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Entrevista a Iñaki Gil de San Vicente

Sobre el contexto mundial

Fuentes: Liberación.cl

EEUU se ha retirado de Afganistán, dice la prensa global, pero ¿qué es lo que realmente ha ocurrido? Hubo una negociación en Qatar entre la CIA y los talibanes… Los talibanes también se reunieron con diplomáticos de China, Irán y Rusia. ¿Es posible que el Departamento de Estado de EEUU desee un “caos controlado” en Afganistán para “debilitar” a China, Irán y Rusia? ¿Es Afganistán la “Colombia” de Asia Central?

A raíz de la crisis de 2007-2008, el imperialismo se lanzó a un estudio más preciso sobre, al menos, cuatro grandes problemas decisivos: uno, cómo salir de la crisis cuanto antes y qué papel iban a tener las nuevas tecnologías en ello; dos, la previsible intensificación de la lucha de clases como efecto de la hecatombe; tres, evaluar la rapidez de agotamiento de los recursos planetarios disponibles; y cuatro, derrotar a las potencias competitivas emergentes. Para 2010 EEUU, Alemania, Gran Bretaña, etc., disponían de sesudos estudios sobre la tendencia al retroceso de Occidente. La doctrina estratégica yanqui concretada entre 1999-2001en la que se basaba la invasión de Afganistán se había vuelto obsoleta en su totalidad porque en ese 2010 nada menos que el 25% del PIB yanqui se esfumaba en aquella invasión que ya daba muestras de fracaso.

En 2012 Obama tranquilizó al Pentágono al iniciar una profunda transformación militar: dictó inversiones gigantescas que siempre han ido en aumento, planificó el traslado del 60% de la fuerza aéreo-naval al indo-pacífico que debería culminar en 2020, decidió optar por la calidad antes que, por la cantidad, presionó a Europa para que aumentara los gastos militares, etc. La estrategia de expansión euroasiática inquietaba al imperialismo sobre todo cuando desde 2014 se empezó a ver en acción las nuevas armas rusas más efectivas, resistentes y baratas, y sus lazos militares con China. La «tercera estrategia de compensación» de Obama fue ideada en ese 2014 directamente orientada contra China. En 2016 Obama legalizó el asesinato selectivo e intensificó su práctica precisamente para golpear a los pueblos sin tener que movilizar grandes recursos militares: bastaría con asesinar a sus dirigentes. El informe sobre el ejército encargado por Trump reveló fallas estructurales y desmoralización.

Para 2018 el Pentágono tenía decidido reducir tropas en muchos sitios para concentrarlas en el largo eje que va desde el Ártico Occidental hasta el extremo este de Kamchatka, pero sobre todo en el indo-pacífico. No se trataba de abandonar bases, sino de desplazar tropas. El debilitamiento económico, la pobreza creciente, la epidemia de opiáceos y otras drogas, la delincuencia imparable, el aumento de la lucha obrera, la pérdida de legitimidad del poder, etc., merman un ejército cuya flota aérea tiene una media de 31 años, sólo el 86% está operativa, sus pilotos realizan 131 horas de vuelo cuando 200 son el mínimo oficial, además se recortarán 87400 horas y se reducirá la flota al 69% de capacidad con respecto a hace unos años; pilotos militares se pasan a líneas comerciales; ahora sólo puede mantener un conflicto regional de corta duración debilitando además las fuerzas en otras zonas importantes; la situación de la marina y del ejército de tierra es tan mala o peor; y todo indica que sólo la fuerza militar espacial mantiene una capacidad media pero inferior a la rusa y china.

Esta debilidad refleja y es efecto de otras cualitativamente más peligrosas. Sólo tres ejemplos básicos: Uno, en el vital campo de la educación primaria y secundaria, la que oxigena o asfixia el conocimiento básico de un país, EEUU ha retrocedido al puesto 35 de los 37 miembros de la OCDE. Dos, en la imprescindible red de infraestructuras, EEUU se ha desplomado del primero al treceavo puesto del mundo, lo que explica en parte el cuello de botella de los abastecimientos que agrava la crisis yanqui. Y tres, la descoordinación, omnipotencia de los lobbies y corrupción que también aparecieron en Afganistán: entre 2008 y 2019 nada menos que once informes oficiales del Congreso, además de otros muchos de otras instituciones, advertían del desastre que se avecinaba, pero fueron silenciados para permitir que el capital se quedara con el grueso de los 2,2 billones de dólares invertidos en la matanza de 241.000 personas.

Marx y Engels estudiaron el papel de lo que denominaban la «industria de la matanza de hombres» en el desarrollo capitalista, una «industria» despilfarradora mucho más importante de lo que se ha creído desde el economicismo al uso. Afganistán lo vuelve a demostrar: una irracionalidad que beneficia a muy pocos en detrimento de la inmensa mayoría y del proceso socioeconómico en su conjunto. La productividad de un país se sustenta mucho en infraestructuras rápidas, seguras y baratas, en sistemas educativos que aseguren la cualificación de la fuerza de trabajo, y también en la relativa limpieza y efectividad de control de gastos de sus instituciones, por ceñirnos a estos tres ejemplos directamente afectados por el desvió de ingentes fondos de capital a la «industria de la matanza de hombres». Militares yanquis critican a la industria armamentística que supedita la calidad real, la operativa en combate y no la que dice el marketing, de sus armas a sus intereses económicos, lo que hace que el ejército despilfarre muchos más recursos que sus enemigos: los errores en Vietnam se han repetido en Afganistán,

