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Tres meses después, la brutalidad del régimen de Myanmar sólo es comparable a su propia incompetencia

Fuentes: The Irrawaddy
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Para las fieles personas lectoras del periódico estatal en Myanmar el Global New Light of Myanmar y espectadoras devotas de la televisión militar Myawaddy, sería fácil formarse la impresión de que el líder del golpe en el país lo sabe todo.

La portada del periódico y la cobertura de información del canal de noticias están plagadas de declaraciones del jefe de la junta General Min Aung Hlaing en reuniones con los miembros de su consejo de gobierno, agentes estatales y otras personas. En una reciente reunión de rectores de universidades, dio un discurso sobre la importancia de la educación. En otra reunión de trabajadores del Ministerio de Sanidad, el general «impresionó» a las personas expertas reunidas con su observación de que caminar era la mejor y más barata forma de hacer ejercicio. En una gira de inspección, el mes pasado, por el norte del estado Shan incluso «asombró” a un ingeniero jefe del Ministerio de Construcción con sus instrucciones para garantizar que el agua de lluvia se drenara correctamente de las carreteras, de manera que no las debilitara y las hiciera inseguras.

Sin embargo, para ser un hombre con un intelecto aparentemente tan completo, el jefe de la junta, quien tomó el poder por la fuerza en febrero del gobierno democráticamente elegido de Myanmar alegando que las elecciones generales habían estado viciadas por el fraude, está ahora haciendo un pésimo trabajo al frente de la nación.

El sábado, cuando se cumplieron tres meses desde el golpe de estado, muchas personas dentro y fuera del país temían que Myanmar estuviera a punto de convertirse en un estado fallido. La economía de la nación está al borde del colapso. Las entidades bancarias se enfrentan a la perspectiva constante de una retirada masiva de depósitos a medida que aumenta la preocupación, incluso en los centros urbanos, por la estabilidad del país. Desde el golpe, la ayuda internacional se ha suspendido y los inversores extranjeros han huido. La ONU advierte que la mitad de los más de 54 millones de habitantes del país podría enfrentarse a la pobreza el próximo año. La semana pasada, el primer premio de la lotería nacional, normalmente de 1.500 millones de kyats (unos 963.000 dólares) se redujo a un tercio de esa cantidad, ya que la gente boicotea cualquier tipo de pagos al gobierno, incluidos los impuestos y la compra de billetes estatales de lotería.

Hasta el martes, 93 días después de la toma de poder, los logros del viejo militar pueden resumirse así: a) el asesinato de 766 personas que se oponían a su gobierno; y b) la detención arbitraria de unas 4.874 personas, según AAPP Myanmar, un grupo independiente que supervisa las detenciones y asesinatos cometidos por la junta.

Bertil Lintner, periodista sueco que lleva décadas cubriendo Asia y Myanmar, lo expresó de forma sencilla, describiendo el golpe del 1 de febrero como el más fallido de la historia moderna de Asia, por no hablar de un desastre total tanto para la nación como para la región en su conjunto.

«También está claro que el gobierno que los militares nombraron tras el golpe es incapaz de dirigir el país. Lo único que ha creado es caos y desorden», afirmó.

Sin embargo, frente a esta realidad, los medios de comunicación estatales y controlados por el régimen militar siguen pregonando que se ha restablecido la ley y el orden, y que la normalidad ha vuelto gracias al pleno funcionamiento del mecanismo administrativo del país.

No obstante, un análisis más detallado de la situación en el terreno revela un panorama mucho menos alentador.

No vamos a permitir que nos gobiernen’

Desde finales de marzo y en respuesta a las brutales medidas de represión del régimen, muchas personas en el país han abandonado su apoyo a las protestas pacíficas en favor de la resistencia armada. La determinación de «acabar con la dictadura militar», por el medio que sea, ha unificado a la población del país, racial y religiosamente diversa y geográficamente dispersa.

«Lo único que el régimen ha conseguido y que puede considerarse positivo es que la mayor parte del país se ha unido en su contra «, afirmó David Mathieson, analista independiente en temas de conflicto, paz y derechos humanos en Myanmar.

En el estado Chin del montañoso noroeste del país, la población local, con rifles de caza rudimentarios, ha formado fuerzas de defensa civiles y ha matado a decenas de soldados que intentaban reprimir a manifestantes contrarios al régimen. En el norte y el sur del país, grupos armados kachin y karen, descontentos con los asesinatos de manifestantes por parte de la junta, han lanzado con éxito ofensivas contra los soldados del ejército. Sus ataques han hecho que combatientes de las minorías étnicas obtengan un nivel sin precedentes de apoyo popular en todo el país. La aversión de la población a la junta y a su brutalidad es tan profunda que cualquier noticia sobre bajas sufridas por sus fuerzas se recibe con júbilo.

