Un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca l os cambios demográficos, tecnológicos y en el medio ambiente que se perpetuán en las prácticas de trabajo, los que están generando nuevas preocupaciones sobre Seguridad y Salud laborales: cada año, más de 374 millones de personas sufren lesiones o enfermedades a causa de […]
Un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca l os cambios demográficos, tecnológicos y en el medio ambiente que se perpetuán en las prácticas de trabajo, los que están generando nuevas preocupaciones sobre Seguridad y Salud laborales: cada año, más de 374 millones de personas sufren lesiones o enfermedades a causa de accidentes relacionados con el trabajo.
La ciencia, su praxis nos convencen de que las cosas y los procesos que se producen en el mundo tienen dos aspectos; el interno oculto en nosotros y el externo, aquel que podemos percibir. Así conocemos lo que se encuentra en la superficie de los fenómenos, lo que nos salta a la vista. Tal vez como nunca hoy aparece ante nosotros, como fenómeno insoslayable las crisis de toda índole: comerciales, laborales, políticas, sociales, ambientales.
Para muchos intelectuales de la autoayuda, crisis significa ruptura, cambio mutación del desarrollo de un proceso, que puede ser físico, psíquico, espiritual o histórico; marca el fin de lo viejo y el principio de algo nuevo.
La OIT estima que los crecientes desafíos incluyen riesgos psicosociales, el estrés relacionado con el trabajo y las enfermedades no transmisibles, en particular enfermedades circulatorias , respiratorias, y el cáncer.
Estima que la pérdida de días de trabajo debido a causas relacionadas con la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) representa casi cuatro por ciento del PIB mundial y, en algunos países el seis por ciento. Manal Azzi, especialista técnica de la OIT en SST señaló que: «Además del costo económico debemos destacar el inconmensurable sufrimiento humano que causan estas enfermedades y accidentes. Estos son aún más trágicos porque en gran medida son prevenibles».
De cara al futuro, en su ambigüedad, el informe destaca cuatro grandes fuerzas transformadoras que impulsan los cambios y todas, indica, ofrecen oportunidades para mejorar.
En primer lugar, la tecnología – como la digitalización, la robótica y la nanotecnología – pueden afectar la salud psicosocial e introducir nuevos materiales con riesgos para la salud que no han sido estimados. Si es aplicada correctamente, también puede contribuir a reducir las exposiciones peligrosas, facilitar la formación y la inspección del trabajo.
Los cambios demográficos son relevantes porque los trabajadores jóvenes tienen tasas de lesiones profesionales significativamente elevadas, mientras que los trabajadores mayores necesitan prácticas de adaptación y equipo para trabajar de forma segura. Mientras tanto, las mujeres – quienes se incorporan a la fuerza de trabajo en un número cada vez mayor – son más propensas a trabajar en formas atípicas de empleo y corren mayores riesgos de sufrir trastornos musculo-esqueléticos.
En tercer lugar, el desarrollo sostenible y el cambio climático dan lugar a riesgos como la contaminación del aire, el estrés por exceso de calor, las enfermedades emergentes, los cambios en las pautas meteorológicas y en la temperatura, que pueden ocasionar la pérdida de puestos de trabajo.
En fin, los cambios en la organización del trabajo pueden dar lugar a una flexibilidad que permita que un número mayor de personas se incorpore a la fuerza laboral, pero también puede causar problemas psicosociales (inseguridad, menoscabo de la privacidad y del tiempo de descanso, o una protección inadecuada en materia de SST y de protección social), además de horarios de trabajo excesivos. En la actualidad, el 36 por ciento de la fuerza de trabajo del mundo trabaja horas excesivas (más de 48 horas semanales).
A la luz de estos desafíos, el estudio propone seis ámbitos a los cuales los responsables políticos y otras partes interesadas deberían dar prioridad. Estos incluyen mayores esfuerzos para anticipar los riesgos nuevos y emergentes para la seguridad y la salud relacionados con el trabajo, la adopción de un enfoque más multidisciplinario y el establecimiento de vínculos más fuertes con la salud pública.
