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“La doctrina del choque” de Naomi Klein

El desastre como medio de imponer el libre mercado: Los Chicago Boys en Chile, el 11-S, la guerra en Iraq. Katrina en Nueva Orleans, la tortura…

Fuentes: DemocracyNow!

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El golpe de Pinochet en Chile. La masacre de la Plaza Tiananmen. El colapso de la Unión Soviética. El 11 de septiembre de 2001. La guerra contra Iraq. El tsunami asiático y el huracán Katrina. La galardonada periodista de investigación Naomi Klein reúne todos estos eventos que cambiaron el mundo en su nuevo libro: «The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism» [La doctrina del choque: El auge del capitalismo del desastre]. (Más información en NaomiKlein.org.) En su primera entrevista por radio desde su publicación, Klein se nos une en nuestro estudio en la estación de bomberos durante una hora. Klein escribe: «La historia del mercado libre contemporáneo fue escrita en choques.» Argumenta que «Algunas de las violaciones de los derechos humanos más infames de los últimos treinta y cinco años, que han tendido a ser vistas como actos sádicos realizados por regímenes antidemocráticos, fueron en realidad cometidas con la intención deliberada de aterrorizar al público o fueron aprovechadas activamente para preparar el terreno para la introducción de reformas radicales de libre mercado.»

El economista Milton Friedman dijo una vez: «Sólo una crisis produce un verdadero cambio. Cuando esa crisis ocurre, las acciones que son emprendidas dependen de las ideas que existen por ahí.» Naomi Klein examina algunas de las ideas que considera más peligrosas – la economía friedmanita – y denuncia cómo eventos catastróficos son extremadamente beneficiosos para las corporaciones y al mismo tiempo han permitido que los gobiernos impongan lo que ella llama el «capitalismo del desastre.»

Quiero comenzar transmitiendo pasajes de un breve documental co-escrito por Naomi Klein y el director de «Children of Men» Alfonso Cuarón. Es dirigido por el hijo de Cuarón, Jonás. También se llama «The Shock Doctrine» y fue estrenado la semana pasada en festivales de cine en Venecia y Toronto.

* Película breve «The Shock Doctrine,» de Alfonso Cuarón y Naomi Klein, dirigida por Jonás Cuarón.

Haga clic para ver toda la película [en inglés]

TRANSCRIPCIÓN NO EDITADA

NOTICIARIO: Los años cuarenta han sido una década de progresos y desarrollos en la medicina y la psiquiatría. Los científicos han desarrollado una nueva tecnología para curar a adultos enfermos mentales. Con el uso de electrochoques, las mentes de pacientes enfermos son borradas, otorgándoles un nuevo comienzo. En esta pizarra vacía, los médicos pasan a grabar una nueva personalidad saludable.

NAOMI KLEIN: Rehacer a la gente, darles choques para que obedezcan. Ésta es una historia sobre esa poderosa idea. En los años cincuenta, atrajo la atención de la CIA. La agencia financió una serie de experimentos. Con ellos produjo un manual secreto sobre cómo quebrantar a prisioneros. La clave fue el uso de choques para reducir a adultos a un estado infantil.

TEXTO: La siguiente narrativa ha sido seleccionada de los manuales de interrogatorios de la CIA de 1963 y 1983.

NARRATIVA: Es una hipótesis fundamental de este manual que se trata de técnicas que son, esencialmente, métodos para inducir la regresión de la personalidad. Hay un intervalo, que puede ser extremadamente breve, de animación suspendida, una especie de choque psicológico o parálisis. Los interrogadores experimentados reconocen este efecto cuando aparece y saben que en este momento la fuente está mucho más abierta a la sugestión, mucho más dispuesta a obtemperar de lo que estaba antes de experimentar el choque.

NAOMI KLEIN: Pero estas técnicas no sólo funcionan con individuos; pueden funcionar con sociedades enteras: un trauma colectivo, una guerra, un golpe, un desastre natural, un ataque terrorista, nos colocan a todos en un estado de choque. Y en el período subsiguiente, como el prisionero en la cámara de interrogatorio, también nosotros nos convertimos en infantiles, más inclinados a seguir a dirigentes que pretenden protegernos.

Una persona que comprendió temprano este fenómeno fue el famoso economista de nuestra era, Milton Friedman. Friedman creía en una visión radical de la sociedad en la que los beneficios y el mercado impulsan todos los aspectos de la vida, desde las escuelas a la atención sanitaria, incluso al ejército. Instó a abolir todas las protecciones comerciales, a desregular todos los precios y a eviscerar los servicios públicos.

Estas ideas siempre han sido tremendamente impopulares, y es comprensible. Causan olas de desempleo, hacen aumentar desproporcionadamente los precios, y hacen que la vida sea más precaria para millones de personas. Al no poder hacer que su agenda se impusiera democráticamente, Friedman y sus discípulos fueron atraídos al poder del choque.

NARRATIVA: El sujeto debe ser bruscamente despertado y hay que vendarle de inmediato los ojos y colocarle esposas. Cuando son arrestados en esta situación, la mayoría de los sujetos experimentan intensos sentimientos de choque, inseguridad y estrés psicológico. La idea es impedir que el sujeto descanse y se recupere del choque.

