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11 de septiembre de 1973, Carpentier explica a Obama en el negocio de la guerra

Fuentes: Rebelión

Con un pequeño golpe como contraseña acordado para esa noche llamaban, y el soldado telemetrista abría la puerta de hierro de aquel recinto militar, especialmente oculto en la montaña a la vista del posible enemigo. El telemetrista abría despacio, sólo el paso suficiente para una persona, tratando de evitar que se escuchase el más pequeño […]

Con un pequeño golpe como contraseña acordado para esa noche llamaban, y el soldado telemetrista abría la puerta de hierro de aquel recinto militar, especialmente oculto en la montaña a la vista del posible enemigo. El telemetrista abría despacio, sólo el paso suficiente para una persona, tratando de evitar que se escuchase el más pequeño ruido. De la oscuridad llegaba el vocear «¡centinela alerta!» una vez tras otra desde las garitas. Los soldados cruzaban el umbral y cerrada de nuevo la puerta, el telemetrista encendía su pequeña linterna. En el espacio de forma circular, estaba instalado el telémetro apuntando con su forma de cañón al mar abierto, junto al gran ojo y su maquinaria de calcular millas marinas había un asiento y la mesa de operaciones con una mapa de la zona; detrás quedaba un despacho con mapas llenos de indicaciones precisas, además de varias pantallas y un proyector, una mesa alargada y ancha con punteros encima y material diverso de oficina. Fuera del despacho, siguiendo el círculo de la pared, una barandilla de hierro coronaba el tubo que era una escalera de caracol; el soldado recién llegado bajaba por ella hasta acabar en la séptima y última planta bajo tierra de aquel bunker. Allí, como una raíz profunda, 11 soldados, clandestinamente, se metían cada tanto para hacer crecer las acciones contra la dictadura.

Las reglas eran: no se fumaba, se hablaba en el tono más bajo posible, se llevaba información y se tomaban decisiones y encargos, todo rápido, y en el menor tiempo posible se empezaba a salir de igual manera a como se había llegado. En caso de detención al venir o ir, cada uno cargaba con su responsabilidad sin implicar a ningún otro, por lo que debía prepararse una coartada. Si los localizaban en el telémetro la coartada colectiva era que estaban viendo revistas como play boy, y el telemetrista sabía que le iba a tocar la peor parte. El telémetro era un centro de operaciones y sólo él y un oficial podían emplear la llave para entrar.

El último soldado en llegar, entró mordiéndose los labios, apretándose las manos una en otra, diciendo «¡tengo una noticia!», se había retrasado pero es que tenía algo importante. El telemetrista cerró con todo cuidado, dio las vueltas de llave correspondientes, puso la alarma, y fueron bajando por la escalera de caracol. Metidos en la oscuridad de la tierra habían alcanzado el séptimo anillo donde alumbraba una pequeña bombilla. El último en aparecer, un soldado raso, flaco, muy moreno, de pelo negro cortado al cero, con un bigote en el que había más pelo que en la cabeza, sin haberse sentado aún, tomó la palabra de manera apresurada para decir:

  • ¡Han dado un golpe!

El gran escritor Alejo Carpentier (1904-1980) tiene entre su obra literaria un relato titulado «Semejante a la noche», en el que cuenta las últimas horas de un soldado del rey Agamenón antes de embarcar para ir a la guerra contra Troya. A los que se han apuntado voluntariamente les han convencido con una campaña de desinformación en la que los troyanos eran mostrados como secuestradores de Elena. Todo el aparato de fuerza de Agamenón había construido al enemigo. «Durante días y días nos habían hablado, los mensajeros del rey de Micenas, de la insolencia de Príamo, de la miseria que amenazaba a nuestro pueblo por la arrogancia de sus súbditos, que hacían mofa de nuestras viriles costumbres; … Y fueron clamores de furia, puños alzados, juramentos hechos con las palmas en alto, escudos arrojados a las paredes, cuando supimos del rapto de Elena de Esparta. A gritos nos contaban los emisarios de su maravillosa belleza, de su porte y su adorable andar, detallando las crueldades a que era sometida en su abyecto cautiverio, mientras los odres derramaban el vino en los cascos. Aquella misma tarde, cuando la indignación bullía en el pueblo, se nos anunció el despacho de las cincuenta naves negras.»

El soldado, que contempló la llegada de los barcos venidos de diferentes lugares, cuyos marineros se trataban con desprecio unos a otros, arremetían unas naves contra otras y se amenazaban a gritos, contempló cómo los jefes no hacían por pacificarlos, y la llegada que esperaba con emoción le causo un profundo desanimo. Él, que había llegado a pensar que iba a exponer su vida por una causa justa, sintió que su mente se deslizaba hasta recibir el impacto brutal, casi paralizante, del dolor que causaría a sus padres la posible noticia de su muerte. Pero entonces le alcanzó el ruido de la fiesta preparada como recepción a los recién llegados, los cantos y bailes en honor de los soldados, la participación del sacerdote que los bendeciría, la atención atraída de la gente, los tambores y trompetas de desfile, el sentimiento de ser algo importante.

