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Tarek Dergoul. Ex preso en Guantánamo

«Tuve que dejar a mi familia, porque por la calle me llamaban terrorista»

Fuentes: Gara

Este británico de origen marroquí tiene tan sólo 28 años pero ya ha pasado por un infierno. Le arrestaron en diciembre de 2001, pasó varios meses detenido en Afganistán y casi dos años en Guantánamo. Fue liberado en marzo de 2004 sin cargos, pero su vida no volverá a ser la misma. «Nadie me ha […]

Este británico de origen marroquí tiene tan sólo 28 años pero ya ha pasado por un infierno. Le arrestaron en diciembre de 2001, pasó varios meses detenido en Afganistán y casi dos años en Guantánamo. Fue liberado en marzo de 2004 sin cargos, pero su vida no volverá a ser la misma. «Nadie me ha pedido disculpas», se queja.

El relato de su experiencia es escalofriante. Soportó torturas, engaños y aislamiento y, aunque han pasado más de dos años desde que le liberaron, no ha olvidado ni un detalle de lo vivido. Aun así, sorprende su temple al rememorarlo.

­¿Cómo le detuvieron?

Los afganos me vendieron a los estadounidenses por 5.000 dólares. Me llevaron a la base de Bagram (Afganistán) y allí me tuvieron cinco semanas. Después me enviaron a Kandahar durante tres meses. De allí me trasladaron a Guantánamo.

­¿Cómo le trataban los guardias en la base de detención?

Los agentes del cuerpo especial, el ERF (Fuerza de Reacción Extrema), me apaleaban, me metían los dedos en los ojos y en los oídos, me gaseaban con gas pimienta, me tiraban al suelo y se ponían de rodillas sobre mi espalda, me golpeaban la cabeza contra el suelo, me metían la cabeza en el inodoro y vaciaban la cisterna, me raparon toda la cabeza, cejas incluidas. Y todo lo filmaban. También me humillaban sexualmente, los interrogatorios se hacían con el aire gélido o con la calefacción al máximo. Me prohibían ir al baño hasta que tenía que hacerme las necesidades encima, a veces no me daban de comer, me encadenaban a una silla, me dejaban horas y horas, y si me movía un poco o cerraba los ojos, me quitaban la silla y apretaban más las cadenas.

­¿Torturaban a todos?

A cualquiera que protestaba o reivindicaba sus derechos.

­¿Cómo se comunicaba usted con el resto de los presos?

En cada bloque había 48 celdas, 24 a cada lado, y las celdas estaban separadas con red de malla. Cada uno podíamos ver y hablar con los presos de las celdas más próximas. Entre nosotros hablábamos en árabe y en inglés. Conocí a varios saudíes que no hablaban ni una palabra de inglés cuando entraron pero con el tiempo aprendieron.

­¿Les controlaban los guardias sus conversaciones?

Los bloques son enormes y los guardias no estaban siempre alrededor. A veces paseaban, pero normalmente se quedaban en un sitio para jugar a cartas entre ellos y hablar… De cualquier forma, probablemente todo esté lleno de micrófonos.

­Para amortiguar las críticas, EEUU mostraba en televisión cómo se respetaban las costumbres musulmanas de los presos. ¿Qué hay de cierto?

Es pura propaganda. Es cierto que nos dejan tener el Corán, que nos hacen la llamada para rezar y que tenemos una flecha que señala hacia la Meca. Pero también es cierto que nos hacen registros continuos, nos tiran el Corán al suelo, lo pisotean y escriben palabrotas. Con respecto a las llamadas, que son cinco diarias, a veces las hacían demasiado alto, o demasiado bajo, dos veces seguidas, o ninguna, la de la mañana a la tarde… Además, antes de rezar tenemos que limpiarnos, y justo ellos cortaban el agua, o hacían mucho ruido o registros justo mientras rezábamos. Otra cuestión religiosa es la de llevar barba, pero ellos nos afeitaban completamente. Los interrogatorios nos los hacía a veces una mujer medio desnuda.

­¿Tenía contacto con el exterior? ¿Visitas de abogados, cartas, medios de comunicación?

No. Tener contacto con la familia era imposible. Los últimos meses que pasé allí, empezó a ir algún abogado. Lo único que sabíamos del exterior era lo que nos contaban los guardias. Muchas veces eran mentiras o bien eran noticias que les interesaban a ellos.

­Hace una semana, Estados Unidos afirmó que tres presos se suicidaron. ¿Cree esta versión? ¿Presenció algún intento de suicidio durante su encierro?

Una vez vi cómo un preso saudí intentaba colgarse con su sábana, pero los demás empezaron a hacer ruido y los guardas vinieron en 25 segundos. Es casi imposible que alguien consiga suicidarse allí. Estando aislado me enteré de otros dos intentos. Ya sabes quiénes pueden intentarlo. Ninguno de los que lo intentaron eran luchadores, se les veía desesperados. Lo de los otros tres que mencionas no me lo creo. Eramos amigos y su personalidad era muy fuerte. Además, tres a la vez, es imposible. Accidentalmente o no, creo que al ERF se le fue la mano. También nos enteramos del suicidio de tres guardias. Uno se colgó, otro se ahogó al intentar nadar hasta Estados Unidos y otro se disparó en la cabeza. Por supuesto, todo fue encubierto. Son maestros en eso.

­¿Qué opina de la presión internacional para que se cierre Guantánamo? ¿Cederá EEUU?

La única manera es que Naciones Unidas le obligue a cerrar, pero eso no va a pasar.

­¿Como ciudadano británico, recibió ayuda de Gran Bretaña?

Delegados del Gobierno me visitaron cinco veces. Les conté lo que sucedía, pero ellos ahora niegan que yo denunciara nada.

­¿Qué sintió cuando le comunicaron que le iban a liberar?

Un preso me dijo que la Cruz Roja le había hablado de mi inminente liberación. No me lo creí. Los guardias hacen continuamente juegos sicológicos, te intentan engañar. A los dos días me llevaron a la sala de interrogatorio y me dijeron que si firmaba un documento en el que declaraba que era «combatiente enemigo» me dejarían salir. No firmé y me trasladaron a otro bloque. Entonces un diplomático británico me explicó el procedimiento y ahí empecé a creer que podía ser cierto.

­¿En qué le ha afectado esta pesadilla a su vida actual?

Tuve que irme de mi casa y dejar a mis amigos, porque cuando salió mi caso en la prensa, la presión fue terrible, me amenazaban a mí y a mi familia, me gritaban ‘terrorista’ por la calle. Ahora recibo la prestación por desempleo. Siempre me había ganado la vida por mí mismo, y ahora… esto es desagradable. Nadie se ha disculpado, ni me han compensado.