NAOMI KLEIN: Friedman comprendió que, igual como los prisioneros son ablandados para el interrogatorio por el choque de su captura, los desastres masivos podrían servir para ablandarnos para su cruzada radical de libre-mercado. Aconsejó a los políticos que de inmediato después de una crisis, debieran imponer de una vez todas las políticas dolorosas, antes de que la gente pueda recuperarse. Llamó este método «tratamiento de choque económico.» Yo lo llamo «la doctrina del choque.»

Si se vuelven a considerar los eventos icónicos de nuestra era, se encontrará detrás de muchos de ellos el funcionamiento de esta lógica. Es la historia secreta del libre mercado. No nació en la libertad y la democracia; nació en el choque.

NARRATIVA: El aislamiento, tanto físico como psicológico, debe ser mantenido desde el momento del arresto. La capacidad de resistencia es disminuida por la desorientación. Los prisioneros deben mantener silencio en todo momento. Nunca se les debe permitir que hablen entre ellos.

NAOMI KLEIN: Hay una cosa más que he aprendido en mis estudios de los estados de choque: el choque se pasa. Es, por definición, un estado temporal. Y la mejor manera de mantenerse orientado, de resistir el choque, es saber lo que le está sucediendo a uno y por qué.

AMY GOODMAN: Me alegra que esté con nosotros, Naomi. ¿Por qué no comienza por hablar sobre lo que considera exactamente que es la doctrina del choque?

NAOMI KLEIN: Bueno, la doctrina del choque, como todas las doctrinas, es una filosofía de poder. Es una filosofía sobre cómo lograr sus propios objetivos políticos y económicos. Y es una filosofía que sostiene que la mejor manera, la mejor oportunidad, para imponer ideas radicales de libre-mercado es en el período subsiguiente después de un gran choque. Ahora bien, ese choque podría ser una catástrofe económica. Podría ser un desastre natural. Podría ser un ataque terrorista. Podría ser una guerra. Pero la idea, como acabáis de ver en la película, es que esas crisis, esos desastres, esos choques ablandan a sociedades enteras. Las dislocan. La gente se desorienta. Y se abre una ventana, exactamente como la ventana en la cámara de interrogatorio. Y en esa ventana, se puede introducir lo que los economistas llaman la «terapia de choque económico.» Es una especie de extrema cirugía de países enteros. Es todo de una vez. No es, sabe, una reforma por aquí, otra reforma por allá, sino el tipo de cambio radical que vimos en Rusia en los años noventa, que Paul Bremer trató de imponer en Iraq después de la invasión. De modo que eso es la doctrina del choque.

Y no significa que se pretenda que los derechistas en una época contemporánea sean los únicos que han explotado alguna vez una crisis, porque esta idea de explotar una crisis no es única en cuanto a esta ideología en particular. Los fascistas los han hecho. Los comunistas estatales lo han hecho. Pero se trata de un intento de comprender mejor la ideología con la que vivimos, la ideología dominante de nuestros días, que es la economía de mercado desinhibida.

AMY GOODMAN: Explique quién es Milton Friedman, al que arrostra enérgicamente en este libro.

NAOMI KLEIN: Bueno, arrostro a Milton Friedman porque es el símbolo de la historia que estoy tratando de cuestionar. Milton Friedman murió el año pasado. Murió en 2006. Y cuando murió, vimos como lo describieron en tributos muy pomposos como si fuera probablemente el intelectual más importante del período de la posguerra, no sólo el economista más importante, sino el intelectual más importante. Y considero que se puede construir un argumento contundente en ese sentido. Fue consejero de Thatcher, de Nixon, de Reagan, del actual gobierno de Bush. Dio clases a Donald Rumsfeld en los primeros días de su carrera. Asesoró a Pinochet en los años setenta. También asesoró al Partido Comunista de China en el período clave de reforma a fines de los años ochenta. Así que tuvo una influencia enorme. Y hablé el otro día con alguien quien lo describió como el Karl Marx del capitalismo. Y creo que no es una mala descripción, aunque estoy segura de que a Marx no le habría gustado demasiado. Pero fue realmente un popularizador de estas ideas.

Tenía una visión de la sociedad, en la que el único papel aceptable para el Estado es implementar contratos y proteger fronteras. Todo lo demás debe ser abandonado por completo al mercado, sea la educación, los parques nacionales, la oficina de correos, todo lo que podría producir un beneficio. Y realmente vio, supongo, que las compras – la compra y la venta – constituyen la forma más elevada de democracia, la forma más elevada de la libertad. Y su libro más conocido fue «Capitalism and Freedom» [Capitalismo y libertad].

De modo que cuando murió el año pasado, a todos nos sirvieron un recuento de la versión oficial de cómo esas ideas radicales de libre-mercado llegaron a dominar el mundo, cómo barrieron por la antigua Unión Soviética, Latinoamérica, África, cómo esas ideas triunfaron durante los últimos treinta y cinco años. Y me impresionó tanto, porque yo estaba escribiendo este libro, que nunca habíamos oído hablar de violencia, y nunca oímos hablar de crisis, y nunca oímos hablar de choques. Quiero decir, la historia oficial es que estas ideas triunfaron porque deseábamos que así fuera, que el Muro de Berlín cayera, y la gente exigió tener sus Big Macs junto con su democracia. Y la historia oficial del auge de esta ideología pasa de Margaret Thatcher diciendo: «No hay alternativa,» a Francis Fukuyama diciendo: «La historia ha terminado. El capitalismo y la libertad van mano en mano.»

