Hoy más que nunca los ojos del mundo parecen fijarse en Irán. Los medios de comunicación hegemónicos (y buena parte de los subalternos) andan sumamente preocupados por situar en los mapas del mundo el estrecho de Ormuz. Apostados ya todos los espectadores frente al escenario de un ataque inminente de Estados Unidos e Israel a […]
Hoy más que nunca los ojos del mundo parecen fijarse en Irán. Los medios de comunicación hegemónicos (y buena parte de los subalternos) andan sumamente preocupados por situar en los mapas del mundo el estrecho de Ormuz. Apostados ya todos los espectadores frente al escenario de un ataque inminente de Estados Unidos e Israel a aquel país, nos enteramos a cada hora de la última bravuconada de los gobernantes de un lado y otro, conocemos los nombres de los aliados de cada una de esas tres teocracias capitalistas del mundo, nos enteramos de la historia del enésimo científico nuclear iraní asesinado en atentado por el Mosad o por la propia Guardia Islámica con el fin de caldear un fabuloso ambiente prebélico. Pero, en realidad, ¿quién sabe lo que es Irán y lo que está pasando allí dentro?
Dice la Wikipedia que Irán, de nombre oficial ahora » República Islámica» , es un estado de Oriente Medio. Dice que lo que antes se llamaba Persia limita hoy al este con Pakistán y Afganistán, al noroeste con Turkmenistán, al norte con Azerbaiyán y Armenia, y con Turquía e Iraq por el oeste. Tiene salida al mar por arriba en el Caspio, por abajo en el Golfo Pérsico y más abajo todavía por el proceloso Golfo de Omán. Eso le da al país una «importancia significativa en la geopolítica al encontrarse entre Oriente Próximo y Asia Central». Dice por cierto la enciclopedia que ese coloso país de 78 millones de habitantes fue antaño conquistado por los musulmanes árabes, quedando bajo la tutela del califato de Damasco en el año 636; o sea lo mismo que pasó en la Península Ibérica, pero tres cuartos de siglo antes. Debido a que Irán, como su vecino Iraq, «es el hogar de las civilizaciones más antiguas» (en eso sí que no se parecen a nosotros) hoy día la gente allí aún habla farsi, persa, la lengua dulce de los antiguos reyes aqueménidas. Es decir que, frente a lo que mucha gente piensa por estos lares, los iraníes no hablan el árabe, aunque las grafías de su alfabeto sean, desde los tiempos de la colonización, similares a las del alifato de los pueblos nómadas originarios de la actual Arabia Saudí.
Pero la Wikipedia esconde ciertas cosas, aún más arcanas que las referidas antes para el común de los que hoy se preocupan y elucubran sobre la posible guerra entre Irán y todos los demás. No dice, por ejemplo, que dentro de aquel país hay al menos otras cuatro naciones que se reivindican a sí mismas: son los kurdos del Kurdistán, los baluchíes del Baluchistán, los turcos azeríes del Azerbaiyán iraní y los loríes de Lorestán. Para colmo, en Irán hay muchos armenios cristianos emigrados en distintas oleadas desde los tiempos remotos, algunos trabajadores afganos que resisten las crueles leyes de extranjería del actual gobierno, pueblos ancestrales como los bajtiaríes que conservan sus modos de vida nómadas, e incluso unos pocos judíos en la ciudad de Teherán. En cuanto a las religiones de la actual República de Irán, una domina por ley y es la oficial para todos los iraníes: el Islam chií. Pero hay otras cuantas religiones de muy profunda raigambre, hoy reprimidas, aisladas, y complicadas de practicar en público por las decenas de miles de sus devotos. Tres de ellas, por cierto, se puede decir que son autóctonas de aquel país: el mazdeísmo, basado en la mezcla de doctrinas animistas y convicciones morales expresadas en el libro del Avesta por un hombre del primer milenio antes de Cristo llamado Zaratustra; el bahaísmo, la religión de la comunidad babí de Irán que le fue inspirada a su fundador, el señor Mirza Hussein-Alí, alias Bahaullah, mientras estuvo preso en un pozo negro de Teherán hacia el año 1845, y el sufismo, corriente mística del Islam nacida en el siglo XIII bajo el impulso de otro hombre, el iraní Yalal ad-Din Muhammad Baljí, «Rumi», uno de cuyos fervientes practicantes (el derviche Vahid Banani) fue asesinado el pasado mes de septiembre por el gobierno de Jamenei en un tiroteo durante una ceremonia religiosa como represalia a la comunidad de los monjes gonabadíes de Kovar, a la que pertenecía, por haberse mezclado en política i .
