Tanto externa como internamente el U.S. Government tiene larga experiencia en el asunto
En lo que va recorrido del siglo XXI los de Honduras y Paraguay se suman a la larga lista de golpes de Estado perpetrados en América Latina desde su independencia hace unos doscientos años.
Estos dos últimos golpes (también en el sentido literal), han poseído unas características de ejecución un tanto más sofisticadas que las de los siglos XIX y XX. En Honduras el 28 de junio de 2009 la detención y expulsión del presidente elegido constitucionalmente Manuel Zelaya por parte de militares entrenados en la Escuela de las Américas (SOA) ahora llamado WHINSEC, esa ominosa dependencia pentagonal, el posterior encumbramiento del derechista presidente del Congreso y la represión subsiguiente contra la población continuada hasta el presente, junto con el apoyo del gobierno de Washington, guardan la estructura tradicional de lo visto en el pasado, con un tanto menos de ostentación castrense y sin embargo con la subsecuente represión selectiva como ingredientes contemporáneos.
Lo sucedido el 22 de junio pasado en el Paraguay con el golpe de Estado ‘jurídico’ al jefe del Estado elegido constitucionalmente Fernando Lugo, mediante un juicio relámpago de lacónicas acusaciones amañadas e imposibilidad de una defensa en medio de la hostilidad del Congreso, a causa del dominio en el poder legislativo de la más hirsuta derecha latifundista, a lo cual se unió el apoyo tácito pero decidido de la Casa Blanca, permiten observar de igual manera la organización sacramental de la remoción de líderes latinoamericanos incómodos para los muy definidos intereses de la potencia imperial.
Tanto en Honduras como en el Chaco paraguayo están de por medio bases militares pentagonales, estén ya instaladas o por instalar, y un propósito a largo plazo bien establecido. Cómo menciona respecto de este más reciente suceso Stella Calloni, «Detrás de la destitución de Lugo hay elementos que deben verse como un ataque estratégico para el proyecto de desestabilización, tendente a golpear la integración latinoamericana [1]«
Lo anteriormente relatado trae a la mente aquella frase tan certera como de difícil establecimiento de su autoría, de que «no hay golpes de Estado en EE.UU. porque en Washington no hay embajada de los Estados Unidos de América«; una completa definición de las relaciones políticas entre esta nación y Latinoamérica y el Caribe.
Debemos recordar una gran variedad de derrocamientos o intentos de ello contra gobiernos legítimos o ilegítimos, de forma directa o indirecta, incluyendo el homicidio del jefe del Estado respectivo en determinados casos, pero de acuerdo con las circunstancias de cada momento, incómodo u opuesto a los planes existentes o por realizar del gobierno de la Casa Blanca.
La lista a continuación tiene en cuenta los golpes de Estado en los cuales se ha presenciado con mayor claridad la mano del gobierno estadounidense; sin ser exhaustiva y teniendo en cuenta las circunstancias más inmediatamente relacionadas con aquéllos, va desde los ya citados como más recientes a Venezuela 2002 (que se saldó con unos 20 muertos), Panamá 1989 (invasión que causó entre 3.000 y 5.000 mil muertes), Granada 1983 (invasión), Chile 1973 (muerte del presidente Salvador Allende y cifra indeterminada de muertes), Uruguay 1973, Brasil 1964, República Dominicana 1961 (muerte del dictador Leónidas Trujillo) y 1965 (invasión y número indeterminado de muertes), Guatemala 1954, Panamá 1941, Haití 1915 (invasión), Nicaragua 1909 (ocupación militar). Fuera del continente sobresalen Indonesia 1965 (entre 500.000 y 1.000.000 de muertes), Vietnam 1963 (muerte del dictador Ngo Dinh Diem), e Irán 1953 (número indeterminado de muertes).
No obstante, a despecho de lo que pudiera establecerse a primera vista, en el coloso de norte, a pesar de sus conservadoras instituciones y sus constantes loas a la democracia formal de dominio del capital, a la par de su férreo manejo oligárquico del poder entre amigos, han ocurrido notables y aparatosas tentativas, golpes de Estado en toda la ley y elegantes golpes de Estado palaciegos de oficina.