Y por lo tanto, lo que trato de hacer con este libro es contar la misma historia, las coyunturas cruciales en las que esta ideología ha dado un salto adelante, pero reinserto la violencia, reinserto los choques, y digo que existe una relación entre las masacres, entre las crisis, entre los grandes choques y golpes duros contra países y la capacidad de imponer políticas que son realmente rechazadas por la vasta mayoría de la gente de este planeta.

AMY GOODMAN: Naomi, usted habla de Milton Friedman. Expándalo a la «Escuela de Chicago.»

NAOMI KLEIN: Correcto. De modo que la influencia de Milton Friedman proviene de su papel como el popularizador real de lo que es conocido como la «Escuela de Economía de Chicago.» Enseñó en la Universidad de Chicago. Estudió, en realidad, en la Universidad de Chicago, y luego pasó a ser profesor allí mismo. Su mentor fue uno de los economistas más radicales del libre mercado de nuestra época, Friedrich von Hayek, quien también enseñó durante un tiempo en la Universidad de Chicago.

Y la Escuela de Economía de Chicago realmente representa esta contrarrevolución contra el Estado de bienestar. En los años cincuenta, Harvard y Yale y las 8 escuelas más prestigiosas de EE.UU. tendían a estar dominadas por economistas keynesianos, gente como el difunto John Kenneth Galbraith, que creía enérgicamente que después de la Gran Depresión, era crucial que la economía sirviera como una fuerza moderadora del mercado, que suavizara sus aristas. Y esto fue realmente el nacimiento del Nuevo Trato, del Estado de bienestar, todas esas cosas que actualmente hacen que el mercado sea menos brutal, sea alguna especie de sistema público de salud, seguro de desempleo, asistencia social, etc. Fue realmente – el período de posguerra fue un período de tremendo crecimiento económico y prosperidad en este país y en todo el mundo, pero realmente afectó los márgenes de beneficio de la gente más acaudalada en EE.UU., porque fue el período en el que la clase media realmente creció y explotó.

Así que la importancia del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago es que realmente fue un instrumento de Wall Street, que financió muy, muy, considerablemente a la Universidad de Chicago. Walter Wriston, el jefe de Citibank, era muy amigo de Milton Friedman, y la Universidad de Chicago se convirtió en una especie de zona cero de esta contrarrevolución contra el keynesianismo y el Nuevo Trato para desmantelarlo. De modo que en los años cincuenta y sesenta, fue visto como muy, muy, marginal en EE.UU., porque el gran gobierno y el Estado de bienestar y todas esas cosas que se han convertido en algo como palabrotas en nuestro léxico gracias a la Escuela de Chicago – no tuvieron acceso a las salas del poder.

Pero eso comenzó a cambiar. Comenzó a cambiar cuando Nixon fue elegido, porque Nixon siempre estuvo muy unido a Milton Friedman, aunque Nixon decidió no abrazar esas políticas en el interior, porque se dio cuenta de que perdería la próxima elección. Y creo que aquí es donde se ve por primera vez la incompatibilidad de estas políticas de libre mercado con una democracia, con la paz, porque cuando Nixon fue elegido, Friedman fue introducido como asesor – contrató a todo un grupo de economistas de la Escuela de Chicago. Y Milton Friedman escribe en sus memorias que pensó que por fin había llegado su hora. Los trajeron desde los márgenes, y esta especie de grupo revolucionario de contrarrevolucionarios iba finalmente a desmantelar el Estado de bienestar en EE.UU. Y lo que sucedió en realidad es que Nixon, miró alrededor, consideró los sondeos y se dio cuenta de que si hacía lo que aconsejaba Milton Friedman, perdería con seguridad la próxima elección. Y por lo tanto, hizo lo peor posible, según la Escuela de Chicago: imponer controles de salarios y precios.

Y la ironía es que dos figuras clave de la Escuela de Chicago, Donald Rumsfeld, que había estudiado con Friedman como una especie de – supongo que en cierto modo fue como oyente a sus cursos; no estuvo matriculado como estudiante, pero describe su período como estudio a los pies de genios, y se describe como «joven cachorro» en la Universidad de Chicago – y George Shultz fueron las dos personas que impusieron controles de salarios y precios bajo Nixon y cuando Nixon declaró: «Ahora somos todos keynesianos.» Así que para Friedman esto constituyó una terrible traición, y también lo hizo pensar en que tal vez no se podía imponer esas políticas en una democracia. Y Nixon dijo genialmente: «Ahora somos todos keynesianos,» pero la pega es que no impuso esas políticas en el interior del país, porque le habrían costado la próxima elección, y Nixon fue reelegido con un margen de un 60% después de imponer controles de salarios y precios. Pero desató a la Escuela sobre Latinoamérica y convirtió a Chile, bajo Augusto Pinochet, en un laboratorio para esas ideas radicales, que no eran compatibles con la democracia en EE.UU. pero infinitamente posibles bajo una dictadura en Latinoamérica.

AMY GOODMAN: Explique lo que ocurrió en Chile.

NAOMI KLEIN: Bueno, creo que los televidentes y auditores de Democracy Now! conocen ese capítulo en la historia, que fue que después de la elección de Salvador Allende, la elección de un socialista democrático, en 1970, hubo un complot para derrocarle. Nixon dijo genialmente: «Que la economía grite.» Y el complot tuvo numerosos elementos, un embargo, etc. y finalmente el apoyo para el golpe de Pinochet el 11 de septiembre de 1973. Y escuchamos hablar a menudo de los Chicago Boys en Chile, pero no escuchamos tantos detalles sobre quiénes fueron en realidad.

