Miles de habitantes aterrorizados intentaban huir este viernes por todos los medios de la violencia de las localidades del estado de Rakhine, una remota región del oeste de Birmania, escenario de tensiones entre budistas y musulmanes. El ataque contra comisarías en la frontera con Bangladés en la noche del sábado desató una oleada de violencia […]
Miles de habitantes aterrorizados intentaban huir este viernes por todos los medios de la violencia de las localidades del estado de Rakhine, una remota región del oeste de Birmania, escenario de tensiones entre budistas y musulmanes.
El ataque contra comisarías en la frontera con Bangladés en la noche del sábado desató una oleada de violencia en esa zona, donde viven decenas de miles de miembros de la minoría musulmana de los rohingyas, muy perseguida.
Un grupo poco conocido hasta ahora, Aqa Mul Mujahidin, reinvidicó los ataques contra esas comisarías, informó la presidencia.
Su líder, presentado como Hafiz Tohar, de 45 años, entrenado por los talibanes en Pakistán durante seis meses, según la presidencia birmana, es el responsable de esos ataques.
Veintiséis civiles murieron en una respuesta militar de envergadura, según los medios oficiales, y cuatro soldados fallecieron en las operaciones.
Los disturbios hacen temer que se repitan los enfrentamientos interreligiosos de 2012, que dejaron más de 100 muertos y decenas de miles de desplazados.
Desde entonces, más de 100.000 rohingyas viven en campamentos de refugiados.
Considerados inmigrantes ilegales por muchos budistas, mayoritarios en Birmania, los rohingyas no tienen acceso a atención médica, al mercado de trabajo o a la escuela y tampoco tienen libertad de movimiento.
Algunos responsables acusaron públicamente a militantes rohingyas de los ataques, pero en privado apuntaron contra grupos armados procedentes del vecino Bangladés.
El jueves por la noche, el ejército anunció la captura de un quinto sospechoso de los ataques contra comisarías, en los que nueve policías murieron.
El hombre fue arrestado en posesión de un arma, municiones y banderas con el emblema del RSO, un movimiento rohingya fundado en los años 1980 y considerado disuelto desde hace tiempo.
Unos representantes de este movimiento negaron cualquier implicación en los ataques.
Este viernes por la mañana, los medios oficiales informaron de que el ejército había abortado el ataque de 50 «asaltantes violentos» contra un edificio de las fuerzas de seguridad.
Decenas de familias huyeron de la ciudad de Maungdaw, epicentro de la violencia, con sus posesiones en sacos y vasijas, o enganchados a ‘rickshaws’.
Unos 180 habitantes de la ciudad, profesores principalmente, fueron incluso evacuados de la zona en helicóptero.
Muchos de los que huían eran budistas, dominantes en el país pero que suponen menos del 10% de la población en el norte del estado de Rakhine, de mayoría rohingya.
El gobierno, liderado por Aung San Suu Kyi, el primer ejecutivo civil del país en décadas, prometió que ordenaría una investigación independiente sobre los ataques contra las comisarías de policía.