Carpentier, a continuación, ha trasladado el escenario, y traslada también a quien lee, barcos, soldados, enseres, a un contingente mercenario que se prepara para emprender viaje a la conquista de lo que llamaron América, «las Indias», de modo que une dos guerras, dos invasiones. En este caso el soldado cuenta de su padre: «Al verme, me tomó en brazos con serena tristeza, recordando tal vez la horrible muerte de Cristobalillo, … que había sido traspasado por las flechas de los indios de la Boca del Drago. Pero él sabía que era locura de todos, en aquellos días embarcar para las Indias – aunque ya dijeran muchos hombres cuerdos que aquello era engaño común de muchos y remedio particular de pocos.»

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obama habla de conquistar Troya. El 11 de septiembre de 1973 kissinger, otro premio Nobel de la Paz, cubierto por la espalda de los militares chilenos con pinochet a la cabeza, desató un crimen histórico, un genocidio, por el negocio. Ahora kissinger, despreciado y denunciado por criminal, no sale de eeuu porque la justicia internacional le reclama.

obama quiere seguir los pasos de kissinger.

En España ha salido antes el psoe que el gobierno del pp en favor de la guerra. ¿Alguien creyó que eran distintos más allá de sus nombres?. Finalmente el ppsoe ha integrado la fuerza militar en el ejército de eeuu y ha dispuesto las bases militares para la intervención. Lo hemos sabido por el comunicado del gobierno de obama, el gobierno del régimen de España ha declarado que participa en la conquista de Siria. «Los cuatro jinetes del apocalipsis», en esa novela pacifista Vicente Blasco Ibañez cuenta el rastro de la «primera guerra mundial».

Pero los violentos encabezados por obama, han fracasado. Rusia no entra en el negocio, y obama, viéndose incapaz de convencer a Putin, sintió que todo su poder era poca cosa para no quedar en la Historia como lo que es, y, frustrado en su propósito, al final de la reunión del G 20 ha insultado a Putin llamándole «idiota», «eres idiota», para inmediatamente después, como un niño miedoso y chivato encubrirse declarando que «eso es lo que piensan también Merkel, Cameron, Hollande, … pregúntales, pregúntales», esos que también cobran por mandar gente a la guerra. Putin contestó a los periodistas sobre la rabia y el insulto del matón estadounidense: «Yo no peleo con un hombre flaco, yo peleo con osos». ¡Oh! ¡Qué dolor debe sentir obama en el pecho! ¡tan teatralmente arrogante, tan dominante como se muestra siempre! ¡tan ciego como es a los pueblos que oprime!; flaco, muy flaco como ser humano, y es que aún no ha alcanzado esa condición, de la misma manera que después de esto no alcanza las palabras que le permitan recobrarse, ahora se siente un chulo haciendo el ridículo en el patio del colegio, y se refugia en el grupo armamentista. obama no encuentra la manera de rehacer su misma mentira, y es que ante el mundo sólo ha quedado su arrogante soberbia.

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  • ¿Pero qué golpe?

  • ¿Aquí?

  • ¿Golpe militar?

  • Chsss. Hablad bajo. ¿Qué ha pasado?

  • Estaba escuchando la radio antes de venir cuando han cortado lo que estaban diciendo para dar paso a una noticia de urgencia: los militares chilenos han dado un golpe de estado y han matado a Allende. Han bombardeado la casa de la presidencia y detienen en la calle a cualquiera; han decretado el esto de sitio.

Estaba todavía hablando cuando varios soldados hicieron gestos con las manos para que se callase. En aquella profundidad se oía como un trueno amenazante el cerrojo de la puerta de hierro dando vueltas sin cuidado para abrir el paso; se escuchó con toda nitidez que daban los primeros pasos con botas militares y la bajada de la pestaña de la alarma.

El telemetrista se levantó sin hacer ruido y apagó la pequeña luz, mientras, siete pisos arriba encendían la primera planta y empezaban a bajar por la escalera de caracol, anunciándose los pasos como campanadas lentas, los pasos que iban dando vueltas, retumbantes, como un taladro hacía su espiral bajo el suelo conforme los peldaños entraban en el vacío. Quedaron todos a oscuras y a la escucha, con un caballo a galope en cada lado izquierdo del torax.