Y por lo tanto, lo que hago en el libro es volver a contar ese capítulo de la historia, pero, para mí, la agenda económica del gobierno de Pinochet es mucho más frente y centro, porque pienso que conocemos los abusos de los derechos humanos, sabemos las redadas realizadas por Pinochet, cómo llevó a la gente a los estadios, las ejecuciones sumarias, la tortura. Sabemos algo menos sobre el programa económico que impuso en la ventana de oportunidad que le brindó el choque de ese golpe. Y es donde encaja en la tesis de la doctrina del choque.

Pienso que si se observa a Chile – y por eso pasé un buen tiempo en el libro observándolo y examinándolo – vemos a Iraq. Vemos a Iraq actual. Vemos tantas similitudes entre la intersección de una crisis manufacturada y la imposición posterior inmediata de una terapia de choque económico radical. De modo que pienso en la especie de paralelos entre el período de Paul Bremer en Iraq, cuando fue a Bagdad mientras la ciudad todavía ardía y simplemente – ya sabe, llegué al programa en la época hablando de como había desgarrado toda la arquitectura económica del país y la había convertido en este laboratorio de las políticas de libre mercado más radicales posibles.

Bueno, en Chile, el 11 de septiembre de 1973, mientras los tanques rodaban por las calles de Santiago, mientras el palacio presidencial ardía y Salvador Allende yacía muerto, hubo un grupo de así llamados «Chicago Boys,» que eran economistas chilenos que habían sido llevados a la Universidad de Chicago para estudiar con una beca total del gobierno de EE.UU. como parte de una estrategia deliberada para tratar de orientar hacia la derecha a Latinoamérica, después de que se había ido tan lejos hacia la izquierda. Fue un programa muy ideológico financiado por el gobierno de EE.UU., parte de lo que el ex ministro de exteriores de Chile llama «un proyecto de transferencia ideológica deliberada,» es decir, llevar a esos estudiantes a esa escuela muy extrema en la Universidad de Chicago e indoctrinarlos en un tipo de economía que era marginal en EE.UU. en la época y luego enviarlos a casa como guerreros ideológicos.

De modo que este grupo de economistas, que habían fracasado en el intento de ganar a los chilenos para sus puntos de vista cuando sólo formaban parte de un debate abierto, se quedaron en vela toda esa noche, el 11 de septiembre de 1973, y fotocopiaron un documento llamado «el ladrillo.» Es conocido como «El Ladrillo.» Y lo que era, era el programa económico para el gobierno de Pinochet. Y tiene esas sorprendentes similitudes, Amy, con la estrategia electoral de George Bush en 2000 – la plataforma electoral. Habla de una sociedad de propiedad, de la privatización de la Seguridad Social, de escuelas por contrato, impuesto de tipo único. Todo esto proviene directamente del guión de Milton Friedman. El documento estuvo en el escritorio de los generales el 12 de septiembre, cuando llegaron al trabajo el día después del golpe, y fue el programa para el gobierno de Pinochet.

Así que lo que hago en el libro es decir que estas dos cosas no constituyen una coincidencia. Cuando Pinochet murió – también murió – poco antes que Milton Friedman – escuchamos – o, en realidad, murió poco después de Milton Friedman – escuchamos esta narrativa en sitios como el Washington Post y el Wall Street Journal, que decía: «Por cierto, desaprobamos sus violaciones de los derechos humanos,» y hacía como si hicieran gestos de desaprobación ante las atrocidades que sabemos en Chile, «pero en la economía fue sensacional,» como si no hubiera conexión entre la revolución de libre mercado que pudo imponer y las extraordinarias violaciones de los derechos humanos que tuvieron lugar al mismo tiempo. Y lo que hago en el libro, y lo que hacen muchos latinoamericanos en su trabajo, es conectar evidentemente las dos cosas y decir que habría sido imposible imponer este programa económico sin la extraordinaria represión y la demolición de la democracia.

AMY GOODMAN: Hablemos del choque en el sentido de la tortura. Es donde usted comienza diciendo: «Vacío es hermoso.» Háblenos de eso.

NAOMI KLEIN: Bueno, comienzo el libro estudiando dos laboratorios para la doctrina del choque. Como dije anteriormente, considero diferentes formas de choque. Uno es el choque económico, y el otro es el choque corporal, los choques a la gente. Y no van siempre juntos, pero lo han estado en las coyunturas cruciales. Es el choque de la tortura.

Así que uno de los laboratorios para esta doctrina fue la Universidad de Chicago en los años cincuenta, cuando todos esos economistas latinoamericanos fueron entrenados para convertirse en terapeutas del choque económico. Otro – y no se trata de una especie de grandiosa conspiración, de que todo haya sido planificado, pero hubo otra escuela, que sirvió como una especie diferente de laboratorio del choque, que fue la Universidad McGill en los años cincuenta. La Universidad McGill fue el zona cero para los experimentos que la CIA financió para comprender cómo – básicamente cómo torturar.

