Diversos acontecimientos, muchos de ellos a la sombra de la situación que se vive en Iraq, están convulsionando a diversos países de la Península Arábiga. Diferentes factores confluyen a la hora de explicar esas explosivas situaciones de las que cada vez escapan menos estados de la región. Las orientaciones del islamismo político y las propias […]
Diversos acontecimientos, muchos de ellos a la sombra de la situación que se vive en Iraq, están convulsionando a diversos países de la Península Arábiga. Diferentes factores confluyen a la hora de explicar esas explosivas situaciones de las que cada vez escapan menos estados de la región. Las orientaciones del islamismo político y las propias diferencias religiosas, el cada vez mayor sentimiento anti estadounidense que se extiende entre esas sociedades está contribuyendo a complicar la ya de por sí compleja situación en la zona. Y a ello hay que sumar la importante presencia militar y civil tanto de estadounidenses como de sus aliados.
En estos meses, Yemen ha sido el centro de enfrentamientos armados entre las fuerzas gubernamentales y los seguidores de un jeque tribal con claras orientaciones chiítas, a esto se une los intentos del gobierno de Sanáa para contrarrestar la importante presencia de militantes englobados en la red de al-Qaeda, tanto locales como extranjeros. En Bahrein las movilizaciones de la oposición chiíta no están siendo autorizadas y el gobierno pretende acabar con las mismas. Recientemente, un atentado con coche bomba dirigido contra extranjeros en Qatar ha encendido la luz de alarma en un país que hasta la fecha se considerada «al margen de la amenaza islamista».
El temor, o incluso el pánico, que han sentido estos días los regímenes de los petrodólares ha hecho que incluso algunos representantes estadounidenses hayan advertido seriamente de la posibilidad de estar en vísperas de una situación todavía mucho más compleja, e incluso que este tipo de acciones se lleguen a extender por la región cual fichas de dominó.
Arabia Saudita se lleva la palma en cuanto a presentar el puzzle más complicado, y cada vez se le empieza a parecer más la situación de Kuwait. Sin embargo sería un error, a la vista de lo enunciado hasta aquí, si englobásemos todos esos movimientos en la misma dirección o incluso si los presentásemos como la misma cosa.
Arabia Saudita
La batalla que han mantenido estos días las fuerzas del gobierno con un grupo de miembros islamistas ha dejado de manifiesto una vez más la importante capacidad militar de éstos, al tiempo que si se confirman los datos sobre la identidad de alguno de los muertos, se añadiría un punto más de preocupación para la casa de al-Sad. La presencia de importantes militantes extranjeros en su país le coloca ante los ojos de sus aliados occidentales en un difícil equilibrio, y tiran por tierra las declaraciones de sus dirigentes, negando la presencia de extranjeros entre los movimientos jihadistas que operan en Arabia Saudita.
De momento el régimen de al-Sad parece controlar la situación, pero cada vez son más los frentes que tiene abiertos, y no se sabe hasta cuando podrá mantener esta situación. Las elecciones municipales celebradas recientemente y los ataques contra los militantes islamistas son el pago que ofrece a sus aliados occidentales para demostrarles su predisposición a colaborar. Sin embargo, otros acontecimientos que no tienen el mismo eco por estos lares, no hacen sino cimentar el poder de aquellos a los que dice combatir, y convirtiendo los movimientos anteriores en meras cortinas de humo.
Ejemplo de todo ello es el juicio que se celebra estos días contra tres reformistas que solicitaban una constitución para el régimen monárquico. O los espectaculares resultados obtenidos por los candidatos chiítas e islamistas en las recientes elecciones, y junto a esto, la capacidad operativa de los grupos armados de orientación jihadista.
Mientras se nos quieren presentar los últimos movimientos como reformistas, lo cierto es que el régimen sigue apuntalando, consciente o no, a figuras conservadoras y defensoras del pensamiento wahabí. El nombramiento del nuevo ministro de Educación, Abdullah bin Saleh al-Obaid, una figura ultraconservadora y que a partir de ahora ocupa uno de los cargos más importantes dentro del sistema es un indicio de ello. También el escaso futuro que le queda al pro reformista príncipe Abdullah, quien parece superado por los príncipes más conservadores, conocidos como los «Siete Sudairy».
Hasta la fecha, la desunión manifiesta de la oposición también ha contribuido a mantener a la actual monarquía en el poder. Lo movimientos en torno a exiliados, como el Comité para la Defensa de los Derechos Legítimos (CDLR) o el Movimiento para la Reforma Islámica en Arabia (MIRA) no parecen contra con grandes apoyos entre la población local. Por su parte las dos tendencias con mayor peso dentro de la oposición interna, los llamados «rejecionistas» y los reformistas llevan algún tiempo buscando interpretaciones más liberales y acercando posturas, aunque sus diferencias son todavía muy importantes.
Otra fuente de preocupación son los llamados «jihadi salafistas», que abrazan la ideología wahabí, pero dotándola de la violencia armada. Esta ideología permitió a los jihadistas saudíes dotar a sus interpretaciones de una mayor base teológica. Por su parte, la comunidad chiíta se debate entre la búsqueda de un peso más centrado y moderado y el rechazo a lo que consideran años de agravios por parte d el régimen de Riyadh.
Finalmente, la aparición en esta escena de la llamada Al-Qaeda de la Península Arábiga ha añadido aún mayor complejidad a todo ello. Operando en pequeñas células de unos veinte componentes y con una amplia presencia entre la población local, su localización es difícil, mientras que su operatividad es muy alta. Inmersos en la red de Ben Laden y al-Zawahiri, las comunicaciones con éstos hace tiempo que se rompieron por motivos de seguridad, lo que ha dado lugar a la aparición de figuras locales al frente de este movimiento.
Kuwait
Los enfrentamientos entre militantes islamistas y las fuerza gubernamentales de Kuwait se han sucedido en lo que va de año. De momento los muertos no han sido numerosos, pero existen otros motivos de preocupación, como la infiltración de los islamistas entre las filas del propio ejército kuwaití o de la propia administración, tal y como lo atestigua la detención de algunos miembros que pertenecían a dichas estructuras estatales. Además hay datos que permiten señalar que el vecino Iraq se ha convertido en el campo de entrenamiento para muchos jóvenes kuwaitíes, marcados por las imágenes que han visto de los abusos y torturas estadounidenses en las televisiones, e incluso sobre el terreno de Falluja.
Algunas analistas sostienen el paralelismo con la radicalización que vivió Pakistán bajo el influjo de la jihad en Afganistán, y sostienen que ahora puede darse algo similar en la sociedad kuwaití con la situación que se vive en Iraq. Así, los nuevos militantes «los fallujans» se unen a los «afganos» para combatir a los regímenes que consideran infieles. Si en el campo militar coexisten un importante número de grupos o células, independientes operativamente entre sí (los Mujahideen de Kuwait, la Brigada de los dos Santuarios, la Brigada de los Leones de la Península, el escuadrón de los Halcones de la Sharia…), en el ámbito político, el movimiento salafista se ha dotado de un partido político, Hizb al-Ummah.
Una reciente publicación jihadista manifestaba que «esta guerra está basada en una estrategia para ampliar el campo de batalla. El mundo en su conjunto se ha convertido en ese campo en la práctica y no tan sólo en la teoría. Expulsar a los americanos de Arabia Saudita es un deber».
Dicen que en esta época del año, el viento suele soplar con fuerza en la Península Arábiga, tal vez por ello no sea extraño que nos encontremos ante una primavera bastante agitada.