El Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP) es un tratado internacional firmado en 1968 y por el que, según su Artículo VI, los Estados Parte se comprometen a emprender negociaciones sobre un tratado de desarme general y completo bajo un estricto control internacional. El TNP establece que cada cinco años se hará una revisión de […]
El Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP) es un tratado internacional firmado en 1968 y por el que, según su Artículo VI, los Estados Parte se comprometen a emprender negociaciones sobre un tratado de desarme general y completo bajo un estricto control internacional. El TNP establece que cada cinco años se hará una revisión de sus contenidos y objetivos. Estos días (del 27 de abril al 22 de mayo) se está celebrando en Nueva York una de estas revisiones. Esta sesión de revisión ha generado muchas expectativas debido a la demanda creciente, por parte de la comunidad internacional, de que se redacte y apruebe un tratado o convención de prohibición y eliminación del armamento nuclear. En la anterior sesión del TNP (2010) todos los Estados Parte reconocieron, por primera vez, «las catastróficas consecuencias humanitarias de cualquier uso de las armas nucleares» y se instó a los estados nuclearmente armados a que se comprometieran a acelerar los pasos para conseguir eliminar todas las armas nucleares. Las nucleares son armas de destrucción masiva que, a diferencia de las armas biológicas y químicas, no están reguladas por una convención de prohibición.
Los últimos dos años se han celebrado varios encuentros internacionales que, al incrementar el grado de conciencia del peligro implícito en las armas nucleares, han potenciado el convencimiento de que es urgente su prohibición. Nos referimos a las tres Conferencias Internacionales sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares. La primera fue en Oslo en 2013, la segunda en Nayarit (México) a principios de 2014 y la última en Viena en diciembre de 2014. En la Conferencia de Viena participaron representantes gubernamentales de 158 estados, incluyendo los de algunos estados nuclearmente armados: representantes de India, Pakistán, China (en este caso, un representante no oficial), EEUU y Gran Bretaña (estos dos últimos países no estaban presentes en Oslo y Nayarit). Los representantes de 44 estados de los 158 presentes en Viena estuvieron de acuerdo en que, mientras haya armas nucleares, hay un riesgo real de que se usen debido a un error humano, técnico, de interpretación, etc. Estos 44 países (España no es uno de ellos) han manifestado su apoyo a un tratado internacional de prohibición.
De la Conferencia de Viena surgió también el compromiso por parte del estado anfitrión (véase el documento Austrian Pledge) de promover medidas efectivas para resolver el vacío legal relativo a la prohibición y eliminación del armamento nuclear y de cooperar con todas las partes implicadas para conseguir este objetivo.
Desgraciadamente otros estados no comparten esta opinión. Los estados nuclearmente armados firmantes del TNP (y los estados que dependen de ellos en cuanto a la defensa nuclear) argumentan que iniciar conversaciones dirigidas a una convención de prohibición minaría el TNP y que este tratado aún tiene recorrido a desarrollar. Cuesta entender, sin embargo, que los esfuerzos destinados al pleno cumplimiento del artículo VI del TNP pudieran debilitar este último tratado.
Gracias a las Conferencias de Oslo, Nayarit y Viena, la comunidad internacional dispone de una información amplia y, en algunos aspectos nueva, sobre los riesgos humanitarios y medioambientales derivados del uso, aunque fuera accidental, de las armas nucleares y sobre la falta de capacidad de asistencia adecuada a las víctimas. Algunas de las conclusiones a las que se ha llegado en estas tres cumbres son:
– El uso de armamento nuclear, por limitado que sea, tendrá consecuencias catastróficas y duraderas (décadas) para la salud humana, el medio ambiente, el clima y el desarrollo económico. También puede provocar daños genéticos a los hijos de los supervivientes.
– No existe, a nivel internacional, ningún medio efectivo y viable de socorrer al alto número de supervivientes de una explosión nuclear.
– Las consecuencias humanitarias de una explosión nuclear no se restringirían a la zona donde se produjera, sino que afectarían a otros países y sus poblaciones. Por tanto, la mera existencia de las armas nucleares y el riesgo de su uso, intencionado o accidental, es una preocupación mundial.
– La posibilidad de detonaciones accidentales de armas nucleares sigue siendo un peligro muy real. Desde 1945, se han dado muchos errores de funcionamiento, falsas alarmas e interpretaciones erróneas de información que han llevado casi a la detonación intencionada o accidental de armas nucleares.
Un signo más de que crece la conciencia sobre la necesidad de abolir las armas nucleares es el apoyo de 155 estados (más del 80% de los miembros de Naciones Unidas) a la Declaración Conjunta sobre las Consecuencias Humanitarias de las Armas Nucleares presentada en octubre de 2014 en la Asamblea General.
Sería una noticia inmejorable que, en la actual sesión de revisión del TNP, se acordara iniciar el camino para desarrollar un acuerdo jurídicamente vinculante de prohibición de uso y de eliminación total de armas nucleares. Un acuerdo de este tipo nos garantizaría un futuro libre de este tipo de armamento.
Teresa de Fortuny y Xavier Bohigas. Centre Delàs d’Estudis per la Pau
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