Bajaban las escaleras del primer piso, ya estaban en el rellano y emprendían con paso marcado la bajada por el segundo. ¿Qué podían, qué iban a hacer aquellos soldados que desde lo más profundo saltaban al horizonte?, ¿esperar sin más?

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«… había querido saber algo de ese mundo de allende el mar, hacia el cual marcharía yo ahora, y, tomando los ensayos de Montaigne, en el capítulo que trata de los carruajes, había leído cuanto a América se refería. Así se había enterado de la perfidia de los españoles, de cómo, con el caballo y las lombardas, se habían hecho pasar por diosos, … «nos habíamos valido de la ignorancia e inexperiencia de los indios, para atraerlos a la tradición, lujuria, avaricias y crueldades, propias de nuestras costumbres.»

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El tiempo de la fiesta guerrera que pensaba dar obama se marchita, los banderines de sus batallones pierden el tinte, las medallas fabricadas se quedan en los cajones. ¿Qué hará ahora que los reyes medievales de arabia saudí, qatar, jordania, …le prometen financiar la guerra en la que van a hacer negocio las tituladas democracias sionazis, turcas y europeas junto con los reynos? Unos y otros sueñan con la conquista de Troya, de América del Sur que escribía Alejo Carpentier en su relato «Semejante a la noche»; pero Siria ya no es Troya ni América del Sur.

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Los pasos alcanzaron el tercer tramo de la escalera, se escuchaban con toda nitidez en la última planta, la séptima, parecían campanadas secas, sonaban en la oscuridad donde se habían enterrado los 11 soldados que, inmóviles, en sus asientos, apenas respiraban con las bocas entreabiertas, los cuerpos rígidos, los ojos detenidos en la dirección de la escalera conforme contaban el piso en el que estaba.

Los pasos llegaron a la cuarta planta subterránea subterránea, ya se le oía la respiración, entonces se le escuchó soltar un improperio con voz ronca, «¡vaya a tomar por …», y dando un manotazo en la barandilla que retumbó en las paredes e hizo tensarse a los de la séptima, sus botas pisaron de nuevo los escalones que uno tras otro anunciaban ir subiendo con más rapidez de la que habían bajado.

Ninguno de los 11 se movió hasta que oyeron cerrar la puerta.

  • Los militares han dado un golpe en Chile -el soldado pronunció las primeras palabras como si no hubiese pasado nada – Anda que vaya susto.

Entonces el telemetrista encendió la luz que dejó que se viesen unos a otros parpadeando, y con un aire de esperanza dibujada en el rostro se echaban las manos a la cabeza repitiendo las últimas palabras.

  • Hay que hacer un panfleto, me lo llevo y mañana lo recogemos donde siempre y como siempre, por turnos y llevándolos inmediatamente a los demás puntos. En el sitio de seguridad a la hora que tiene cada responsable. Ahora hay que salir de aquí. Cuidado con el oficial que puede que esté haciendo la ronda. Seguiremos adelante.

Al  Al abrir la puerta se escuchaba el ¡centinela alerta! que desde las garitas voceaban los soldados de servicio.

Era 11 de septiembre de 1973.

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«Un soldado viejo que iba a la guerra por oficio, sin más entusiasmo que el trasquilador de ovejas que camina hacia el establo, andaba contando ya, a quien quisiera escucharlo, que Elena de Esparta vivía muy gustosa en Troya, … que toda la historia del doloroso cautiverio de la hija de Leda, ofendida y humillada por los troyanos, era mera propaganda de guerra, alentada por Agamenón, con el asentimiento de Menelao. En realidad, detrás de la empresa que se escudaba con tan elevados propósitos, había muchos negocios que en nada beneficiarían a los combatientes de poco más o menos. Se trataba sobre todo -afirmaba el viejo soldado- de vender más alfarería, más telas, más vasos con escenas de carreras de carros y de abrirse nuevos caminos hacia las gentes asiáticas, amantes de trueques, acabándose de una vez con la competencia troyana.»

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obama ha perdido el impulso primero, «Intervención inmediata», sus periódicos pretenden que olvidemos sus intenciones al margen de toda ley poniéndole careta de ariete de la paz. Ha perdido con todo el ridículo mundial acuestas.

Maplight, observatorio que sigue el poder de los lobis multinacionales en los órganos de gobierno estadounidenses, ha rebelado que los senadores que forman la Comisión de Asuntos Exteriores, que son los que unánimemente firmaron el comienzo de la guerra dispuesta contra Siria, antes de dar su autorización habían cobrado de los financieros armamentistas un monto de 728.497 dólares. ¿Cuánto han recibido kerry, hollande, cameron, rajoy, rubalcaba, …? ¿Cuánto ha ingresado obama?

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de crisis», te lo puedes bajar de Libros libres, en rebelion.org, y es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», editado por la Fundación Domingo Malagón.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.