Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Las reservas de oro de Malí y la frenética campaña de compras del brillante material por China mientras trata de tumbar al petrodólar, probablemente llevaron a EE.UU. a acelerar su proyecto AFRICOM construyendo una base de drones [aviones teledirigidos] en el vecino Níger. Pero las guerras en las sombras en África son solo una atracción secundaria, el acto principal es un giro hacia Asia que mantiene el exorbitante presupuesto del Pentágono.
Para citar la frase inmortal de El Halcón maltés de Dashiell Hammett, filmado por John Huston: «Hablemos del pájaro negro», hablemos de un misterioso pájaro de oro. Evidentemente, porque se trata de cine negro digno de Dashiell Hammett que involucra al Pentágono, Pekín, guerras en las sombras, giros y mucho oro.
Comencemos por la posición oficial de Pekín: «No tenemos suficiente oro». Eso conduce a la actual campaña frenética de compra por parte de China, que cualquiera puede ver en vivo, en tiempo real, en particular en Hong Kong. China ya es la principal productora de oro y la principal nación importadora de oro del mundo.
El oro representa aproximadamente un 70% de las reservas de EE.UU. y Alemania, y más o menos lo mismo en el caso de Francia e Italia. Rusia -que también compra activamente- tiene un poco más de un 10%. Pero el porcentaje de oro de China en sus impresionantes reservas de 3,2 billones (millones de millones) de dólares es de solo un 2%.
Pekín sigue cuidadosamente las actuales travesuras de la Reserva Federal de Nueva York, que, cuando el Bundesbank le pidió que devolviera el oro alemán que tiene en sus bóvedas, respondió que tardaría por lo menos siete años.
El periodista financiero alemán Lars Schall ha estado siguiendo la historia desde el comienzo y, prácticamente solo, ha hecho la conexión crucial entre oro, papel moneda, recursos energéticos y el abismo que enfrenta el petrodólar.
Cada vez que Pekín dice que necesita más oro lo justifica como un seguro «contra riesgos en las reservas en moneda extranjera» -es decir la fluctuación del dólar de EE.UU.- pero especialmente para «promover la globalización del yuan». Es como decir, de modo zalamero, hacer que el yuan compita «en buena lid» con el dólar y el euro en el «mercado internacional».
Y aquí tenemos el (elusivo) punto principal. Lo que realmente quiere Pekín es librarse del control del dólar estadounidense. Para que eso suceda necesita vastas reservas de oro. Por eso nos vemos ante Pekín girando entre el dólar y el yuan y tratando de influir en vastos campos de la economía global para que siga ese camino. La regla de oro es el Halcón Maltés de Pekín: «el sueño de todo ser viviente».
Tengo un drone y hago lo que quiero
Catar también gira, pero al estilo de MENA (Medio Oriente-Norte de África). Doha ha estado financiando a wahabíes y salafistas -e incluso a salafistas-yihadistas- como los rebeldes de la OTAN en Libia, las bandas del Ejército Libre Sirio en Siria y la banda pan-islámica que se apoderó del norte de Malí.
El Departamento de Estado -y después el Pentágono- se pueden haber percatado, como en el acuerdo negociado por Doha y Washington en conjunto para engendrar una nueva «coalición» siria más aceptable. Pero siguen siendo muy potentes esas relaciones peligrosas entre el francófilo Emir de Catar y el Quai d’Orsay de Paris, que ya cobraron mucha fuerza durante el reino del Rey Sarko, también conocido como el expresidente francés Nicolas Sarkozy.
Todo observador geopolítico bien informado ha rastreado una filtración tras otra de exagentes de inteligencia franceses al deliciosamente malvado semanario satírico Le Canard Enchaine, detallando el modus operandi de Catar. Es perfectamente obvio. La política exterior de Catar se lee como Hermandad Musulmana Aquí, allá y por doquier (pero no dentro del emirato neofeudal); es el Halcón Maltés de Catar. Al mismo tiempo Doha -fascinando a las elites francesas- es un ávido practicante del neoliberalismo de la línea dura y un gran inversionista en la economía francesa.
De modo que sus intereses pueden unirse en la promoción -exitosa- del capitalismo del desastre en Libia y luego -sin haber tenido éxito todavía- en Siria. Pero Malí es otra cosa; una reacción negativa clásica, y es donde los intereses de Doha y París divergen (para no hablar de Doha y Washington; por lo menos si uno no asume que Malí ha sido el pretexto perfecto para un nuevo ímpetu de AFRICOM).