Quiero decir, fue llamado «control de la mente» en la época o «lavado de cerebros» en la época, pero ahora comprendemos, gracias al trabajo de gente como Alfred McCoy, quien ha estado invitado en su programa, que lo que investigaban realmente en los años cincuenta bajo el programa MK-ULTRA, cuando hubo esos experimentos en electrochoques extremos, LSD, PCP, extrema privación sensorial, sobrecarga sensorial, que lo que realmente se desarrollaba era el manual que ahora podemos ver utilizado en Guantánamo y Abu Ghraib. Es un manual para deshacer personalidades, para la regresión total de personalidades, y la creación de esa ventana de oportunidad en la que las personas son muy sugestionables, como vimos en la película. Así que McGill, en parte porque creo que la CIA consideraba que era más fácil realizar esos experimentos fuera de EE.UU. –

AMY GOODMAN: McGill en Montreal.

NAOMI KLEIN: McGill en Montreal. En aquel entonces, el jefe de psiquiatría era un individuo llamado Ewen Cameron. En realidad se trataba de un ciudadano estadounidense. Fue anteriormente jefe de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, lo que creo que es bastante relevante en cuanto a los debates que tienen lugar ahora mismo sobre las complicidades en la profesión psiquiátrica con las actuales técnicas de interrogatorio. Ewen Cameron era jefe de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense. Fue a McGill para ser jefe de psiquiatría y para dirigir un hospital llamado el Allan Memorial Hospital, que era un hospital psiquiátrico.

Recibió financiamiento de la CIA, y convirtió el Allan Memorial Hospital en su laboratorio extraordinario para lo que ahora consideramos técnicas alternativas de interrogatorio. Dosificó a sus pacientes con esos extraños cócteles de drogas, como LSD y PCP. Los hizo dormir, en una especie de estado comatoso hasta durante un mes. Puso a algunos de sus pacientes en una privación sensorial extrema, y la intención era que perdieran la idea del tiempo y el espacio.

Y lo que creía Ewen Cameron, o por lo menos lo que decía que creía, era que toda enfermedad mental es aprendida más tarde en la vida, que esos eran patrones que se establecían más adelante en la vida. Era un psicólogo conductual. Y así, en lugar de llegar a la raíz de esos problemas y de tratar de comprenderlos, creía que la manera de tratar la enfermedad mental era tomar a pacientes adultos y reducirlos a un estado infantil. Y es un hecho bien conocido – y era bien conocido en la época – que uno de los efectos colaterales de la terapia de electrochoque era la pérdida de la memoria. Y esto era algo que era considerado, realmente, como un problema por la mayoría de los doctores, porque los pacientes eran tratados, pueden haber informado sobre algunos resultados positivos, pero olvidaban toda clase de cosas sobre su vida. Ewen Cameron estudió esta investigación y pensó: «¡Ajá!, esto es bueno,» porque creía que eran los patrones que eran establecidos más adelante en la vida, que si podía hacer volver a los pacientes a un estado infantil, antes de que incluso poseyeran el lenguaje, antes de que supieran quienes eran, entonces esencialmente podía volver a criarlos, y entonces podría convertirlos en personas sanas. Así que ésta es la idea que atrajo la atención de la CIA, esta idea de inducir deliberadamente una regresión extrema.

AMY GOODMAN: Hable de la mujer a la que visitó en la casa de reposo, que había pasado por esto.

NAOMI KLEIN: Sí. Comienzo el libro con el perfil de una mujer llamada Gail Kastner. Gail Kastner fue una de las pacientes de Ewen Cameron. Y leí sobre ella porque demandó con éxito al gobierno canadiense, que también financió a Ewen Cameron. Leí sobre su proceso, que acababa de lograr una importante victoria: recibió una indemnización porque había sido utilizada como conejillo de Indias en esos experimentos sin su conocimiento.

Así que la llamé, en realidad obtuve su número de la guía telefónica. Y primero se mostró extremadamente reticente de hablar. Dijo que odiaba a los periodistas, y que le era muy difícil hablar al respecto, porque volvería a vivir todas esas experiencias. Y yo dije, bueno – ella dijo: «¿De qué quiere que hable?» Y yo dije: «Bueno, acabo de volver de Iraq» y fue en 2004 – «y siento como que algo le ha sido hecho a usted, la filosofía de lo que le hicieron a usted, tiene algo que ver con lo que vi en Iraq, que fue ese deseo de dejar en blanco a un país y volver a comenzar de cero. E incluso pienso que algo de lo que vemos en Guantánamo con ese intento de imponer una regresión a los prisioneros mediante la privación sensorial y rehacerlos se relaciona también con lo que le sucedió a usted.» Y hubo una larga pausa. Y dijo: «Bueno, venga a verme.»

Así que volé a Montreal, y pasamos el día hablando, y compartió su historia conmigo. Habla de sus sueños eléctricos, es decir, no posee muchos recuerdos de lo que le sucedió en este período, porque sufrió un choque tan extraordinario y borró su memoria. Regresó al punto en el que chupaba su pulgar, orinaba en el suelo, no sabía quién era, y no tenía ningún recuerdo de eso, ningún recuerdo de que hubiera sido hospitalizada. Sólo se dio cuenta, creo, veinte años después, cuando leyó un artículo sobre un grupo de otros pacientes que habían demandado exitosamente a la CIA. Y extrajo unas pocas líneas en los artículos de la prensa – regresión, pérdida de lenguaje – y pensó: «Un momento, esto me suena como si fuera yo. Me suena como lo que he oído decir sobre mi persona.» Y así, fue y consultó a su familia: «¿Estuve alguna vez en el Allan Memorial Hospital?» Y primero lo negaron, y luego lo admitieron. Pidió su archivo, y leyó que, sí, había sido admitida por el doctor Ewen Cameron, y vio todos esos tratamientos extraordinarios a los que había sido sometida.