En todo caso, y entre las distintas sensibilidades hacia la divinidad que existen en Irán, la más reprimida y peligrosa de practicar es el agnosticismo o, peor todavía, el ateísmo, cuya sola proclamación en el espacio público por parte de alguno de sus creyentes es considerada «moharebé», o sea delito de ‘enemistad con Dios’ y es lícito, según la ley islámica oficial en Irán, que cualquiera que la oiga o escuche la castigue allí mismo con la muerte del emisor. Luego no tendrá que rendir cuentas frente a ningún magistrado ni ningún tribunal dentro del sistema judicial de la República Islámica. Habrá hecho, simplemente, lo que es considerado «vayieb» (obligatorio moral y legalmente).
Otra cosa que no dice la Wikipedia es que, según el U.S. Census Bureau, de los 78 millones de personas que viven en aquel país, 51 millones tienen menos de 35 años y, aun así, todavía el 46,3 % de la población total ha conocido lo que es una revolución de verdad ii .
Ocurrió en 1979, y consiguió derrocar para siempre la monarquía de Mohammad Reza Pahlavi, el último sha de Persia. La hicieron principalmente organizaciones anarquistas, marxistas y estudiantiles, que, desde la clandestinidad, supieron ir canalizando el hartazgo de la población general, incluidas las elites económicas del bazar, hacia el déspota monarca (amigo personal del rey Juan Carlos) y su sanguinaria SAVAK, directamente emparentada con la CIA. Un mes después, el ayatolá Ruhollah Jomeini, un hombre de 77 años que estaba refugiado por aquel entonces en Francia, volvió a Irán, con la connivencia, obviamente, de las potencias occidentales que, igual que ocurre hoy día en Túnez y Egipto, veían a un islamista «moderado» gobernando Persia como mal menor frente a la amenaza de que aquel país cayera en la órbita del languideciente comunismo soviético o, todavía peor para ellos, convirtiese su experimento de revolución popular en un auténtico sistema político autárquico. En tiempo récord se proclamó la República Islámica y se colocó a Jomeini como líder supremo, con un primer presidente, Bazargan, que, no por casualidad, era un político criptosocialista formado a la sombra de Mosaddeq.
En cuestión de dos años, la cara del carismático líder supremo fue cambiando, y de sus anunciadas políticas de justicia social y tolerancia religiosa nunca más se volvió a saber. La represión interna se desató por completo en 1981, escudándose, como siempre, en una guerra exterior, la que enfrentó al nuevo Irán islámico con el Iraq de Saddam. Desde entonces hasta hoy, miles de activistas políticos, anarquistas y, sobre todo, comunistas del Partido Tudeh, de los Fedayíes, de Kumaleh, del partido Rah-e Kargar (Camino del Obrero) y de Peikar (Lucha) han sido masacrados por las fuerzas armadas de los «pasdarán», en una interminable campaña represiva de cuya magnitud y crueldad se puede hacer uno a la idea leyendo la «fetua» dictada por Jomeini en verano de 1988, en la que se ordenaba la ejecución de todos los presos políticos ateos y sus seguidores, «dado que (…) nunca han creído en el Islam y siempre han pretendido lo contrario a Dios iii «. Sólo en las dos semanas posteriores a esa «fetua», Amnistía Internacional calcula que 3.500 presos políticos, la mayoría marxistas leninistas, fueron asesinados sumariamente sólo en las cárceles de la capital Teherán. Hoy, 23 de enero de 2012, en la vigilia de una supuesta nueva guerra, decir en público en Irán que uno es anarquista, o socialista, o comunista, también se considera «mohareb», y se castiga inmediatamente con la muerte.
Sin embargo, y a pesar de esa represión brutal de casi 30 años a cualquier movimiento de oposición basado en principios revolucionarios de clase, la complejidad de la traumática historia reciente de Irán, donde se han sucedido, casi sin solución de continuidad, tres dictaduras capitalistas (la colonial, la monárquica y la islámica), imprime a su pueblo un potencial levantisco imaginable en muy pocos otros rincones del planeta. En el escenario de un ataque de la OTAN según el patrón de Iraq o el de Libia, ese potencial sería muy difícilmente reducible bajo una nueva colonización militar y económica disfrazada de democracia.
