El mayor peligro actual es la existencia de armas nucleares porque el efecto de sus explosiones resultan devastadores, una sola puede destruir una ciudad entera, matar a millones de personas y poner en peligro tanto el medio ambiente como la vida de las futuras generaciones. Por lo tanto, el desarme nuclear es la mejor opción […]
El mayor peligro actual es la existencia de armas nucleares porque el efecto de sus explosiones resultan devastadores, una sola puede destruir una ciudad entera, matar a millones de personas y poner en peligro tanto el medio ambiente como la vida de las futuras generaciones. Por lo tanto, el desarme nuclear es la mejor opción para la prevención de una guerra atómica; no obstante, este objetivo es un reto muy difícil.
Las discusiones sobre la fabricación de armas nucleares comenzaron el 2 de agosto de 1939, cuando Einstein, Teller y otros científicos, preocupados por la efervescencia del partido nazi en Alemania y por la posibilidad de que Hitler obtuviera una bomba atómica, escribieron una carta al Presidente Franklin D. Roosevelt, sobre el uso del uranio como fuente de energía nuclear. Poco después, EE.UU. impulsaría el proyecto Manhattan, que le permitiría la obtención de la bomba atómica.
El 16 de julio de 1945, Estados Unidos detonó la primera arma nuclear en Nuevo México y menos de un mes después dos de ellas fueron lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Ambas bombas causaron la muerte de más de 230.000 personas y devastaron las dos ciudades. Cuatro años después, la Unión Soviética construyó su propia arma nuclear, Gran Bretaña lo haría en 1952, Francia en 1960 y China en 1964. En 1955, Canadá entregó a la India el reactor de agua pesada, que produjo el plutonio para las primeras bombas atómicas indúes. Pakistán también tiene esta arma. En 1956, Francia suministró a Israel el reactor y la planta de Dimona, de donde salió el plutonio para las armas nucleares israelíes.
En la actualidad, tanto en Estados Unidos como Rusia, heredera de la Unión Soviética, tienen miles de armas nucleares cada uno ellos. Se calcula que hay unas 26.000 armas nucleares en el mundo y que se han llevado a cabo más de 2.500 ensayos nucleares. Es preciso aclarar que la no realización de ensayos no impide a un país poseer estas bombas. Israel nunca los hizo, pero posee un basto arsenal nuclear; Sudáfrica tampoco hizo experimentos, por lo menos oficialmente, sin embargo poseía una media docena de armas nucleares. En 1954, Jawaharlal Nehru, Primer Ministro de la India, propuso por primera vez el cese de los ensayos nucleares. Hasta el siglo pasado, algunos países aprovecharon la ausencia de leyes internacionales para satisfacer sus ambiciones nucleares.
Papel de las Naciones Unidas en el desarme atómico
Desde su fundación, la ONU ha perseguido la eliminación de las armas atómicas. En su primera resolución de 1946, la Asamblea General estableció una Comisión para tratar, entre otros temas, los problemas derivados del descubrimiento de la energía atómica. Esta Comisión debía considerar la toma de medidas prácticas destinadas a favorecer el control de la energía nuclear y las medidas necesarias para asegurar su empleo sólo con fines pacíficos. La resolución también decidió que la Comisión tenía que presentar propuestas para «la eliminación de los armamentos nacionales de las armas atómicas y todas las demás armas de gran potencia aplicables ahora o en el futuro a la destrucción en masa». E n la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en países que poseen armas nucleares.
Desde 1946 se han suscrito varios tratados multilaterales que tienen el propósito de controlar los ensayos nucleares, evitar la proliferación nuclear y fomentar el desarme nuclear. Algunos tratados y acuerdos bilaterales y multilaterales pretenden reducir o eliminar ciertas categorías de armas nucleares, así como evitar la proliferación de las mismas y de sus sistemas vectores. Esto comprende tratados como el Código Internacional de Conducta de La Haya contra la Proliferación de Misiles Balísticos, el Régimen de Control de la Tecnología de Misiles Disponible y el Régimen Internacional Sobre Control de Exportaciones de Armas.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, para crear consciencia en la población y sus dirigentes acerca de los beneficios de la eliminación de las armas nucleares y los costes sociales y económicos derivados de su mantenimiento, en la Resolución 68/32 declaró «el 26 de septiembre Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, dedicado a la promoción de este objetivo, entre otras cosas a través del aumento de la conciencia y los conocimientos del público respecto de la amenaza que representan para la humanidad las armas nucleares y la necesidad de su eliminación total, a fin de movilizar esfuerzos internacionales para alcanzar el objetivo común de un mundo libre de armas nucleares» . Este día brinda al hombre la oportunidad de reafirmar su compromiso prioritario con el desarme nuclear global.
