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¡Salvemos a Teresa Lewis! (y salvemos a Irán)

Fuentes: Rebelión

La manipulación funciona sin tapujos, mostrándonos la cara más cínica de la sociedad del espectáculo. Los mass media han orquestado una campaña descomunal con la aparente intención de salvar a Sakineh Ashtiani, una mujer iraní condenada a morir por haber matado a su marido. Una apariencia bondadosa que no oculta las verdaderas intenciones de demonizar […]

La manipulación funciona sin tapujos, mostrándonos la cara más cínica de la sociedad del espectáculo. Los mass media han orquestado una campaña descomunal con la aparente intención de salvar a Sakineh Ashtiani, una mujer iraní condenada a morir por haber matado a su marido. Una apariencia bondadosa que no oculta las verdaderas intenciones de demonizar a Irán y preparar la próxima guerra, que acabará con la vida de miles y miles de mujeres iraníes, por las cuales ni los mass media ni los ciudadanos solidarios con Sakineh Ashtiani mostrarán piedad alguna.

Nos hallamos ante una solidaridad selectiva, tan perversa como poco edificante. En un mundo actual existen poblaciones enteras sometidas a un trato cruel y degradante, ¿por qué merece tanta atención este caso en particular? ¿Por qué los medios no se hacen eco de la situación de los musulmanes birmanos de etnia Rohingya? ¿Por qué apenas nadie conoce la horrible matanza de Gujarat, ocurrida en la India en el 2002? ¿Por qué nadie se manifiesta por los derechos de los chechenios o de los cachemires? ¿Por qué nadie se moviliza contra la hambruna que padece Níger?

La respuesta es solo una: los medios solo sirven a las causas que convienen a sus amos, y las masas son movidas (y conmovidas) como marionetas hacia aquellas causas que interesan a las grandes corporaciones financieras, y lo ignoran todo de aquellos casos que son cuidadosamente ninguneados. Chechenia, Cachemira, Gujarat, Pattani… Lugares en los cuales los musulmanes sufren persecución. Pero en tiempos del choque de civilizaciones y del nuevo expansionismo militar hacia Oriente, no conviene presentar a los musulmanes como víctimas. Esto iría en contra de la práctica de tantos años dedicados a mostrar tan solo aquellas situaciones (por minoritarias y anómalas que sean) en las cuales los musulmanes parecen ser verdugos.

¿Cómo explicar la atención recibida por esta mujer, en un mundo en el cual la pena de muerte está a la orden del día? ¿Cómo se puede desde occidente mirar al mundo islámico con este aire de superioridad, cuando en los EEUU se producen más ejecuciones que en Irán?

Para denunciar esta manipulación, el periodista italiano Gennaro Carotenuto nos hace la siguiente pregunta: «Si se conmovieron por Sakineh Ashtiani, ¿por qué no les interesa Teresa Lewis?» (Reproducido en Rebelión), cuyo fin es poner en evidencia la manipulación de las conciencias. Pues los medios ignoran y no se conmueven en lo más mínimo por la inminente ejecución de Teresa Lewis, en el estado de Virginia. Teresa ha sido acusada de matar a su marido, lo mismo que Sakineh Ashtiani. Pero mientras esta última ha confesado el crimen, Teresa es una mujer cuyo coeficiente intelectual es de 72, cifra que roza la discapacidad, y uno de los coacusados confesó haberla manipulado para que lo acompañara el día del asesinato de su marido.

El caso de Teresa Lewis no es único. Según el Death Penalty Information Center, el número de ejecuciones realizadas desde 1976 es de 1226. En lo que llevamos de año han sido ejecutadas (el eufemismo para decir «asesinadas por el Estado») 38 personas. Ninguno de ellos ha sido objeto de ninguna campaña solidaria que nos haya llegado, y que haya logrado hacerse un eco masivo en los mass media.

La descomunal campaña orquestada «para salvar a Sakineh» no tiene otro objetivo que el preparar la futura guerra contra Irán. Aún así, creo que los musulmanes debemos tener una postura clara sobre el tema de la lapidación, o de cualquier violación de los derechos humanos que se realice en nombre del islam. Ya hemos dado nuestra opinión sobre el tema, así que nos limitamos a reiterar nuestra condena, así como nuestra adhesión a la campaña Stop Stoning Forever, y pedir a las autoridades iraníes que la eliminen definitivamente del código penal iraní. Por el bien de su país, por el bien del islam, por el bien de la humanidad.

No creo que la solución sea escurrir el bulto y negar los hechos. El código penal iraní establece la pena por lapidación, a pesar de lo que pretende Thierry Meyssan. Siempre he leído a este autor con simpatía, pero en este caso ha cometido la estupidez de presentar los hechos como una campaña de Bernard Henri-Levy, llevándolo todo al terreno personal. Además, ha negado que la lapidación este vigente, lo cual es falso. Aunque sí es indudable que esta en vías de desaparición.

El 2002 se anunció una moratoria (aunque ha habido alguna lapidación posteriormente). Y desde el 2008 hay abierto un proceso parlamentario para eliminar la lapidación del código penal. Ya ha sido aprobado por el Parlamento, y eso bajo el gobierno de Ahmanideyad, pero todavía está en proceso de aplicación. Hay mucha controversia entre los grandes ayatollahs. Dos de los más prestigiosos (Yusuf Sanei y Seyyed Mohamamd Mousavi Bojnourdi) se han posicionado contra la lapidación. Como explica Ziba Mir Hosseini, los castigos corporales (especialmente la lapidación, pero también los latizagos públicos, el corte de manos al ladrón…) son tremendamente antipopulares en Irán, un país bastante culto, con una población bastante joven.

Irán es un país inserto en un fuete proceso interno de transformación. Pero donde hay cambios, hay resistencias. Son los activistas, intelectuales y ciudadanos iraníes los que harán posible el cambio. Deseamos de todo corazón que la Revolución evolucione positivamente, sin injerencias extranjeras, hacia la aplicación de los principios más nobles del islam: libertad de conciencia, justicia social, respeto del medio ambiente, igualdad hombre-mujer… Y deje atrás una concepción clerical, represiva y oscurantista del islam, que nada puede aportar a nuestro tiempo.

Pero nada de esto entra en los planes de las grandes corporaciones, ni de sus mercenarios periodistas. No se desea un Irán soberano, que haga su proceso interno libremente. Lo que se desea es llevar la situación al límite, provocar el conflicto y justificar la guerra, con el objetivo de poner todos sus recursos naturales al servicio de las corporaciones de Occidente.

Por eso, aquellos que denuncian selectivamente el caso de Sakineh Ashtiani e ignoran el marco geopolítico en el cual se produce, solo pueden ser calificados como cómplices o como irresponsables.

¡Salvemos a Teresa, y a todos los norteamericanos que esperan en los corredores de la muerte! Y, de paso, salvemos a Irán y a miles de hombres y mujeres iraníes de la destrucción que se avecina. Y que eso no nos prive de luchar para lograr la definitiva erradicación de la lapidación.

Blog del autor: http://abdennurprado.wordpress.com/2010/09/21/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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