El sábado pasado se celebró en Ankara una manifestación multitudinaria contra el islamismo y en defensa del Estado laico turco. Pero George W. Bush hubiese corrido peligro en la tribuna de oradores. La manifestación, aunque rechazase el velo musulmán (que, por cierto, inventaron los cristianos bizantinos en ese mismo país), también rechazaba el «peligro de […]
El sábado pasado se celebró en Ankara una manifestación multitudinaria contra el islamismo y en defensa del Estado laico turco. Pero George W. Bush hubiese corrido peligro en la tribuna de oradores. La manifestación, aunque rechazase el velo musulmán (que, por cierto, inventaron los cristianos bizantinos en ese mismo país), también rechazaba el «peligro de la occidentalización» de Turquía y mostraba su odio por la Unión Europea.
Por su parte, en cambio, el Gobierno islamista hacía llamamientos a la tolerancia y la calma e incluso aceptó retirar a su candidato presidencial, Recep Tayyip Erdogan, y proponer al aún más moderado Abdulá Gül. Y es que en Turquía el islam no sólo no es incompatible con la democracia, sino que parece más próximo a ella que el laicismo.
Desafío a los clichés
Turquía desafía los clichés. En los últimos cinco años, el Gobierno islamista no sólo ha demostrado que su relación con la religión es similar a la de una democracia cristiana, un referente y no un fanatismo, también ha hecho más por la modernización y la democratización de Turquía que ninguno de los Gobiernos militares que le han precedido.
Ha estabilizado la economía, ha controlado la inflación y ha alcanzado casi todas las marcas que le impuso la Unión Europea para una integración que ahora parece que no va a producirse.
Comprensiblemente, todo esto ha puesto nerviosos a los nacionalistas, que ven cómo los turcos se van acostumbrando a la democracia.
Durante décadas fueron ellos quienes aniquilaron a la izquierda, por lo que el único laicismo que queda en Turquía es el suyo: ese kemalismo aromatizado de corrupción y sangre que ya sólo custodia el ejército. De ahí el intento de intimidación de estos días al Parlamento. Lo que les da miedo es que el modelo de la democracia islámica está funcionando.