Pasaron las elecciones generales. No fue esta una elección más, muchas particularidades la acompañaron, tanto en el proceso previo inmediato como en sus resultados. Fue el fin del predominio absoluto de los gobiernos «Colorados» y «Blancos». En tal sentido cerca de 170 años quedaban atrás. Llegaba al gobierno una fuerza política compuesta por un amplio […]
Pasaron las elecciones generales. No fue esta una elección más, muchas particularidades la acompañaron, tanto en el proceso previo inmediato como en sus resultados.
Fue el fin del predominio absoluto de los gobiernos «Colorados» y «Blancos». En tal sentido cerca de 170 años quedaban atrás. Llegaba al gobierno una fuerza política compuesta por un amplio espectro: desprendimientos de partidos tradicionales, partidos Socialista y Comunista, MPP de raiz tupamara, agrupamientos surgidos en el proceso de desarrollo del FA. A esta fuerza se le puede designar como la izquierda electoral uruguaya.
Hay quienes hacen un reconto histórico del desarrollo de la izquierda en el país, él lleva implícito el concepto de que hay una acumulación en el tiempo y en las luchas que confluyen finalmente en esto que hoy es el FA. Solamente en un primer vistazo parece ser este fenómeno más complejo y diverso que el que atrapa el referido anunciado. Ideología de cambio en el correr de los tiempos
Lo que es verdad es que ciertos componentes ideológicos de la izquierda uruguaya se proyectan en el tiempo, tienen continuidad, y a diferencia de otros países del continente no son desplazados o recambiados por ideologías de corte nacional, populista o no. Pero también es verdad que estas ideas de izquierda, socialistas, no típicamente liberales o democráticos burguesas, tuvieron expresiones sociales y políticas diferenciadas y regularmente enfrentadas.
Las primeras organizaciones de «masa» cuestionadoras del sistema capitalista, aspirantes a un socialismo a favor de los pobres del mundo, pertenecieron a la corriente anarquista. Su prensa, la formación de los primeros sindicatos y «Central» obrera, sus manifestaciones callejeras por reivindicaciones o recordando gestas clasistas como las del 1º de Mayo se inscribieron en la ideología anarquista con un claro objetivo: la emancipación del proletariado, la abolición de la explotación y la opresión, por un nuevo ordenamiento social basado en la solidaridad, la justicia y la libertad. Esto fue así de 1870 al 1920 aproximadamente. En este lapso también tuvo presencia el Partido Socialista que llegó a tener incidencia limitada a nivel sindical. Incluso en la década del 10 hay manifestaciones unitarias del sindicalismo anarquista, centros sociales libertarios y Partido Socialista en oportunidad del 1º de Mayo.
Pero los grandes difusores de ideas socialistas, libertarias en este caso, fueron en esta etapa inicial los Centros Sociales con el Centro Internacional a la cabeza. Pero, en ese tiempo, el grueso de los movimientos de «masa» de signo socialista, de izquierda si se quiere, es impulsado por el anarquismo. Pero ya en ese momento surgen diferencias profundas en los métodos de lucha, las vías elegidas para el cambio, para la desestructuración de la sociedad capitalista, sobre la forma de inicio del proceso hacia el socialismo. Ya se instalaba la discusión de: la vía electoral como prioritaria o la participación directa, la acción directa, como la guía para conducir procesos hacia el socialismo. En otros términos: socialesdemocracias o movimientos revolucionarios; entrar en los dispositivos, en el juego que propone en enemigo o crear formas, procedimientos que esquiven la telaraña y aseguren procesos complejos pero propios.
Decrecerá después la fuerza del anarquismo a nivel obrero-popular y crecerá la del Partido Comunista. Vendrá ya no el clásico planteo socialdemócrata sino el de dictadura del proletariado teniendo a la URSS como guía.
No es objeto aquí analizar con alguna exhaustividad ese rico y polémico periodo histórico. Solamente señalar que esa continuidad de ideas de izquierda en el seno del movimiento obrero-popular no tuvo una configuración, más o menos, homogénea. Que todas ellas hayan contribuido, pese a sus distintos encares, a mantener vivo un horizonte de cambio puede tener su fundamento, más teniendo en cuenta aquello de que «la ideas perduran aún desaparecidas las condiciones materiales que le dieron existencia», pero en todo caso sería un tema a estudiar ¿cuáles ideas cambios?. El tema no da para afirmaciones simplistamente apriorísticas. No va todo en la misma bolsa.