Porque el sistema político vigente en Irán contempla ya la celebración de elecciones a la presidencia del gobierno cada cuatro años. Eso sí, de entre todas las personas que presentan sus candidaturas, el Consejo de Guardianes, supervisado directamente por el líder supremo Jamenei, sucesor vitalicio de Jomeini en el puesto de «rahbar», elige a cuatro de ellos a dedo para que compitan en unas elecciones. Normalmente, de esos cuatro, dos son reformistas, y dos del ala «dura» del régimen. Así Akbar Rafsanyani, de la línea más estricta, fue sucedido por Mohammad Jatamí, reformista, en el 1997. A este a su vez le sucedió Mahmud Ahmadineyad, más conservador, en el año 2005. En el 2009, en medio de una grave crisis económica y con un índice de desempleo altísimo, le correspondía llegar al poder al reformista Mir Hosein Musavi, antiguo presidente del gobierno de Jomeini durante los años más duros de la guerra contra Iraq (1981-1989), y responsable directo del asesinato, no sólo de miles de disidentes políticos, sino de cientos de miles de soldados iraníes en operaciones militares absurdas contra el pueblo hermano iraquí.
La gente en Irán acudió desesperada a las urnas el 12 de junio de 2009, y votó en masa por el candidato reformista. Sin embargo, algo pasó entre bambalinas del poder en Irán, y, al día siguiente de las elecciones, Ahmadineyad, y no Musavi, fue proclamado otra vez presidente con el 63% de los votos, en un fraude dentro del fraude de dimensiones épicas. El dato más fehaciente para demostrarlo, ya que en Irán no pueden entrar periodistas ni instituciones de verificación independientes, no está en los modelos estocásticos propuestos por el profesor de ciencias políticas de la Universidad de Michigan Walter R. Mebane iv , ni en algunos datos oficiales «curiosos», como que en su pueblo natal el candidato reformista Karrubi sacase 14.512 votos y Ahmadineyad 39.690, o que en los seis escrutinios parciales que la televisión pública fue dando durante la noche electoral el porcentaje de votos para Ahmadineyad se multiplicara exponencialmente, en una progresión estadísticamente imposible v . No, el hecho que prueba el fraude electoral ocurrido en Irán en junio de 2009 está en el hecho de que, 38 años después, millones de iraníes volvieron a salir a la calle a protestar. Entre los meses de junio y agosto de ese año, enormes manifestaciones silenciosas ocuparon las calles y las autopistas de todo el país, siendo reprimidas a sangre y fuego por las diferentes fuerzas policiales, parapoliciales («basiyíes») y militares del régimen vi .
El 14 de febrero del pasado año 2011, al amor de las revoluciones en Túnez y Egipto, el Movimiento Verde, radicalizado por la infame represión vivida desde 2009, volvió a tomar las calles de las principales ciudades del país, ya no con carteles de «¿Dónde está mi voto?», como entonces, sino con gritos unánimes de «¡Mubarak, Ben-Alí, el próximo eres tú, Seyyed Alí!» (nombre de pila de Jamenei, el líder supremo). Sólo ese día 14 de febrero, la agencia Human Rights Watch denunció la muerte de tres manifestantes y el encarcelamiento de al menos quinientas personas en Iránvii. Los siguientes días en que los líderes del Movimiento Verde, desde su arresto domiciliario, convocaron manifestaciones, fue tal la presencia militar y policial en las calles de Teherán que no había ni la más remota posibilidad de que más de tres personas se juntasen en alguna calle del centro urbano sin ser agredidos o arrestados por algún uniformado. Lo mismo ocurrió el uno de mayo de 2011, cuando una coalición de sindicatos iraníes (en la clandestinidad, porque los sindicatos independientes están prohibidos allí) hizo un llamamiento a los trabajadores a celebrar el Día Mundial del Trabajo (también prohibido en Irán) junto a los partidarios del Movimiento Verde. Rostam Hamedani, nombre ficticio de un vecino de la avenida de Vali Asr de Teherán, contaba unos meses más tarde en persona (los teléfonos, el Internet y hasta los muros están intervenidos en Irán) que jamás en su vida había visto tantos hombres armados juntos, ni en las películas bélicas de más presupuesto, y que muchos de aquellos mercenarios que habían ocupado las calles de su ciudad no hablaban persa, sino dialectos del árabe extraños a sus oídos.
