El tratamiento que los medios convencionales dieron a las declaraciones que Arundhati Roy había hecho el pasado mes de octubre de 2010 durante un seminario sobre la región de Cachemira [1] parece haber dado lugar a que la mayoría de la clase media india -que no suele ahondar más allá de la superficialidad de las […]
El tratamiento que los medios convencionales dieron a las declaraciones que Arundhati Roy había hecho el pasado mes de octubre de 2010 durante un seminario sobre la región de Cachemira [1] parece haber dado lugar a que la mayoría de la clase media india -que no suele ahondar más allá de la superficialidad de las palabras- la haya abandonado. De acuerdo con dicho tratamiento mediático Roy habría sobrepasado los límites del protocolo discursivo de la permisiva democracia de la India. Pero la realidad es que no dijo nada que no hubiese dicho antes. Durante una década esas mismas afirmaciones han sido su posición inamovible sobre Cachemira. «Dije lo que yo y otros comentaristas hemos estado escribiendo desde hace años», les recordó a quienes la acusan de haberse excedido. [2]
La mala prensa que tuvieron sus palabras deja en evidencia las limitaciones de la plataforma en que las pronunció: esta vez Roy no utilizó la extensión y la seriedad del ensayo político escrito, sino la oralidad del estrado, desde donde los medios -con su evanescente ligereza- las divulgaron.
Además de revelar el alma inconsistente de los medios de comunicación, este caso puso de manifiesto la traumatizada conciencia de la clase media india. Con sádica obstinación Roy metió el dedo en la llaga nacionalista y no sólo hirió a la edulcorada y sedienta de sangre clase media, sino que evitó que ésta pudiese utilizarla a su vez para darse «buena conciencia». A partir de ese momento ya nunca más Arundhati Roy hará los deberes éticos de defender a los silenciados y oprimidos en nombre de la clase media y, lo que es peor, ha depositado sobre los hombros de esos discretos y falsos Hamlets el peso de sus pesadillas colectivas.
Tras la avalancha de Cachemira que le cayó encima ha guardado un silencio inusitadamente largo. Un amigo me comentó: «Quizá Roy se haya dado cuenta de que se pilló los dedos con lo de Cachemira». Yo le respondí que posiblemente estuviese escribiendo, leyendo, pensando, viviendo, afilándose los dientes y las uñas, iluminando la oscuridad. Y ahora, por fin, ha roto su mutismo para decir verdades como puños sobre la reciente campaña del activista social indio Kisan Barubao Hazare (más conocido como Anna Hazare) contra la corrupción. He aquí el veredicto de Arundhati Roy: «Se nos presenta la corrupción como una cuestión moral, no política ni sistémica, no como un síntoma de la enfermedad, sino como la enfermedad misma». [3] Se deja de lado el núcleo del problema, dice con mordacidad, lo cual explica el simbólico gesto rebelde -ojo, sólo simbólico- de la clase media: la exigencia de cambio y democracia, pero sin cambio ni democracia. Y Roy reserva el golpe de gracia para asestárselo a la propia moralidad, que en ese gesto de rebelión funciona al mismo tiempo como acelerador y como freno: «En una lucha sucia como ésta, en la que la realidad es algo que se construye, ninguno de nosotros puede ser lo bastante puro, lo bastante justo. Ninguno de nosotros puede aspirar a salir impoluto. Pero la lucha debe continuar, pues la retirada no es una opción.» [4] Lo cual quiere decir que debemos fijar nuestro objetivo en el pragmatismo del cambio político, más allá de la moralidad y de los insultos al adversario. Debemos negarnos a creer que la bomba moral es una bomba, porque no lo es.
Roy es una tránsfuga de la clase media bien recibida en los salones del mundillo literario, pero su acogida como novelista dista de ser igual cuando se trata de sus artículos políticos, y ello a pesar de que ha escrito de forma compulsiva este tipo de ensayos durante mucho más tiempo. [5] Un estudio detallado de la recepción que ha recibido como escritora política arrojaría mucha luz sobre cómo funciona el homo academicus indio.
¿Cuántos de los temas que ella trata en sus ensayos -tales como la guerra, la intervención humanitaria, la democracia, la ecología, la economía y la economía política, la pobreza, el hambre y la avaricia, la política de la identidad, el «genocidio», la lengua, la relación de la ficción con la realidad, etc.- están radiografiados en los ensayos académicos sobre la obra de Roy? Algunos deducirán, no sin razón, que el mundillo académico indio se impone una autocensura de silencio.
¿Se debe esto a que Arundhati Roy es una defensora de causas perdidas, por utilizar la frase de Žižek? [6] O, dicho de otra manera, ¿será que la academia busca identificarse únicamente con las causas ganadoras, con esas causas que ni siquiera arañan la cara del poder? ¿Significa esto que la academia ya no es el hábitat de los intelectuales, sobre todo si consideramos que la disidencia era y sigue siendo el estandarte distintivo de éstos, su cicatriz de guerra? La explicación más probable es que la academia ha evolucionado durante las últimas tres décadas para convertirse en una unidad de apoyo a la industria capitalista global de producción de mitos y Roy, de manera totalmente inaceptable, aguijonea y hace explotar tales mitos y no se detiene ni siquiera ante los sacrosantos mitos liberales de la democracia, el nacionalismo, el progreso, las reformas, el benefactor inversionista privado o el humanitario y bienintencionado sector corporativo.
