¿Quién dijo que el Fondo Monetario Internacional no es altruista, que impone más pobreza a los países pobres y les origina catástrofes económicas, que le importa más el capital que el género humano (entre otras cosas)? Pues no: acaba de dar una muestra cabal de su generosidad, su esplendidez, su largueza enviando a Haití «una […]
¿Quién dijo que el Fondo Monetario Internacional no es altruista, que impone más pobreza a los países pobres y les origina catástrofes económicas, que le importa más el capital que el género humano (entre otras cosas)? Pues no: acaba de dar una muestra cabal de su generosidad, su esplendidez, su largueza enviando a Haití «una ayuda de urgencia» de 114 millones de dólares. Como sucede algunas veces, conviene examinar el contenido de la palabra «ayuda» en este caso.
Se trata de un préstamo que el FMI ha decidido empezar a cobrar dentro de cinco años y medio sin que se acumulen intereses durante dicho período. Esto ya es magnanimidad. El señor Dominique Strauss Kahn, director general y presidente del consejo de la institución, señaló que de ese modo participa en el esfuerzo de reconstrucción del país asolado (www.imf.org, 27-1-10). Agregó que «ayudará a las autoridades (haitianas) a preparar y llevar a cabo un plan de reconstrucción y de recuperación económica a medio plazo». Cejas de muchos países se fruncieron: es el anuncio de un «plan de reforma estructural», según la terminología en curso, que los castiga todavía más.
El Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) calificó de escandalosa «esta nueva maniobra del FMI tendente a relegitimar su acción en Haití» (www.cadtm.org, 30-1-10). Subrayó «la responsabilidad abrumadora» del Fondo, el Banco Mundial y otros organismos financieros en la violación de los derechos humanos, la liquidación de la autosuficiencia alimentaria del pueblo haitiano y el endeudamiento aplastante y progresivo del país. Esto último empezó hace mucho.
Haití nació endeudado: para reconocer la independencia lograda en 1804, Francia obligó al país recién nacido a pagar 90 millones de francos oro como indemnización por la pérdida de sus esclavos. El pago de esta deuda llevó a Haití más de un siglo: empezó en 1825 y terminó en 1947. En el interín, EE.UU. lo ocupó militarmente (1910-1934) y saqueó el tesoro nacional. Los dictadores que apoyó después -François Duvalier y su hijo Jean-Claude, alias Bébé Doc- obtuvieron del Banco Mundial, el FMI y el BID un préstamo tras otro que emplearon sobre todo en financiar escuadrones de la muerte, los tonton macoute primero, los Leopardos después.
La conjunción militar-político-económica de EE.UU. y las instituciones financieras ejecutaron políticas nefastas para el pueblo haitiano. Por ejemplo, le cambiaron la alimentación, como señala el CADTM. El dumping de productos estadounidenses subvencionados arrasó prácticamente con la producción local: «Víctima de esta competencia desleal, Haití se ha convertido en una cloaca de productos agrícolas, avícolas y piscícolas de baja calidad de EE.UU.», observa el escritor Camille Loty Malebranche (www.michelcollon.info:80, 14-1-2010). Lo sucedido con el ganado porcino local es paradigmático.
Haití contaba con 1.300.000 cabezas de cerdo negro, una variedad local vigorosa que se alimentaba de desechos y gusanos. Se alimentaba: aprovechando un brote de fiebre porcina que estalló en la República Dominicana en 1978 y la aparición de algunos -pocos- casos en Haití, EE.UU. blandió el fantasma de una amenaza inminente de contagio y logró, vía el BID, que el Bebé Doc liquidara todo ese ganado. Miles de familias se quedaron sin un recurso fácil de mantener. Se beneficiaron las empresas estadounidenses que vendieron cerdos demandantes de dieta y cuidados especiales. No fue el único golpe propinado a la producción agrícola haitiana: el FMI y el BID lograron que Bébé redujera del 30 al 10 por ciento los aranceles impuestos a la importación de arroz. El subsidiado de EE.UU. inundó la plaza provocando la migración a Puerto Príncipe de numerosos campesinos. En 1970 el país era autosuficiente en la materia.
El presidente Jean-Baptiste Aristide fue nuevamente derrocado el 29 de febrero del 2004 por no cumplir la imposición del FMI de privatizar bancos, la empresa cementera y la telefónica. El método fue simple: el FMI y el Banco Mundial instauraron un bloqueo de la «ayuda» que estaba en perfecta consonancia con el deseo del gobierno de W. Bush. Recuerda el CADTM que el economista Jeffrey Sachs, ex asesor de los dos organismos, manifestó al respecto: «Los dirigentes estadounidenses eran perfectamente conscientes de que el embargo de la ayuda provocaría una crisis de la balanza de pagos, el incremento abrupto de la inflación y el derrumbe del nivel de vida, lo que a su vez azuzaría la rebelión (contra Aristide)». Un grupo paramilitar invadió Haití y se conoce el resto: prácticamente raptado por fuerzas estadounidenses, Aristide fue sacado de Haití y sólo fue repuesto a condición de cumplir el «plan de reforma estructural» del FMI, siempre espléndido, siempre generoso.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-140240-2010-02-14.html