No hace muchos días atrás la campaña organizada por la derecha vernácula más reaccionaria del Uruguay, entregó en el parlamento 365 mil firmas a favor de habilitar un plebiscito para bajar la edad de imputabilidad. Esa campaña fue iniciada formalmente unos once meses atrás y sus interlocutores políticos principales son, nada más ni nada menos, […]
No hace muchos días atrás la campaña organizada por la derecha vernácula más reaccionaria del Uruguay, entregó en el parlamento 365 mil firmas a favor de habilitar un plebiscito para bajar la edad de imputabilidad. Esa campaña fue iniciada formalmente unos once meses atrás y sus interlocutores políticos principales son, nada más ni nada menos, que el ex-presidente Luis Alberto Lacalle, del Partido Blanco y Pedro Bordaberry, hijo del dictador Juan María Bordaberry, actual líder del Partido Colorado.
La derecha está de fiesta…y no es para menos. Consiguieron un logro político inédito en la historia reciente. Lograron convocar a un plebiscito «desde abajo» para instrumentar su línea política más salvaje, y lo hicieron recurriendo exitosamente al método histórico de la vieja izquierda frenteamplista en la oposición.
Bajo un manto de falacias jurídicas y conceptuales insólitas y garrafales, la derecha convenció y convence cada vez a más base popular de que el problema de los «menores infractores» sólo se soluciona con la mano dura y la consolidación del estado policial.
Al costado de las fanfarrias del gobierno, la derecha avanza a paso de «siete leguas».
La derecha logró enmarañar tanto la cosa, hasta el punto de «invisibilizar» sus propias responsabilidades históricas en la generación de esta prolongada crisis del tejido social que, objetivamente, está en el trasfondo activo de la exacerbación indudable de la violencia social.
Afianzados en trasiegos sensacionalistas que hacen del problema una fábrica de miedo que produce pánico a mansalva, esta derecha retrograda logró juntar más de 150 mil firmas de las necesarias para habilitar la convocatoria a un referéndum. Sienten viento en la camiseta…y hay que reconocer que algo de verdad tienen para que se sientan campeones.
Esta campaña, que en su base más elemental procura que los adolescentes mayores de 16 años sean procesados bajo el mismo código penal que los adultos que cometen delitos, no solo infringe los pactos internacionales suscriptos por la República en la materia y vulneran gravemente el estatuto ético de la sociedad uruguaya respecto a su estrategia para hacer valer los derechos humanos, sino que expresa un potente mensaje de dos procesos contemporáneos que operan de modo «subyacente»: la objetivación del avance de la derecha en el pensamiento social uruguayo y la crisis de reproducción ideológica de la izquierda uruguaya.
Estos dos procesos, que van de la mano, no sólo subyacen como fuerzas explicativas del afloramiento coyuntural de iniciativas como la baja de la edad de imputabilidad, sino que constituyen la base progenitora para la formación de un nuevo consenso hegemónico a nivel social que le atribuye al paradigma ideológico de la derecha la legitimidad para «buscar soluciones» a los problemas sociales. Éste, en el fondo, es el gran drama estratégico para repensar y recrear la izquierda en Uruguay. Porque no se trata de una batalla cualquiera, se trata, ni más ni menos, de que se está perdiendo el epicentro de la guerra social entre las clases.
Si se pierde esa contienda estratégica, si se pierde la batalla de ideas, no se gana ni se ganará ninguna batalla política y cualquier polvorín que se procure vender como logro, no será sino la adquisición de un galardón pírrico, de un avanzar caminando hacia atrás.
Estas circunstancias, de retroceso estratégico, no son nuevas. Por el contrario, tiene varios estrenos que lo preceden. Pero esto, lejos de ser un alivio, es un agravante, porque con estas cosas pasa lo mismo que con las roturas, si no se remiendan, con el tiempo se agrandan. Sólo como referencia, al Frente Amplio -como principal fuerza política de izquierda a nivel de masas- le resultó más fácil juntar votos para ganar las elecciones nacionales y llevar a Mujica a la presidencia, que convencer pueblo para derrotar la ley de impunidad. Ganar perdiendo, es una forma de perder perdiendo. No hay en estas líneas vocación de maximalismo, lo que profesan estas líneas es alarma por el precipicio.
La izquierda no logró convencer pueblo para erradicar la impunidad del terrorismo de Estado, para juzgar a los torturadores y violadores de personas y de derechos de las personas. La derecha, sin embargo, cada día convence a más pueblo de que la solución al genocidio social de la exclusión económica y cultural a la que son sometidos los más pobres, es bajar la edad de imputabilidad. Entonces, ¿quién le está haciendo el juego a la derecha en Uruguay?
Sergio Sommaruga; militante sindical e integrante de la radio comunitaria La Voz Fm. Participó de la fundación de canal 2, la primer experiencia de televisión comunitaria del Uruguay.
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