Desde que la ONU busca la reducción de armas nucleares y su total eliminación a futuro, este organismo ha propugnado numerosas conferencias y ha suscrito acuerdos que comprometen a sus miembros a suprimir la investigación del armamento nuclear y sus pruebas. Entre los más importantes documentos suscritos están:
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Tratado por el que se prohíbe los ensayos con armas nucleares en la atmósfera, en el espacio ultraterrestre y debajo del agua (1963)
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Tratado para la proscripción de las armas nucleares en América Latina y el Caribe, Tratado de Tlatelolco (1967)
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Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, TNP (1968)
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Tratado sobre prohibición de emplazar armas nucleares y otras armas de destrucción masiva en los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo, Tratado sobre los fondos marinos (1971)
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Tratado sobre la desnuclearización del Pacífico Sur, Tratado de Rarotonga (1985)
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Tratado de la creación de una zona libre de armas nucleares en el Asia sudoriental, Tratado de Bangkok (1995)
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Tratado de creación de una zona libre de armas nucleares en África, Tratado de Pelindaba (1996)
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Tratado de prohibición completa de ensayos nucleares, TPCE (1996)
La ONU ha propuesto varios puntos para la consecución de estos compromisos:
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Diálogo entre las altas esferas políticas para decidir sobre el control de armas.
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Diálogo entre las mayores potencias para reducir el riesgo de guerra.
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Implementar una política de control de armas sin que un sólo país o institución asuma la primacía.
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Compromiso real entre las grandes potencias para que asuman un liderazgo responsable.
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Manejo de las relaciones con los países que se encuentran fuera de los acuerdos internacionales respecto a las armas nucleares.
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Logro de un acuerdo marco con reglas que legitimen la entrada en vigor de un nuevo sistema de seguridad.
Mientras más elevado sea el número de países que dispongan de armas nucleares, mayor es el riesgo de que sean deliberadamente utilizadas o que se desencadene un conflicto por error o que un país bombardee preventivamente las instalaciones de sus adversarios o, incluso, que armas o materiales fisibles caigan en manos de grupos terroristas criminales, por lo tanto, la proliferación nuclear es uno de los peligros más graves para el futuro de la humanidad. Para evitar este peligro, la ONU ha creado organismos especiales como es La Comisión Preparatoria de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.
La crisis del Caribe y su papel en la no proliferación nuclear
Paradójicamente, la crisis de los misiles en Cuba, de 1962, llevó a implementar una política global de no proliferación. Puesto que Washington y Moscú constataron que si una tercera potencia nuclear se hubiera inmiscuido en la confrontación, tal vez hubiera sido imposible la salida pacífica de tan peligrosa situación, las dos superpotencias firmaron el 1 de julio de 1968 el Tratado de No Proliferación (TNP).
A partir de la firma del TNP, el mundo está divido entre los «estados dotados de armas nucleares», que hicieron explotar una bomba atómica antes del 1 de enero de 1967 y los estados que se comprometieron a no intentar procurarlas y poner todas sus instalaciones nucleares bajo el control del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), ente autónomo que la ONU estableció en 1957 para garantizar y verificar el respeto de las obligaciones contraídas por los estados miembros del TNP. Sus inspectores sólo pueden ir a aquellos países que han firmado y ratificado con el OIEA un acuerdo especial que precisa sus derechos y deberes.
La razón se impuso a la locura
Al principio, el TNP fue percibido por muchos países como una afrenta inaceptable a su soberanía. Alemania, Japón, Italia, primeros países a los que se dirigió este tratado, se negaron inicialmente a someterse a él. A mediados de la década de los 70, y luego del estallido de la primera bomba atómica de la India, se produjo la proliferación de movimientos antinucleares, primero en Estados Unidos y luego en Europa.