Sometido a estas y otras presiones, Biden ha dado mayor impulso al cambio del paradigma económico-militar diseñado ya. Uno de sus capítulos es la relativización de la guerra irregular de contrainsurgencia readecuada en 2006, sin abandonarla, y la preparación para una nueva «atmósfera» de guerra convencional de alta tecnología multi-armas con China-Rusia en tres grandes frentes: el Báltico y centro Europa, Irán y Oriente Medio y China, llevando al máximo la «ciberguerra» diseñada en 2003. Aunque no estallase este conflicto, aunque sólo se produzcan tensiones y guerras menores que bordeen el holocausto, su objetivo es y será revertir la tendencia al descenso en la escala de poder, recuperar la primacía económica y volver a dominar el mundo. Que lo consiga es casi imposible y por eso surgen voces dentro mismo del Pentágono y de la élite del poder yanqui que abogan por intentar romper la alianza que une Eurasia y llegar con cada parte a una especie de reparto de zonas de influencia, pero estas propuestas chocan de bruces con la naturaleza ciega e irracional del modo de producción capitalista que exige dominarlo todo. Es por esto que la «retirada» de Afganistán, que no es total, es transitoria hasta que el imperialismo vuelva a verse en condiciones óptimas para una nueva ocupación según las exigencias del momento.

Dentro del mismo plan, y además de por las presiones de toda índole Biden ha reducido drásticamente la guinda de sus promesas electorales consistente en una década de mejoras sociales y medioambientales con un gasto de 3,5 billones de dólares; el tijeretazo la ha dejado por ahora entre 1,90 y 1,70 billones o menos dependiendo de las futuras presiones de la derecha que también ha logrado que no se le suban los impuestos, precisamente cuando una nueva fase de luchas obreras se expande por EEUU contra una burguesía que no tiene piedad. Viendo lo anterior, es comprensible que en las negociaciones con el talibán EEUU buscase liberar tropas y reducir gastos militares superfluos, prestar el poder a un grupo reaccionario vigilado desde dentro y amenazado desde fuera, aumentar las presiones sobre Eurasia, asegurar el saqueo imperialista y las ingentes ganancias del opio, controlar la débil economía afgana y su inserción en el mercado occidental, provocar más tensiones religiosas en el mundo… Este último objetivo siempre ha sido importante por las feroces fuerzas irracionales que pueden movilizar los odios religiosos convenientemente azuzados por las potencias opresoras.

Afganistán es una cosechadora de narcodólares que el imperialismo no está dispuesto a perder y más ahora, cuando el capital financiero, ficticio y de alto riesgo tiene tanto poder. Pero la muy débil burguesía afgana no es en absoluto comparable a la colombiana, lo que dificulta que la milicia talibán se convierta en poco tiempo en un ejército tan poderoso como el colombiano apoyado por siete bases oficiales yanquis y algunas más no oficiales. Siendo seguro que EEUU ha dejado grupos «dormidos» y siendo cierto que teledirige el terrorismo antitalibán para planificar el caos, le va a ser muy difícil crear en poco tiempo un ejército oficial y no oficial capaz de intervenir en el área como lo hace el colombiano contra Venezuela, por ejemplo.

Los objetivos negociados con el talibán en secreto, aunque siempre espiados por Pakistán, Rusia y China, se hicieron urgentes al ver que China, el país menos dañado por la pandemia, reforzaba su alianza con Rusia. A la vez, el imperialismo negociaba con Marruecos desde 2010, con India, Gran Bretaña, Australia, etc., para asegurar dos corredores entre los EEUU y el indo-pacífico: por el Atlántico-Mediterráneo y por el Pacífico. Las limitaciones han llevado a EEUU a realizar un cambio cualitativo del sistema, doctrina y estrategia militar exigido además por la profunda crisis mundial y por los avances económico-militares de Eurasia, de ahí la rapidez de Biden para «salir» de Afganistán, pero atándola al imperialismo porque Washington estima que tiene más posibilidades de negocios en Siria que en Afganistán, por un tiempo.

Provocar caos y descontrol es un método muy antiguo en el que no vamos a extendernos. El imperialismo espera que tanto el caos incontrolable para Eurasia cómo las enormes presiones económico-militares le exigirán aumentar su gasto militar en detrimento del bienestar social. El imperialismo espera que así pueda desarrollar otro componente clásico de toda estrategia desde su origen remoto: debilitar al enemigo provocando o agudizando grandes conflictos sociales en su interior: divide et impera.

El Eje de la Resistencia sigue su lucha contra el terrorismo financiado por EEUU, Israel, Arabia Saudita, Reino Unido, Francia y las monarquías del Golfo, entre otros… Siria ha enfrentado con la ayuda de Rusia e Irán, principalmente, pero también de Irak y Hezbolá de El Líbano, a los terroristas y mercenarios de ochenta y tantos países. Persiste el apoyo de Turquía a los terroristas… ¿Cómo ve lo que ocurre hoy en Siria? ¿Por qué es tan importante Siria y por qué Occidente quiere destruirla? ¿Qué papel juegan los kurdos apoyados por EEUU e Israel?