AMY GOODMAN: Usted habló de Chile, hablemos de Iraq, de la privatización de la guerra en Iraq.

Hoy tenemos esta noticia urgente de Iraq. El gobierno iraquí dice que anula la licencia de la compañía de seguridad estadounidense Blackwater por su participación en un tiroteo fatal en Bagdad el domingo. El portavoz del Ministerio del Interior, Abdul-Karim Khalaf, dijo que ocho civiles fueron muertos y trece heridos, cuando contratistas de seguridad, que se cree trabajan para Blackwater EE.UU. abrieron fuego en un vecindario predominantemente suní en el oeste de Bagdad. Khalaf dijo: «Hemos anulado la licencia de Blackwater y les impedimos que trabajen en todo el territorio iraquí. También pasaremos a los involucrados a las autoridades judiciales iraquíes.» No quedó en claro de inmediato si la medida contra Blackwater va a ser temporal o permanente. Naomi Klein, siga de ahí.

NAOMI KLEIN: Bueno, es una noticia extraordinaria. Quiero decir, es realmente la primera vez que una de esas firmas mercenarias puede ser realmente considerada responsable. Sabe, como ha escrito Jeremy Scahill en su increíble libro «Blackwater: The Rise of the [World’s] Most Powerful Mercenary Army,» el verdadero problema es que no ha habido procesamientos. Esas compañías trabajan en esa zona absolutamente gris y, o son boy scouts y nada ha ido mal, lo que no corresponde en nada a lo que sabemos sobre la forma como se comportan en Iraq y al tipo de vídeos que hemos visto en línea sobre sus ejercicios de tiro contra civiles iraquíes, o la ilegalidad y la inmunidad con la que trabajan las han protegido. Así que si esto significa – si el gobierno iraquí realmente va a expulsar a Blackwater de Iraq, podría ser realmente un hito en cuanto a someter a esas compañías a la ley y cuestionar toda la premisa de por qué se ha permitido que tenga lugar este nivel de privatización y de ilegalidad.

Pero, sabe, mencioné que Donald Rumsfeld fue estudiante de Milton Friedman en los años sesenta, realmente, y el hecho sobre Donald Rumsfeld es que realmente fue más allá que su mentor, porque Milton Friedman, como dije anteriormente, creía que el único papel aceptable para el gobierno, era el mantenimiento del orden, eran las fuerzas armadas. Es lo único que pensaba realmente que debía hacer el gobierno; todo lo demás debía ser privatizado. Donald Rumsfeld estudió con Friedman, lo vio como un mentor, celebraba su cumpleaños con él todos los años, pero realmente llevó el asunto un paso más lejos, porque Rumsfeld creía que, realmente, el trabajo de mantenimiento del orden y del combate en la guerra también podía ser privatizado y subcontratado. Y lo dejó bien claro.

Esta fue realmente su misión de transformación, que pienso que no es comprendida realmente, lo radical que fue. Sabe, escuchamos esta frase, y escuchamos a Bush elogiando a Rumsfeld por su visión radical de la transformación de las fuerzas armadas, y todo es esa especie de clichés que son difíciles de comprender, pero si miramos lo que fue el historial de Rumsfeld, fue que – sabe, escribo en el libro que lo que realmente hizo – se trata de alguien quien, después que dejó el gobierno de Ford, pasó un par de decenios trabajando en los negocios y realmente se consideraba un hombre de la nueva economía.

Y, es algo en lo que pienso que la investigación que hice para «No Logo» realmente se entrecruza con esta etapa del capitalismo del desastre en el que estamos ahora mismo, porque Rumsfeld aprovechó la revolución en la percepción de marcas de los años noventa, en la proyección de marcas corporativos, en la que – y de eso es lo que escribí en «No Logo,» en la que estaban todas esas compañías que solían producir productos y anunciaron con gran fanfarria que ya no producen productos, producen marcas, producen imágenes, y pueden dejar que otros, algo como contratistas inferiores, hagan el trabajo sucio de fabricar realmente cosas. Y esa fue la especie de revolución en la subcontratación, y ése fue el paradigma de la corporación hueca.

Rumsfeld proviene en mucho de esa tradición. Y cuando se estableció como Secretario de Defensa, llegó como lo hace un nuevo director general de la nueva economía que va a realizar una de esas reestructuraciones radicales. Pero lo que hizo fue tomar esa filosofía de esta revolución en el mundo corporativo y aplicarla a las fuerzas armadas. Y lo que supervisó fue el ahuecamiento de las fuerzas armadas estadounidenses, en el que esencialmente el papel del ejército es crear la percepción de marca, es mercadear, es proyectar la imagen de fuerza y dominación en el globo – pero subcontratando cada función, de la atención sanitaria – suministrando la atención sanitaria a los soldados – a la construcción de bases militares, que ya estaba ocurriendo durante el gobierno de Clinton, al papel extraordinario que Blackwater ha jugado y compañías como DynCorp, que – como sabe, como ha informado Jeremy, participan realmente en combates.

AMY GOODMAN: Y, en realidad, Blackwater que trabaja con soldados de Pinochet, pero en Iraq.

