Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti
En la Federación Rusa aumenta progresivamente un cúmulo de problemas sin resolver. En los mensajes presidenciales resuenan las palabras acerca de la alta mortalidad, del intolerable nivel de pobreza, de los problemas de la infancia. Pero esa palabras no se acompañan con acciones reales. Esos dolorosos problemas continúan multiplicándose y agravándose. Sólo en el primer trimestre del año en curso la población de Rusia se redujo en 340.000 personas. Es decir, que la disminución anual de ciudadanos del país rebasará significativamente (otra vez) la cifra de un millón.
¿Qué proponen los representantes del poder para solucionar estos problemas? ¿Dónde están las medidas efectivas para corregir la situación? En lugar de responder a estas preguntas, el poder se dedica abiertamente a hacer labores de enterrador. Conscientemente va hacia una agudización de la situación y una división de la sociedad. El representante plenipotenciario del presidente en la circunscripción central (de Moscú), Gueorgui Poltavchenko, hizo una declaración pública acerca de la necesidad de destruir el mausoleo conmemorativo de la Plaza Roja y de enterrar el cuerpo de V. I. Lenin.
El Partido Comunista de la Federación Rusa (N del T: PCFR, en adelante) valora las ofensivas palabras de este plenipotenciario como irresponsables y provocadoras. Un insulto a los sentimientos de los ciudadanos. Un desafío a la historia del país y al sentido común. Según los datos más recientes del Fondo «Opinión Pública», más del 58% de los rusos valora positivamente el papel de V. I. Lenin en la historia de Rusia, y sólo un 21%, negativamente.
La sonora declaración es un signo más de la amoralidad y el cinismo del actual poder ruso. Por lo visto, esto les parece más importante que la guerra de Chechenia, donde han perecido ya más de 120.000 ciudadanos. Más que la tragedia de Beslan. Más que las casas dinamitadas y las inacabables procesiones fúnebres. Ahora se cuelan, con sus manos sucias y sus mentes insensatas, en el sancta sanctorum del Estado, en la Plaza Roja, donde descansan más de cuatrocientos Héroes de la Gran Época Soviética.
En esencia, la ineptitud de los burócratas para resolver los problemas más acuciantes es compensada con la creación de revuelo alrededor de temas que están fuera de discusión para la gente normal. La tendencia a remover las cenizas de los muertos es una grave falta y reveladora de una patología moral. Gente con semejante nivel de comprensión de los intereses del estado no tiene derecho a ocupar altos cargos y ser diputados.
Para los que hayan olvidado los hechos (harto conocidos), debemos recordar que el cuerpo de Lenin yace a dos metros bajo el nivel del suelo, algo completamente acorde a los cánones aceptados en Rusia. Hay un número enorme de enterramientos semejantes por toda Europa. La decisión sobre el lugar de inhumación de Lenin fue una expresión colectiva de la voluntad de los pueblos. Fue tomada por el supremo órgano estatal del país, el Congreso de los Soviets de la Unión. La Plaza Roja, con el panteón erigido en ella, está incluida en la lista de monumentos de significación mundial protegidos por la UNESCO. En relación con la inhumación (y embalsamamiento) de Lenin, prosiguen serias investigaciones científicas en laboratorios especiales, cuyos resultados son reclamados por todo el mundo.
Todo esto hace especialmente provocador este inmediato ataque a la conciencia de la nación y a la memoria de Lenin. No es simplemente un despropósito de un burócrata aislado o de funcionarios «pelotilleros» del poder. Esas declaraciones no se realizan sin el visto bueno de las más altas instancias de la administración.
Tenemos aquí, además, un peligroso precedente de profanación de la propia historia. El poder ya ha aprendido a construir la «política virtual», en la que el resultado de las campañas electorales no depende de la voluntad de los ciudadanos. Ha aprendido a crear una economía inflada, en la que, a pesar de las alarmantes tendencias, hay un «exitoso crecimiento». Lo siguiente: el intento de reescribir también la historia de nuestro pueblo, convertir a sus ciudadanos en unos amnésicos históricos.
Nada más peligroso que semejante política. Un pueblo es una comunidad de gentes, unidas por el idioma, la historia común y la cultura. Hasta un pueblo privado de su tierra es capaz de subsistir. Pero un pueblo privado de su historia y de la voluntad de resistencia se deshace y deja de existir.