Siria es importante para el imperialismo porque está en uno de los puntos geoestratégicos de los que depende en gran medida la rapidez de movimiento de la cadena de valor mundial: el canal de Suez y los estrechos de Ormuz y de Adén, por no hablar de sus recursos naturales y los oleoductos y gaseoductos que podrían pasar por su suelo ni de las bases militares que podrían instalarse o desmontarse. La importancia de estas zonas se confirmó al obturarse el canal de Suez durante la pandemia, por ejemplo. Siria también es importante para el saqueo de agua dulce que hace Israel en las montañas del Golán, reservorio del líquido vital arrancado a la fuerza al pueblo sirio y de valor estratégico, y para la asfixia o recuperación del pueblo palestino y por extensión de las clases trabajadoras de la zona. Tampoco debemos olvidar que Siria ha sido y en parte sigue siendo un país que logró significativas conquistas sociales para el estándar medio de su entorno geocultural y socioeconómico, y que esas conquistas muchas de las cuales aún subsisten son un peligro mortal para las burguesías de la zona. Por último y lo más importante, Siria y la región en sí multiplica su valor geoestratégico para el nuevo paradigma económico-militar imperialista arriba expuesto, sobre todo tras el «abandono» de Afganistán.

Es imprescindible estudiar la dialéctica de las contradicciones capitalistas porque así confirmamos la autonomía relativa de las fuerzas subjetivas, incluidas en ellas las religiosas, dentro de su dependencia estructural a largo plazo de las dinámicas de las fuerzas objetivas. En esta compleja interacción, vemos que hace casi cuatro décadas Arabia Saudí dedicó grandes recursos para relanzar el wahabismo salafista suní como la ideología ultraconservadora y patriarcal justificadora de la supremacía saudí no solo en el mundo árabe sino en el Islam en su conjunto y con ello, en las turbias aguas de un capital financiero mundial que empezaba a expandirse como salida a la crisis de beneficios que golpeaba al capital desde finales de los ’60. La alianza saudí con los EEUU atacó a Siria a finales de los ’70 y comienzos de los ’80, como luego haría contra Argelia. Debajo del fundamentalismo wahabista estaban las ingentes reservas de crudo y de gas, aparte de minerales y enclaves geoestratégicos, que el imperialismo no quería perder en su mal llamada «guerra fría» con la URSS y los pueblos no rendidos a Occidente.

Siria aprendió que no debía perder el tiempo en responder a un muy previsible segundo ataque fundamentalista que se produjo en 2011 en un contexto muy diferente al de 1980. Una de las medidas imperialistas para salir de la crisis de 2007-08 hizo que se disparan los precios básicos de la alimentación. Según la FAO, en 2010 estos subieron un 39%, en total los aceites, grasas, cereales y demás productos alimentarios subieron un 71%. Por ejemplo, Kenia sufrió en cinco meses un aumento del 100% del precio de la harina. La llamada «primavera árabe» tuvo su mayor impulso en esta crisis bárbara agravada por las políticas neoliberales de los Estados del área, también el sirio. Las revueltas estallaron a finales de 2010, y en Siria al poco de empezar 2011, pero aquí con un contenido mortal: el terrorismo fundamentalista se había organizado aún más desde 2009 cuando Siria se negó a que un gaseoducto pasara por su territorio desde Qatar y Arabia Saudí, amputando su soberanía.

En 2010 la población siria recordaba la dureza terrorista de hacía menos de 30 años, la de la guerra de Irak que concluía oficialmente en ese 2011, la ferocidad yanqui en Afganistán, veía la destrucción de Libia en esos mismos días, etc.; es decir, tenía un conocimiento bastante realista de lo que estaba en juego a pesar de los efectos de la política neoliberal aplicada en los últimos tiempos y de la contundencia represiva para aplastar al terrorismo antes de que se extendiera. Esto daba un espiro al gobierno permitiéndole reorganizarse tras las primeras derrotas, reaccionar desde 2013 y pasar abiertamente al contraataque desde 2015 con el apoyo de Irán, Rusia, Irak, Hezbolá, etc.

Ocurría que esos años eran los del gozne entre la antigua estrategia imperialista y la nueva que hemos visto arriba, cambio incierto porque Trump quería adaptarlo a la facción burguesa yanqui que le había llevado al poder y que tenía intereses diferentes a los de la facción de Clinton-Obama, pero el Pentágono frenó sus provocaciones más peligrosas no porque no quisiera crear caos sino porque el ejército aún no estaba preparado para la nueva forma de guerra. Como veremos, esta preparación exige a la vez reactivar su decrépita economía, ampliar los aliados, debilitar y confundir a los enemigos y sobre todo, preparar a la población para sacrificios que ahora mismo no aceptaría.

El futuro de Siria se empezó a decidir ya en la primera guerra antiterrorista porque ya entonces el imperialismo tenía el objetivo de aniquilarla y balcanizarla. Luego, con las sucesivas crisis de 2001, 2007, 2014, 2020…, el creciente peligro de aniquilación fue superado con nuevas fuerzas hasta que en verano del 2021 el imperialismo declaró una falsa tregua en la reunión entre Biden y Putin, ante la evidencia del avance euroasiático confirmado poco después en Shanghai. Falsa tregua porque en ningún momento el imperialismo ha dejado de atacar a Siria para repartirse sus riquezas y destruir el peligro que le supone una Siria fuerte no sometida: EEUU, UE, Israel, Turquía, Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes…, necesitan su parte de la tarta para contener el declive económico que sufren, pero cada día tienen menos poder global para vencer a Eurasia, que es el secreto de la existencia de Siria.