Los medios argelinos están repletos de indignación, cuestionando (en francés) los planes de Catar. Pero el pretexto -como se predijo- funcionó perfectamente.
A AFRICOM ¡sorpresa! le va bastante bien, ya que el Pentágono se prepara para establecer una base de aviones teledirigidos en Níger. Es el resultado práctico de una visita del comandante de AFRICOM, el general Carter Ham, a la capital de Níger, Niamey, hace solo unos días.
Olvidad esos anticuados aviones turbo PC-12 que han estado espiando en Malí y África Occidental durante años. Llegó la hora del Predator. Traducción: el jefe en espera John Brennan planifica una guerra enmascarada de la CIA en todo el Sahara-Sahel. Con permiso de Mick Jagger/Keith Richards, es hora de comenzar a tararear un remix de un éxito: «Veo un drone gris/y quiero que lo pinten de negro».
AFRICOM hace que Níger sea más dulce que una torta de cerezas. En el noroeste de Níger se encuentran todas esas minas de uranio que abastecen a la industria nuclear francesa. Y está muy cerca de las reservas de oro de Malí. Imaginad todo ese oro en un área «inestable» que cayera en manos de… compañías chinas. Es el momento del Halcón Maltés de Pekín, de tener finalmente suficiente oro para acabar con el lazo con el dólar.
El Pentágono incluso consiguió permiso para que todo su equipo de vigilancia se reabastezca -de todos los sitios- en la crucial Agadez. La legión francesa puede haber estado haciendo el trabajo duro en el terreno en Malí, pero AFRICOM será el que finalmente se beneficiará en todo el Sahara-Sahel.
¿No habéis oído hablar del pájaro (asiático)?
Y eso nos lleva a ese famoso giro hacia Asia, que supuestamente debía ser el tema geopolítico número uno del gobierno de Obama 2.0. Puede llegar a serlo. Pero ciertamente, aparte del movimiento de drones de AFRICOM en todo el Sahara/Sahel, para creciente irritación de Pekín y Doha-Washington moviéndose en su apoyo a los ex «terroristas» convertidos en «combatientes por la libertad» y viceversa.
Y ni siquiera hemos mencionado la ausencia de movimiento involucrada en este guión negro: el gobierno de Obama 2.0 manteniendo su horrible abrazo a la medieval Casa de Saud y la «estabilidad en la península arábiga», como recomienda un sospechoso habitual, un mediocre -pero influente- «veterano funcionario de la inteligencia».
Tócala otra vez, Sam. En esa extraordinaria escena del Halcón Maltés al comienzo de nuestra trama entre Humphrey Bogart (digamos que tiene el rol del Pentágono) y Sydney Greenstreet (digamos que hace de Pekín), el funcionario es el matón, el tercero en la escena. El giro hacia Asia es esencialmente un producto de Andrew Marshall, un tótem supuestamente parecido al Yoda de la seguridad nacional de EE.UU.
Marshall ha estado detrás la Revolución en Asuntos Militares (RMA) -todos los fanáticos de Donald Rumsfeld lo saben- la fracasada operación «Conmoción y pavor» (que solo sirvió para destruir Irak hasta dejarlo casi irreparable, incluso con la participación del capitalismo del desastre); y ahora el concepto llamado Batalla Aire-Mar.
La premisa de la Batalla Aire-Mar es que Pekín atacará a las fuerzas de EE.UU. en el Pacífico, lo que es francamente, ridículo (incluso con la ayuda de una monstruosa operación de bandera falsa). EE.UU. entonces tomaría represalias a través de una «campaña cegadora», el equivalente naval de Conmoción y pavor. Tanto la Fuerza Aérea como la Armada de EE.UU. adoraron el concepto porque implica mucho gasto en materiales estacionados en numerosas bases sofisticadas en el Pacífico y en alta mar.
Por lo tanto, tal como la contrainsurgencia al estilo de David Petraeus ha girado hacia las guerras en las sombras de la CIA de John Brennan, de lo que se trata realmente es de girar hacia Asia, una pseudoestrategia urdida para mantener el presupuesto del Pentágono a niveles exorbitantes, promoviendo una nueva guerra fría con China. Se pudo oír a Marshall que decía: «nunca acumularán suficiente oro para imponer sus malignos planes» hablando de China (por cierto sin el aplomo de Bogart o Greenstreet). Hammett se horrorizaría; el Halcón Maltés de Marshall es el material del que se hacen los sueños (de guerra).
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007) y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected]
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/China/OB01Ad01.html
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