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América nació en Nicaragua

Fuentes: La Jornada

¿Cómo nos llamamos? Con la conquista fuimos de «las Indias», y luego «Nuevo Mundo». España nos bautizó de «hispanos» y Francia de «latinos» para diferenciarnos del norte anglosajón. El neofranquismo habla de «Iberoamérica», Cuba agrega «y del Caribe» al gentilicio «América Latina», y con énfasis mercadotécnico Washington se refiere a «las Américas». En consecuencia, faltan […]

¿Cómo nos llamamos? Con la conquista fuimos de «las Indias», y luego «Nuevo Mundo». España nos bautizó de «hispanos» y Francia de «latinos» para diferenciarnos del norte anglosajón. El neofranquismo habla de «Iberoamérica», Cuba agrega «y del Caribe» al gentilicio «América Latina», y con énfasis mercadotécnico Washington se refiere a «las Américas».

En consecuencia, faltan los nombres de muchos pueblos y culturas: las originarias de América (mal llamadas «indias»), las de Africa (mal llamadas «negras»), y las de origen lusitano, semita, eslavo, balcánico y asiático que del estrecho de Bering al de Magallanes se mezclan y habitan en un continente donde Estados Unidos, país que no tiene nombre, se apropió del nuestro: América.

Nombre justo, conciso y original, la voz «América» podría hallar vigorosa justificación en las investigaciones de Jules Marcou, geógrafo francés. Marcou sostiene que si bien el nombre se inspiró de modo confuso en el apodo «Amerigo» de quien llamábase Alberico Vespucci, la voz de marras tendría origen maya-quiché: «Amerrique» o «Amerique», en francés suavizado (Sobre el origen del nombre America, Sociedad Geográfica de París, 1875, puntilloso y fascinante estudio, que a continuación reseñamos).

«Amerrique» era el nombre indígena dado a las montañas existentes entre Juigalpa y La Libertad, departamento nicaragüense de Chontales. El geólogo y naturalista Thomas Belt, autor de «The Naturalistic in Nicaragua» (1874), observó que la sierra o cordillera de «Amerrique» forma la línea divisoria de las aguas, entre el lago de Nicaragua y el río Bluefields.

De 1868 a 1871 Belt fue ingeniero de la compañía Minera de Chontales, en las minas de oro de Santo Domingo, San Benito y San Antonio. Anteriormente, las minas habían sido explotadas por los indígenas y los españoles. Avidos de oro, los tripulantes del cuarto y último viaje de Colón (1502-03), fueron los primeros en divulgar con persistencia la voz «amerrique».

El Piloto Mayor Vespucci, entre ellos. Un año después, Vespucci dejó de llamarse Alberico y adoptó el de «Amerigo», nombre desconocido en Europa pero dado por sus marineros a propósito de «Amerrique» o «Amerique». Es decir que en lugar de tener el honor de dar su nombre al «Nuevo Mundo», de éste salió el nombre que lo hizo célebre.

La segunda parte de esta historia tuvo lugar en abril de 1507, en Saint Dié, pequeña población de Lorena. Allí fue traducida del francés al latín la carta de relación «Quatuor Navigationes» de Vespucci a Francesco de Médicis, impresa con el nombre de «Cosmographiae Introductio» única partida auténtica de bautismo del Nuevo Mundo.

Según Alexander Humboldt la obra de 52 páginas fue «…preparada con el mayor descuido por un librero muy oscuro quien fue a comer pasas a Lorena e inventó el nombre América». Humboldt se refiere al dibujante de mapas Martin Waltzemüller, pero desconocía que el canónigo Jean Basin, insigne poeta, recibió la orden de la traducción latina a causa de «la elegancia, característica de su estilo», según Gualterio Lud, canónico impresor.

La modestia del poeta Basin, autor del nombre latino Americus dado por primera vez a Vespucci en traducción muy libre (y del nombre America, dado también por primera vez al Nuevo Mundo), no dice una sola palabra de su presencia. En cambio, Waltzemüller se dió audazmente por autor de la obra, bajo el nombre cacofónico de Martin llacomylus.

Cuando el canónico Lud tuvo en sus manos el primer ejemplar de edición, suspendió con indignación la tirada de la que no se conoce más de un ejemplar que hoy cuesta más de un millón de dólares. Waltzemüller fue despedido y se fugó con las planchas. Sin embargo, dos años después reimprimió la obra en Estrasburgo, cometiendo el primer acto de falsificación y piratería después de la invención de la imprenta.

Por otro lado, «Cosmographiae Introductio» no hace mención alguna a Cristóbal Colón, cuya existencia ignora. En tanto que Vespucci fue acusado de colocar su nombre en las cartas, pretendiendo arrebatar a Colón la gloria del «descubrimiento». Sin embargo, no fueron los sabios quienes impusieron al vulgo el nombre América.

En todos los puertos de mar era sabido que Vespucci no era el descubridor del «Nuevo Mundo». La resistencia de los sabios a la adopción del nombre «América», adoptada por el vulgo, duró tres siglos. En los actos oficiales, en el Consejo de Indias, en las Historias de los Indios de Oviedo, de Gomara, de Las Casas, no se emplea este nombre.

Al recibir la «Cosmographiae Introductio», Vespucci debe haberse sentido por extremo lisonjeado. «Si hubiese querido – dice Marcou – pudo desconocer esa ‘gloria peligrosa’, pues no ocurrió su muerte hasta el 22 de febrero de 1512: pudo al menos escribir a sus amigos de Florencia, declarándoles que nunca había tenido la pretensión de suplantar a Colón, ni a los otros primeros «descubridores» y exploradores del Nuevo Mundo. No sucedió esto…»

En maya quiché «Amerrique» significa «país del viento», «país donde el viento sopla siempre».