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Pakistán

Construir la izquierda del siglo XXI

Fuentes: Economic & Political Weekly

El pasado 11 de Noviembre nació un nuevo partido de la izquierda marxista en Pakistán, el Awami Workers Party (AWP), resultado de la fusión del Labour Party, el Awami Party y el Workers Party en un congreso en Lahore al que asistieron más de 500 delegados. En retroceso desde hace muchas décadas, este es un […]

El pasado 11 de Noviembre nació un nuevo partido de la izquierda marxista en Pakistán, el Awami Workers Party (AWP), resultado de la fusión del Labour Party, el Awami Party y el Workers Party en un congreso en Lahore al que asistieron más de 500 delegados. En retroceso desde hace muchas décadas, este es un importante primer paso para la reactivación de la izquierda política en Pakistán. Uno de los promotores de este proceso explica el contexto y los desafíos del nuevo partido unido de la izquierda, esta Syriza pakistaní.

 

Es raro para Pakistán ser noticia por algo más que las bombas suicidas, mullahs que odian a hindúes y judíos- y un muy peculiar (y vulnerable) tipo de democracia postcolonial. Una plétora de instituciones, clases, grupos étnicos y personas prominentes animan narrativas de la modernidad paquistaní, en particular los omnipresentes militares y los que están dispuestos a desafiar a los hombres de caqui, incluyendo etno-nacionalistas como los que actualmente encabezan una insurrección en Baluchistán.

La izquierda paquistaní brilla por su ausencia en casi todas esas narrativas. Incluso los observadores informados de Pakistán tienen poco o ningún conocimiento de las fuerzas de izquierda en el país, al menos en la época contemporánea. Los estudiosos de la historia saben que la clase dominante pakistaní reprimió con tosa dureza a los izquierdistas durante la Guerra Fría, cuando el país fue la primera línea de choque con el bloque soviético. A pesar de tener que funcionar en muy difíciles circunstancias, la izquierda paquistaní no dejó de tener una influencia significativa en la política y la sociedad en general, hasta la década de los 80.

Desde el final de la Guerra Fría, sin embargo, el poco espacio que la izquierda había ganado anteriormente, ha ido desapareciendo. Por supuesto, este ha sido el destino de la izquierda en muchos países. Con la excepción de los experimentos del «socialismo del siglo XXI» que se realizan en América Latina, la izquierda sigue sufriendo una crisis de identidad ante los cambios económicos y políticos globales asociados con el neo-liberalismo.

El retroceso de la izquierda paquistaní podría decirse que ha sido más contundente y sostenido que la mayoría, incluso si uno limita el marco comparativo al Asia meridional. Es, por ejemplo, una incómoda verdad que la mayoría de los más de 100 millones de paquistaníes por debajo de la edad de 25 años ni siquiera saben que existe una izquierda política en su país, o de hecho, incluso, que hay una ideología a la izquierda de la corriente intelectual dominante que lucha por abrirse camino. Las nociones de sentido común que existen son aun remanentes de la Guerra Fría, ya que el término «comunista» todavía tiene en Pakistán la connotación de una visión irreligiosa del mundo.

Encendiendo la lámpara

Hay, sin embargo, un rayo de esperanza en medio de esta oscuridad relativa. El 11 de noviembre, tres partidos de la izquierda – el Partido Laborista de Pakistán, el Partido Awami y el Partido de los Trabajadores de Pakistán – se unirán para formar un nuevo partido con el objetivo de construir una alternativa viable a los partidos mayoritarios. Esta fusión refleja el reconocimiento dentro de los círculos de izquierdas tanto de las contradicciones crecientes en el seno de la estructura del poder, como de la necesidad de unidad y madurez a fin de aprovechar estas contradicciones.
 La unidad es, por supuesto, una de las consignas preferidas de la izquierda. La tradición leninista, junto a la unidad, también hizo hincapié en la pureza ideológica que, en demasiados casos, se ha traducido en un sectarismo de la peor especie y continuas divisiones organizativas. La presente fusión es al menos, a este respecto, una novedad en Pakistán ya que los tres partidos representan diferentes tradiciones marxistas que históricamente han estado enfrentadas entre sí.

