Libro serio, afirmaciones documentadas. Nada nuevo. Todo lo que recoge María Urruzola es público y conocido desde hace diez años, desde que el Fito Garcé publicó ‘Donde hubo fuego’ (2006). El libro es mucho más que su capítulo ‘Meter el caño’. ¿Por qué en aquél momento no hubo cacería de brujas o, más bien de […]
Libro serio, afirmaciones documentadas. Nada nuevo. Todo lo que recoge María Urruzola es público y conocido desde hace diez años, desde que el Fito Garcé publicó ‘Donde hubo fuego’ (2006). El libro es mucho más que su capítulo ‘Meter el caño’. ¿Por qué en aquél momento no hubo cacería de brujas o, más bien de brujos? ¿Por qué no hubo sensacionalismo ni amarillismo? ¿por qué no acosaron al politólogo con la misma dureza que lo hacen con la periodista? Antes de leer la primer frase algunos ya estaban peleando por un pedacito de carroña. Hay que leerlo primero y opinar después.
El libro destaca varios aspectos muy interesantes que contribuyen a una historia ‘no oficial’ de los tupamaros y, por consiguiente, despertó la irritación de los adscriptos a la historia ‘oficial’. A esta altura de mi vida, luego de dar a la revolución lo más valioso que tuve, no puedo dejarme amedrentar porque algunos viejos leones hagan muecas y muestren sus desgastados dientes amarillentos. Ya no atemorizan los ataques de los desdentados, el escudar la culpabilidad negando estúpidamente los hechos. Todo lo miden en votos: digo la verdad pierdo tantos votos, miento y mantengo los que ya tengo. Son unos sacanalgas.
EL PERFIL
Más que una biografía, el libro presenta una semblanza de la personalidad de Eleuterio Fernández Huidobro (EFH). Hay varios Ñatos en la historia del Ñato, escribió Samuel Blixen, pero María los ensambla a todos ellos para darnos la globalidad: el Ñato de todos los Ñatos. Y nos ayuda a entender que el tipo fue un gran mentiroso. Escribiendo y hablando con brillante estilo, pero nos mentía en los ’60 y nos mintió en el 2000. Siempre mintiendo, puro verso. Mentiroso es su obituario. ¿Éste gusano fue aquella mariposa que todas y todos los tupamaros reconocíamos como segundo jefe?, ¿este mentiroso contumaz fue el que tantas y tantos seguimos ciegamente? Y…bueno, sí, esa es la triste realidad.
‘No podemos pedirle a nadie que sea un héroe en la tortura‘, me escribió Perico desde Barcelona. Es una verdad a medias sin embargo, pues había a quienes debíamos exigir no entregarse al torturador, enfrentarlo con el coraje de Rufo y del Ché, del gauchito Marín, el Caudillo Lerena, Jessie Macchi o Frutos Berreta, de tantas y tantos. Comportarse como un héroe en la tortura fue la responsabilidad asumida por quienes convocaron a la lucha armada, en especial los primeros en llamar a dar la vida por la revolución, la punta del ovillo como dijo alguna vez el Ñato.
Ya sabíamos que se entregó sin pelea cuando Calcagno y Castiglioni asesinaron a Ivette y Luis Martirena. Ya lo sospechábamos, pero ver ahí, en las páginas escritas por María, que EFH, Mauricio Rosencof y Lucía Topolansky colaboraron con el enemigo, provoca escalofríos, espanto y horror. La cobardía de la calle Amazonas estuvo conectada con la colaboración, una realidad redondita, inocultable, contundente. Con toda seguridad hay otros viejos guerrilleros cuya colaboración quedó en la penumbra, en esos archivos que no acaban de hacerse públicos.
Callar la boca es consentir. El silencio de algunos ya es complicidad. En lo personal, no me deja nada tranquilo que Graciela Jorge, compañera de EFH durante medio siglo, haya estado a cargo del cuidado y clasificación de los archivos incautados por la Dra. Azucena Berruti. La verdad siempre es revolucionaria pero…¡cuánto cuesta llegar ella cuando los custodios están interesados en tapar la mierda!
