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Canadá

Verano a la sombra de la crisis económica

Fuentes: Rebelión

Comienza a alejarse el verano aqui en el norte y en Canadá pareciera que no pasa nada, aún cuando estamos en medio de esta crisis económica que es mundial. Muchos optimistas ponen a este país como ejemplo, creo que asi mantienen sus propias esperanzas de que están a salvo porque en el mundo no todo […]

Comienza a alejarse el verano aqui en el norte y en Canadá pareciera que no pasa nada, aún cuando estamos en medio de esta crisis económica que es mundial. Muchos optimistas ponen a este país como ejemplo, creo que asi mantienen sus propias esperanzas de que están a salvo porque en el mundo no todo está jodido, y esta juerga del crecimiento eterno, y de la eterna especulación, no tiene fin.

Durante el verano, y con el Parlamento cerrado, la falsimedia canadiense se ha regodeado hablando boberías. Es verdad que a muchos les interesa poco el destino del país, pero se hace muy fácil obviar lo serio de la situación gracias a lo poco que la falsimedia menciona la política oficial y la crisis económica, social y ecológica. Hay total ausencia de pensamiento crítico, oculto por ese regodeo con el circo. Y de todos los circos veraniegos, la visita del príncipe William de Inglaterra y su flamante esposa, Catherine Middleton, pareciera el dominante. La aguada pareja ha tratado de fingir entusiasmo en su gira por Canadá, pero no ha logrado superar su imagen de «pánfilos risueños,» continuadores de un show que la prensa ha montado mostrándolos hasta el cansancio, y que ha hecho imposible no sorprenderse ante el número de los que creen en reyes y princesas.

Otro show importante podría haber sido la participación del equipo femenino de fútbol en el mundial de Alemania, mucho más entretenido. Pero no se concretó porque Canadá ocupó el último lugar. Tuvimos que entender que si bien este equipo había sido competitivo en el pasado ya no lo es. Esto en parte porque el fútbol de mujeres ha alcanzado alta calidad y honestidad, dejando incluso atrás a los millonarios «macho-futbolistas» que deberían imitar la calidad de fútbol y el esfuerzo femenino.

El tercer show veraniego es el de los inmigrantes y sus festivales de «Dias de Patrimonio» que se realizan en casi todas las ciudades del país. En Canadá viven más de seis millones de personas nacidas fuera del país, 18 por ciento de la población total que tiene 34,5 millones -un 16 por ciento son minorías visibles y un 4 por ciento son miembros de las Primeras Naciones o pueblos originarios. Los festivales de inmigrantes son eventos limitados con participación voluntaria, y personalmente costosa, de muchas comunidades de inmigrantes que aceptan el show. Los grupos étnicos quedan identificados esencialmente en conexión a sus comidas y bailes, hay total ausencia de historia, ideología o política, por lo que estas fiestas son superficiales y hasta contribuyen a mantener estereotipos.

Detrás del show, en Canadá como en casi todos lados, existen realidades no precisamente coloridas, y que se han tornado aqui marcadamente grises desde que una parte importante del electorado favoreció un gobierno Conservador mayoritario en la elección de mayo pasado. Stephen Harper tiene finalmente en su poder un cheque en blanco en favor de su proyecto de gobierno de extrema derecha. Es un proyecto ideológicamente dominante en casi todas partes y que ha contado con la callada complicidad de los socialdemócratas en el mundo. En Canadá esta complicidad ha hecho posible que las intenciones de Harper y su equipo no sean denunciadas como una traición al estado canadiense sino aceptadas como normales.

