Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
Los «reality show» parecen estar tan de moda, resultan tan actuales en los tiempos que corren, que un buen día decidieron sumergirnos a todos en el espacio de una de estas representaciones. Día tras día, todas las cadenas estatales de televisión, como por encargo, desplegaron ante nosotros la epopeya ruso-ucraniana por el gas.
Dudo mucho de que hasta ahora interesase a alguien el precio que pagaba Ucrania a Gazprom, por el «oro azul».
Sin embargo, al ser sometidos a las tecnologías de incorporación a la representación, en poco más de una semana, millones de ciudadanos rusos vivieron con pasión el desarrollo de la intriga del duelo por el gas. Todos seguimos con atención el curso de los acontecimientos, discutíamos entre nosotros en el trabajo y en casa, y hacíamos cábalas sobre cual podría ser el desenlace. A medida que este burdo teatro de feria, se aproximaba a su feliz desenlace, las masas se enfrascaron en las cuentas de esta astuta ecuación, que ofrecía a las gentes un mágico ejemplo de cómo uno puede vender algo por 230, y otro comprar eso mismo, pero por 90, al tiempo que nadie sale perdiendo, todos sonríen y hacen lo posible por demostrar su éxito y su buena disposición de ánimo.
Apuesto a que cada ama de casa daría lo que fuese por obtener el secreto de Yejanurov (Primer ministro de Ucrania. N de la T), y cada tendero georgiano en el mercado, haría lo propio por el secreto de Miller (Presidente del Consejo de administración del consorcio Gazprom. N de la T), y que ambos serían felices de poder mostrar ante el otro, semejantes trucos de magia, un día si y otro también.
Algo así merecería optar al Premio Nóbel; es un paso adelante hacia el futuro feliz, un descubrimiento en la economía, un principio capaz de hacernos ricos y felices a todos, de acabar de una vez por todas con la miseria y la injusticia en el mundo.
No obstante, parece poco probable, que las partes firmantes del acuerdo compartan con la gente el secreto de su fórmula.
Secretos como este no deben ser baratos. Dudo que alguien pueda descifrar por sus propios medios el intríngulis de esta revolucionaria fórmula de la felicidad.
Resulta que las soluciones de las paradojas de esta aritmética mágica no están allí donde las buscan. Y no me refiero a la mítica mezcla con el gas turkmeno. Lo mejor sería que dirigiésemos nuestra atención no sobre lo que se dijo, sino sobre lo que no se mencionó, sobre lo que callaron las partes en el transcurso de la rueda de prensa final tras firmar el acuerdo. Me estoy refiriendo a las «x» y las «y» no despejadas del juego global entre corporaciones, sobre las que el sencillo hombre de la calle no debe saber, no le corresponde saber.
Después de todo, Miller acabó consiguiendo lo que se proponía. Como cualquier mago medianamente hábil, supo distraer la atención del espectador de lo principal, y dirigirla a lo secundario, a los detalles más efectistas. Utilizando la tubería a modo de porra contra Yuschenko, el director de Gazprom y sus socios del Kremlin, destaparon la esencia misma de la cuestión del gas en las bocanadas refulgentes de la neblina: el papel determinante de la industria extractora en la situación político-económica de la Federación Rusa.
Mientras tanto y ante todo, el carácter mismo del conflicto del gas nos permite observar toda la profundidad del abismo, en el que se encuentra hoy día la economía rusa, su futuro.
Por lo visto la agudeza de la representación que nos han ofrecido, hizo que todos quedasen sordos y ciegos respecto a aquello que se reclama como principal conclusión: Únicamente la exportación de gas y petróleo determinan hoy la economía y la política del estado. La política exterior rusa es la política de las tuberías, y punto. Todas las cuestiones de la planificación estratégica financiera sin excepción, la selección de las prioridades geopolíticas y sus perspectivas, están total y enteramente supeditadas a los intereses de los grupos de la industria extractora.
Lo grave no es ya que Rusia se haya convertido por completo en un simple suministrador de materias primas para Occidente -esto es algo que al fin y al cabo ya está claro para todos desde hace tiempo- lo grave es que las cuestiones de nuestro futuro común, del futuro de millones, se encuentren en el bolsillo de un Miller cualquiera, en algún sitio entre una invitación para una recepción elitista y un fax de un informe auditor de una de las divisiones de sistemas de la compañía.
Ahí estamos todos nosotros, en el bolsillo de unos señores, que no poseen ni el pensamiento de Pedro I, ni la amplitud de miras de Stalin.
Todos estos vividores pancistas solo demuestran aptitudes geniales para una capacidad: el arte del mimetismo.
En el momento justo obtuvieron el carné del Partido, y en el momento justo se deshicieron del mismo. Sirvieron fielmente a Yeltsin, y surgieron en la delgada línea del horizonte en el momento mismo de la fusión entre el estado y el capital.
Siempre han estado ahí, al mando, pero sin dejarse ver, actuando como unos grises cardenales. Solo ahora, sintiendo toda la fuerza absoluta del poder y la influencia, teniendo a su disposición los recursos mediáticos necesarios, y todo el respaldo del aparato estatal, se han decidido por fin a dejarse ver, a demostrar quien manda aquí. Han decidido acercar la verdad al mundo, demostrarnos que sus intereses son ahora los intereses del estado, y no al revés.
En resumen, el conflicto del gas entre Rusia y Ucrania no está en el precio fijado, ni en quien ha ganado o quien ha perdido, sino en que Gazprom es hoy la Rusia actual, en que Rusia es solo sus tuberías, y todos los demás institutos del estado, sus símbolos y atributos no son si no un simple decorado, indicado para los procedimientos formales, carentes de contenido.