Hoy día 23 de enero de 2011, el mismo día que la Unión Europea aprobaba su embargo al petróleo iraní, la situación económica es insostenible. En el popular mercado central de Tayrish, en Teherán, un kilo de carne de vacuno cuesta 20.000 tomanes (9 euros), el kilo de tomates 2.000 tomanes (90 céntimos de euro) y una unidad de pan de unos quinientos gramos 1.000 tomanes (40 céntimos de euro). El sueldo medio de un empleado público (una maestra, o un enfermero) es de unos 400.000 o 500.000 tomanes (entre 170 y 220 euros al mes). El alquiler de un modesto apartamento de unos 60 metros cuadrados en un barrio obrero del Sur de Teherán cuesta ahora mismo unos 350.000 tomanes (150 euros al mes). Comprar un euro en Irán ha pasado de costar 1.200 tomanes hace un año a 2.300 ahora. Según las fuentes oficiales, la tasa de inflación interanual a 1 de enero de 2012 es del 22 %, aunque en la realidad es problablemente el 100 o 150%: la cesta básica de la compra vale el doble o más que hace un año.
Esta dramática situación económica está causada a partes iguales por dos razones: la primera, los billonarios gastos militares que el gobierno de Ahmadineyad está teniendo que invertir, no para combatir al enemigo saudí, israelí o norteamericano, contra el que nunca podrá hacer nada, sino para sofocar las iras de su propio pueblo, decididamente soliviantado desde el verano de 2009. La segunda, el criminal embargo con el que los gobiernos de EEUU y la Unión Europea están castigando a la gente de Irán por las supuestas pretensiones de sus gobernantes de construir una bomba atómica. Frente a las falacias de los grandes medios de comunicación, lo más probable es que hasta el día en que caiga el primer misil sobre un barco de guerra en el Golfo Pérsico, ese embargo no afectará a las altas finanzas ni a los grandes negocios que el gobierno iraní tiene con importantes multinacionales de todo el mundo. El petróleo iraní seguirá fluyendo, no sólo hacia Rusia y China, como nos cuentan ellos, sino también hacia Europa a través de empresas tapadera de las grandes multinacionales, incluida Repsol, cuyos tejemanejes con el gobierno de Irán pueden seguirse en varios de los documentos de la Embajada de Estados Unidos en Madrid revelados por Wikileaks (especialmente el 213.251.145.96, de 7 de noviembre de 2011, y el 213.251.145.96, de 8 de julio de 2008). Los pistachos iraníes, por ejemplo, de cuyo comercio tiene el monopolio la familia del expresidente Rafsanyani, seguirán degustándose en todo el mundo hasta que el olor a pólvora y sangre inocente sea irrespirable, y grandes sumas de dinero del erario público iraní seguirán fluyendo tranquilamente hacia Europa desde el Ministerio de Guía Islámica para financiar grandes proyectos de propaganda como son las cadenas de televisión por satélite Press TV (con sede en Londres) e Hispan TV (con sede en Madrid).
Como dice Hamid Dabbashi, profesor iraní de la universidad de Columbia, «se resuelva esta paradoja o no, ni el gobierno judío ni la República Islámica de Irán, ni tampoco el imperio cristiano que tiene el dominio sobre los dos, van a poder librarse de la fuerza de la historia que está en su camino. Podemos llamarlo Intifada en Palestina, la revolución de los acampados en Israel, el Movimiento Verde en Irán, la primavera en el mundo árabe, los indignados en Europa u Occupy Wall Street en EEUU, pero todas las paradojas y las mentiras van a caer tarde o temprano ante esta fuerzaviii«.
Notas:
i http://www.rahana.org/archives/44049
ii http://www.census.gov/population/international/data/idb/country.php
iii http://www.amontazeri.com/farsi/khaterat/html/0562.htm
iv http://www-personal.umich.edu/~wmebane/note18jun2009.pdf
v http://www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/tehranbureau/2009/06/faulty-election-data.html
vi http://www.youtube.com/watch?v=CLo_6Qp1eTk&feature=related
vii http://www.hrw.org/news/2011/02/14/iran-stop-attacks-peaceful-demonstrators
viii http://cheragheazadi.org/index.php/archives/1502
Una versión más corta de este artículo fue publicada por el periódico Diagonal
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.