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Afganistán, la garra de la pantera

Fuentes: Peace Reporter

Traducido para Rebelión por Juan Vivanco

Los talibanes que huyen de la ofensiva USA en el sur de la provincia de Helmand se han desplazado a Lashkargah y a los distritos del norte; pagan las consecuencias los soldados británicos, pero sobre todo los civiles afganos.

Bajo un sol de justicia, una columna militar británica de Mastiff -los gigantescos blindados 6 x 6 protegidos con rejas por todos los lados- cruza lentamente el bazar de Lashkargah. Desde las torretas de estos bastiones de color arena, los soldados de Su Majestad apuntan las ametralladoras a los peatones, los coches, los ciclomotores, los tractores y los carritos tirados por mulas. Todos se detienen y, si pueden, se apartan, alejándose espantados del convoy que desfila, para no ser víctimas de la explosión de una bomba detonada a distancia por los talibanes.

«Los talibanes que huyen de los soldados estadounidenses ―explica Nabi, un mecánico― han llegado a la ciudad, de modo que se puede esperar cualquier cosa. Los últimos días han disparado cohetes desde las afueras hacia el centro. El jueves por la mañana contra un mitin electoral pro Karzai que se había convocado delante del palacio del gobernador, y el viernes por la tarde contra el PRT [Equipo de Reconstrucción Provincial, por sus siglas en inglés]. Los oímos silbar sobre nuestras cabezas, y luego estallar. Ninguno dio en el blanco. Cayeron en patios y lugares deshabitados, sin causar víctimas. Pero el peligro es ese, justamente: no se sabe dónde pueden caer. Los llaman «cohetes ciegos» porque golpean al azar. Pero los talibanes ―prosigue Nabi― también han entrado en la ciudad. La madrugada del sábado, sobre la una, dispararon con lanzagranadas contra una patrulla de soldados del gobierno, que respondieron al fuego e hirieron a varias personas que dormían al aire libre por el calor.»

La operación militar estadounidense Janyar ―que en pashto significa «puñal», no «estocada»― ha empujado a cientos de talibanes, que antes controlaban los distritos meridionales de Janishin, Garmsir y Nawa, hacia Lashkargah y más al oeste; y hacia el norte, a Nadali, Grishk y Sanguin, para desesperación de las tropas británicas, en plena operación Panchai Palang, «Garra de Pantera», lanzada al mismo tiempo que la ofensiva USA en el sur. «Los talibanes expulsados por los usamericanos se han congregado en estas zonas, que ya eran bastiones suyos, donde operan los británicos ―explica Safataulá, un periodista local―, que ahora están en verdaderos apuros, como lo demuestran las graves pérdidas que están sufriendo estos días».

Pero los que más están sufriendo las consecuencias son los civiles afganos que viven en los distritos donde combaten talibanes y británicos. «Estaba trabajando en el campo con otros campesinos ―cuenta Abdul, tendido en una cama del hospital de Emergency de Lashkargah con las dos piernas escayoladas― cuando un cohete, o una bomba, no sé, cayó cerca de nosotros. La explosión nos hirió a dos amigos y a mí. Poco antes habíamos visto a lo lejos unos blindados británicos, pero no sabría decir quién disparó. En mi distrito, Nadali, siempre ha habido guerra, pero desde hace una semana se ha convertido en un infierno: los combates no han cesado ni un solo día. Y no sirve de nada, los talibanes siguen ahí».

También eran de Nadali Habibulá y Abdulá, ambos de 12 años, Ziah, de 14 años, Mohammad de 25 y Bora, una mujer de 55 años que llegaron muertos la semana pasada al centro quirúrgico de la ONG italiana, víctimas de bombardeos aéreos. Lo mismo que, por lo menos, otros diez civiles, también de Nadali, ingresados en estos días con graves heridas de metralla de bomba.

«En la noche del miércoles al jueves -cuenta Safataulá― 60 personas resultaron heridas en Babayi, distrito de Nadali, mientras trataban de huir de los combates cruzando a pie el río Helmand. Los británicos les confundieron con talibanes y les bombardearon».

Luego está el problema de las minas. Los pasillos del hospital de Emergency de Lashkargah se están llenando de heridos de mina a un ritmo desenfrenado. «En los últimos días ―explica un médico― nos han llegado diez heridos de mina, de Nadali, pero también de Garmsir, donde se desarrolla la operación de los marines. Muchos de ellos son niños y algunos están gravísimos. ¡Normalmente llegan diez en un mes! Al parecer son artefactos colocados por los talibanes para volar los vehículos militares extranjeros».

La operación militar británica «Garra de Pantera» también está provocando una grave desbandada de civiles. En los últimos días por lo menos 20.000 desplazados han llegado aquí a Lashkargah, tras huir de los distritos donde se combate, sobre todo de la zona de Babayi, en el distrito de Nadali. A los más afortunados les acogen parientes y amigos; pero la mayoría, unos 15.000 hasta ahora, van a parar al campamento de refugiados de Mojtar: una desolada extensión de tiendas, barracones y chozas de adobe en la periferia norte de la ciudad, donde desde 2002 ya viven por lo menos 20.000 desplazados en condiciones lamentables, sin ninguna asistencia del gobierno afgano. Ahora, por lo tanto, el campamento acoge a 35.000 personas, y no paran de llegar más.

Mientras escribimos, dos explosiones hacen temblar el suelo. Otros dos «cohetes ciegos» han caído en la ciudad, a pocos cientos de metros del hospital de Emergency, uno delante de las oficinas de Ariana Airlines y el otro junto a la sucursal del Afghan Bank. Afortunadamente sólo hay un herido leve y ligeros daños en los jardines.

El sol se pone en Lashkargah, pero el bochorno sigue siendo sofocante. El almuédano entona la llamada a la oración de la tarde, pero su canto es acallado por el estruendo de los helicópteros Apache, que avanzan lentamente por el cielo rosa sobre docenas de pequeñas cometas, voladas por niños que disfrutan de las últimas horas de juego antes del toque de queda.

Fuente: http://it.peacereporter.net/articolo/16665/Afghanistan%2C+l%27artiglio+della+pantera