A pesar de que la opinión pública internacional manifiesta un apoyo creciente al desarme nuclear, las acciones concretas siguen siendo insuficientes. La era nuclear comenzó el 16 de julio de 1945, cuando Estados Unidos detonó un dispositivo de implosión de plutonio en Alamogordo, Nuevo México, con un poder equivalente a 20 mil toneladas de trinitrotolueno […]
A pesar de que la opinión pública internacional manifiesta un apoyo creciente al desarme nuclear, las acciones concretas siguen siendo insuficientes.
La era nuclear comenzó el 16 de julio de 1945, cuando Estados Unidos detonó un dispositivo de implosión de plutonio en Alamogordo, Nuevo México, con un poder equivalente a 20 mil toneladas de trinitrotolueno (TNT). Tres semanas y media después, el 6 y el 9 de agosto, dos bombas similares fueron arrojadas por la fuerza aérea estadunidense sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Hacia fines del año, habían muerto casi 250 mil personas como consecuencia directa del bombardeo; y los casos de daños severos de diversa magnitud, han sumado decenas de miles. Hasta 2009, más de 400 mil personas adicionales se añadieron a la lista de víctimas de las armas nucleares.
Hace medio siglo, Albert Einstein dijo: «Las armas atómicas lo han cambiado todo, excepto la forma de pensar del hombre». Esta observación podría ser el lema del siglo XXI, ya que los dirigentes de Estados Unidos y otras naciones mantienen arsenales nucleares, incluso, como en el caso de Israel, completamente al margen de toda supervisión y ocultos en sus detalles a la opinión pública internacional.
En la actualidad, existen alrededor de 22 mil armas nucleares en el mundo -menos de la mitad de las 60 mil que había a mediados de la década de 1980-, lo que probablemente significa que es posible destruir todo tipo de vida en el planeta solamente diez y no 20 veces.
Esto me lleva a recordar un artículo del gran novelista Ray Bradbury, publicado en Playboy y en la revista Caballero, que yo dirigía en aquella época -1978- y era la edición de Playboy en México, aunque vergonzante, debido a la moralina de la legislación vigente. Bradbury escribió: «Dicen que en los arsenales nucleares de las dos superpotencias hay armas suficientes para destruir el mundo diez veces. ¿Y a mí qué me importan las otras nueve?».
A pesar de que la opinión pública internacional manifiesta un apoyo creciente al desarme nuclear, las acciones concretas en esa dirección siguen siendo insuficientes. El presidente estadunidense Barack Obama anunció un grandilocuente compromiso con el desarme nuclear y recibió incluso un vergonzoso e indignante Premio Nobel de la Paz a las buenas intenciones. En la práctica, mantiene la doctrina tradicional de Estados Unidos, endurecida por George W. Bush, que incluye los «ataques preventivos» con armas nucleares, incluso a países que carezcan de ellas.
La Coalición de la Nueva Agenda (CNA, o NAC, por sus siglas en inglés), establecida en 1998, un grupo interregional compuesto por siete países (Brasil, Egipto, Irlanda, México, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Suecia), promueve el desarme nuclear. Fue actor clave en el éxito alcanzado durante la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT, por sus siglas en inglés) en el año 2000, cuando propuso 13 medidas prácticas que fueron adoptadas en el seno de la ONU.
Algunas de las propuestas de la NAC atrajeron vehementes objeciones de Estados Unidos, por ejemplo, el llamado a los países poseedores de armas nucleares «a que hagan patente un compromiso inequívoco» para su eliminación rápida y total mediante negociaciones de buna fe, conforme a las obligaciones que impone el artículo VI del NPT.
También se les instó a desactivar sus armas nucleares, eliminar las armas tácticas, revisar su doctrina estratégica y establecer un compromiso vinculante de garantías de seguridad con los países que no poseen ese armamento. Los planteamientos de la NAC abarcan la proscripción de los materiales fisibles y la celebración de una conferencia internacional sobre el desarme y la no proliferación nucleares, con el propósito de establecer «un instrumento vinculante, universal y negociado multilateralmente», o «un marco que abarque un conjunto de instrumentos que se refuercen mutuamente».
El NPT ha logrado impedir en buena medida la proliferación de las armas nucleares, pero ha legalizado su posesión por quienes ya disponen de ellas. Esto resulta incongruente y hasta perverso, porque no se trata solamente de un acuerdo de no proliferación, sino enfocado al desarme. Su artículo VI lo establece así:
«Cada una de las partes. se compromete a llevar a cabo las negociaciones de buena fe, sobre medidas efectivas relacionadas con el cese de la carrera armamentista nuclear a la mayor brevedad y con el desarme nuclear; y por un tratado sobre el desarme general y total bajo un control internacional estricto y efectivo.»
Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1&lang=ES&cod=49963