En lo económico, Canadá como Estados Unidos, ha venido privatizando una buena parte de las corporaciones del estado. Por mencionar algunas, en el transporte aéreo a «Air Canada» y «Canadair,» esta última absorbida por Bombardier. En las telecomunicaciones a Alberta Government Telephones/BCTel, hoy TELUS. Si miramos por provincia en Saskatchewan la «Potash Corporation of Saskatchewan,» «Saskatchewan Government Airways,» «Saskatchewan Communications Network,» «Saskatchewan Minerals» and «Saskatchewan Mining Development Corporation» han sido privatizadas. En British Columbia han sido privatizadas la «BC Electric Railway,» hoy BC Hydro, y la «BC Rail Communications.» Corporaciones federales importantes como «Teleglobe,» «Wascana Energy,» «Camuco Corporation» (uranio), han sido privatizadas también.

Harper obtuvo mayoría parlamentaria gracias al apoyo de los principales medios de comunicación, que lo han endorsado abierta y calladamente. El plan de Harper es una cruzada que trasciende lo económico. La maraña que tejen los integrantes de su administración incluye la destrucción de lo que aún queda en pie del estado de bienestar social. Y, aunque nos sorprenda, después de años despedazando al estado con privatizaciones, el estado de bienestar social que queda es lo que define la calidad de vida que tenemos. Debería preocuparnos que el ataque a nuestros beneficios sociales y políticos fundamentales continúe con ferocidad. La agenda de este gobierno es la privatización de la salud pública, universal y gratuita, que ha sido un nudo neurálgico fundamental para Harper, presidente entre 1998-2002 de la Coalición Nacional Ciudadana (National Citizen Coalition, NCC ), organización corporativa fundada justamente para terminar con la salud pública.

Entre otras cosas, NCC favorece varias medidas neoconservadoras como el fin de la subvención federal a los partidos políticos, el desmantelamiento del Consejo del Trigo (Canadian Wheat Board, CWB) y el fin de la versión extensa del Censo Nacional, recurso fundamental de datos. Luego de lograr su mayoría, Harper implementó rápidamente estas tres medidas, y sólo el desmantelamiento del CWB le sigue dando trabajo. Canadá, uno de los principales productores de cereales del mundo, creó hace más de 70 años el CWB para proteger a los productores vendiendo su trigo y cebada a mejores precios. Antes de que existiera la CWB los productores sufrían la más descarada explotación por parte de una única corporación privada que calificaba, transportaba, secaba y compraba y vendía el cereal. CWB terminó con esto pero este gobierno no ceja en tratar de destruirla para favorecer a los grandes especuladores de cereales, esto aunque hasta en plebiscito la mayoría de los 49.000 productores han rechazado los planes de terminar con CWB.

Aunque la NCC ha favorecido abiertamente la abolición del Acta de la Salud y la privatización de la salud, eran los médicos quienes parecían no favorecerla. Recientemente, en una discusión de 300 delegados de la Asociación Médica Canadiense (Canadian Medical Association) esta expresó que podría considerar cobrar algunos servicios a los pacientes y así se establece la piedra fundamental en el camino a la privatización de la salud pública, con los médicos ahora a bordo.

Otro punto en la avanzada neoconservadora es la educación, que aunque no se nombra es vista con desprecio, hay odio hacia los educadores. Y en Canadá, donde la educación primaria y secundaria son públicas y gratuitas en un 90 por ciento y las 43 universidades que ofrecen programas de doctorado son, sin excepción, públicas, la educación es muy vulnerable al presupuesto.