Manifestantes y activistas, desde el valle del Irrawaddy hasta lo más recóndito del sur del país, utilizan cualquier medio a su alcance para expresar su rechazo al régimen, ya sea marchando en las protestas en las calles, lanzando cócteles Molotov a las comisarías o participando en el movimiento de no-cooperación, negándose a trabajar para el régimen o a pagar impuestos. Mientras tanto, cientos de jóvenes manifestantes, que hace unos meses estaban a la cabeza de las protestas pacíficas, están ahora en los territorios fronterizos, recibiendo formación militar por parte de los grupos armados de las minorías étnicas.

Desde finales de marzo, no ha pasado un solo día en el que no se haya atacado una comisaría, una unidad militar o una oficina gubernamental. Dos bases aéreas se encuentran entre las instalaciones gubernamentales que han sido atacadas. Sólo el domingo se registraron al menos una docena de ataques incendiarios o con granadas caseras contra unidades militares locales, oficinas gubernamentales y oficinas administrativas locales en todo el país, según la televisión militar Myawaddy. Al incendiar y bombardear las oficinas administrativas de las aldeas y los distritos, que son los principales elementos del sistema administrativo del gobierno de Myanmar, la afirmación del régimen de que el mecanismo administrativo del gobierno está ahora en pleno funcionamiento es un completo disparate.

En cuanto a la resistencia constante e inquebrantable del pueblo de Myanmar contra la junta, Thitinan Pongsudhirak, profesor y director del Instituto de Estudios Internacionales y de Seguridad de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok, dijo que el régimen había claramente calculado mal, no sólo a expensas de la reciente reforma democrática de Myanmar y de los progresos que la población del país ha disfrutado desde 2011, al terminar los 49 años de gobierno militar, sino por su cuenta y riesgo. El régimen, dijo, estaba operando bajo el modelo de un manual anticuado, en el que los militares organizan una toma de posesión y reprimen el levantamiento subsiguiente, permitiéndoles gobernar y consolidar el poder.

«Pero esta vez el levantamiento en favor de la democracia es más encarnizado y formidable que nunca», dijo, añadiendo que «la última década ha supuesto una gran diferencia» para Myanmar. «Una vez que la gente ha salido de cinco décadas de oscuridad, quiere permanecer bajo la luz para encontrar un futuro mejor», afirmó.

Mientras tanto, la situación ha sumido al país en el caos, y los primeros 90 días de la dictadura de Min Aung Hlaing sólo anuncian más represión y dificultades para la población. Cientos de doctores en huelga se han visto obligados a huir de acusaciones de incitación. Decenas de profesores de universidad y de escuelas de todo el país están ahora en busca y captura por participar en las protestas y apoyar al Gobierno de Unidad Nacional (NUG) en la oposición.

A nivel regional, el líder golpista se burló recientemente del «consenso» de los líderes de ASEAN sobre las medidas a tomar por Myanmar para poner fin a la crisis, afirmando que las consideraría cuidadosamente, incluido el cese de la violencia, sólo después de que la situación se estabilice, condenando ya al fracaso la intervención del bloque. Myanmar es miembro de ASEAN.

«Ahora ASEAN y el mundo deben decidir qué medidas deben tomarse mientras una junta ilegal sigue ordenando que se mate, se hiera o se detenga arbitrariamente a la población de Myanmar», declaró Thomas H. Andrews, Relator Especial de la ONU para la Situación de Derechos Humanos en Myanmar.

U Aung Myo Min, Ministro de Derechos Humanos del NUG, dijo que la lucha contra el régimen había llegado para quedarse, «ya que la gente se ha comprometido a oponerse por todos los medios». El NUG se ha puesto en contacto con todas las partes posibles, desde la ONU, organizaciones regionales y gobiernos extranjeros hasta particulares, para ejercer así mayor presión sobre el régimen.

Con la probabilidad de que la guerra de guerrillas se intensifique en las zonas urbanas, dijo el Ministro, el golpe está llevando a Myanmar muy cerca de convertirse en un estado fallido, con el país sufriendo ahora económica y socialmente, por no mencionar lo político.

«Lamentablemente, harán falta al menos 10 años para reparar los daños», añadió.

Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/analysis/three-months-myanmar-regimes-brutality-matched-incompetence.html