El Presidente Rafael Correa, dijo el sábado pasado que el adscribía al denominado «Capitalismo Popular». La primera que lo utilizó fue Margaret Tatcher en Inglaterra a la hora de instrumentar las privatizaciones. En Argentina, en su momento Carlos Menem, o en Brasil Collor de Melo también hablaron de «Capitalismo Popular». También algunos otros partidos latinoamericanos, […]
El Presidente Rafael Correa, dijo el sábado pasado que el adscribía al denominado «Capitalismo Popular». La primera que lo utilizó fue Margaret Tatcher en Inglaterra a la hora de instrumentar las privatizaciones. En Argentina, en su momento Carlos Menem, o en Brasil Collor de Melo también hablaron de «Capitalismo Popular». También algunos otros partidos latinoamericanos, como el Liberal de Venezuela apoyan esa teoría. Es bueno ver más o menos como se la define:
Teoría sobre la presunta transformación del actual capitalismo monopolista de Estado en un nuevo régimen social en el que desaparecen las clases y las contradicciones de clase, se «democratiza el capital» y se «nivelan los ingresos», se eliminan las crisis económicas, y el Estado capitalista se convierte en un «Estado, del bienestar general».
Esta teoría alcanzó especial difusión a comienzos de la década de 1950-1960 en los países en que las masas trabajadoras sufren la opresión más dura de los monopolios, son objeto de los golpes más tremendos de la reacción política, y donde los ideólogos de la burguesía, sintiendo la relativa firmeza de sus posiciones, actúan como francos defensores del sistema capitalista.
Mediante la descarada falsificación de los datos estadísticos y a pesar de todos los hechos de la realidad capitalista, los apologistas del «capitalismo popular» afirman que lo característico del capitalismo moderno consiste en una «transformación» profunda, en la eliminación de los límites y diferencias de clase entre los miembros de la sociedad, en la desaparición de los «antagonismos de clase» entre el obrero y el capitalista, en la existencia de la «unidad» y «armonía» de clases.
Los actuales economistas burgueses presentan tres teorías para fundamentar sus afirmaciones. Dichas teorías son: 1) la «teoría de la dispersión» (dilución) de la propiedad, según la cual la aparición de un gran número de poseedores de pequeñas acciones ha dado origen a la «democratización del capital»; 2) la teoría de la «revolución de los gerentes», según la cual la clase de los capitalistas como poseedores absolutos de las empresas históricamente ha abandonado la escena y ha cedido su lugar a los empleados profesionales, a los «directores-managers»; 3) la teoría de la «revolución en los ingresos»; sus partidarios afirman que, en las condicionas del capitalismo actual, en la segunda mitad del siglo XX, ha tenido lugar una redistribución radical de los ingresos entre todos los grupos de la población han desaparecido los pobres y los ricos, y la sociedad se ha convertido en una «clase media» única y monolítica.
En realidad, sin embargo, la existencia de cierta cantidad de pequeñas acciones en manos de la población de los países capitalistas la aparición de un enorme ejército de empleados en las corporaciones financiero- industriales y algunas conquistas sociales que la clase obrera obtiene como resultado de su tenaz lucha de clase, no significan ni mucho menos la «transformación del capitalismo» ni su conversión en «capitalismo democrático» o «popular».
La verdad es que la teoría del «capitalismo popular» constituye una tentativa desembozada de los defensores del capital monopolista encaminada a justificar y embellecer el régimen capitalista, que se ha desacreditado, y a mantener entre millones de trabajadores de los países capitalistas, la fe en la inmutabilidad y el democratismo del sistema capitalista. Esta teoría tiene también por objetivo velar la esencia explotadora del capitalismo, cimentar el mito de que se han eliminado las contradicciones del viejo capitalismo y se ha acabado con la pobreza y la miseria, la lucha de clases y las crisis.