A pesar de las declaraciones oficiales sobre la necesidad de conservar la unidad de Rusia, a pesar de la retórica patriótica sobre la grandeza del país, ya tenemos la tercera gran provocación (en la última temporada) contra nuestra historia y la memoria popular. La primera de ellas fue la supresión de la fiesta del día de la gran revolución socialista de octubre. Después la Duma del Estado (Parlamento ruso), a iniciativa de la fracción de Rusia Unida (N del T: bloque político progubernamental, el partido de Putin) adoptó la ley del «estandarte de la victoria» (N del T: la bandera bajo la cual el Ejército Rojo entró en Berlín en 1945, dando final así a la guerra en Europa; se supone que en los desfiles conmemorativos de la victoria se debe portar una réplica exacta de dicha bandera; obviamente, se trata de la bandera roja con la hoz y el martillo; eso molestaba al poder actual que, mediante la ley a la que se refiere Ziuganov, ha suprimido la hoz y el martillo). Ha sido adoptado un sucedáneo en lugar del sagrado estandarte con la hoz y el martillo que fuera izado en el edificio del Reichstag (N del T: Parlamento alemán, en Berlín) en 1945. La ley de «monetización» de los privilegios fue una burla descarada hacia la generación de los vencedores (N del T: se refiere a otra ley del gobierno Putin, que ha suprimido las ventajas económicas reconocidas a los pensionistas, entre ello, muchísimos veteranos de la guerra, a cambio de una ridícula compensación en dinero; esas ventajas, que venían de la época soviética, incluían diversos descuentos o la gratuidad del transporte público, por ejemplo). Ahora, de forma similar, han decidido complementarla con una burla moral. El poder perpetra una represalia póstuma contra V. I. Lenin, cuyo nombre y hechos inspiraron a los héroes de la Gran Guerra Patria (N del T: así se conoce a la guerra de la URSS contra los nazis alemanes, 1941-45), a los exploradores del cosmos y a los constructores de un potente estado.
Las acciones de los revisionistas domésticos de la historia coinciden con la lógica de los falsificadores occidentales. La activación de las fuerzas reaccionarias ha llevado al intento de llevar a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa la cuestión de un juicio farsa al comunismo (N del T: ver en «Rebelión» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=20261). Y aunque esa provocación fracasó, se prepara toda una cadena de acciones de provocación. Todo esto ya ha servido como señal para la revitalización de los neonazis en los Países Bálticos o los admiradores de Bandera en Ucrania (N del T: S. Bandera, cabecilla de los colaboracionistas nazis en Ucrania en los años 40; por cierto, al parecer, después trabajo para la CIA).
Hoy en día la cuestión no está simplemente en poner en su sitio y echar fuera de los órganos del poder a los burócratas que ya han rebasado toda medida, o en parar los pies a los partidarios desatados de Zhirinovsky (N del T: conocido líder del Partido Liberal Demócrata, en realidad populista, demagógico y ultranacionalista). Son imprescindibles medidas urgentes para el saneamiento de la atmósfera político-social en conjunto. Suprimir cualquier atentado contra la historia, la cultura y la moral de nuestra patria.
El PCFR insiste en la urgente elaboración de un programa nacional común para el desarrollo de la televisión. Es necesario defender con medidas legislativas a la sociedad de la propaganda de la violencia, la chabacanería y la inmoralidad. Se deben definir parámetros de los que no deban salirse los canales de televisión y otros medios de comunicación estatales. Para la elaboración de tal política, proponemos crear un consejo consultivo, en el que estarían incluidos representantes de la Academia de ciencias, uniones de artistas, partidos presentes en el parlamento y las principales agrupaciones sociales. A través de la financiación de proyectos especiales proponemos estimular el desarrollo del cine y el teatro hasta unos dignos niveles artísticos. Potenciar el renacimiento de la labor de museos y bibliotecas. En los próximos años será necesario aumentar significativamente las inversiones estatales en cultura, ciencia y educación. Habrá que elaborar un mecanismo de control social para su difusión.
La cultura, la educación, una televisión con normas éticas, son condiciones indispensables para la subsistencia del país y su entrada tecnológica en el siglo XXI. El incentivo a iniciativas amorales es el camino hacia una degradación moral y una completa decadencia de la sociedad.
El Comité Central del PCFR considera imprescindible que, acerca de los problemas mencionados, se pronuncien oficialmente el presidente, el gobierno, la Duma del Estado y el Consejo de la Federación. Sin una posición precisa sobre estas cuestiones, es imposible hablar ni de la conservación de la memoria histórica, ni de los derechos humanos, ni del respeto a la dignidad de la persona, ni, mucho menos, de la reconciliación nacional en Rusia.