En efecto, el proceso de fusión fue impulsado por los activistas más jóvenes dentro de estos tres partidos, y algunos fuera de ellos, que no cargan en su bagaje con los conflictos sectarios de la Guerra Fría (léase: estalinistas, trotskistas, maoístas, etc.). No es casualidad que sea entre los nuevos militantes de la izquierda donde haya una mayor reflexión crítica sobre los fracasos de los experimentos socialistas del siglo XX, y una voluntad de pensar en términos dinámicos sobre el proyecto socialista en el presente siglo.

Si bien ha habido resistencia por parte de un sector de los cuadros más veteranos, la necesidad imperante de unidad, especialmente dadas las insuficiencias de los partidos existentes, parece haber ganado transversalmente. La manifestación más evidente del retroceso de la izquierda durante las últimas dos décadas está en la composición de las formaciones actuales: la mayoría de los dirigentes y la base de la izquierda es la misma que al final de la Guerra Fría. En resumen, la izquierda, desde finales de los 80, luchó para ganar a los jóvenes, o por lo menos conservar los que se habían unido a sus filas. Pero su ausencia es un indicador de la falta de dinamismo de los análisis y el trabajo político de la izquierda con los jóvenes, que son atraídos por las ideas de izquierda, pero son rápidamente alienados por sus prácticas reales en el terreno.

No hace falta decir que sin una base sólida de jóvenes activistas, hay pocas posibilidades de que la izquierda puede hacer mella en un orden político cínico y basado en el clientelismo, como existe en Pakistán. La izquierda no ha sido capaz de retener una influencia significativa dentro de sus baluartes históricos en los trabajadores industriales, los pequeños agricultores y los campesinos sin tierra, y, por supuesto, entre los estudiantes.

Una de las iniciativas más prometedoras de la izquierda en los últimos tiempos ha sido la reactivación de la Federación nacional de Estudiantes (NSF), que entre la década de 1960 y principios de 1980 fue la abanderada de las políticas de izquierda para sucesivas generaciones de jóvenes. Cuando Pervez Musharraf impuso el estado de excepción en el país en noviembre del 2007, un movimiento de protesta, pequeño pero ruidoso, creció en los campus universitarios (principalmente en Punjab), y el impulso de ese movimiento llevó, unos meses más tarde, a la reconstitución de la NSF.

No por casualidad el intento de recuperar los campus hasta entonces bajo la influencia de las organizaciones de extrema derecha, y alentar el activismo de izquierda entre los estudiantes en general, ha sido seguido por la iniciativa de fusionar los partidos existentes de la izquierda. Si el presente proceso de fusión tiene éxito, la NSF se beneficiará enormemente de un apoyo institucional del que actualmente carece, mientras que el nuevo partido será capaz de centrarse en la regeneración de su chirriante composición y, por consiguiente, iniciar el largo proceso de establecer y profundizar vínculos orgánicos entre el partido y el pueblo trabajador.

Una vez que la euforia desaparezca

No hay la menor duda de que el proceso de rehabilitación de la izquierda será largo, y a menudo doloroso. En otras palabras, la actual fusión es sólo un pequeño paso en la dirección correcta. No hay duda tampoco de que el perfil de la izquierda va a mejorar, y que los que la contemplaban desde la barrera ya no tendrán excusa para permanecer al margen de los partidos políticos de izquierda alegando sus conflictos internos. Sólo el tiempo dirá, sin embargo, si la nueva formación podrá reagrupar al sufrido pueblo trabajador de Pakistán y sus naciones oprimidas.