Alarmados ante el peligro que corría la paz mundial como consecuencia de la diseminación de la tecnología nuclear, muchos estados creyeron que su seguridad estaría mejor garantizada si sus vecinos no dispusieran de estas armas. Tanto EE.UU. como la URSS promovieron este movimiento, al que se sumaron sus aliados más cercanos. En 1970, el TNP entró en vigencia gracias a su aceptación por estados que veían en el TNP un medio de reducir los riesgos de un suicidio colectivo, también de países que no pensaban llegar a tener algún día los medios para producir bombas atómicas. Argentina y Brasil abandonaron sus proyectos militares y se adhirieron al TNP al finalizar sus regímenes militares. Sudáfrica entre los años 70 y 80 desmanteló media docena de artefactos atómicos y poco antes de abandonar el régimen del apartheid se adhirió al TNP. India, Israel y Pakistán no se ha unido a este tratado y han preferido construir sus arsenales nucleares.
Si bien el TNP fue concebido para unos 25 años de duración, el 11 de mayo de 1995, en Nueva York, 178 países decidieron extenderlo indefinidamente. Hoy en día, la inmensa mayoría de estados soberanos del mundo, 190 en total, forman parte de este tratado, es decir, ningún país podría fabricar ahora un artefacto nuclear sin violar sus compromisos internacionales.
El Tratado de No Proliferación
El TNP es un tratado abierto que restringe la tenencia de armas nucleares. Sólo a cinco estados se les permite la posesión de estas armas: Estados Unidos (firmante en 1968), Rusia que ha sustituido a la Unión Soviética (firmante en1968), el Reino Unido (firmante en1968), Francia (firmante en1992) y la República Popular de China (firmante en1992). La condición especial de estos cinco países, llamados estados Nuclearmente Armados, se definió sobre la base de que eran los únicos países que habían hecho un ensayo nuclear antes del 1 de enero 1967.
Análisis del Tratado de No Proliferación
En síntesis, este tratado se basa en tres pilares fundamentales: La no proliferación, el desarme nuclear y el derecho a usar tecnología nuclear con fines pacíficos.
La no proliferación
Sólo cinco estados, Rusia, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y la República Popular China, tienen derecho de poseer armas atómicas, los mismo que se han comprometido a no transferir a terceros países la tecnología necesaria para construir armas nucleares ni las pueden utilizar contra países no nucleares, excepto en el caso de un ataque mediante otras armas de destrucción masiva. Los demás estados se han comprometido a no desarrollar tales armas.
El desarme nuclear
Conforme el TNP, los países nucleares deben avanzar en la reducción y liquidación de sus arsenales nucleares, aunque, pasado más de treinta años, y a pesar de la consciencia mundial sobre las catastróficas consecuencias del uso de tan solo una bomba atómica, hasta la fecha no hay evidencia de que se hubiera cumplido con lo pactado ni tampoco de que hubieran sido destruida las armas nucleares. Muy por el contrario, los países poseedores de armamento nuclear cuentan con programas bien dotados de fondos para modernizar sus arsenales a largo plazo. La doctrina de la disuasión nuclear prevalece sobre la política de seguridad.
El derecho para usar tecnología nuclear con fines pacíficos
El TNP, diseñado para dificultar el desarrollo de armamento nuclear, permite a los estados no nucleares la posibilidad de desarrollar reactores atómicos para la investigación con fines medicinales y para la generación de energía eléctrica. Pero, por otra parte, este derecho ofrece una escapatoria a aquellos estados que deseen obtener combustible de fisión nuclear, como es el uranio enriquecido, para poder oportunamente pasar a la fase armamentista y utilizarlo para desarrollar cabezas nucleares en secreto o mediante la revocación (como es el el caso de Corea del Norte). De manera que, hasta este momento, la única barrera para la construcción de armas nucleares es la voluntad política de cada país. Mohamed el Baradei, exjefe del OIEA declaró que si lo quisieran hasta cuarenta países podrían desarrollar la energía nuclear con fines bélicos.
Particularidades del Tratado de No Proliferación
Pese a sus defectos y debilidades, el TNP tiene los elementos necesarios para impedir la diseminación de las armas nucleares y si se lo hubiera aplicado integralmente, sólo cinco países poseerían hoy un arsenal nuclear. Su éxito exigía que fuera universal, es decir, que todos los estados se adhirieran a él, que existiera un mecanismo de verificación absolutamente eficaz y que en el caso de transgresión se tomaran medidas enérgicas que disuadieran a los demás estados de imitar al transgresor.