Pulcra y minuciosamente desenmascara lo que hoy en día suele pasar por democracia y la muestra como una dictadura malévola de los elegidos. En esta empresa se suma a la crítica que hace Žižek de la democracia parlamentaria como capitalismo parlamentario y a la idea de «democracia gestionada» de Sheldon S. Wolin. [7]
Si la «teoría» se ocupa de ver lo que normalmente se ha vuelto invisible, ella es una teórica. En su caso, la teoría surge de un abrazo apasionado (nunca sentimental) de su destino como alguien que no puede «pretender que no ve» lo que sí ha visto. [8] Arundhati Roy es una sakshi del presente como historia, da testimonio de los hechos. [9] Es una teórica y una intelectual del pueblo -si todavía fuese posible reunir cognitivamente ambos términos, que parecen haberse distanciado con la fatalidad tectónica de los continentes-, y lo es por las siguientes razones:
Es una escritora accesible, rigurosa, sus argumentos no tienen grietas. Está indignada, pero no deja que la indignación atenúe su conocimiento. Es una soñadora sin ilusiones. Simplifica, pero no niega la complejidad: al contrario, la desenmaraña. Como ella dice, une los puntos para revelar la forma de la bestia (lo cual implica que considera la percepción de los puntos como necesaria para ver la imagen en su totalidad). [10] Teje una poderosa crítica metanarrativa de la economía política corporativa global contraria a los pueblos y, al hacerlo, expone la inadmisibilidad de algunas de las principales certezas posmodernas de nuestro tiempo y nuestro entorno. Alegremente, salpimenta de radicalismo la torre de marfil de la academia.
Lo mejor es que adopta una posición (con pleno conocimiento de causa) y la mantiene con integridad, con vigor y con los ojos muy abiertos, pero dejando clara su vulnerabilidad, demasiado humana: sólo tenemos que recordar su miedo cuando iban a encarcelarla por ultraje al tribunal.
Y es valiente. «Decirle las verdades al poder», tal como aconsejaba Edward Said, no le preocupa, pues sabe que el poder las conoce de sobra. [11] Y armada con estos principios, que son probablemente el resultado de haber vivido como una persona ordinaria entre gente ordinaria, evita la arrogancia intelectual, tanto ante los poderosos como ante los desposeídos.
¿Cuál es su objetivo, puesto que no es decirle las verdades al poder? Quizá sea poner a prueba los límites del tácito y nunca examinado consenso «democrático» y crear espacios para un discurso genuinamente democrático en el que la libertad sea algo más que una marca de ropa interior. Probablemente sea esa la lógica de su insistencia en mencionar siempre los nombres y apellidos de quienes fustiga, ya se trate del ministro Palaniappan Chidambaram, del primer ministro Manmohan Singh o del juez (jubilado) Bhupinder Nath Kirpal. Sus continuas críticas de las disposiciones sobre el ultraje al tribunal forman parte también de la misma tarea: su contribución al conocimiento de cómo las instituciones del derecho y la justicia pueden arrogarse, incluso en democracia, el poder soberano de determinar qué es «legal» y qué «ilegal», [12] mostrando así de qué manera las instituciones democráticas tienden perversamente a situarse por encima de la ley.
Arundhati Roy señala con su dedo acusador a ese monstruo que probablemente ya aterró las noches insomnes de Platón y que la maquinaria democrática ha sido incapaz de exorcizar: el monstruoso «otro» que ningún pueblo puede vanagloriarse de haber matado y que sigue vivo y durmiente, a la espera del momento oportuno para despertar.
NOTAS
1. El seminario «Whither Kashmir: Freedom or Enslavement» fue organizado por la Coalition of Civil Societies el 25 de octubre de 2010.
2. Arundhati Roy: «Sólo dije lo que sienten los cachemires», http://articles.timesofindia.indiatimes.com/2010-10-27/india/28237079_1_arundhati-roy-legal-action-home-minister, 27 de octubre de 2010.
3. «When corruption is viewed fuzzily» [Cuando la corrupción es algo difuminado]. Ponencia presentada en la Convention Against Corruption, en Nueva Delhi, el 29 de abril de 2010. http://www.indianexpress.com/news/when-corruption-is-viewed-fuzzily/783688/0. 30 de abril de 2011.
4. «When corruption is viewed fuzzily».
5. «Mis escritos políticos son un desgarramiento. Los escribo cuando no quiero escribir.» The Shape of the Beast [La forma de la bestia], 99.
6. Žižek, Slavoj. «In Defense of Lost Causes» [En defensa de las causas perdidas]. London and New York: Verso, 2008.
7. Wolin, Sheldon S., «Democracy Incorporated: Managed Democracy and the Specter of Inverted Totalitarianism» [Democracia Inc.: Democracia gestionada y el espectro del totalitarismo invertido]. Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2008.
8. The Shape of the Beast, 49.
9. En hindi, «sakshi» es el que ve, el testigo.
10. The Shape of the Beast, 163.
11. The Shape of the Beast, 76.
12. The Shape of the Beast, 84.
Fuente: http://kriticulture.blogspot.com/2011/05/to-be-or-not-to-be-arundhati-roy.html
Traducido por Manuel Talens para Tlaxcala: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=4740