Kurdistán es una nación oprimida y multi dividida por cuatro potencias ocupantes, y abandonada a su suerte por las «democracias» occidentales. El mayor enemigo de Kurdistán es Turquía, que se sabe impune en sus crímenes por el apoyo de Occidente. Irán también oprime al pueblo kurdo, y en Irak el poderoso y corrupto clan Barzani domina el petróleo kurdo en el país con el apoyo israelí y yanqui, que le surten de armas y de relaciones internacionales para sus oscuros negocios. El clan de Barzani negocia con Turquia e Israel, y con los EEUU, para mantener su poder dentro de Irak, aunque ello suponga reforzar la opresión de Kurdistán. La tragedia del Kurdistán radica en que sus élites burguesas prefieren llevarse menos mal con Turquía, Irak, Siria e Irán que arriesgar sus negocios apoyando la reunificación independiente de la nación kurda.

Los kurdos de Siria no olvidan las represiones que sufrieron a manos del gobierno y creyeron que con la implosión de Siria podrían crear un Estado «flotante» que impulsara la Confederación Democrática y aunque liberaron una zona derrotando al terrorismo fundamentalista, cayeron bajo la dependencia yanqui que ha jugado con ellos usándolos como un peón en sus pactos con Turquía e Israel y en sus acuerdos secretos con organizaciones fundamentalistas que odian a los kurdos y a otras naciones, sobre todo las de religión cristiana. Los kurdos saben que el proyecto turco neo-otomano es echarlos de su tierra y repoblarla con más de tres millones de personas creando un glacis o un punto de ataques posteriores contra Siria. De la misma forma que el gobierno sirio ha sabido integrar a parte de las fuerzas sublevadas al principio, en esa lógica y ante el criminal ataque turco de octubre de 2019 permitido abiertamente por los EEUU, los kurdos cedieron parte de sus derechos para, a cambio, recibir ayuda defensiva siria.

La alarma cundió en el Pentágono ante el peligro de que una parte creciente de kurdos profirieran vivir en paz relativa con Siria y la protección rusa, que en guerra salvaje bajo Turquía. Los EEUU e Israel evitaban que los kurdos tuvieran no ya aviones sino al menos defensa antiaérea que derribase los drones turcos que les asesinan, pero ante el riesgo de que más sectores populares kurdos prefieran una paz bajo Siria que la muerte bajo Turquía ha hecho que los EEUU empiecen a entrenar a una pequeña fuerza aérea kurda, pero tal vez no sea garantía fiable para ellos porque pueden descubrir que los yanquis no tienen amigos sino siervos desechables. Frente al peligro de una toma de conciencia por el pueblo kurdo en el sentido de que es mucho mejor la presencia ruso-siria que las traiciones yanquis, la solución drástica no es otra que hacer del Estado «flotante» un peón reaccionario que haya destruido las conquistas sociales que son la base de la fuerte resistencia popular kurda e impuesto una dictadura corrupta fiel a Washington: como siempre, es la lucha de clases dentro del pueblo la que decide su futuro.

Israel continúa masacrando al pueblo Palestino, ocupando territorio sirio y de El Líbano, asesinando a científicos iraníes… ¿Es Israel sionista un estado genocida? ¿Qué ocurre con la sociedad israelí que no logra zafarse del fascismo nazi-sionista?

El pueblo palestino es uno de los más golpeados por el giro de gozne del imperialismo que está dando nuevas tareas a Israel tal y como se está viendo en 2021. Además, los cambios que se están dando y el endurecimiento de la represión tensiona las relaciones entre las fuerzas palestinas, entre las facciones de su burguesía que sólo quieren lograr unas mejoras cosméticas para seguir manteniendo su poder y evitar una radicalización popular como se ha visto en los recientes ataques israelíes contra Gaza y la pasividad del gobierno palestino. Las diversas potencias del área están al tanto de esas disputas e intentan beneficiarse de ellas en detrimento del pueblo trabajador palestino.

A comienzos de este año, Israel ha sido admitido en el Centcom, centro de mando yanqui para el Cuerno de África y Asia Central, con 20 países bajo vigilancia permanente entre los que se incluyen Afganistán, Pakistán, Irán, Irak… y la Península Arábiga y el Mar Rojo. Para engrasar y facilitar ese desembarco, en verano de 2020 se firmaron los Acuerdos de Abraham mediante los que los Emiratos Árabes Unidos reconocían a Israel, facilitando así alianzas posteriores. De este modo Palestina era aislada cada vez más e Israel ampliaba sus redes de dominación. Las muchas bombas nucleares israelitas se revalorizan dentro esta especie de «OTAN árabe» porque descargan en parte algo de la exclusiva responsabilidad atómica a los EEUU, un país distante miles de kilómetros materiales y culturales, lo cual es muy importante para la efectividad de la guerra cultural e interreligiosa que provoca el imperialismo.

A la vez y «casualmente» (¿?), mientras la Administración Obama comenzaba a pergeñar el cambio de paradigma al que nos hemos referido, Israel iniciaba desde 2013 su ofensiva para ser admitida en la Unión Africana, petición denegada por tres veces sucesivas hasta 2016. Israel comprendió que sería negativo reincidir en esa vía de entrada, y pasó a forzar una entrada en la UA por la puerta de atrás, indirectamente. Con la inestimable ayuda de Occidente, que chantajeaba o compraban a los Estados africanos que dudaban, Israel fue estableciendo relaciones diplomáticas con ellos de modo que para verano de 2021 eran ya dos tercios de los miembros de la UA los que le reconocían: por la puerta abierta entraron las trampas, silencios y hechos consumados que han forzado su admisión. Pero Estados tan poderosos en África como Egipto, Nigeria, Sudáfrica y Argelia se han unido a las negativas ya expuestas por Namibia, Túnez, Libia y otros más.

