La Misión de Estabilización de Naciones Unidas para Haití (Minustah) comenzó sus acciones en ese país caribeño en febrero de 2004, luego que un golpe de Estado derrocara al presidente Jean-Bertrand Aristide. Algunos meses después, un gobierno interino estableció en 1.400 millones de dólares el monto necesario para la reconstrucción del país en un plazo […]
La Misión de Estabilización de Naciones Unidas para Haití (Minustah) comenzó sus acciones en ese país caribeño en febrero de 2004, luego que un golpe de Estado derrocara al presidente Jean-Bertrand Aristide.
Algunos meses después, un gobierno interino estableció en 1.400 millones de dólares el monto necesario para la reconstrucción del país en un plazo de dos años.
Si bien hasta el momento solamente se han desembolsado 250 millones de dólares, numerosos contingentes militares provenientes de países latinoamericanos continúan llegando a Haití para integrarse a la Minustah.
Radio Mundo Real entrevistó al economista Camille Chalmers, profesor de economía en la Universidad de Haití y una de las voces más críticas de este proceso de intervención militar.
Uno de los argumentos de los soldados uruguayos que viajaron estos días a integrarse a la Minustah era que los motivaba el ingreso económico que les reportaba la misión. Teniendo en cuenta la crisis esencialmente económica que vive Haití, ¿qué reflexión le merecen estos comentarios?
Me parece muy significativo y paradójico al mismo tiempo, porque la Minustah lleva ya un año en Haití y no ha significado ningún avance con respecto a los objetivos definidos en la resolución 1542 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Desde el punto de vista de la seguridad, estamos peor ahora que antes de la intervención militar.
Por otra parte, tenemos un gobierno de transición que ha fracasado en todos los aspectos y una Minustah que no puede contribuir en la resolución del problema, básicamente porque el problema de Haití no es un problema militar. La Minustah está compuesta en su 85% por militares, mientras que gran parte de las tareas que desempeña son de seguridad civil, que competerían a la policía.
Esta fuerza militar tiene muchos equipos y está utilizando recursos económicos que podrían ser sumamente útiles en la lucha contra la pobreza, para planes sociales o programas de educación y salud.
La Minustah está gastando 25 millones de dólares mensuales, una cifra que para la situación que vive el pueblo haitiano podría destinarse para muchas otras cosas.
¿Cuáles serían entonces los objetivos o intereses reales que hay detrás de esta intervención militar?
Es evidente que la intervención militar no tiene nada que ver con la estabilidad de Haití ni con los problemas de seguridad. Tampoco tiene que ver con los graves problemas económicos que estamos atravesando. La intervención militar es funcional a los objetivos de dominación imperial y de recolonización del continente americano que persigue el gobierno de Estados Unidos.
Para entender este proceso es importante considerar el fracaso del ALCA y la importancia estratégica para la administración Bush de tener una fuerte presencia en el Caribe.
La Minustah es un experimento nuevo, que debido a su conformación a partir de fuerzas militares latinoamericanas podría ser interpretada como una intervención solidaria, pero de hecho cumple con los objetivos del imperio.
En Haití se ve claramente que una de las prioridades actuales de Estados Unidos es la privatización de las principales empresas del Estado y hay planes del Banco Mundial para acelerar ese proceso.
La presencia de la Minustah encubre esta situación y facilita el control de la economía nacional por las multinacionales estadounidenses.
¿Qué sucedió con la prometida inyección financiera que se estableció el año pasado para la reconstrucción institucional del país?
Hasta ahora lo que tenemos son muchas promesas, por ejemplo en julio de 2004 se habló de la llegada de 1.4 mil millones de dólares, que nunca llegaron. Recientemente, en la conferencia de Cayena se hicieron nuevas promesas, pero vemos que nunca se cumplen.
No existen intervenciones internacionales en el sentido de relanzar nuestra golpeada economía. Aparentemente las potencias están esperando a conocer el resultado electoral para luego enviar los fondos de cooperación. Es evidente que el atraso en los desembolsos demuestra las limitaciones de la intervención y lo poco que tiene que ver con las necesidades del pueblo de Haití.
Una misión internacional encabezada por Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas visitó recientemente Haití y concluyo que allí «se está jugando el futuro de todos los pueblos del sur», ¿usted qué opina?
Creo que es totalmente cierto, porque estamos en una situación de «guerra económica», donde Estados Unidos intenta imponer su dominio sobre el continente. Si bien no pudo hacer efectiva la propuesta del ALCA, ha logrado llevar adelante diferentes acuerdos bilaterales de libre comercio, que parece ser su nueva estrategia.
Me parece que la grave crisis económica que atraviesa Estados Unidos es la que explica su interés por acelerar el proceso de control en su patio trasero, es decir en el mercado de América Latina.
El presidente Bush lo expresó claramente frente al Congreso de Estados Unidos cuando pedía la ratificación de los acuerdos comerciales con los países centroamericanos. Para Washington es urgente la conquista de nuevos mercados para sus productos y para eso necesita destruir las estructuras productivas nacionales, utilizando múltiples mecanismos.