De todas maneras, sí puede decirse que desde el inicio de la historia de la izquierda en el país está cuestionada la vía, la estrategia electoral como idónea para el cambio de las estructuras sociales. La alegría de la gente, una alegría de todos
Todos lo vieron, mucho se escribió sobre la explosión popular. Nuestra gente ganó la calle con una alegría inmensa y contagiosa. Sentía que vivía un momento especial de su vida. La fraternidad estaba a flor de piel, la comunicación humana afloraba con naturalidad. Tantos días y noches de derrota, tanta negrura y ahora la aurora. Un perfume de triunfo contra la ignominia lo inundaba todo. Un espectáculo humanamente hermoso. Nos queríamos. Nos queríamos con el vecino, con el pariente lejano, con el bolichero, con el muchacho del carrito. Teníamos ganas de hablarnos de decirnos cosas, de gritar otras. Por un momento nació la legión de hermanos, la cofradía de los que juntos estaban echando a los malos. Y sin maniqueísmo era estar echando a los malos nomás. El mejor de los sentimientos estaba allí, con esperanzas en el mañana y pretendiendo dejar atrás la noche del horror. Era un bello sentimiento.
Disfrutamos la alegría de ese nuestro pueblo al que pertenecemos, emociones que en ese momento las vivimos como un nivel con su propia dimensión y contorno, como desligado de otras realidades, de cosas que seguramente después vendrán. Y disfrutamos también, por que no decirlo, con las caras de odio y amargura de la banda de los que perdían. Descompuestos rostros que intentaban mostrar calma y solo lograban mostrar una mueca asquerosa de repugnancia por lo que estaba sucediendo: les robaban su propiedad. Los impunes, los dueños, hasta ahora, de la tortura, de la miseria, de la entrega, estaban amargados. También se terminaban sus chanchuyos chicos, sus prebendas. Ya no serían ellos quienes administraran los intereses de los de arriba, sus propios y mezquinos intereses tampoco podrían ser satisfechos como hasta el presente. Otro estaba con esa manija del gobierno que ya, a esta altura histórica, era una prolongación de sus almas. ¡Que vida cruel! Sufrían estos miserables y esto verdaderamente reconfortaba. Pobres, feos y cansados
En los barrios obreros, realmente ex-obreros, y en el interior la mayoría de la gente en la calle eran los pobres que expresaban profundos anhelos. Anhelos urgentes vinculados a su, muchas veces, lacerante miseria. Deseos de terminar con un mundo y que empiece otro. De que no cambie algo para que todo siga igual. Son pobres, para los de arriba son los feos, y además están cansados. Cansados de tantas promesas y mentiras. Juegan lo que los queda: la esperanza. ¿Y a veces las cartas son tan esquivas?.
En la población, en muchos luchadores, hay expectativas, hay sueños, se esperan mejoras importantes en el periodo próximo. ¿Son todas estas esperanzas compatibles con el proyecto social-político del FA? La respuesta se presenta claramente como no favorable.
No haremos una consideración desde el ángulo de «todo o nada», menos aún «de cuanto peor mejor». La del anarquismo en este país ha sido una lucha que junto al problema del cambio de sistema estuvo siempre el ir arrancando en lo inmediato mejoras para la población. Por ejemplo, a nivel obrero, reducción de horario y mejora en las condiciones de trabajo. Lucha por mejoras y reformas en el sentido Malatestiano: una cosa es luchar por reformas y otras ser reformista. Vale decir inscribir esas mejoras o reformas en una estrategia que no hace de esto un fin en si mismo. No nos da lo mismo que se logren mejoras a que no. No nos da lo mismo que se entreguen las empresas públicas a las trasnacionales a que se mantengan en la esfera del país, por eso hemos participado en los plebiscitos populares, últimamente en el del agua.
No da lo mismo que haya una política para atender la urgencia de 100 mil personas que están en la indigencia a que no haya nada. Claro está podemos decir con total razón que esto es un pequeño parche para la tremenda situación que vive la mayoría de la población y que lo que garantiza que aún este parche sea efectivo es si la gente mantiene un adecuado nivel de exigencia. Cualquiera mejora, cualquier reivindicación para mejoras de la condición de vida de la población ha contado siempre con nuestro apoyo. Pero como decía Peloduro: «una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa».