La batalla ya está abierta hasta la decisión última que debe tomarse en febrero de 2022, una batalla muy importante para el futuro de Palestina y también para el cada vez más tenso choque entre el imperialismo occidental dirigido por los EEUU y Eurasia. Un frente de esta guerra global es la guerra regional para aplastar definitivamente al pueblo saharaui que ocupa el punto neurálgico entre el eje atlántico-mediterráneo y la zona occidental del eje que conecta centro África con Europa. Israel está muy interesada en la derrota saharaui porque así podrá explotar los 100.000 kmts2 de superficie marina y de 3000 metro de profundidad, que le ha cedido Marruecos a quien devolverá una parte de las ganancias porque son mares ricos en pesca, gas, crudo y otros recursos poco explorados aún.

Pero Israel no se limita a «obedecer» a los EEUU aprovechándose de su empuje, como es el caso de la opresión saharaui al igual que lo hace el Estado español. Israel también actúa con una muy amplia libertad dentro del cauce general de los intereses del imperialismo occidental en su conjunto. Por ejemplo, está tejiendo lazos productivos en la alta tecnología con la poderosa empresa SoftBank que, desde Japón, mantiene relaciones con otras grandes corporaciones transnacionales. Esta y otras empresas japonesas han aumentado su participación en el saqueo de Palestina en los últimos seis años desde 24 oficinas hasta 92. Las relaciones con la Unión Europea también van viento en popal en lo relacionado con la opresión y saqueo de Palestina: casi 700 empresas europeas la refuerzan y se benefician con ella. Nos hemos limitado a lo más reciente…

Un Israel dictatorial y con fuertes contenidos neofascistas es lo que más necesita el imperialismo, por esto su prensa silencia sus atrocidades contra Palestina robándole el agua potable como en las colinas del sur del valle de Hebrón o el petróleo de Gaza, machacando a la población de Gaza y de otras partes contando con la descarada manipulación mediática pro israelí que realiza Human Rights Watch, impidiendo que las vacunas contra la covid-19, alimentos y otros bienes necesarios lleguen a Palestina, destruyendo viviendas e infraestructuras, degradando tierras de cultivo como basureros de los desperdicios israelíes, prohibiendo la pesca, impidiendo la vuelta a Palestina de personas del país que tuvieron de salir por razones varias, secuestrando y encarcelando niñas y niños, torturando en las cárceles de exterminio escondiendo sus cadáveres, ejecutando asesinatos selectivos…, además de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, de rechazar la presencia de tribunales internacionales, etc.

Dos son los objetivos históricos fundamentales de Israel: expulsar al pueblo palestino de sus tierras, y si no puede hacerlo dejar que desaparezca por envejecimiento biológico, que se extinga en varias generaciones al impedir que las generaciones nuevas estén por encima de la tasa necesaria de crecimiento reproductor; y otra, que engloba a la anterior, lograr el Gran Israel, según el supuesto mandato de Yahvé de liberar las tierras sagradas que le concedió tal cual aparecen en Génesis 15:18-21 tras su pacto con Abraham: Palestina, Líbano el Sinaí, Siria, una parte de Turquía, Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes, Yemen y Omán. Surgiría así una potencia nuclear subimperialista parte orgánica del imperialismo occidental, base decisiva para el Nuevo Orden del neofascismo cristiano-sionista impulsado desde la derecha yanqui. Palestina es el primer obstáculo que ese proyecto inhumano debe destruir, por eso la lucha palestina es la lucha de toda la humanidad contra la barbarie y el caos.

Frente al auge del neofascismo, el desplome del reformismo socialdemócrata y laborista, y la marginalidad casi total de la muy reducida izquierda revolucionaria israelí. En los veinte últimos años no ha habido ningún gobierno de centro-reformista en Israel mientras la sociedad se derechiza. De entre las varias razones que lo explican debemos destacar tres: el declive en Occidente y por extensión en Israel de estas corrientes políticas; el imperialismo religioso y la aceptación por el reformismo israelí del mito de los «dos Estados» que ha facilitado el crecimiento imparable de la extrema derecha y de su Gran Israel; y el apoyo total de las derechas occidentales al auge del neofascismo sionista. Los tres factores, además, son impulsados por alienación y el fetichismo inherente a una sociedad capitalista que sabe que su nivel de vida depende de la salvaje explotación racista de Palestina e indirectamente de otros pueblos, y que si afloja su crueldad empeorará su nivel de vida.

Siguen los embates mediáticos estadounidenses y el bloqueo contra Cuba. Lo ocurrido el 11 de Julio de este año es parte de un guion preparado durante décadas por la CIA, a través de la USAID y la NED… Pero, ¿qué es lo nuevo en este guion de guerra de cuarta generación? ¿Cómo Cuba ha logrado enfrentar el bloqueo, el asedio mediático y las fake news?