Este año las negociaciones en la OMC están en un punto decisivo, porque se están definiendo acuerdos sobre comercio de servicios, los avances en los acuerdos de libre comercio y también en algunos acuerdos bilaterales sobre promoción de inversiones, que benefician antes que nada a las trasnacionales estadounidenses y les permite controlar nuestros recursos naturales, humanos y genéticos.
¿Cómo explica usted que los gobiernos de Brasil y Uruguay hayan optado por enviar contingentes militares para integrar la Minustah?
Nos parece un error muy grave y creemos que estos gobiernos están siendo manipulados y se están creyendo el cuento de la formación de una fuerza multinacional latinoamericana, que supuestamente abriría una línea de acción multilateral que se enfrentaría con el unilateralismo de la administración Bush, algo que la experiencia de Haití demuestra que es una ilusión y que esta intervención militar encaja en los planes de dominio imperial.
Para América Latina es urgente el desarrollo de una estrategia propia de cooperación solidaria, pero construida por fuera de los dogmas del imperio y de las políticas de liberalización comercial.
Sería muy importante que haya una autocrítica, sobre todo de los gobiernos progresistas o de izquierda, y que puedan implementar nuevas políticas de acuerdo a nuestras necesidades reales.
¿Qué factores históricos provocan que un país como Haití, que supo estar a la vanguardia de las luchas por la independencia termine ubicado en la retaguardia del desarrollo?
Se trata de un proceso muy largo y donde entran en juego múltiples factores. Desde comienzos del siglo XIX nuestro país experimentó un interesante proceso de reconstrucción internacional, pero en un contexto muy difícil. Las principales potencias de la época no querían que la liberalización de los esclavos que vivió Haití se imitara en otros lugares.
En ese sentido, Francia exigió el pago de una enorme indemnización para compensar a los dueños de los esclavos y las plantaciones. Esto representó una hemorragia financiera tremenda que generó una deuda con graves consecuencias durante mucho tiempo.
Durante mucho tiempo se destinó hasta un 60% de los ingresos públicos por concepto de esa deuda.
Otro duro golpe que sufrimos fue la invasión militar de Estados Unidos en 1915, un hecho que comenzó con un sistemático proceso de deterioro del estado de Haití y de destrucción institucional, incluyendo la formación de Fuerzas Armadas bajo el control absoluto de las directivas estadounidense.
Toda esta situación conlleva a la pérdida de soberanía y ya estamos cercanos a cumplir 90 años bajo el control político del Departamento de Estado estadounidense.
¿Cuál ha sido la coyuntura en tiempos más recientes?
Una de las causas principales del desplome económico que estamos viviendo es la aplicación de los planes de ajuste impuestos por Estados Unidos y el Fondo Monetario a partir de la década del ´80. Haití es ahora el país más abierto desde el punto de vista comercial de todo el continente y esto trajo consecuencias dramáticas para la economía campesina.
Haití era un país auto-suficiente en la producción de cereales en los ´70, sin embargo ahora estamos en una situación de dependencia muy grande con el mercado estadounidense y le estamos comprando anualmente 200 millones de dólares de arroz y solo el 18% del mercado local está cubierto por nuestra producción arrocera.
Durante la gestión de este gobierno provisional se agudizó esta lógica de la apertura comercial, a pesar de sus nefastas consecuencias
¿Dónde se encuentran las salidas a esta situación?
Para salir de esta crisis, me parece que es necesario replantear los fundamentos y regresar a las ideas anteriores a la invasión de 1915 para definir el proyecto de nación y que tenga vigencia frente a los desafíos del siglo XXI. Ese proyecto debe sostenerse en apoyo solidario y la integración con los países del Caribe y del resto de América Latina.
El pueblo haitiano siempre se ha definido como solidario, desde su contribución a Simón Bolívar en las luchas por la independencia hasta el aporte en la independencia de los propios Estados Unidos.
Esta vocación de solidaridad se mantiene y debería complementarse con el apoyo solidario del resto de los países latinoamericanos, pero no a través de la intervención militar.
Finalmente ¿cuáles son las alternativas de los movimientos populares frente a las próximas elecciones de octubre y noviembre?
Lamentablemente el cuadro es muy oscuro, en primer lugar porque hay un atraso técnico que hace pensar que es muy difícil que se hagan las elecciones en los plazos previstos.
Por otra parte, el ambiente de inseguridad nos hace pensar que serán elecciones muy limitadas en cuanto a la participación y que obtendrá como resultado que los representantes elegidos tengan una legitimidad muy restringida e insuficiente como para emprender reformas y cambios sustanciales.
El proceso electoral estará absolutamente controlado por la Minustah, la OEA y los Estados Unidos. La entidad nacional designada por la Constitución para coordinar las elecciones está siendo absolutamente desplazada por agentes externos. La percepción que tenemos en Haití sobre los comicios es totalmente negativa, porque parecen en realidad las elecciones de ellos y no las del pueblo de Haití.
Dentro de las fuerzas progresistas hay todo un debate en torno a esto y pensamos que en pocos días vamos a definir una posición consensual sobre la coyuntura electoral.