El TNP se discute cada cinco años en las llamadas Conferencias de Revisión. De particular importancia resultó la de mayo del 2000, porque en ella los estados participantes acordaron dar un paso práctico hacia el desarme nuclear a través de un listado de medidas denominadas Trece Puntos. Sin embargo, muchas de dichas medidas se encuentran hoy pendientes de cumplimiento por parte de los estados Nuclearmente Armados. La Conferencia de Revisión del 2005 tampoco tuvo éxito en acordar un documento final satisfactorio para todas las partes.
Doble rasero del Tratado de No Proliferación
En 1996, la Corte Internacional de Justicia declaró que «existe la obligación de proseguir de buena fe y llevar a su conclusión las negociaciones con miras al desarme nuclear en todos sus aspectos bajo un control internacional estricto y eficaz». Sin embargo, pese a que los estados nucleares dicen defender el desarme y a los numerosos pedidos internacionales en esta dirección, sus gobernantes han violado sistemáticamente el TNP, en particular el artículo sexto que establece para todos los estados con capacidad bélica nuclear la obligatoriedad de deshacerse de sus armas nucleares, como parte del acuerdo que exige a los demás países no adquirirlas, lo que se han negado a hacer.
A partir de la conferencia de 1995, cuando parecía casi alcanzado el objetivo perseguido, la política de no proliferación se vio profundamente debilitada porque en Estados Unidos los neocon, tal vez los más numerosos o los más influyentes políticos de dicho país, se opusieron a comprometerse con alguna obligación internacional y atacaron la necesidad de detener la diseminación de armas nucleares. Esta política fue defendida también por los partidarios de la Guerra Fría, para los que la no proliferación carecía de razón de ser desde que cayó la URSS. Para ambos, la respuesta a las amenazas de las armas nucleares residía en la construcción de defensas antimisiles, que los demás países debían comprarles, y consideraban que la proliferación nuclear no es condenable si se producía en países aliados de EE.UU.
El TNP es objeto de fuertes críticas por parte de quienes, desde hace mucho tiempo, elevan sus voces contra un sistema que permite sólo a cinco estados poseer arsenales atómicos mientras prohíbe a los demás obtenerlos, lo que incita a los países no nucleares a imitarlos atómicamente. Y no les falta razón porque el TNP dispone también el desarme nuclear de los cinco estados dotados de armas atómicas, que los mismos ignoran con la mayor de la hipocresías. Esta falta de equidad era considerada como inevitable durante la Guerra Fría, pero es soportada con mucha más dificultad desde el derrumbe de la URSS.
La falta de entusiasmo por la idea de la no proliferación se manifestó de manera notable durante la Conferencia de Revisión del TNP de junio del 2005, cuando los estados participantes se separaron sin haber podido acordar nada, lo que es el reflejo de un mundo dividido, desengañado y desamparado.
Controversias e incumplimientos del Tratado de No Proliferación
India, Pakistán, Israel y Corea del Norte han continuado sus actividades nucleares; los primeros tres nunca firmaron el TNP, mientras que Corea del Norte, pese a haberlo hecho, renunció al mismo el 2003. Todos ellos argumentan que el TNP, al definir como estado nuclear y autorizarlo a poseer armas nucleares sólo a aquel país que hubiera experimentado un dispositivo nuclear antes de 1967, crea de hecho un club de países «nuclearmente ricos» y un gran grupo de países «nuclearmente pobres», y como en el TNP no se explica sobre qué fundamentos éticos es válida esta distinción, no ven la necesidad de suscribirlo.
La Conferencia de Examen del TNP del 2000 hizo un llamado a «India, Pakistán e Israel a adherirse al TNP como estados sin armas nucleares con prontitud y sin condiciones». Los estados participantes acordaron «hacer esfuerzos decididos» para lograr la universalidad del tratado. Pero desde entonces, poco se ha hecho para lograr que estos tres países se adhirieran al tratado.
India y Pakistán han desarrollado y probado armas nucleares. El grave peligro es que las empleen en una hipotética guerra que llegara a estallar entre ellos, similar a las muchas que se han dado a partir de 1948, cuando fueron fundados dichos estados. Por otra parte, la sociedad de Pakistán es inestable y su gobierno podría caer en manos de extremistas del Estado Islámico, lo que causaría un desequilibrio a nivel global.