EEUU atacará a Cuba hasta que se rinda incondicionalmente lo cual sólo puede lograrlo con una invasión. El Pentágono aprendió de sus derrotas en la Playa Girón, en las guerrillas contrarrevolucionarias, en el chantaje nuclear de 1962, en la guerra biológica, en los atentados terroristas, en la guerra psicológica y mediática, en los cercos y asfixias económicas, etc., comprendiendo que solamente un asalto militar de alta letalidad puede reinstaurar la propiedad burguesa y desintegrar la nación cubana en la maquinaria imperialista, que es de lo que se trata. La burguesía yanqui odia a la Cuba obrera con la misma virulencia con la que sigue odiando al pueblo oprimido de Haití: hay que reducir a Cuba a la situación inhumana de la Haití.

Biden, como todos los presidentes anteriores desde finales de 1959, es consciente de que sólo con las armas destruirá la transición al socialismo en Cuba. Por esto, Biden no ha anulado ninguna de las casi 250 sanciones nuevas impuestas por Trump, bastantes de ellas en plena pandemia. EEUU necesita debilitar lo más posible a la Isla antes de invadirla, y la táctica más reciente es la de la ilegal «marcha pacífica» organizada desde EEUU y el imperialismo en su conjunto para el próximo 15 de noviembre de 2021. Con antelación, y de forma definitiva desde 2018 se planeaban formas de soborno y cooptación para intentar dividir al ejército dado que, por su naturaleza de pueblo en armas, es el garante decisivo de la independencia de la Isla y de sus logros sociales. Minar la conciencia nacional del ejército conlleva el debilitamiento de las estructuras del Estado y de las instituciones sociopolíticas, económicas, culturales, sanitarias… siguiendo un plan ya elaborado nada menos que en 1960 para: «generar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno».

Sesenta años de resistencia y construcción heroica de una sociedad con impresionantes logros humanos y científicos, han enseñado a EEUU y a la gusanería que una intervención victoriosa necesita además de una fuerza militar apreciable para sostener una guerra larga de ocupación, además de esto también necesita al menos otros dos requisitos: uno, una fuerza colaboracionista interna que legitime la reinstauración de las antiguas propiedades capitalistas así como la imposición por la fuerza bruta de la sobreexplotación inhumana sin la cual apenas serían rentables a medio plazo los costos invertidos en la invasión, con todo lo que eso implica de retroceso tremendo de las condiciones de vida y de imposición de la miseria masiva y del terror criminal; y otro, un aislamiento total de la Isla en el sentido de perder todo apoyo internacionalista anterior que le facilite la resistencia.

El imperialismo tiene tremendas dificultades para generar esas condiciones necesarias para apropiarse de Cuba. No pudo hundir la Isla en los durísimos años de `90 tras el hundimiento de la URSS, cuando Cuba tuvo que aplicar una política que podríamos llamar de «comunismo de guerra» en aquellas condiciones, gracias a la que sobrevivió y se recuperó a pesar de la multiplicación de los ataques de un eufórico poder yanqui que creía haber ganado, pero de la euforia pasó a la desesperación. Una razón de su impotencia es que la burguesía histórica de la Isla huyó del país llevándose todo lo que pudo robar, arruinando aún más al pueblo, lo que, unido a su apoyo absoluto al terrorismo yanqui, destrozó la poca legitimidad que le quedaba en los sectores menos concienciados del pueblo, facilitando así el avance a la declaración de la naturaleza socialista de la revolución en 1961.

De no existir una férrea ocupación militar yanqui que crease a martillazos una burguesía podrida a partir de la gusanería de Miami, de no ser así, la formación interna de una «nueva burguesía» cubana requeriría mucho tiempo, como se vio en la ex URSS, y todo indica por ahora que tendría que vencer una feroz resistencia obrera y popular dado el alto nivel actual de conciencia antiimperialista y de defensa de la independencia cubana, pueblo que conoce muy bien el desastre social que azotó a Rusia con la restauración capitalista. Golpeada por durísimas restricciones imperialistas, Cuba estudió en silencio la desintegración de la URSS y lleva tiempo estudiando el llamado «socialismo con caracteres chinos»: es consciente del peligro de renacimiento burgués que siempre anida hasta en los más pequeños negocios. Por eso insiste tanto en la transparencia de los debates populares y en las relaciones internacionales que ayuden a recuperar la economía.

Las reducidas protestas del 11 de julio arrojan mucha luz sobre lo que estamos diciendo: una masiva y sostenida campaña internacional –con destacada intervención española– de manipulación sistemática realizada con múltiples medios al calor de la pandemia durante la cual EEUU ha impuesto 240 nuevas restricciones, y de los costos del cerco económico, calculados en no menos de 144 millones de dólares desde 1960 además de otras consecuencias, no ha logrado apoyo popular sino de grupitos en zonas muy concretas de 6 de las 14 provincias de Cuba, según se comenta; grupitos con la conciencia debilitada por las duras condiciones en sus barrios, que conviven con la delincuencia de sectores lumpen que son la carne de cañón dirigida desde EEUU. Además, la enana organización 27-N autodefinida como de «intelectuales, cultores y artistas» fue aireada por Miami de forma inversamente proporcional a su insignificancia en la gigantesca creatividad cultural y artística cubana.