También es necesario mejorar el conocimiento público sobre las cuestiones de SST. En fin, reforzar las normas internacionales del trabajo y la legislación nacional, lo cual requerirá una colaboración más estrecha entre los gobiernos, los trabajadores y los empleadores.
La mayor proporción, de lejos, de las muertes actuales relacionadas con el trabajo (86%) son causadas por enfermedades. En el mundo, alrededor de 6.500 personas mueren cada día a causa de enfermedades ocupacionales, en comparación con 1.000 por accidentes mortales en el trabajo. Las principales causas son las enfermedades circulatorias (31%), los cánceres relacionados con el trabajo (26%) y las enfermedades respiratorias (17%).
La contracara del Informe
«-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.
-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.»
(Antoine de Saint-Exupéry. El principito. Francia: Éditions Gallimard, 1943)
Una vez más, los informes se suceden y se repiten. Todos ellos aluden a la persistencia de diversos déficits en el ámbito laboral. Una vez más, el gran ausente del debate sigue siendo el sistema capitalista, cuya esencia está impregnada de estas injusticias.
Ya en 1919 al negociarse la Constitución de la OIT, se aludió específicamente a la seguridad y la salud en el trabajo como un principio fundamental de los derechos humanos. En su preámbulo, la OIT destacaba: «Es urgente mejorar dichas condiciones (de trabajo) como por ejemplo,… la protección del trabajador contra las enfermedades, sean o no profesionales y contra los accidentes de trabajo.»
Y sus primeras «recomendaciones» fueron sobre la Prevención del Carbunco, 1919 (número. 3) Saturnismo (mujeres y niños) (número 4) y la Recomendación sobre el fosforo blanco, 1919 (número.6).
Tal vez existe un orden utópico en la mente del hombre, tras cuya consecución, las etapas políticas enunciativas cobran un significativo perfectivo, en la eterna meta de una convivencia más feliz para los hombres. En realidad, en esta manipulación de las vigencias todos tendemos a crear expectativas y cuando éstas no se cumplen debido a sucesos «imprevistos» nos cuesta aceptarlo y renunciar a lo planeado.
Pero ocultas las contradicciones del cambio social, la economía se manifiesta asimilando la doctrina del neoliberalismo, sometiéndose a las reglas del crecimiento económico. Esta visión económico-tecnocrática del mundo en lo social y los proyectos que se derivan de ésta, son referentes sobre los cuales se elaboran las actuales políticas y normativas en materia de derechos laborales.
Un ejercicio esencial, vital sobre el cual los intelectuales institucionales del sistema de Naciones Unidas y de académicos «sistémicos» hacen auténticos malabarismos para demostrar la existencia de una relación de complementariedad entre democracia y economía de mercado, igualdad y competitividad, progreso y desarrollo sostenible, «capitalismo progresivo» (Joseph Stiglitz, 2019).
En esta vorágine de vocablos económicos se realizan las propuestas sobre los derechos en materia laboral. Atrapados en una defensa a ultranza del neoliberalismo e inmersos en su (ir) racionalidad terminan siendo fieles administradores de su dinámica. Dicho de otra manera, todas estas iniciativas no constituyen una razón alternativa a la economía de mercado sino que forman parte de su realidad.
Insistimos, en estos aspectos porque ética y moralmente el capitalismo no tiene límites y no posee objetivos específicos en materia de derechos laborales, más allá de la explotación y la generación de su plusvalía. El empeño en explotar más intensamente no es simplemente el producto de la codicia, ni siquiera de una obsesión ideológica neoliberal, sino la dinámica inherente al propio sistema.
En este sistema, en su fase actual, el factor humano no tiene peso para cuestionar o imponer límites a su marcha. Las normativas existen, la «comunidad internacional» ha definido a través de sus instrumentos y organismos internacionales su aplicación, pero a pesar de los enfervorizados discursos en la Conferencia Internacional del Trabajo y las maravillosas virtudes del diálogo social tripartito, las cuestiones esenciales para los derechos de los trabajadores siguen brillando por su ausencia.
Eduardo Camín, Periodista uruguayo, corresponsal de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Fuente original: http://estrategia.la/2019/06/