Recomiendo:
0

Los desafío de Lugo

Fuentes: Rebelión

Los festejos que invaden Asunción se irán apagando. El tiempo que disponga Fernando Lugo para planificar su desembarco en el Palacio de López será determinante para su gestión. Es normal que, por la manera en que irrumpió en la escena política paraguaya, el futuro aparezca colmado de incógnitas. Lo concreto indica que Fernando Lugo accedió […]

Los festejos que invaden Asunción se irán apagando. El tiempo que disponga Fernando Lugo para planificar su desembarco en el Palacio de López será determinante para su gestión. Es normal que, por la manera en que irrumpió en la escena política paraguaya, el futuro aparezca colmado de incógnitas.

Lo concreto indica que Fernando Lugo accedió a la presidencia de Paraguay con más del 40% de los votos mediante una coalición de nueve partidos políticos que reflejan una vasta amplitud ideológica. Ese marco incluye tanto al izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS) como al conservador Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). ¿Cómo conjugará el gobierno los intereses de esas fuerzas?

Ahí mismo, en la propia concepción de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), comienzan las complejidades para Lugo. Sus acciones deberán respaldar ese discurso izquierdista que desarrolló durante la campaña. Sin embargo, el PLRA también es responsable de su llegada a la presidencia: le prestó un aceitado aparato electoral que le permitió consagrarse en las urnas, y también le dio un baño de institucionalismo a su figura que lo acercó a las clases más pudientes. El panorama es inmejorable para este partido centenario, que se convirtió en la segunda fuerza en la cámara de Senadores con la elección de 14 de sus miembros, detrás del Partido Colorado, que obtuvo 18 escaños.

La expectativa estará concentrada en el equilibrio que Lugo mantenga en esa puja de poder dentro de su propia alianza. El tono moderado que cultivó durante la campaña electoral no esconde la radicalidad de sus propuestas, y para semejantes apuestas, como la implementación de una reforma agraria, su llegada al gobierno aparece necesitada de mayor legitimidad. ¿Cómo distinguir entre los «votos legítimos» y los votos «anti colorados»?

Legitimidad y radicalidad pueden resultar términos tan antagónicos como complementarios. Bolivia es un claro ejemplo de la versatilidad de ambos conceptos. A pesar de que Evo Morales llegó al Palacio Quemado con más del 54 por ciento de los votos, su política su fundó en la radicalidad para mantener un apoyo popular que aún resulta mayoritario.

Otro Presidente del continente que utilizó métodos similares es Rafael Correa. El proceso de Ecuador es semejante al paraguayo. Correa también buscó la confrontación: convocó a una Asamblea Constituyente y suspendió las funciones del Parlamento. Al igual que Lugo, también había llegado poder como un outsider en enero de 2007 y en pocos meses se convirtió en uno de los líderes con mayor imagen positiva de la región. En ambos procesos la radicalidad generó tanta cohesión como polarización.

Pero en el caso paraguayo, la incógnita pasa por el equilibrio interno de APC, sobre todo por las dudas que genera el futuro del histórico Acción Nacional Republicana (ANR).¿Se unirán los colorados para articular la oposición o comenzará la depuración de ANR? La incertidumbre crece después de los cruces verbales que mantuvieron las distintas facciones internas. Luego de la derrota, Alberto Castiglioni, líder de la rebelde Vanguardia Colorada, anunció el surgimiento de «un auténtico partido colorado». Blanca Ovelar, candidata oficialista derrotada en los comicios, aseguró que «nadie es héroe contra su propio partido», en clara alusión a las declaraciones de Castiglioni. Más allá de los vaivenes internos, pocos dudan de lo feroz que será la oposición colorada.

Ya consagrado como futuro presidente, Lugo declaró que no perseguirá a los colorados que gobernaron. Un guiño hacia centenas de dirigentes sospechados e involucrados en escandalosos casos de corrupción que no desean ser investigados por la justicia. Quizás esa sea el arma más filosa con la que pueda contar el ex obispo ante una oposición que no medirá fuerzas cuando sienta cerca su regreso.

Sólo resta esperar las primeras medidas del gobierno para determinar como se acomodaran quienes se sientan heridos ante las políticas de APC. Políticos, empresarios y latifundistas ya están planificando sus estrategias.

Por la integración

En su primer discurso después de cerrados los comicios, Fernando Lugo hizo un claro llamado a la comunidad internacional. Sus ideas, en consonancia con la nueva tendencia socialdemócrata regional, apuntan a la «integración». Lugo conoce la trascendencia que sus vecinos continentales tendrán en su gestión, aunque desde su entorno reconocen que tensará las cuerdas del Mercosur ante los acuerdos comerciales que considere perjudiciales para su país.

Su apuesta primaria es con Brasil. La relación bilateral parece encausada luego del pedido para la revisión del Tratado de Itaipú, firmado en 1973 para distribuir los beneficios de la represa que comparten ambos países, que es sumamente injusto para la economía paraguaya. Lugo deberá hacer pie entre su principal reclamo preelectoral y las consecuencias que puede generar el fastidio de Brasilia ante la actualización de los precios de la energía.

A pocos kilómetros, el ejemplo que brinda el gobierno boliviano es claro. Agobiado por las crisis internas, Evo Morales acudió en un puñado de ocasiones al apoyo de los líderes regionales. A su lado estuvo Lula, a pesar de que Morales nacionalizó el crudo de Petrobras, el brasileño priorizó el equilibrio regional. Lugo conoce las ventajas de tener al gigante de su lado, por eso mantiene intacta su relación con Lula.

Pero en el día después de la gran victoria, los medios internacionales hicieron hincapié en Fernando Lugo. Su excéntrica personalidad, sus antecedentes en la iglesia católica y su liderazgo fueron admirados por miles de lectores. Así, Paraguay suma otro líder a su historia, esta vez en sintonía con la tendencia latinoamericana. Desde José Gaspar de Francia, pasando por Francisco Solano López hasta el dictador Alfredo Stroessner. Lugo desbancó a los colorados después de 61 años de gobierno. Pero sólo con una buena gestión cambiará el rumbo de la historia de Paraguay.