Inicialmente mencionaremos el caso del general Smedley Butler famoso oficial de cuerpo de marines, quien debido a su popularidad dentro de las tropas por su valor en el año de 1934 fue tentado por la oligarquía financiera de EE.UU. para desestabilizar el gobierno de la Casa Blanca Exactamente el determinador de tal hecho era la Liga Norteamericana por la Libertad (The American Liberty League) , un grupo de potentados conformado por los cárteles de DuPont y J.P. Morgan y tenía apoyo importante de Andrew Mellon Associates, Pew (Sun Oil), Rockefeller Associates, E.F. Hutton Associates, U.S. Steel, General Motors (GM), Chase, Standard Oil y Goodyear Tires [2] Intentaban cooptar a Butler para ejecutar el papel de líder un golpe militar contra el presidente Franklin Delano Roosevelt, ante la crisis económica generada por el ‘Crack del 29’, las medidas tomadas por este en favor de las clases bajas de la sociedad y ciertas políticas económicas obstruccionistas de la voracidad del gran capital tomadas en consecuencia. En aquel momento eran apreciables conservadores histéricos y fanáticos reaccionarios hablando de pérdida de la libertad individual [3] a causa de dichas decisiones. Por entonces un observador afirmaba sin ambages que «La Liga Norteamericana por la Libertad es un llamamiento a las armas» [4].
Para tal efecto le ofrecen financiar el encabezamiento por parte de Butler de una marcha sobre Washington, muy al estilo fascista de Mussolini, con medio millón de veteranos de la Primera Guerra Mundial descontentos por su paga actuando como fuerza paramilitar, a fin de establecer un gobierno en la sombra favorable a la minoría millonaria mencionada. La conspiración se dice podría estar patrocinada exteriormente al menos en parte por la mismísima Alemania nazi [5].
Butler, un hombre de firmes principios e incorruptible, denunció tal proyecto de golpe de Estado ante el Congreso, el cual creó para ahondar en los hechos el Comité McCormack-Dickstein , el cual llegó a conclusiones inquietantes:
«En sus últimas semanas de existencia oficial el comité recibió pruebas que mostraban que se habían producido intentos por parte de ciertas personas de establecer una organización fascista en este país (…) No hay duda de que estos intentos se discutieron, se planificaron y podrían haberse ejecutado cuando y si los apoyos financieros lo hubieran juzgado oportuno» [6] .
Es lo conocido actualmente como el fracasado Plot Against FDR (complot contra Roosevelt). Estas inferencias fueron silenciadas a pesar de sus argumentados soportes; en audiencias secretas se estableció la veracidad de lo dicho por el general Butler. Empero, el gobierno de Roosevelt nunca pudo llevar a los conspiradores ante la justicia; la impunidad en los más altos niveles es una constante en la política estadounidense hasta el presente.
Smedley Butler escribió un contundente líbelo denominado ‘La guerra es un latrocinio‘ [7] en el cual desde su privilegiado punto de vista, describe el papel que juegan los militares y banqueros en las guerras de conquista y en particular las realizadas por Washington en Latinoamérica.
Empero, no todos los golpes de Estado han de tener las características fundamentales de movimientos coordinados de tropas en pos de someter una capital gubernamental, se puede ser mucho más sutil y efectivo en determinadas circunstancias. Veintinueve años más tarde ocurre el acontecimiento más impactante dentro de Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial: el asesinato del trigésimo quinto presidente John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas Tejas.
Alrededor de este magnicidio son tejidas gran cantidad de hipótesis, alimentadas con amplitud por las apresuradas y alteradas conclusiones de la famosa Comisión Warren, las cuales con el tiempo ha sido demolidas por centenares de testigos presenciales, pruebas filmográficas, recreaciones, dictámenes forenses, declaraciones de implicados, autoinculpaciones [8], etc.
La versión de dicha comisión haciendo las veces de inicial versión oficial de los hechos, describe la acción de un homicida solitario llamado Lee Harvey Oswald, accionando un rifle con una precisión y una velocidad de imposible repetición en otro ser humano, el cual luego del hecho asesina sin motivo alguno a un policía a varios kilómetros del tiroteo contra JFK, y luego entra en un cine inexplicablemente sin pagar el boleto, para ser capturado por una casual multitud de policías; luego viene el asesinato de Oswald por un hombre cercano a la mafia llamado Jack Rubistein (Ruby) dos días después frente a cámaras de televisión en plena Jefatura de policía con la absoluta pasividad de sus custodios. Ruby es condenado a ser ejecutado, pero muere de causas naturales en 1967. Caso cerrado. Una trama tan rocambolesca como la anterior ha sido debatida por casi cincuenta años como el paradigma (y no es para menos) más perfeccionado de una conspiración en su ejecución así como en los intrincados acontecimientos posteriores.
