El pasado viernes, 28 de junio, rebelión publicaba más que oportunamente la carta que Fidel Castro enviaba en julio del 2010 al gran revolucionario sudafricano [1]. El ex presidente Castro pedía a Mandela que ejerciera su fuerza moral en un asunto central: «Ejerce toda tu inmensa fuerza moral para mantener a Sudáfrica lejos de las […]
El pasado viernes, 28 de junio, rebelión publicaba más que oportunamente la carta que Fidel Castro enviaba en julio del 2010 al gran revolucionario sudafricano [1]. El ex presidente Castro pedía a Mandela que ejerciera su fuerza moral en un asunto central: «Ejerce toda tu inmensa fuerza moral para mantener a Sudáfrica lejos de las bases militares de Estados Unidos y la OTAN. Amigos ayer del Apartheid, hoy compiten cínicamente por simular amistad.»
Con estas sentidas y sabias palabras iniciaba Fidel Castro su carta: «Viejo y prestigioso amigo, cuánto me place verte convertido y reconocido por todas las instituciones políticas del mundo como símbolo de la libertad, la justicia y la dignidad humana. Te convirtieron en trabajador forzado en las canteras, como hicieron con Martí cuando tenía 17 años. Sólo estuve en la prisión política menos de dos años, pero fue tiempo suficiente para comprender lo que significan 27 en las soledades de una prisión, separado de familiares y amigos…»
¡Símbolo de la libertad, la justicia y la dignidad humana!
Alejado años-luz de la dimensión histórica del revolucionario cubano, un presidente (la otra cara, el lado oscuro de la fuerza imperial) que justifica los ataques asesinos de los drones y firma sentencias de muerte a capricho del Pentágono e instancias criminales similares, no ha podido menos que señalar lo que Nelson Mandela ha significado, significa y significará para todos los ciudadanos de bien del mundo. Ahora y durante siglos: un ejemplo de lucha democrática, incansable, un referente para todos de consistencia, de solidez, de combate por la dignidad, la libertad, la justicia y la solidaridad entre los pueblos. Un luchador, un ser humano imprescindible.
Pero hay dos nudos que, en estos días difíciles para todos, no acostumbran a recordarse. Muy brevemente:
En marzo de 1960, tras la Masacre de Sharpeville el PAC, el Congreso Nacional Africano, inició la resistencia armada contra el régimen del apartheid. Fue en la Conferencia Pan-Africana de 1961, cuando Mandela hizo una dramática llamada a la lucha armada y anunció la formación del «Umkhonto we Sizwe» (Lanza de la nación). El grupo armado fue dirigido por el propio Mandela. Relacionado directamente con actividades de resistencia, el ex presidente de la República Sudafricana pasó a ser considerado un terrorista. No sólo por las autoridades racistas del odiado régimen del apartheid sino incluso por la ONU.
Nelson Mandela jamás ha renunciado a ese pasado, a ese momento de su historia y del devenir de la lucha de su pueblo.
La segunda nota (innecesaria) es aún más breve: Nelson Mandela fue militante y dirigente del Partido Comunista Sudafricano [2]. ¡Del Partido Comunista! Nunca se autocriticó por esa militancia, desde luego, nunca. También ese compromiso es parte de su historia y de la Historia de su pueblo.
¡Que el tiempo de vida del revolucionario, del internacionalista, del presidente sudafricano, del que es ejemplo para todos los pueblos del mundo, no sea invadido por prolongaciones artificiales odiosas y antihumanas!
PS: Inevitablemente, hablar de Mandela es hacerse una pregunta que se clava en el alma de todas y todos los antifranquistas españoles: ¿cómo es posible que un reconocimiento así (o un reconocimiento similar) no exista (o apenas exista) en el caso de nuestros numerosos Mandelas, de personas como Marcos Ana, como Miguel Núñez, como Neus Català? ¿Por qué seguimos siendo diferentes también en este nudo esencial? ¿Cómo construir un país donde rija la dignidad y la justicia con estos olvidos tan odiosos?
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=170356
[2] En la Wikipedia en castellano puede leerse: «… El estatuto de la libertad emitido en la conferencia de Kliptown es ridiculizado por los africanistas por permitir que los 100.000 votos del Congreso Nacional Africano sean relegados a un voto simple en una alianza parlamentaria, en la que cuatro de los cinco secretarios generales representantes de los partidos políticos eran miembros del Partido Comunista Sudafricano (SACP), el más leal de los partidos comunistas a la ideología de Moscú, y que por entonces había sido secretamente reconstituido.». ¿El más leal de los partidos comunistas a la ideología de Moscú? ¿Y eso cómo se sabe, cómo se mide, cómo se compara? ¿Qué entenderá el autor o autores de la entrada, que huele peor que mal (a sionismo neoliberal y anticomunista), por «ideología de Moscú»?
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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