Después de estudiar esta nueva derrota, EEUU ha lanzado un órdago antes de que el control de la pandemia, las medidas internas y las relaciones internacionales reactiven la economía cubana. El órdago venía anunciado por la decisión de Biden del 31 de julio de reforzar la línea dura contra Cuba, y el órdago consiste en la convocatoria de la ilegal «marcha pacífica» del 15 de noviembre que tiene al menos cuatro objetivos: el primero, intentar recuperar y ampliar las protestas con la mentira de que es una «convocatoria pacífica y democrática», según la estrategia de las revoluciones naranja; el segundo, abrir por fin una brecha entre sectores con poca conciencia y el sistema socialista, aunque los primeros no acudan a la «marcha pacífica»; tercero, provocar una espiral de conflictos azuzados por los servicios imperialistas; y cuatro, y fundamental, generar caos que prepare el «clima» para, de un modo u otro, realizar una «intervención humanitaria» yanqui.

Dejando de lado las exageraciones y mentiras de prensa del capital, el pueblo cubano cerrará filas alrededor de su independencia y de sus conquistas impresionantes, desoyendo los cantos de sirena del imperialismo que, aprovechando la dureza de la coyuntura, vuelve a creer que esta vez sí, que esta vez reconquistará la Isla, pero volverá a chocar de bruces con la realidad. Como en todas partes, hay problemas en Cuba, pero son de un tipo infinitamente menos graves que los que azotan, por ejemplo, a EEUU en donde la riqueza de la burguesía ha aumentado en un 70% durante la pandemia mientras que, por el lado contrario, se ha disparado el empobrecimiento social.

Venezuela bolivariana es bloqueada y acusada de ser una “dictadura brutal”, con una “crisis humanitaria y migratoria” que no es tal. En Venezuela han sido acogidos alrededor de 5 millones de colombianos, se han realizado veintitantas elecciones desde que asumiera Hugo Chávez, hay garantías electorales reconocidas hasta por James Carter… ¿Cuál es el panorama en Venezuela hoy con los “diálogos con las oposiciones” y el estrechamiento de lazos con Rusia, China, Irán, etc.?

No hay mejor forma para empezar la respuesta a esta quinta pregunta que recordando cómo era la estructura de la economía, de las clases sociales y de la cultura burguesa en Venezuela cuando Chávez llegó al gobierno en 1998. En 2006 Michael Lebowitz la definió así: «era un país con una muy pequeña clase obrera organizada –especialmente en el sector privado–, un campesinado minúsculo, un sector informal considerable, una pobreza masiva y una economía distorsionada por el petróleo, con una clase capitalista parásita y una cultura dominante de clientelismo y corrupción». Hay que partir de aquí para poder evaluar las fuerzas, logros, errores y peligros del proceso bolivariano que nació en un contexto muy duro determinado por esa realidad estructural profunda, marcado por los varios miles de asesinatos que hicieron falta pare aplastar las rebeliones del Caracazo y otras de 1989, con el recuerdo aún vivo de la lucha guerrillera de liberación antiimperialista en la década de 1960…y por la supeditación de su corrupta burguesía a EEUU que sabía a ciencia cierta desde 1940 que no podría expandirse por el mundo si no expropiaba el crudo a Venezuela para entregárselo a sus empresas, ejércitos y consumidores.

Conociendo la verdadera situación de Venezuela, para la burguesía internacional era inconcebible el proyecto de Chávez tanto en su primera expresión, la de 1998 y la derrota del golpe de Estado de 2002 y la victoria popular en la guerra del petróleo en 2003; como sobre todo en su segunda expresión, la de 2005 optando por el socialismo, y su reactivación en 2012 con la consigna de «Comuna o nada». Teniendo en cuenta la realidad tal cual nos la ha resumido Lebowitz, el proyecto que se fue perfilando bajo la imagen del Libertador Bolívar no era otra sino querer «tomar el cielo por asalto» en las singulares condiciones venezolanas, en las que apenas no había dado tiempo para desarrollar una organización revolucionaria amplia dentro de un más amplio movimiento obrero y popular consciente de sus necesidades y objetivos.

De modo que el panorama al que se enfrentaba la revolución bolivariana en 1998 era muy complicado y se complicaría mucho con los largos efectos de la crisis mundial sobre todo el desplome de los precios del crudo y de las materias primas. A esto se le unía la creciente debilidad yanqui: en 2020 Venezuela tenía reservas de 302.809 millones de barriles de petróleo, mientras que EEUU solo de 47.107 millones, aunque otras estimaciones las reducían a 36.520 millones, precisamente cuando el cambio de paradigma militar yanqui exige más y más reservas energéticas. No contamos aquí las enormes reservas de otros recursos que se descubren en Venezuela casi a diario. Pero además de esto, otra razón fundamental era y seguirá siendo destruir las esperanzas y las fuerzas liberadoras desatadas por el proceso bolivariano que van más allá de Venezuela y de Nuestramérica porque impactan en las contradicciones profundas del imperialismo: la quintaesencia del bolivarianismo a desarrollar en cada rincón del mundo es la consigna «Comuna o nada».

Llegados a este punto, tenemos que volver a la descripción hecha por M. Lebowitz sobre la estructura socioeconómica y clasista del capitalismo venezolano porque ella nos descubre tanto las debilidades y fuerzas de las clases en lucha, como las dificultades internas que tienen que superar las fuerzas progresistas y revolucionarias, y como resultado de ello y siempre teniendo en cuenta la intensificación de los ataques imperialistas, el estancamiento y retroceso en las conquistas sociales, la pervivencia del parasitismo corrupto, etc., lo que puede facilitar la recuperación de una derecha desunida precisamente por las características del capitalismo venezolano. Pero, por la misma dialéctica de contrarios, también la conciencia trabajadora que resiste y tiende a crecer impulsada por el potencial emancipador de la consigna «Comuna o nada», cuyo primer enemigo mortal es la burguesía nativa fiel al imperialismo.