Es de tales dimensiones la incredulidad al respecto del pueblo estadounidense que en 1978 la Cámara de Representantes del Congreso establece una comisión de investigación, el Comité Selecto de Asesinatos de la Cámara de Representantes (por sus siglas en inglés HSCA), con el fin de aclarar este homicidio [9], concluyendo, eso sí sin profundizar, que «El comité cree sobre la base de evidencia que dispone que el presidente John F. Kennedy fue probablemente asesinado como resultado de una conspiración. El comité no pudo identificar a otros pistoleros o la extensión de la conspiración [10]«
Como mencionamos, varias investigaciones independientes posteriores han agregado nuevos elementos cuestionadores de la versión oficial de la Comisión Warren hasta hacerla ver como altamente sospechosa de encubrimiento [11]. Sin embargo, lo más destacable en este estado de conocimiento actual del tema, ya no son los detalles de lo ocurrido en Deaily Plaza y alrededores de aquel 22 de noviembre y los de días posteriores, sino la certeza generalizada de que existió irrefutablemente un ocultamiento más o menos planificado en los entes oficiales del gobierno federal y local en múltiples niveles incluyendo los más altos. Lo anterior implica el favorecimiento ´por la ocurrencia del crimen de personas en los estamentos determinantes del poder político; por tanto el homicidio de JFK en su calidad de presidente en ejercicio es la parte más visible de un golpe de Estado, podría decirse que palaciego (por ser incoado en el entorno del jefe del Estado [12]). Es decir el derrocamiento por muerte de un presidente legítimamente elegido.
Esta es la conclusión verificable de tales pesquisas, las cuales conducen a establecer varios grupos de posibles determinadores del asesinato de JFK, como personas u organizaciones públicas o no, poseedoras para ello del motivo, los medios y la oportunidad para realizar tal crimen. Allí se pueden incluir a los exiliados cubanos, la mafia de Chicago y Nueva Orleans, el ala derecha del complejo militar industrial (aunque no se conoce de ala izquierda), y los eternos sospechosos de la CIA [13]. Por tanto, el golpe de Estado, al menos el definido hasta la fecha en las múltiples indagaciones oficiales y privadas, se vincula con la directa obstrucción a la administración de justicia en el caso de asesinato de JFK.
Casi once años después nuevamente se presenta una situación de golpe de Estado en EE.UU., esta vez en el mismo Washington, aunque de una manera burocrática pero no por ello menos verificable.
Era la parte final del Escándalo Watergate, aquella cadena de actos de espionaje incluyendo allanamientos ilegales a personas estimadas por el Presidente de entonces Richard M. Nixon, como peligrosas, rivales políticos, o a simples colaboradores, los cuales son ostentosamente violatorios de las leyes; le seguían como en un laberinto sin fin, maniobras de abuso de poder para su encubrimiento, ordenando la realización de delitos, obstruyendo la justicia, intentando para ello utilizar a la CIA, cometiendo perjurio al mentir flagrantemente ante despachos judiciales, desacatando deliberadamente mandatos conforme el orden constitucional y legal vigente, sobornando, etc.
Nixon se encontraba día tras día en una situación más apremiante. Desafiaba a jueces, destituía un fiscal y se veía ya en la mira del Gran Jurado para ser acusado formalmente de los delitos citados; el asunto había tomado tales dimensiones que se había enfrentado al Congreso y este se aprestaba a votar un Impeachment (acusación a altos funcionarios en el derecho anglosajón), para ser juzgado y destituido por el senado.