NAOMI KLEIN: Sí, y quiero decir, esto es – vemos esas capas de continuidad. Quiero decir, Paul Bremer fue asesor de Kissinger durante el gobierno de Nixon cuando el apoyo para Pinochet fue tan fuerte. Así que existen todas esas capas de continuidad histórica. Y por eso, supongo, mi motivación para escribir el libro fue – no ha habido responsabilización por esos crímenes. Y en Latinoamérica, ha habido comisiones de la verdad, ha habido juicios. Los que estuvieron al centro de esta transformación muy violenta, mucho de ellos han sido realmente responsabilizados. No todos, pero muchos de ellos han sido realmente responsabilizados, si no en los tribunales, por lo menos ciertamente en una profunda e importante discusión pública de verdad y reconciliación. Pero en este país, eso nunca ocurrió, a pesar de que ha habido mucha información maravillosa de investigación. Y porque nunca ha habido alguna responsabilización, los mismos actores siguen realmente haciendo lo mismo ahora.

AMY GOODMAN: Hable, Naomi Klein, sobre la destrucción de Iraq. Hable sobre «Choque y Pavor,» la terapia económica de choque de Paul Bremer, el choque de la tortura, así como la fusión de todas estas cosas en Iraq.

NAOMI KLEIN: Sí, bueno, como dijera, en Chile vemos esta fórmula de triple choque y de tortura como imposición de estas políticas. Y pienso que vemos la misma fórmula de triple choque en Iraq. El primero fue la invasión, la invasión militar de choque-y-pavor de Iraq. Y si se lee el manual, el manual militar que explicó la teoría de choque-y-pavor – mucha gente piensa en el tema sólo como si se tratara de un montón de bombas, un montón de misiles, pero es realmente una doctrina psicológica, que en sí es un crimen de guerra, porque dice muy brutalmente que durante la primera Guerra del Golfo el objetivo fue atacar la infraestructura militar de Sadam; pero bajo una campaña de choque-y-pavor, el objetivo es la sociedad a escala mayor. Es una cita de la doctrina de choque-y-pavor.

Ahora, el ataque de sociedades a escala mayor es castigo colectivo, lo que constituye un crimen de guerra. No está permitido que los ejércitos ataquen a las sociedades a escala mayor; sólo está permitido que ataquen a los ejércitos. Así que esta fue – la doctrina es de verdad bastante sorprendente, porque habla de – habla de privación sensorial a escala masiva. Habla de cegar, de cortar los sentidos, a toda una población. Y lo vimos durante la invasión, el apagón de las luces, el corte de toda comunicación, el enmudecimiento de los teléfonos, y luego los saqueos, que no creo realmente que hayan formado parte de la estrategia, pero imagino que no hacer nada sí formó de alguna manera parte de la estrategia porque, por cierto, sabemos que hubo toda clase de advertencias de que había que proteger los museos y las bibliotecas y no se hizo nada. Y luego tenemos la famosa declaración de Donald Rumsfeld cuando fue confrontado con este hecho: «Cosas pasan.»

Así que, fue, pienso – fue esta idea porque el objetivo era, usando la famosa frase del columnista del New York Times, Thomas Friedman, no construir la nación, sino «crear la nación,» que es una idea extraordinariamente violenta, si uno se detiene y piensa en lo que significa crear una nación en una nación que ya existe, algo tiene que suceder a la nación que ya estaba allí, y hablamos de una cultura tan antigua como la civilización en sí. De modo que pienso que porque esta fue su idea de que partiríamos de cero y esta idea que es a menudo descrita en los medios de EE.UU. como idealista, de querer construir una nación modelo en el corazón del mundo árabe que se extendería a los países vecinos y llevaría a una apertura, esta idea de construir una nación modelo es – tiene toda clase de ecos coloniales. Realmente no puede ser hecho sin algún tipo de limpieza. Y por lo tanto, pienso que la facilidad, el nivel de acomodamiento con los saqueos, con la borradura de la historia iraquí, tienen que ser vistos con la visión de: Bueno, recomenzamos de cero. Así que todo lo que ya está allí constituye sólo un obstáculo. Así que lo cargamos en camiones y lo vendemos en Siria y Jordania, lo que de alguna manera facilita la tarea. Y por lo tanto, creo que vimos lo mismo a muchos, muchos niveles.

AMY GOODMAN: Naomi Klein, ¿cómo encaja Abu Ghraib en este cuadro?

NAOMI KLEIN: Bueno, cito a Richard Armitage en el libro, diciendo que la teoría, que la teoría operativa en Iraq fue que los iraquíes quedarían tan desorientados por la guerra y por la caída de Sadam que serían fácilmente llevados del punto A al punto B. Ahora, como sabemos, no fue así. Y cuando Paul Bremer – cuando llegó Paul Bremer e hizo su cirugía radical del país, despidió a todo el servicio público iraquí – a gran parte de la administración iraquí, así como al ejército; declaró que abría a Iraq a los negocios, las importaciones baratas inundaron el país, las empresas iraquíes no pudieron competir. Ese primer verano, hubo una inmensa protesta pacífica ante la Zona Verde, y quedó en claro que simplemente no iba a ser posible llevar a los iraquíes del punto A al punto B.

Y después de eso, cuando apareció la primera resistencia armada en Iraq, la guerra fue llevada a las prisiones. Y esto también recuerda la visión de Donald Rumsfeld de ser esta especie de Secretario de Defensa director-general, porque, desde luego, como cualquier director general, escatimó personal para la guerra. Y no estaba en la posición, o la fuerza de ocupación estadounidense no estaba en posición, para encarar este dramático error de cálculo y esta especie de fantasía de que los iraquíes simplemente se comportarían y aceptarían esa terapia de choque económico y este – realmente este saqueo de su país. Así que cuando los iraquíes comenzaron a resistir, la represión de esa resistencia no pudo tener lugar en las calles, porque simplemente faltaba el poder personal.