6°Nicaragua también enfrenta un bloqueo y asedio mediático con acusaciones contra el gobierno de haber “encarcelado y perseguido a opositores”, algunos exsandinistas… Investigaciones de Ben Norton, y otros periodistas, han demostrado la trama que hay detrás de la oposición nicaragüense y sus estrechos vínculos y financiamiento que reciben desde la USAID, la CIA y el gobierno de Estados Unidos, entre otros, para propiciar un “cambio de régimen”…

Nicaragua carece de los recursos productivos y energéticos de Cuba y Venezuela, pero su posición geoestratégica es cada día más importante, lo es más que en 1850 cuando Gran Bretaña y EEUU decidieron que sólo ellos dirigirían el país construyendo un canal interoceánico. La estratégica posición entre el Atlántico y el Pacífico y la productividad agrícola de su pequeño territorio han sido y son la causa por la que sus clases dominantes siempre han vendido el país al imperialismo en feroz lucha contra el pueblo trabajador que se ha negado a permitirlo y que ha luchado heroicamente por recuperar su propiedad, su independencia.

Hemos citado dos grandes razones por las que el pueblo nicaragüense es objeto de codicia imperialista, pero también debemos citar otra: desde hace décadas Nicaragua, Guatemala y Honduras están sometidas al saqueo extractivista intensificado en 2019. En el caso de Nicaragua estas presiones se suman a otras muchas, a la naturaleza clasista de la oligarquía del país, a la degeneración de sectores sandinistas, al profundo reaccionarismo de la burocracia católica, etc., todas ellas agravadas desde que en 2014 se empezó a construir el canal transoceánico con ayuda china que suponía un tremendo golpe para el imperialismo pero también agudizaba las tensiones sociales por cómo había sido negociado y diseñado. Aunque el proyecto se ralentizó desde 2017, EEUU era muy consciente de que debía impedir el canal provocando el caos para derribar al gobierno democráticamente elegido poniendo otro títere.

Desde Washington se empezó a azuzar malestares inherentes a las tensiones sociales generadas en parte por medidas del gobierno como la ley de 2017 que facilitaba el extrativismo, etc. Movilizando a las fuerzas reaccionarias, la máxima guerra psicológica e injerencia imperialista, la burguesía lanzó una «rebelión democrática» en 2018 para tomar el poder «pacíficamente» pero diseñada de tal modo que podría dar el salto a las criminales guarimbas venezolanas. La progresía occidental volvió a tragarse el anzuelo de la «democracia» y Nicaragua fue sometida a un cerco mediático implacable tras derrotar la provocación imperialista. El gobierno extrajo las lecciones pertinentes y a pesar de los costos de la pandemia ha implementado reformas sociales de calado, ha fortalecido su defensa, ha ampliado las alianzas internacionales y, consiguientemente, sufre un ataque redoblado. Ahora, el pueblo nica es uno de los más presionados de manera múltiple por el imperialismo para que se rinda: las próximas elecciones serán decisivas para reformas su independencia y con ella la de Nuestramérica, porque ya no existe ninguna lucha nacional antiimperialista aislada del choque mundial el capital y la humanidad explotada

Si quiere agregar algún tema importante que quiera destacar.

Sí, dos apuntes. Uno, en julio de 1882 la flota británica bombardeó la ciudad egipcia de Alejandría con la excusa de que su gobernador Ahmed Arabi era nacionalista contrario al colonialismo británico. En la II Internacional había una fuerte postura a favor del bombardeo porque ayudaría a «civilizar» Egipto. Kautsky le pidió su opinión a Engels, que le respondió diciendo que los socialistas debían condenar la «brutalidad inglesa», defender a los campesinos dejándoles a ellos solventar sus diferencias con Arabi, que sólo quería quedarse para sí los frutos del saqueo británico. Este radical anticolonialismo fue olvidado sobre todo cuando debió transformarse en antiimperialismo radical. La progresía eurocéntrica ha sido y es en su gran mayoría una fuerza pro-imperialista con la excusa de llevar la «democracia» a los pueblos «atrasados» o con «dictaduras» como la cubana, venezolana, nicaragüense, siria, o en los casos de opresión nacional dentro de Europa, por ejemplo, en los que esta «izquierda» defiende de un modo u otro y en última instancia la unidad territorial de su Estado-nación capitalista, como el español, francés, inglés…

Y dos, desde mediados del siglo XV cuando Portugal atacó zonas del África Occidental, por no retroceder más en la historia, hasta los casos que hemos visto ahora mismo, las resistencias de los pueblos invadidos han sido parte de la lucha de clases mundial y a la vez de la lucha de clases en el interior de esos pueblos, lo que significa que no existe posibilidad alguna de que un pueblo, el que fuera, conquiste y mantenga su verdadera independencia negando o frivolizando la dialéctica entre liberación nacional y socialismo; dicho de otro modo, entre independencia y antiimperialismo.

EUSKAL HERRIA, 31 de octubre de 2021

Fuente: https://liberacion.cl/2021/11/02/sobre-el-contexto-mundial-entrevista-a-inaki-gil-de-san-vicente/