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Un nuevo informe desgrana las vías no violentas ante las guerras y las aplica al caso de Ucrania

Fuentes: Rebelión

“La guerra de Ucrania no es una guerra justa, porque no hay guerras moralmente justas; ni es una guerra por la democracia y por la libertad, porque cuando observamos por debajo de la superficie de los relatos de cada bando en conflicto, encontramos principalmente razones o causas ligadas a cuestiones políticas, económicas o sociales relacionadas con el ansia de poder de unos u otros”.

El nuevo informe que publica el Centre Delàs d’Estudis per la Pau argumenta esta afirmación a través del análisis de una decena de investigadores expertos en conflictos armados, seguridad y defensa, pacifismo y noviolencia. En un primer bloque, cuestiona la justificación de la guerra; en un segundo, se muestran posibles alternativas a la guerra de Ucrania y cualquier guerra, poniendo el énfasis en la efectividad del activismo noviolento; y finalmente, se desarrollan algunas argumentaciones políticas que podrían contribuir a evitar o prevenir futuras guerras.

Entre otras cosas, el informe apunta a cómo el aparato belicista para hacer la guerra retrae recursos para hacer frente a algunos de los retos que deberían ser considerados prioritarios para la construcción de la seguridad colectiva, como la emergencia climática. Al mismo tiempo, destaca la necesidad de confrontar los discursos belicistas hegemónicos que se sustentan –y retroalimentan- en las lógicas patriarcales y capitalistas (e.g. competitividad, extractivismo, etc.), así como de trabajar desde los cuidados, la cooperación y la construcción de condiciones de paz, entre ellas el desarme, como elementos imprescindibles para alejar la posibilidad de la guerra.

La publicación “Contra las guerras: Argumentos y alternativas. A propósito de la Guerra de Ucrania” destaca distintos argumentos basados en teorías, experiencias y estudios de autoría reconocida, para defender, primero, que existen muchos escenarios posibles en los que la guerra se podría haber evitado y, segundo, que hay un mayor éxito en el logro de objetivos políticos en los casos de resistencia y movilización noviolenta que en los de resistencia armada.

De entre los argumentos que se exponen, destacamos aquí algunos:

  • El pacifismo político resalta dos ideas esenciales: que la guerra es, en sí misma, una injusticia, por lo que no entra a debatir escenarios en que la guerra pueda estar justificada. Y la necesidad de una coherencia entre medios y fines. Es decir, no se puede lograr la justicia por métodos que no sean, asimismo, justos.
  • Ante discursos que argumentan que, con las guerras, occidente está defendiendo los valores liberales y aportando democracia y libertad a países como Ucrania (o Irak, Afganistán, Libia, Siria y tantos otros) cabe, simplemente, observar los indicadores de estos países, que no han mejorado en términos de incrementos de libertad para las mujeres, mayor igualdad, o seguridad en términos de vivienda, alimentación, salud o educación.
  • Existen diversas experiencias de invasiones militares que no han sido respondidas militarmente, sino de manera noviolenta. Entre ellas, las más exitosas: las desarrolladas por las poblaciones de la región del Ruhr de Alemania tras la invasión de Francia y Bélgica en 1923; la de Dinamarca y Noruega en 1940 tras la invasión nazi; y en Checoslovaquia en 1968 tras la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia y la URSS.
  • Las tres repúblicas bálticas desarrollaron en 1991 planes de resistencia civil no armada frente a la posibilidad de ser invadidas por un ejército regular. El Gobierno de Lituania elaboró un plan de resistencia civil basado en la no cooperación y la desobediencia; en Letonia se creó un Centro de Resistencia Noviolenta, con recomendaciones para una posible agresión militar; en Estonia el gobierno elaboró un manual donde se daban instrucciones concretas a la población civil para resistir en caso de invasión.
  • Diversos estudios apuntan a un mayor éxito en el logro de objetivos políticos a la resistencia y movilización no violenta que a la armada. Entre 1950 y 2014, de 268 campañas estudiadas, 153 violentas y 115 de resistencia civil, el 51% de las de resistencia civil fueron exitosas, frente al 30% de las de lucha armada. Por tanto, una sociedad civil bien organizada puede resultar un serio desafío y una amenaza para el poder y las autoridades.
  • El daño más visible de las guerras es el físico, sin embargo, el impacto es brutal también en niveles de salud mental, destrucción cultural y de tejido comunitario como apuntan indicadores de diversos conflictos. Además, en periodos bélicos, se produce un refuerzo de los valores patriarcales y una pérdida de los valores de afiliación por los de confrontación.

“Evitar la guerra es posible y deseable. Dedicar nuestros esfuerzos como sociedad, desde nuestros gobiernos a evitar la guerra, a no prepararnos para la defensa y proyección militares nos permitirá centrar nuestra acción en dar respuestas a prioridades tan relevantes como la lucha contra el cambio climático, una cuestión de seguridad no nacional, sino planetaria”, concluye la publicación.