Se han desregulado además casi todos los servicios y queda preguntarnos que más esperar del gobierno mayoritario de extrema derecha que lidera nuestros destinos. La agenda de este gobierno es tan compleja como destructiva pero se complica por la complejidad de la situación actual, la ambivalencia del discurso oficial -que parece decir una cosa pero que dice otra, y la falta de participación e interés de una buena parte de la población lo que facilita la implementación de estas medidas a la vista de todos. Los gobiernos funcionan hoy como el «exteminador»: avanzan sin escuchar a nadie. Aunque la mayoría de la población canadiense está en contra de la guerra, el gobierno continúa participando en Afganistán y apoyando todas las intervenciones de la OTAN. Nada interesa el nivel de muertes civiles ni la destrucción de infraestructura fundamental y básica en países empobrecidos y con muy limitada capacidad de reconstrucción o de defensa. La política exterior canadiense es hostil a cualquier proyecto liberador que se plantée en países del Tercer Mundo, como en la búsqueda de soluciones al pueblo palestino, que Canadá se niega a reconocer como estado. No podemos culpar sólo a los Harperitas porque la agresión canadiense en Afganistán contó con el respaldo del partido Liberal, incluso para justificar aumentos al presupuesto militar, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial. Este gobierno ha aprobado la compra de 65 aviones de guerra F35 a un costo de 30 mil millones de dólares. Cada dólar gastado en la guerra sale de recortes presupuestarios a servicios que la población necesita, educación, salud pública, o planes para un futuro sustentable. No aumentan los impuestos a corporaciones y ricos cuando el discurso dominante se centra en «eliminar déficits», los impuestos a estos bajan con la falsa esperanza de que asi se asegura que inviertan en la economía (que sabemos ha dependido siempre del estado). Aumenta la dureza de la Ley, no para lidiar con especuladores financieros sino contra la gente común, aunque el crimen general decrece y contradice el discurso oficial de que se necesitan 20 prisiones nuevas.

Durante el gobierno de Pierre Trudeau en los 70, se crea y pone en práctica un plan de política energética que trata de garantizar un nivel de seguridad energética y nace Petro-Canada. Con la llegada de los neoconservadores durante la segunda mitad de los años 80 Petro-Canada es debilitada y eventualmente destruida, privatizada parcialmente y luego absorbida por una corporación privada. Por lo que, aunque Canadá produce alrededor de 3 millones de barriles de petróleo diarios (convencional, arenas bituminosas y condensado de gas natural) 2 millones de ellos (75 por ciento) son exportados a los Estados Unidos al tiempo que el este de Canadá importa 1,2 millones de barriles diarios para funcionar. Si Canadá no protege sus recursos energéticos ni planifica el costo de su energía ha de enfrentar la misma inestabilidad energética que el mundo enfrenta, aunque sea un productor importante de petróleo y gas natural. Y los crecientes costos energéticos afectarán la producción minera y las cerca de 100 plantas de pulpa y papel, que terminarán siendo subvencionados por el gobierno en desmedro de los costos sociales, perjudicándonos por partida doble.

Este gobierno ha mantenido intereses bancarios artificialmente bajos supuestamente para proteger la economía favoreciendo el consumo, pero al hacerlo le roba los ahorros a sus ciudadanos, especialmente a los retirados y a quienes planean su retiro. Les roba doblemente: manteniendo artificialmente bajos los intereses bancarios que reciben y entregando cifras falsas sobre el nivel de inflación que sufrimos. Esto de mentir, redefiniendo o distorsionando datos no inquieta a nadie. Además este gobierno es franca y agresivamente anti-sindical y un gran enemigo de los contratos colectivos, base del estado de bienestar y ha demostrado sus intenciones legislando en contra de trabajadores y empleados con el argumento de la «esencialidad». Esto quedó claro cuando forzó a los postales a volver al trabajo y redefinió su huelga como ilegal. Y se soba las manos con hacerlo nuevamente con los empleados de Air Canada, deja claro que esta es su arma de «negociación». Además se ha favorecido la importación de trabajadores temporales extranjeros, principalmente en la construcción, con la falsa excusa de que falta mano de obra, un recurso más para debilitar los sindicatos inundando el mercado laboral.