DE GUERRILLERO A MILICO
En el tramo final de su vida el Ñato se desdijo de muchas cosas que había sostenido en los ’60 pero, entre ellas, hay una muy sugerente. EFH ayudó a nacer la guerrilla tupamara reafirmando la tesis de que es posible tomar el poder ‘contra’ las FFAA, derrotándolas como habían hecho los barbudos cubanos. Sin remordimiento alguno pasó a la tesis contraria, al dogma de la III Internacional: sólo se puede hacer una insurrección contando ‘con’ las fuerzas armadas. En 1971 concibió su propia versión: había que apostar a convertir el ejército en el partido político del desarrollo nacional y, por consiguiente, es preciso convencer políticamente a sus oficiales. Para lograr ese objetivo, en el Batallón Florida (1972) propuso la rendición incondicional de los que continuaban luchando. Después que fracasara su tentativa el Ñato, muy criticado en la interna, dijo haberse equivocado, era una ilusión su estrategia de volcar hacia el pueblo sectores importantes de las fuerzas armadas. «Éstas están concebidas y concebidas de tal modo que la rosca dominante nunca va a perder su control», escribió en ‘La Tregua Armada’.
Pese a todo, impulsado vaya a saber por qué secreta aspiración, terminó en el 2003 convertido en un ‘militar, irregular, pero militar al fin’, en abogado de la inocencia de los criminales del terrorismo y obstáculo a quienes pretendían llegar a la
Verdad y la Justicia. Bien podía haberse afiliado al partido comunista en lugar de instalar un foco guerrillero en el Uruguay de 1965. ¡Cuánta sangre compañera se habría ahorrado!. ¿Cómo no compartir el sentimiento de haber sido traicionados que abruma a la mayoría de las y los tupamaros irredentos?
LAS EXPROPIACIONES
¿No es cierto que roban cada día a los asalariados? ¿Que instalar un banco es la manera legal de robar? ¿No es cierto que las corporaciones como UPM rapiñan los recursos patrios? No habrá democracia mientras sean unos pocos los que toman las decisiones económicas, los que deciden para quién se produce, adónde van a parar las riquezas producidas. Es bueno refrescar los viejos conceptos básicos en estos tiempos de la apología a la democracia desprendida de las clases sociales, elevada al Olimpo de las verdades abstractas.
¿En nombre de qué democracia condenan a los revolucionarios que expropian a los expropiadores? ¿De esos edificios jurídicos construidos por los explotadores nuestros de cada día? ¿De las formalidades de un Estado de Derecho que protege a los poquitos que expropian legalmente a los muchísimos? ¿De los principios éticos que amparan la masacre de los rebeldes por la violencia institucionalizada?
La flagrante inmoralidad de este mundo indigna, llena de bronca los espíritus, los insurrecciona y los impulsa a luchar por su emancipación desafiando a los aparatos policíaco-militares. La revolución será, en definitiva, una gigantesca y masiva expropiación a los dueños del mundo. El pueblo insurrecto expropiando a los violentos defensores de su propiedad abusiva de la tierra y del capital.
No me horroriza pues que haya quienes se adelanten a ese día glorioso de la gran expropiación. Es un acto de justicia, un derecho individual y colectivo, el del pobre que va por pan. En particular el de aquellos que se organizan para acumular las fuerzas sociales que harán la revolución. Comparto totalmente en lo ideológico la expropiación de los poderosos para financiar insurgencias. Ideas que se entendieron muy válidas en los ’70 y en 1985, pero hoy negadas tres veces por los apóstatas del arrepentimiento.
No sé de nadie que lo haya hecho y no haya pagado en años de cárcel o de exilio su actitud irreverente hacia las leyes y las instituciones de la clase dominante. Los comprendo y no los condeno ni ética ni moralmente. No condené nunca a Ricardo Perdomo cuando, según contaba a quién quisiera escucharlo, en el año 1991 tomó su decisión de expropiar a los expropiadores en acuerdo con José Mujica.
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