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El secuestro de Haití

Fuentes: The New Statesman

Traducido del inglés para Rebelión por Andrés Prado

El robo de Haití ha sido crudo y rápido. El 22 de enero los EEUU se aseguraron un «consentimiento formal» de las Naciones Unidas para hacerse cargo de todos puertos marítimos y aéreos de Haití y para «asegurar» las carreteras. Ningún haitiano firmó el acuerdo, el cual carece de cualquier base legal. El poder dispone a placer mediante un bloqueo naval estadounidense y la llegada de 13000 marines, fuerzas especiales, espías y mercenarios, ninguno de los cuales ha sido entrenado en ayuda humanitaria.

El aeropuerto de la capital, Puerto Príncipe, es en estos momentos una base militar estadounidense y los vuelos con ayuda humanitaria han sido desviados hacia la República Dominicana. Todos los vuelos cesaron durante tres horas para la llegada de Hillary Clinton. Haitianos críticamente heridos tuvieron que esperar desatendidos mientras a 800 residentes estadounidenses se les daba alimentos y agua y se les evacuaba. Pasaron seis días antes de que las fuerzas aéreas estadounidenses dejaran caer botellas de agua a gente que sufría de sed y deshidratación.

Las primeras informaciones por televisión jugaron un papel crucial, dando la impresión de haber un caos criminal ampliamente extendido. Matt Frei, el reportero de la BBC enviado desde Washington, parecía estar hiperventilando mientras rebuznaba acerca de la «violencia» y la necesidad de «seguridad». A pesar de la demostrable dignidad de las víctimas del terremoto, de la evidencia que suponían grupos de ciudadanos colaborando extenuadamente, y sin otra ayuda, en el rescate de gente, e incluso de la aseveración de un general estadounidense de que el grado de violencia en Haití era considerablemente menor que antes del terremoto, Frei aseguraba que «el saqueo es la única industria» y «la dignidad del pasado de Haití hace tiempo que se ha olvidado». O sea, una historia de infalible violencia y explotación estadounidense en Haití era consignada a las víctimas.

«No hay duda», informaba Frei después de la sangrienta invasión estadounidense de Irak en 2003, «de que el deseo de traer el bien, de llevar los valores americanos al resto del mundo, y ahora especialmente a Oriente Medio… está unido, cada vez más, a la fuerza militar».

En cierto sentido, tenía razón. Nunca antes en, supuestamente, tiempos de paz, las relaciones humanas habían sido tan militarizadas por el poder depredador. Nunca antes un presidente estadounidense había subordinado su gobierno al establishment militar de su desacreditado antecesor, como Barak Obama ha hecho. Al perseguir la política de guerra y dominación de George W. Bush, Obama ha pedido al congreso un presupuesto militar sin precedentes: más de 700.000 millones de dólares. Se ha convertido, de hecho, en el portavoz de un golpe de Estado.

Para la gente de Haití las implicaciones son claras, si no grotescas. Con su país bajo el control de las tropas de EEUU, Obama ha nombrado a George W. Bush encargado para la «ayuda humanitaria»: una parodia extraída seguramente de Los Comediantes de Graham Greene, y representada en el Haití de Papa Doc. Como presidente, la ayuda humanitaria de Bush después del huracán Katrina en 2005 se concretó en la limpieza étnica de mucha de la población negra de Nueva Orleáns. En 2004 ordenó el secuestro del primer ministro de Haití, democráticamente elegido, Jean-Bertrand Aristide, y lo exilió en África. El popular Aristide había tenido la osadía de legislar reformas modestas como un salario mínimo para aquellos que cosen hasta la extenuación en los talleres de Haití.

Cuando estuve la última vez en Haití, vi a chicas jóvenes agachadas en frente de ruidosas máquinas encuadernadoras en la planta superior de baseball en Puerto Príncipe. Muchas tenían los ojos hinchados y los brazos lacerados. Saqué una cámara y me echaron. Haití es el lugar donde EEUU produce la equipación para su santificado deporte nacional por casi nada. Es el lugar donde los contratistas de Walt Disney hacen pijamas de Mickey Mouse por casi nada. Los EEUU controlan el azúcar, la baxita y el sisal de Haití. El cultivo de arroz fue sustituido por arroz importado estadounidense, lo que acabó llevando a la gente a las ciudades y a los pueblos y a las casas estilo Leroy Merlin (Jerry´s en el original). Año tras año Haití ha sido invadido por marines estadounidenses, de recuerdo infame por las atrocidades que han sido su especialidad desde Filipinas hasta Afganistán.

Bill Clinton es otro comediante, habiendo conseguido ser nombrado hombre de la ONU en Haití. Habiendo sido servil y exageradamente aplaudido una vez por la BBC como «Mr. Nice guy*… que devuelve la democracia a una tierra triste y con problemas», Clinton es el más notorio privatizador, exigiendo desregulación de la economía para beneficio de los barones de los talleres de explotación. Últimamente ha estado promoviendo un acuerdo valorado en 55 millones de dólares para convertir el norte de Haití en un «parque turístico» anexionado a los EEUU.

No para turistas, es el edificio de EEUU, su quinta embajada más grande, en Puerto Príncipe. Hace décadas que se encontró petróleo en aguas haitianas y los EEUU lo han mantenido en reserva hasta que Oriente Medio empiece a secarse. Pero es más urgente la estratégica importancia de la ocupada Haití en los planes de reversión que tiene Washington para Latinoamérica. El objetivo es el derrocamiento de las democracias populares en Venezuela, Bolivia y Ecuador, el control de las abundantes reservas petrolíferas de Venezuela y el sabotaje a la creciente cooperación regional que le ha dado a millones de personas su primer esbozo de una justicia social y económica negada durante mucho tiempo por los regímenes esponsorizados por EEUU.

La primera reversión con éxito vino el año pasado con el golpe contra el presidente José Manuel Zelaya en Honduras que también osó abogar por un salario mínimo y por que los ricos pagaran impuestos. El apoyo secreto de Obama al régimen ilegal conlleva un claro aviso para los gobiernos vulnerables en Centro América. El pasado octubre el régimen de Colombia, financiado desde hace tiempo por Washington y apoyado por escuadrones de la muerte, puso a disposición de los EEUU siete bases militares para, según documentos de las fuerzas aéreas estadounidenses, «combatir gobiernos anti estadounidenses en la región».

La propaganda de los medios ha abonado el terreno para lo que bien podría ser la próxima guerra de Obama. El 14 de diciembre, investigadores de la Universidad de West England publicaron los primeros descubrimientos de un estudio de diez años sobre las informaciones de la BBC acerca de Venezuela. De 304 noticias de la BBC, sólo tres mencionaban alguna de las reformas históricas del gobierno de Chávez, mientras que la mayoría denigraba el extraordinario expediente democrático de Chávez, hasta compararlo en un momento con Hitler.

Tal distorsión y su servidumbre asistente al poder occidental abundan entre las corporaciones mediáticas angloamericanas. La gente que lucha por una vida mejor, o por una vida simplemente, desde Venezuela a Honduras o Haití, merece nuestro apoyo.

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* El señor tío simpático o agradable.

Fuente: http://www.johnpilger.com/page.asp?partid=564