Errático, arrogante, embelesado por su poder y presumiéndose delirantemente como un héroe nacional, Nixon realizó todo tipo de maniobras destinadas a buscar respaldo para no someterse al poder judicial y al Congreso, asumiendo que por su condición presidencial estaba por encima de la ley e incluso de la Constitución estadounidense; en tales circunstancias llegó a sondear las posibilidades de ser respaldado por los miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor para oponerse a los fallos y mandatos de los poderes competentes para su investigación y juzgamiento. «Estaba intentando ver si le apoyábamos para seguir en el poder llegada la hora [14]» Este apoyo naturalmente era militar.
Casi simultáneamente alardeó de su poder como comandante en jefe del aparato militar nuclear y poder hacer uso del arsenal atómico, ante miembros del congreso a los que intentaba influenciar para evitar sus actos de control sobre el poder ejecutivo [15].
Su arrogancia le llevó a ignorar la constitución y sus estipulaciones sobre contrapesos de poderes y erigió imaginariamente al congreso como actor principal de un golpe de Estado del poder legislativo en su contra, secundado en tan trastornada conclusión por su colaborador Alexander High. La situación era en el ambiente de los poderes establecidos de ‘crisis constitucional’, ‘dictadura’, ‘operación militarista’; «Nixon estaba actuando como un tirano loco [16]«
Tal peligrosidad institucional fue apreciada el entorno de los colaboradores de Nixon; existía la posibilidad real de que este diera un autogolpe de Estado del más puro estilo de cuartel, al ordenar a las guarniciones circundantes a la Casa Blanca que le sirvieran de guardia pretoriana oponible al Congreso y sus requerimientos y los mandatos judiciales incluso de la Corte Suprema de Justicia. Esto fue valorado juiciosamente como plenamente factible y a tal conclusión llegó el Secretario de la Defensa James Schlesinger, quien venía de ser director de la CIA.
Este previendo una posibilidad tan seria dados los actos y decires de Nixon, se reunió con los oficiales de la Junta de Jefes de Estado Mayor para ordenarles, pasando por encima de la autoridad presidencial, que ninguna orden de la Casa Blanca podía ser ejecutada sin su aprobación, y previendo cualquier maniobra engañosa, esto debía ser comunicado a los mandos medios; ‘se temía un golpe militar en el cual estaría implicado el ejército’ [17].
La gravedad de la situación se planteó ante los militares ‘leales’ en términos perentorios y precisos: «Aproximadamente en la última semana de la administración Nixon recibimos un mensaje secreto de distribución limitada en el que nos daban instrucciones para no obedecer ninguna orden del presidente (aunque no fuera nuclear) hasta nuevo aviso. La orden llegó con prioridad absoluta [18]«
En otras palabras, el comandante en jefe del las fuerzas armadas de los EE.UU. por al menos unos 10 días, los últimos de mandato de Nixon, de hecho y por un acuerdo previo con militares de alta graduación fue James Schlesinger, en lo que se constituye como un golpe de Estado burocrático al interior de la Casa Blanca, en respuesta a su vez a otro militar de factible ocurrencia por parte del presidente en ejercicio en ese momento Richard M. Nixon.
El 8 de agosto de 1974 Nixon anunció su dimisión como presidente ante el inminente acontecimiento de un juicio de destitución en su contra; este no se había atrevido (hasta donde sabemos) a tomar las vías de hecho para prolongar un mandato debido a su aplastante impopularidad, pero fundamentalmente a la falta de apoyo en quienes lo buscó. No obstante, el golpe de Estado técnico ya se había producido por parte de su secretario de defensa secundado por los mandos militares y el secretario de Estado Henry Kissinger. La Casa Blanca le había dado un golpe de Estado pro tempore a la misma Casa Blanca [19].
Como hemos observado, el gobierno estadounidense atesora un prolongado conocimiento de las variadas maneras de desestabilización de gobiernos dentro y fuera de sus fronteras. Es por tanto muy factible que esta arma de las operaciones encubiertas destinadas a salvaguardar su intereses sea empleada nuevamente con la sofisticación del caso, sobre todo en Latinoamérica y el Caribe contra gobernantes y movimientos sociales. El ejercicio del poder popular organizado es un muy eficaz medio contrarrestante de cualquier maniobra golpista por mimetizada que sea; en la última década el accionar politizado y decidido de la población en Venezuela, Ecuador y Bolivia lo ha demostrado.
No hay lugar a golpes de Estado cuando el poder se encuentra en las barriadas y calles.