Unido en esperanzas con otros pueblos de América Latina
Conocidos son los levantamiento y luchas populares en América Latina en estos últimos tiempos. Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Venezuela, Argentina. Distintos encauces tuvo la ira popular. Distinto color tuvo la trama social-política de cada lucha popular en estos países. Desde la rebelión de Bolivia al triunfo de Lula pasando por levantamientos indígenas. Un común sentimiento de sacarse de arriba al opresor, al hambreador brutal, al neoliberalismo y sus transnacionales animó el por momentos desesperado vigor combativo. Era un ¡Basta! a tanto atropello, ultraje, a esa miseria en aumento que llegaba hasta los huesos. Las canalizaciones políticas ya no fueron comunes.
Hoy a la uruguaya este pueblo, más exactamente un poco más de la mitad de este pueblo, expresó en las calles un sentimiento semejante de ¡Basta!. Soñando con cambios que hagan esta vida vivible. Estimaron, sintieron, que el FA era el canal para viabilizar este anhelo. Pero los cambios que necesitan y pretenden no están ni en el horizonte de mediano plazo que proyecta esta fuerza política. Una dualidad queda para él planteada.
Que dice el FA que hará
El FA no plantea ni socialismo ni toma de poder, eso está claro. Ni tampoco ningún inicio de un proceso de poder popular, también está claro. El carácter de reformismo «duro» que mostró en sus años mozos, de 1971 al 73, fue quedando por el camino. Postulados principales como el de Reforma Agraria, Nacionalización de la Banca, no pago de la Deuda Externa, pasaron a formar parte de un pasado «infantil». Fue creciendo, fue teniendo mayores posibilidades de gobierno y al unísono fue bajando su perfil. Hoy el FA, sus dirigencias partidarias, sólo plantean una alternativa mejorista. No tocar estructuras fundamentales, tampoco aquellas accesorias que el enemigo defendería con uñas y dientes. Plantea mejor administrar recursos de lo que está, vale decir, no tocar la malla de poder y maniobrar en ese campo periférico donde es poco lo que queda. Por supuesto no podemos decir: es nada lo que queda. ¡Pero es tan poco! Y es tanta la esperanza y necesidad de la gente.
Hay anhelos que van desde romper con la impunidad hasta con el saqueo de las fuerzas imperialistas, pasando por salir de esta atroz miseria, tener un trabajo digno, poder pensar en un futuro que no sea atroz. Dice el FA que hará lo siguiente:
-Llevará adelante un plan de emergencia que comprenderá a 100 de los 300 mil que están en condiciones de indigencia.
-Se bregaría por aumentar puestos de trabajo, esto queda un tanto vago.
-Respetará la ley de impunidad y sólo propiciará que se aplique el artículo 4º para que se investigue sobre los desaparecidos.
-Instalaría en brevedad los «Convenios Colectivos» y haría lugar a fueros sindicales para que se respete a las organizaciones sindicales y dirigentes.
-Restablecería relaciones con Cuba.
-Tendría una política de reforzamiento del Mercosur.
-Se «honraría la deuda externa», no planteando exigencia alguna sino diálogo con el FMI y otros organismos internacionales.
-Trataría de confeccionar una «Ley interpretativa» para que el capital extranjero que ya estaba siga explotando el agua en nuestro país.
-Seguiría la política de achique del Estado y de mayor recaudación impositiva. -Mantendrá una relación fluida con las Fuerzas Armadas.
-Atenderá exigencias básicas del Agro.
Deuda externa y lo que deja para el campo social
Hemos hablado del FA y la dirigencia política de los distintos grupos en general. Pero esto requeriría un tratamiento mas detallado ya que hay matización de posturas en su seno, algunas con enfoques enfrentados donde no faltan distintas miradas de clase. Hay sí líneas transversales comunes, ellas comprenden a los distintos sectores, pero hay otras que tornarán complejos los entendimientos. Lo vemos, por ejemplo, hoy con respecto al agua y a la designación de intendente para Montevideo. Sí, parece en general que esta dirigencia tiene bastante claro lo que la gente pretende, los cambios que quiere en tiempo más o menos cercano. Igualmente la zona que tocarán para satisfacer demandas. Pero, la «sensibilidad» de grupo a grupo varía en cuanto al grado de prioridad para esta exigencia. Demás está decir que lo común es que la deuda externa tiene la prioridad absoluta y que después vendrá lo demás. ¿Y que es lo que viene después?
