una licitación de 800 millones de dólares para una línea de ferrocarril de 520 kilómetros en Arabia Saudí. Se informa que el monopolio ruso de exportación de armas, Rosoboronexport, estaba discutiendo el suministro de tanques T-90 y vehículos blindados a Arabia Saudí por 1.000 millones de dólares.

Además, Rusia entregó a Egipto sistemas de defensa aérea mejorados S-125 Pechora-2M y Tor M-1 a pesar del control de EE.UU. sobre la política técnico-militar de El Cairo. El martes, Rusia firmó un acuerdo innovador con Egipto que permite que compañías rusas construyan plantas de energía nuclear en Egipto y que prevé que Rusia asegure la capacitación de técnicos nucleares egipcios y suministre combustible nuclear.

Evidentemente, El Cairo espera que la cooperación con Rusia sea más ventajosa ya que EE.UU. impone condiciones estrictas, incluyendo inspecciones y control regulares. EE.UU. ha estado presionando a Egipto para que coloque su programa nuclear bajo control estadounidense, incluso cuando se espera que una licitación pública sea lanzada más adelante durante este año, para la primera planta de energía nuclear de Egipto, estimada a un coste de unos 2.000 millones de dólares.

Por cierto, la política y los negocios entre Rusia y Egipto se desarrollan por vías paralelas. Hablando después de la firma del acuerdo de energía nuclear entre Rusia y Egipto en Moscú, Putin dijo en presencia del presidente egipcio visitante, Hosni Mubarak, que los dos países trabajarán juntos como «mediadores» para terminar la violencia israelí-palestina y que están de acuerdo en lo fundamental, o sea un pacto entre Hamas y Fatal antes de que se pueda lograr algún progreso en la formación de un Estado palestino independiente.

No menos importante es el retorno de la compañía petrolera rusa LUKoil a Iraq. La compañía tenía un contrato con el régimen de Sadam Husein, firmado en 1997, para desarrollar el mayor campo petrolífero de Iraq, West Qurna-2, que tiene reservas estimadas de unos 6.000 millones de barriles de petróleo.

El miércoles, después de conversaciones en Bagdad de un equipo ruso dirigido por el Ministro Adjunto de Exteriores, Alexander Saltanov, han mejorado las perspectivas de que se resucite un acuerdo de coparticipación en la producción de LUKoil en West Qurna-2. (Según se informa, Chevron se ha mostrado ansiosa de deshacerse de LUKoil y asegurarse de West Qurna-2). De nuevo, el miércoles, una de las mayores firmas de ingeniería rusas en el sector petrolero, Stroytransgaz, firmó un protocolo para la reconstrucción del oleoducto Kirkuk-Baniyas que conecta los campos del norte de Iraq con el puerto sirio de Baniyas.

Puede o no ser por coincidencia, pero el mismísimo día siguiente, el jueves, un portavoz del ministerio de exteriores ruso dijo en Moscú: «Estamos instando a dirigentes políticos y religiosos en Iraq a que hagan todo lo posible por terminar este conflicto fratricida, creando las condiciones necesarias para construir un Estado democrático y próspero. Moscú está convencido de que un camino para solucionar la crisis en Iraq reside en un diálogo exhaustivo, la busca de compromisos, y el logro de una verdadera reconciliación y acuerdo nacionales entre todas las comunidades étnicas y religiosas del país.»

El desafío ruso ciertamente se hace serio para Washington. Kosovo fue una llamada de atención sobre la decadencia de la influencia de EE.UU. y el aumento del prestigio de Rusia en el mundo islámico. Concebiblemente, la secretaria de prensa de la Casa Blanca sabía lo que decía cuando admitió que Bush había tenido dificultades para encontrar a una personalidad dotada del genio de un hombre del Renacimiento para que fuera enviado especial de EE.UU. a la OIC. Los antecedentes de Cumber en CACH Capital le permiten una comprensión cabal de cómo la integración económica afecta la relación política y cultural entre EE.UU. y el mundo musulmán.

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M K Bhadrakumar sirvió como diplomático de carrera en el Foreign Service de India durante más de 29 años, ocupando puestos que incluyeron el de embajador de India en Uzbekistán (1995-1998) y en Turquía (1998-2001).

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