Notas
[1] Destitución de Lugo Maniobra Política de Estados Unidos. El día del cese, legisladores negociaban instalar una base militar. http://www.jornada.unam.mx/2012/07/01/mundo/025n1mun
[2] Michael Donnelly. El Fallido Golpe de Wall Street. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4649
[3] Arthur Schlesinger Jr. La Llegada del Nuevo Trato. Uthea Mexico 1968. Pag.470
[4] David Lawrence. United States News. Citado por Arthur Schlesinger. Obra citada. Pag.468
[5] «Esta afirmación resultaba totalmente creíble: un año antes, el presidente de Chevrolet, William S. Knudsen (el cual había donado 10.000 dólares a la Liga) viajó a Alemania, donde se reunió con los dirigentes nazis, y declaró a su vuelta que la Alemania de Hitler era «el milagro del siglo XX». En aquel entonces, Adam-Opal Co., propiedad por entero de GM, ya había empezado a producir motores para los tanques, camiones y bombarderos de los nazis. A James D. Mooney, vicepresidente de GM para operaciones exteriores se le sumaron Henry Ford y Tom Watson, jefe de IBM, entre quienes recibieron la Gran Cruz del Águila Alemana de manos de Hitler por sus considerables esfuerzos en favor del Tercer Reich.» http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4649 Ver también The Failed Conspiracy to Overthrow President Franklin D. Roosevelt http://www.liberalslikechrist.org/about/FDRcoup.html
[6] Michael Donnelly. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4649 Ver así mismo The Fascist Plot to Overthrow FDR (FULL) http://www.youtube.com/watch?v=hTdx6vEUtIA
[7] http://www.soberania.org/Archivos/EL%20AFAN%20IMPERIALISTA%20ESTADOUNIDENSE%20-%20WAR%20IS%20A%20RACKET.pdf
[8] Del relacionado con la CIA James E. Files en 1994. http://www.jfkmurdersolved.com/confession2.htm
[9] Junto con el líder defensor de los derechos civiles Martin Luther King ocurrido en 1968.
[10] National Archives. JFK Assassination Records. Reporte on The Select Committee on Assassination of The U. S. House of Representatives http://www.archives.gov/research/jfk/select-committee-report/
[11] Los Hombres que Mataron a Kennedy 1 y 2. http://www.youtube.com/watch?v=5VnJQpKjGkg http://www.youtube.com/watch?v=LHq7QPAA4Xw Por supuesto ver la película JFK de Oliver Stone (1991).
[12] Caroline Kennedy esposa de John Fitzerald Kennedy, estimaba que su esposo había sino muerto mediante un complot en cual formaba parte el Vicepresidente Lindon B. Johnson. Explosive Jackie O tapes ‘reveal how she believed Lyndon B Johnson killed JFK and had affair with movie star’. http://www.dailymail.co.uk/news/article-2023418/Jackie-O-tapes-reveal-JFKs-affairs-believed-death.html
[13] Sobre la pista cubana Percy Francisco Alvarado Godoy. La Conspiración de la CIA y la Contra Revolución Cubana en el Asesinato de Kennedy. ALAI. http://alainet.org/active/33832&lang=es
[14] Almirante Elmo Zumwalt citado por Anthony Summers. Nixon: La Arrogancia del Poder. Ediciones Península. Barcelona 2003. Pag.573, 590, 595.
[15] Anthony Summers. Obra citada. Pag.590.
[16] Anthony Summers. Obra citada. Pag.569.
[17] Palabras del general de la Fuerza Aerea Geoge Brown. De su parte Schlesinger estaba especialmente preocupado por la aceptación de Nixon en la Fuerza Aérea y por general de Marines Robert Cushman cercano al presidente y débil de carácter; justamente este cuerpo castrense era el más cercano geográficamente a la Casa Blanca. Anthony Summers. Obra citada. Pag.592, 593.
[18] Palabras del especialista en operaciones de espionaje del ejército Barry Toll a Anthony Summers. Obra citada. Pag.593.
[19] El respaldo a este tipo de derrocamiento de oficina a Richard M Nixon por parte de Schlesinger fue tan evidente que el nuevo presidente Gerard Ford lo ratificó como Secretario de la Defensa hasta 1975.
Contacto: [email protected]
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.