Cuando la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, anunció que iba a reunirse con el presidente sirio Bashar Al-Assad en Damasco, la Casa Blanca calificó su viaje como «una mala idea». Las autoridades sirias le dieron una cálida bienvenida. Pelosi dijo «no tener ilusiones» sobre sus conversaciones con […]
Cuando la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, anunció que iba a reunirse con el presidente sirio Bashar Al-Assad en Damasco, la Casa Blanca calificó su viaje como «una mala idea». Las autoridades sirias le dieron una cálida bienvenida.
Pelosi dijo «no tener ilusiones» sobre sus conversaciones con Assad, previstas para este miércoles, pero sí «una gran esperanza». ¿Por qué no?
Mientras Estados Unidos se encuentra atascado en una guerra de nunca acabar en Iraq, la oposición demócrata en el Congreso legislativo se ha envalentonado. La semana pasada aprobó un proyecto de ley favorable al retiro de las tropas en marzo de 2008.
Aliados vulnerables de Estados Unidos como Arabia Saudita, preocupados por la amenaza de la hegemonía iraní en Medio Oriente, ya se colocan en el escenario de un inevitable retiro de tropas. Siria juega un significativo rol en Iraq, y apoya a Hamas en Palestina y a Hizbolá en Líbano.
Pelosi conduce una delegación bipartidaria en una gira de una semana a Israel, Líbano, Siria y Arabia Saudita, incluido el encuentro con Assad.
El viaje es una demostración del apoyo de la oposición demócrata a las conclusiones del informe del Iraq Study Group (Grupo de Estudio sobre Iraq, ISG por su sigla en inglés), un panel designado por el Congresoy copresidido por el ex secretario de Estado republicano James Baker. El documento, dado a conocer en diciembre de 2006, recomendó que Washington pidiera ayuda a Damasco y a Teherán para estabilizar Iraq.
El gobierno de George W. Bush rechazó las recomendaciones del grupo y continuó tratando de aislar a los dos países, aceptando hablar únicamente con Siria sobre un millón de refugiados iraquíes que viven en Damasco.
Estados Unidos cortó los contactos de más alto nivel con Siria desde que el primer ministro libanés Rafiq Hariri fue asesinado, en febrero de 2005. Una investigación de las Naciones Unidas implicó a funcionarios sirios en la muerte de Hariri.
«Es un mensaje equivocado la presencia de altos funcionarios de Estados Unidos (en Siria), dando oportunidades de fotografías que luego el presidente Assad explotará», dijo la portavoz Dana Perino durante una conferencia de prensa, reiterando las objeciones de la Casa Blanca al viaje de Pelosi.
El rey de Arabia Saudita, Abdulá, apartado de Assad desde el asesinato de Hariri, también se muestra amistoso con el líder sirio. De hecho, le dio la bienvenida a su regreso al rebaño de la cumbre de la Liga Árabe celebrada la semana pasada en Riyadh.
El acercamiento de Abdulá con Assad es una señal de la importancia de Siria como actor regional de la órbita árabe, según expertos del Medio Oriente.
«Parece haber, al menos en la atmósfera, una mejoría en las relaciones entre Siria y Arabia Saudita», dijo a IPS Gregory Gause, un especialista de la Universidad de Vermont.
«Los sauditas siguen fastidiados con Damasco… No obstante, entienden que para que las tensiones de Medio Oriente se reduzcan, deben lograr que Siria negocie», dijo John Landis, un experto en Siria de la Universidad de Oklahoma, citado por el periódico Christian Science Monitor en su edición del 7 de marzo.
Aún así, Abdulá sigue poniendo presión sobre Siria, mediante la creciente influencia saudita en los asuntos políticos de Palestina.
En febrero, Arabia Saudita organizó una reunión entre el presidente de Palestina Mahmoud Abbas y el líder del gobernante Movimiento de Resistencia Islámica, Hamas, Khaled Meshal, quien vive en Damasco.
El encuentro, que dio pie al acuerdo para un gobierno de unidad nacional palestino entre Hamas y Al Fatah, «significó un golpe calculado contra Damasco ya que recortó la influencia de Siria en los asuntos de Palestina», afirma el Christian Science Monitor.
Siria continúa en la órbita política de Irán. Las relaciones entre estos países se mantienen desde hace 27 años y constituyen la conexión de la alianza anti-Occidente, la cual incluye a Hizbolá y Hamas. La eventual salida de Estados Unidos de Iraq podría cambiar la naturaleza de esa coalición y aproximar nuevamente a Siria y Arabia Saudita.
En la cumbre de la Liga Árabe, Abdulá criticó la «ilegítima ocupación extranjera» de Iraq, un comentario que podría ser interpretado en Washington como un claro rechazo a los intentos de Bush de lograr apoyo para el gobierno iraquí, dominado por los chiitas.
A diferencia de Estados Unidos, Arabia Saudita debe vivir al lado de Iraq e Irán. Al calificar de «ilegítima» la ocupación, Abdulá está anunciando una nueva política para Iraq, «diseñada para la fase post-estadounidense y que debe ser coordinada con Siria», escribió Landis en su muy leída bitácora (blog) Syriacomment.com.
Con un eventual retiro de Estados Unidos, «la alianza entre Irán y Siria enfrentaría serias tensiones», agregó Landis. «Es a Siria a la que interesa hacer equipo con Arabia Saudita a fin de inclinar la balanza de poder en Iraq hacia la comunidad sunita» que respalda.
Para ganarse a Siria, Abdulá debe también apoyar los intereses sirios en Líbano, que incluyen la reconciliación del gobierno de Fouad Siniora con los partidos de oposición liderados por Hizbolá, y contribuir al avance del reclamo de Damasco de los Altos del Golán, una estratégica meseta que Israel sustrajo al territorio sirio en la Guerra de los Seis Días (1967).
A pesar de la aparente reconciliación entre Siria y Arabia Saudita, los líderes no pudieron resolver la crisis de Líbano que ha paralizado a la mayor parte del país, de acuerdo con un artículo del diario The New York Times.
En lugar de buscar el compromiso de Siria, la administración Bush lanzó una campaña para «aislar y abochornar» a Assad, previa a los comicios parlamentarios de este mes, un plan que ha estado «en elaboración durante meses», de acuerdo con funcionarios del Departamento de Estado (cancillería) y exiliados sirios citados por el diario Pittsburg-Post Gazette.
Según el mismo artículo, algunos funcionarios explicaron que la campaña busca debilitar o derrocar a Assad para que no pueda obstaculizar la creación de un tribunal internacional para investigar el asesinato de Hariri.
Los funcionarios agregaron que la campaña contra Assad «tiene el sello» de Elliot Abrams, viceconsejero de seguridad nacional a cargo de promover la agenda de la democracia global de Bush.
El Departamento de Estado también ha redoblado su retórica. «Estados Unidos está muy preocupado porque el régimen de Siria defraude de nuevo a su pueblo al no realizar elecciones libres y justas», dijo el portavoz Sean McCormack.