A pesar de la obsesión de los medios de comunicación globales con la supuesta amenaza existencial planteada a Pakistán por la derecha religiosa, podría decirse que el mayor reto inmediato de la izquierda será la superar la creciente brecha étnica en el país. La desconfianza visceral de las clases dirigentes paquistaníes de los procesos democráticos y su compromiso con una ideología nacionalista unitaria y centralista que hace hincapié en el Islam y el urdu, acabaron provocando la secesión de la parte oriental de la república en 1971, y la profundización de los conflictos dentro y fuera, como a través, de los actuales bordes provinciales.

La izquierda ha tenido que lidiar con la regionalización de la política en todo el sur de Asia y gran parte del mundo, por lo que el reto al que se enfrentan las izquierdas pakistaníes no es necesariamente único. Sin embargo, dado el claro aumento de las tendencias localistas en los últimos tiempos, defender una política sensible y matizada de clase que ponga en primer plano el carácter multinacional de Pakistán, en el clima actual es una tarea verdaderamente revolucionaria.

Existen, en la actualidad, formas muy diferentes y contrapuestas de hacer política en las diferentes regiones del país. El nuevo partido es probable que trate, como la izquierda ha hecho a lo largo de la historia de Pakistán, de construir alianzas con los etno-nacionalistas que se oponen al centralismo paquistaní. Pero lo hará en un contexto difícil, pues muchos etno-nacionalistas, sobre todo en Sindh y Baluchistán, ahora ven a las potencias occidentales, y los Estados Unidos en particular, como garantes de su derecho a la libre determinación. Una perspectiva que va en contra de las bases de un programa de izquierda anti-imperialista.

El imperialismo sigue siendo un gran obstáculo para la democratización a largo plazo del estado y la sociedad, y aquí es importante tener en cuenta no sólo el papel de los EE UU, sino también a los estados del Golfo Pérsico y China, el capital multinacional, y las instituciones financieras internacionales (IFI). El nuevo partido debe ir más allá de los eslóganes y desarrollar un profundo conocimiento de las formas complejas y contradictorias en las que se ejerce la influencia imperialista. Además, de particular importancia es llegar a comprender si las clases medias emergentes adictas a la economía y la cultura global neoliberales son amigas o enemigas de las clases subordinadas.

Se trata de una cuestión particularmente pertinente a la luz de la creciente polarización entre sectores de la izquierda y los liberales, que tienden a ver la intervención de los gobiernos occidentales en Pakistán, y en la región en general, como algo necesario, incluso deseable, en la lucha por cortarle las alas a la derecha religiosa. En resumen, la lucha por el laicismo es muy a menudo vista como un fin en sí mismo, más que ligada a las tareas históricas de la izquierda para asegurar la liberación nacional y la igualdad de clases.

Al igual que en muchos países post-coloniales de Asia y África, en Pakistán la fragmentación del discurso y la política progresistas también se explica en parte por el aumento de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Si bien es cierto que las ONG – y la financiación por donantes en general – han socavado la práctica política radical, no es menos cierto que han mostrado algunas de las principales deficiencias de la izquierda. Las ONG en Pakistán, por ejemplo, han demostrado ser un vehículo para el movimiento de mujeres, mientras que la izquierda, especialmente en su versión actual, no puede pretender haber hecho contribución alguna importante a la lucha contra el patriarcado. El nuevo partido debe dedicar mucho tiempo y esfuerzo para aumentar el número de mujeres activistas en sus filas.

No son sólo los defectos tradicionales tienen que ser corregidos. Se dan por hecho posiciones políticas y estrategias que también deben ser re-evaluadas. El proceso que en todo el mundo hoy se denomina «informalización» exige una reflexión crítica sobre temas tradicionales de la praxis marxistas como la clase obrera industrial y el campesinado. Nociones como «vanguardia» y cómo rehacer la izquierda en un contexto democrático pluripartidista – en lugar de ver democracia como un «escenario» que pasará al «basurero de la historia» – han sido asumidas por la izquierda en muchos países.