Así que hicieron redadas de personas y las llevaron a las cárceles, y utilizaron la tortura, como fue utilizada en Latinoamérica, para enviar un mensaje a todo el país. Y la tortura es siempre – es tanto privada y pública al mismo tiempo. Y esto vale no importa quién la esté utilizando, el que para que la tortura funcione como un instrumento del terror estatal, no tiene que ver sólo con lo que sucede entre un interrogador y un prisionero; se trata también de enviar un mensaje a la sociedad en general: esto es lo os sucederá si os apartáis de la línea. Y creo que la tortura fue utilizada por la ocupación de EE.UU. de esa manera, no sólo para obtener información, sino como una advertencia al país.

AMY GOODMAN: Naomi, Quiero terminar esta parte de nuestra conversación realizando un viaje a la inversa. El presidente Bush acaba de ir del Bayou, de Nueva Orleans, a Bagdad. Volvamos atrás. Tanto usted como yo acabamos de estar en Nueva Orleans. También la vi hace dos años en Nueva Orleans, justo después del huracán. Coloque en este marco a Katrina y la reacción de EE.UU. ante el ahogamiento de la ciudad estadounidense.

NAOMI KLEIN: Bueno, Nueva Orleans es un ejemplo clásico de lo que llamo la doctrina del choque o capitalismo del desastre, porque hubo ese primer choque, que fue el ahogamiento de la ciudad. Y como sabe, ya que acaba de volver de Nueva Orleans, no fue – no fue un desastre natural. Y la gran ironía del caso es que realmente fue un desastre de esta misma ideología de la que estamos hablando, el abandono sistemático de la esfera pública.

Y pienso, que cada vez vamos a ver esto, cuando hay veinticinco años de continuo abandono de la infraestructura pública, y el esqueleto del Estado – el sistema de transporte, las carreteras, los diques – son débiles y frágiles. Y la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles ha calculado que poner en condiciones el esqueleto del Estado costaría 1,5 billones de dólares, porque está tan debilitado: los puentes, las carreteras y los diques.

Y por lo tanto, lo que tenemos es una especie de tormenta perfecta, en la que el debilitado Estado frágil se entrecruza con un clima cada vez más peor, el que diría que también forma parte de este mismo frenesí ideológico en busca de beneficios a corto plazo y crecimiento a corto plazo. Y cuando estos dos entran en colisión, viene un desastre. Y es lo que ocurrió en Nueva Orleans. Los diques frágiles se entrecruzan con el mal tiempo, aunque ni siquiera fue tan malo. El huracán de Categoría Cinco no llegó realmente al lugar.

Y pienso que, haciendo una digresión, ya que estamos en Nueva York, que otro ejemplo verdaderamente poderoso de lo que pasó exactamente este verano cuando las estaciones de metro se inundaron fue – todos se horrorizaron, porque no llovió tanto. Pero la infraestructura estaba tan debilitada por el continuo abandono. Y ¿cuál fue el titular en el New York Sun? «Vendan los metros.»

Primero se debilita la ideología, crea el desastre, y luego éste es utilizado como excusa para terminar la tarea, para privatizarlo todo, y es lo que sucedió en Nueva Orleans. Inmediatamente después que la ciudad se inundó, hubo esa campaña ideológica, la zona cero de la cual fue la Heritage Foundation en Washington, que siempre ha sido, supongo, el motor más poderoso por esta visión radical de libre mercado: es una tragedia, pero también es una oportunidad para rehacer por completo el Estado, es decir eliminarlo, como una explosión de escuelas por contrato – las escuelas públicas no fueron reabiertas. Fueron convertidas en escuelas por contrato. El hospital público, como el Charity Hospital, sigue cerrado con tablas. La vivienda pública – y es el ejemplo más dramático – esa horrible cita de un portavoz republicano: «No pudimos eliminar los proyectos de vivienda, pero Dios lo hizo diez días después de la ruptura de los diques.» Es lo que quiero decir con la doctrina del choque, esa idea de aprovechar un desastre para imponer una privatización radical.

AMY GOODMAN: Naomi, al terminar esta hora, ¿qué es lo que la horrorizó más al investigar la doctrina del choque?

NAOMI KLEIN: Me horrorizó que hay por ahí una reserva de literatura, que yo no sabía que existía, donde los economistas la admiten. Y es lo que supongo que es lo que más me excita en el libro es la cantidad de citas que tengo de propugnadores a muy alto nivel de la economía de libre mercado, todos desde Milton Friedman a John Williamson, quien es el hombre que acuñó la frase «el Consenso de Washington,» admitiendo entre ellos, no en público, sino entre ellos, en algo como documentos tecnocráticos, que nunca han podido imponer una cirugía radical de libre mercado si no hay una crisis en gran escala, es decir que la misma gente que propugna que el mito central de nuestra época, que la democracia y el capitalismo van mano en mano, sabe que se trata de una mentira, y lo admite por escrito.

AMY GOODMAN: Bueno, gente, habrá más. Continuaremos más adelante esta conversación y la presentaremos en una transmisión más adelante. Gracias, Naomi.

NAOMI KLEIN: Muchísimas gracias, Amy.

http://www.democracynow.org/article.pl?sid=07/09/17/1411235