Canadá no es excepción en cuanto a la intolerancia de comunidades musulmanas y tiene un sesgo abiertamente pro israelita. La discriminación antimusulmana incluye desde el contínuo desprestigio del Islam en la prensa, presentado como «religión de fanáticos», hasta demostraciones de histeria colectiva como la que se dió en Toronto cuando un colegio secundario de Valley Park recibe una petición de estudiantes musulmanes sobre un lugar donde rezar. El sesgo pro israelita incluye la existencia en el Parlamento canadiense de una coalición para combatir el anti-semitismo (Canadian Parlamentary Coalition to Combat Anti-Semitism) desde el 2009, integrada por miembros de los tres partidos federales principales canadienses, incluso el NDP. Esta Coalición no actúa como organización oficial sino más bien como un club de políticas favorables a Israel.

La política del departamento que lidea con los asuntos de las Primeras Naciones (pueblos originarios) aparenta respetar los acuerdos logrados pero desde el 2006, año en que los conservadores suben al gobierno, se sabe que este les ha espiado a través de sus servicios de seguridad tratando de identificar líderes y activistas, y sus contactos, particularmente en sus actividades en defensa de sus territorios. Estas actividades han preocupado siempre a los gobernantes canadienses que cultivan una imagen de Canadá que puede ser desprestigiada si son expuestos como violadores de los derechos de los pueblos originarios o de los derechos humanos en general.

A nivel provincial, un punto notable por el nivel de corrupción que implica, es que los gobiernos mantengan participación minoritaria en corporaciones y proyectos (acciones) sin derecho a decidir y sin recibir beneficio económico (dividendos) al hacerlo. Pero las corporaciones si se benefician socializando sus pérdidas.

No podemos saber la agenda completa de este gobierno que hace un trabajo político constante y solapado. Sabemos si que en cuatro o cinco años tiene capacidad de transformar a Canadá hasta dejarlo irreconocible, algo que muchos liberales en ambos partidos, Liberal y NDP parecen negarse a creer. Al tiempo que la mayoría de los canadienses despierte a la realidad de estos cambios y noten que viven en otro país, uno que no ha existido por más de 70 años. Esa agenda escondida que adivinamos gracias a las denuncias de unos pocos valientes periodístas y académicos (como Murray Dobbin) y de organizaciones políticas de izquierda, incluye implementar un proyecto de neoliberalismo tan extremo como el que vive Chile, donde hasta las carreteras son privadas y no se han escapado de la privatización ni las aguas territoriales ni las costa del mar ni las pensiones.

La mayoría de los canadienses es aparentemente indiferente, viviendo una supuesta paz social. Algunos se motivan ante el deterioro del medio ambiente. Pero para el 70-75 por ciento que trabaja, mantener privilegios y desconectarse de la realidad son prioritarios, no hay gran solidaridad con el 25-30 por ciento que sufre desempleo o precariedad laboral. Podríamos suponer que esta actitud es una respuesta psicológica por el miedo a caer. Desde que se evidenció la crisis el 2008, ha sucedido lo contrario de lo que sería lógico, en vez de aumentar la precaución ha aumentado el consumo llevando a los hogares canadienses a una cifra record de endeudamiento (1,5 billones de dólares), un promedio de 26.000 dólares de deuda personal que no incluye las hipotecas, de incluirlas la cifra alcanza los 176.461 dólares por hogar, datos de la Asociación de Contadores Certificados de Canada (Certified General Accountants Association of Canada).

La población joven es la, aparentemente, más desconectada de la realidad diaria, incluso aunque muchos son muy eficientes en el estudio o en el trabajo. Son desconocedores de su propia historia y despolitizados, por lo que tienen capacidad limitada para entender o prever su propio futuro. Como en otros países del Primer Mundo, en Canadá, el poder político vive dentro de un circulo vicioso donde el recambio cada cierto tiempo es sólo la repetición de más de lo mismo, no existen alternativas al presente proyecto y el poder de los ricos ha penetrado y cooptado a todos los poderes del estado, ejecutivo y parlamentario. En algunos países el proceso de desmantelamiento del estado de bienestar social es más rápido que en otros, en algunos los métodos y el discurso son mas fascistas, evidentes. Pero todos van a lo mismo

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