Cuando llegué la semana pasada a Estonia, una ex república soviética situada justo al sur de Finlandia, todo el mundo tenía una opinión sobre el discurso que pronunció Barack Obama en Berlin. El titular del periódico británico Daily Telegraph que compramos en Finlandia clamaba «New Walls Must Not Divide Us» (No deben separarnos nuevos muros), […]
Cuando llegué la semana pasada a Estonia, una ex república soviética situada justo al sur de Finlandia, todo el mundo tenía una opinión sobre el discurso que pronunció Barack Obama en Berlin. El titular del periódico británico Daily Telegraph que compramos en Finlandia clamaba «New Walls Must Not Divide Us» (No deben separarnos nuevos muros), y tenía una foto de media página de la silueta del candidato presidencial estadounidense recortada sobre un mar de 200.000 personas.
Una de las primeras personas que conocí en Tallin, la capital de Estonia, fue Abdul Turay, el editor en jefe de The Baltic Times, un semanario en inglés que cubre noticias de Estonia, Letonia y Lituania, las tres naciones bálticas. Convengamos que no es el típico habitante de este país de ciudadanos mayormente rubios y de piel clara: Turay es británico y negro, y sus padres proceden de Liberia y Sierra Leona, países del África occidental. Y es musulmán. A pesar de que en Estonia no hay mezquitas, comenta con orgullo que el Corán acaba de ser traducido al estonio y que, para sorpresa del editor, se convirtió instantáneamente en un best-seller.
Le pregunté a Turay qué significa la candidatura de Obama para él. «Si resulta elegido presidente, eso, a nivel personal, me abrirá puertas» me dijo. «Es un hecho de gran importancia tener un presidente negro, si consideramos la historia de Estados Unidos. Hay gente que dice que no es para tanto, pero sí que es algo muy importante. Estados Unidos es un modelo para el mundo. Si la gente ve que un hombre negro puede ser presidente de Estados Unidos, quizá me vean de forma distinta a mí. Si él es especial, yo soy especial.
En lo concerniente a las posiciones políticas de Obama, Turay dice que no cree realmente que la política exterior de Obama vaya a ser muy distinta a la del otro candidato a la presidencia, John McCain. Me dijo que quedó sorprendido después de leer el primer libro de Obama, «Dreams From My Father» (Sueños de mi padre): «Habla casi de nacionalismo negro. Es muy liberal. Es en gran medida un político negro, mientras que hoy en día es un político que casualmente es negro.» Le pedí que se explicara. «Creo que es más bien una pregunta para Barack Obama, no para mí,» me respondió.
Turay se asombra de la importancia que las elecciones de Estados Unidos tienen aquí: «Hay más interés en las elecciones estadounidenses que en las lituanas, que está aquí al lado. Es una elección mundial.»
Estonia puede estar a un mundo de distancia de Estados Unidos, pero está íntimamente ligado a la política exterior estadounidense. Cuando Estados Unidos buscaba que otros países se unieran a la coalición que atacaría a Irak y Afganistán para dar legitimidad internacional a las ocupaciones, Estonia fue un miembro desde el principio, junto a muchos otros países de Europa del Este que pertenecieron al bloque soviético. El presidente Bush viajó a Estonia en 2006 para darles las gracias. En 2004, ni más ni menos que los senadores McCain y Hillary Clinton visitaron juntos la nación báltica como parte de una delegación del Congreso. La historia cuenta que Clinton retó a McCain a un duelo de vodka, una tradición estona. McCain aceptó. Cuando se le preguntó a un asesor de Clinton sobre el tema, respondió: «Lo que pasa en Estonia, se queda en Estonia.»
Muchos estonios creen que la participación de las naciones bálticas en las ocupaciones fue la prenda de cambio para su incorporación a la OTAN. Estonia ha pagado un precio, dado que algunos de sus soldados han perdido la vida tanto en Irak como en Afganistán. Éste último es un país en el que ya habían muerto soldados estonios, que eran reclutas del ejército soviético cuando la URSS invadió Afganistán en 1979.
Una década más tarde, Estonia era el escenario de una revolución no violenta. El canto ha sido siempre un pasatiempo nacional, y los festivales de la canción, en los que miles de personas se juntan a cantar, son una tradición. En abril de 1988, este encuentro social se convirtió en un vehículo para la movilización masiva. En la capital estonia, con la bandera estonia azul, negra y blanca, prohibida por aquel entonces, desplegada en la parte trasera de una motocicleta, cientos de miles de personas comenzaron a cantar el himno nacional prohibido. El movimiento cobró impulso en las tres naciones bálticas. En agosto de 1989, 2 millones de personas se dieron la mano formando una cadena báltica de cientos de kilómetros de largo, entre Tallin, Riga y Vilnius, las capitales de Estonia, Letonia y Lituania, respectivamente. Estonia y sus vecinos bálticos obtuvieron su independencia en 1991, al tiempo que la Unión Soviética se desmoronaba.
Ahora, Turay observa, «Estonia mira hacia Estados Unidos.» Con el muro de Berlín ya desaparecido, Turay desea que otros muros también caigan pronto. «Si el presidente de Estados Unidos es una persona negra, otros países se darán cuenta de que tenemos personas que tienen el mismo aspecto que el presidente y que están haciendo cosas importantes. Creo que eso ocurrirá en todas partes.»
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Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! www.democracynow.org, noticiero internacional diario emitido en más de 700 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.