Estos temas también tendrán que ser abordados por la izquierda paquistaní y el nuevo partido que nacerá el próximo 11 de noviembre. De acuerdo con el calendario original que se ha discutido hasta la fecha, y que será con toda probabilidad confirmado en la conferencia de fundación, los primeros seis meses se dedicarán a crear una única organización de partido a partir de las tres actuales, discutiendo las cuestiones ideológicas y políticas pendientes, y la incorporación de nuevos miembros. Entonces se convocará un congreso del partido – probablemente en el verano de 2013 – para hacer un balance de los progresos realizados y decidir las prioridades y estrategias del partido para los próximos dos años.

Y entonces tres se harán uno

La realidad es que esta iniciativa no supondrá un giro sustancial en la suerte tanto de la izquierda paquistaní como de su sufrido pueblo trabajador. Los recursos colectivos de los tres partidos implicados en la fusión no suman la masa crítica necesaria para revertir definitivamente décadas de retroceso y los efectos múltiples de la globalización neo-liberal. Como se mencionó al principio, sin embargo, el nuevo partido estará operando en un contexto que es, no obstante, acogedor, en la medida en que las fuerzas dominantes están más divididas hoy que jamás lo estuvieron en ningún otro momento de la historia de Pakistán.

El proyecto hegemónico del Estado paquistaní en la actualidad está gravemente debilitado. Incluso si los intentos renovados para mantenerlo a flote en el terreno educativo, religioso, medios de comunicación y la sociedad civil, son casi cotidianos por una bien engrasada masa de funcionarios del Estado y sus lacayos en los medios de comunicación, instituciones educativas y demás, los impulsos contra-hegemónicos son cada vez más generalizados. Baluchistán es el ejemplo obvio, pero igual de importante es el conflicto sustancial en los pasillos del poder mismo.

El desequilibrio en la ecuación civil y militar en favor de esta última ya no es tan evidente. En parte porque no es posible en la situación actual justificar la intervención militar en la política como en el pasado. El Tribunal Superior es hoy un nuevo centro de poder, no necesariamente en beneficio inequívoco del proceso democrático. Pero abandonar su papel tradicional como un socio menor de los militares, es un cambio. La alianza del Tribunal Superior y del Alto Estado Mayor han supuesto la ruina de la democracia durante más de 65 años en Pakistán.

El proyecto hegemónico del estado se ha estructurado en torno a la dominación económica y política de Punjab (junto a los pilares culturales del Islam y la lengua urdu). La izquierda ha luchado durante mucho tiempo por el establecimiento de un verdadero sistema federal de gobierno – socialista – pero ahora los principales partidos también se han subido al carro del federalismo. Ni que decir tiene que no se puede confiar en ninguno de esos partidos para socavar decisivamente la estructura unitaria del poder, pero el hecho mismo de que la creación de la provincia de Siraiki se haya convertido en un tema de primer plano dice mucho acerca de los crujidos dentro de la estructura de poder existente en Pakistán.

El hecho de que las divisiones en el seno del poder sean cada vez más evidentes no garantiza de ninguna manera una ruptura. Es igualmente probable, si no más, que identidades como la religión (o secta) y la etnia se endurezcan, y que las fuerzas sociales oprimidas, lleguen a estar más unidas que nunca a esas identidades. La izquierda también debe lidiar con la política mundana y cotidiana de caciquismo. En resumen, la izquierda tiene la tarea tanto de comprender lo que existe en el aquí y ahora y proponer alternativas válidas y viables en el ámbito de las ideas y en la política real práctica. No existe un modelo garantizado para producir el resultado deseado. Pero hay esperanza y expectativas de que este nuevo experimento con el socialismo en Pakistán nos llevará más cerca de donde queremos ir: una sociedad en la que toda la humanidad pueda desarrollar plenamente sus potencialidades. La elección de hoy sigue siendo entre socialismo y barbarie.

Aasim Sajjad Akhtar, es profesor de economía en la Universidad Quaid-e-Azam, en Islamabad, y miembro del Workers Party de Pakistán.

Fuente: http://www.epw.in/commentary/21st-century-socialism-pakistan.html

Traducción para www.sinpermiso.info: Alfons Bech