Nos dicen algunos datos que la deuda del país equivale a 114% del producto interno bruto (PIB) y a 5.3 veces sus ingresos anuales; la amortización de intereses de la misma llega a 20% del PIB, y equivale a 115% de las exportaciones y a 105% de los ingresos públicos. Y hay vencimientos de intereses y amortización de deuda de gran volumen en lo inmediato, este año y el que viene.
Además, es más que sabido, que cerca de un millón de personas tienen problemas de trabajo y que un 45% de personas de menos de 18 años viven en la pobreza.
Una ecuación difícil de resolver si se «honra la deuda» sin más y se pretende en serio atender necesidades básicas y mas que urgentes de la gente.
Vendrá de inmediato, por no decir ya está en mucha, todo el juego que corresponde a los circuitos de poder. Presiones de empresas extranjeras, de inversionistas, de productores agrarios, de empresarios, de capital financiero. Son los que están, en grado distinto, dentro de la trama de los dispositivos de poder. Es así que sin lucha, sin presión social, será difícil, sino imposible, para la población el lograr que el mejorismo atienda lo básico de sus urgencias. La elección una opinión de pueblo
Los resultados electorales son un dato incuestionable, las aspiraciones, bronca y sueños de la gente marcharon por un canal que se llamó FA el último día de octubre. Muchas cuestiones confluyen. El país fue cambiando en muchos aspectos en las últimas décadas, vino crisis, bronca hambre, luchas, represión y después dictadura. Acto seguido atropello, asesinatos, desapariciones, los planes Condor con su CIA. El pueblo vivió de forma desembozada una crueldad desconocida directamente. ¿Cuál humanismo, cual democracia, que derechos humanos? Empezó el modelo llamado neoliberal, fue quedando atrás el «Estado de Bienestar», el flagelo de la desocupación azotó al pueblo, las conquistas logradas en tantos años con tantas luchas fueron pisoteadas. Los ricos ostentosamente aumentaron sus riquezas y los gobiernos se volvieron más cómplices y títeres que nunca ante las fuerzas imperialistas. La «Suiza de América» que nunca fue ya no se parecía en nada a lo que no fue. La gente fue mirando y sufriendo. Acumuló bronca, angustia y sueños.
Las ideas que vienen del fondo de la historia obrero-popular, las de décadas anterior y las de hoy, las luchas de todos los tiempos, la experiencia directa de la opresión fueron formado cierta conciencia. Una conciencia que más acá o más allá cristalizará su búsqueda.
Pero no puede confundirse lo que contenga esa conciencia de cambio de fondo, con elecciones, aunque una elección permita cierta lectura de ella. Alguna vez dijo, allá por el 70, nuestra organización a propósito de las elecciones, algo que no es meramente coyuntural sino que guarda relación con mecanismos y funcionamiento de instituciones del sistema: «Para nosotros los resultados electorales constituyen por supuesto pautas utilizables de las opiniones existentes. Pero las opiniones, expresadas meramente a través del voto, no son garantía, por sí solas, de la existencia de ese nivel de conciencia al que se quiere aludir cuando se habla de radicalización.
Es negativa la ilusión de que por el mero hecho de votar, las transformaciones se hacen posible; la aceptación del «orden legal» de las reglas de juego del enemigo, que al votar implica «legalidad», reglas de juego que son precisamente parte integrante del sistema, que son un obstáculo objetivo y claro para el logro de esas mismas finalidades que el pueblo entiende perseguir votando.
Una elección se puede aceptar como pauta para valorar, para medir digamos la dimensión y, hasta, en cierta medida, la profundidad de las opiniones políticas del pueblo. Como método o vía para concretar en hechos esas aspiraciones, las elecciones no sirven. Por el contrario tienen un peligrosísimo alcance confusionista, desviacionista. Constituyen el expediente a través del cual, a lo largo de muchísimos años, reformistas de todos los pelajes han intentado (lográndolo muchas veces) sustituir la lucha por el voto, descaminando y lanzando por la vía muerta del electoralismo las más entrañables aspiraciones de cambios profundos de las masas».
En relación a aquí y ahora la lucha sigue siendo la garantía para que cambios de regular calado, para que las conquistas inmediatas, mejoras en los diferentes campos, sean finalmente una realidad. De arriba lo único que llueve es agua.
http://www.nodo50.org/fau/Revista/Revista.htm