Israel desde 1958 ha desarrollado con fines bélicos armas nucleares en el Centro de Investigación Nuclear de Dimona, situado en las afueras de la ciudad Dimona, en el desierto del Neguev, y tiene almacenado algunos cientos de cabezas nucleares. En 1986, las denuncias de los científicos Amorin y Vanunu revelaron al periódico británico Sunday Times la existencia del programa nuclear e, incluso, algunas agencias de inteligencia han confirmado la veracidad este hecho. Vanunu debió cumplir 18 años de cárcel por violar secretos militares.
Pese a ello, el gobierno israelí ni afirma ni niega la posesión de armamento nuclear, aunque se trate de un secreto a voces, tampoco firma ni ratifica el TNP ni permite la inspección de sus centros nucleares y hace oídos sordos a las llamadas internacionales para que lo suscriba, porque, de hacerlo, debería permitir la entrada de observadores y reguladores de la ONU.
De acuerdo con un informe presentado por el Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional de Estados Unidos, con sede en Washington, Israel produce plutonio a ritmo acelerado. Destaca el informe que «hasta el día de hoy, Israel mantiene una postura ambigua sobre sus armas nucleares, aun cuando los documentos secretos desclasificados del Gobierno de EE.UU. confirmen la existencia de armas nucleares israelíes». Los investigadores de este instituto, dirigido por David Albright, creen que Israel comenzó a desarrollar su primera arma nuclear en 1967, después de la Guerra de los Seis Días. También señala este estudio que Israel dispone de misiles balísticos Jericho, capaces de portar ojivas nucleares y de una «amplia gama de vehículos de lanzamiento para sus armas nucleares». Si Israel pretendiera realizar una ofensiva nuclear, podría valerse también de aviones y submarinos capacitados para dicho uso.
El centro de Dimona es el «corazón de la producción de armas nucleares de Israel» y contiene «un número de instalaciones nucleares secretas para la producción de plutonio, incluido un reactor de agua pesada, una central de fabricación de combustible y una central de separación de plutonio, todas proporcionadas por Francia en la década de los 50 y principios de los 60».
El párrafo 14 de la resolución 687 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigió el desarme de Iraq, también especificó la creación en el Medio Oriente de una zona libre de armas de destrucción masiva (ADM). Todos los países que integraron la coalición liderada por Estados Unidos para expulsar a Saddam Hussein de Kuwait entendieron que después de la eliminación de las supuestas ADM iraquíes Israel tendría que deshacerse de su arsenal nuclear. Israel, apoyado por todos las potencias de Occidente, violó esta resolución vinculante y no respetó este párrafo.
En 1995, la Conferencia de Examen y Extensión del TNP pidió «el pronto establecimiento por las partes en la región de una zona libre de armas nucleares y otras armas de destrucción masiva en Medio Oriente». La comunidad occidental ignoró todas esta resoluciones y no presionó a Israel para que renunciara a las armas nucleares. Todo pedido para que el Medio Oriente sea una zona libre de armas nucleares ha tenido la oposición de Estados Unidos e Israel.
Sudáfrica en 1977 firmó con Israel un pacto para fabricar por lo menos seis bombas nucleares. En el 2010 se informó que las actas «ultrasecretas» de las reuniones de 1975 entre altos funcionarios de estos países mostraban que el ministro de Defensa de Sudáfrica, P.W. Botha, solicitó ojivas nucleares, y que el entonces ministro de Defensa israelí, Shimon Peres, respondió ofreciéndoselas «en tres tamaños». Estos documentos fueron descubiertos por el académico estadounidense, Sasha Polakow Suransky, en la investigación para un libro sobre la estrecha relación entre ambos países, cuya publicación Israel intentó impedir.
El 22 de septiembre de 1979, el satélite estadounidense Vela (diseñado para detectar explosiones nucleares) señaló un posible ensayo nuclear en el océano Atlántico, en las proximidades de las Islas Príncipe Eduardo. Sudáfrica fue el autor más probable. En 1991, tras la firma del TNP, Sudáfrica renunció a su programa nuclear y destruyó su pequeño arsenal atómico.
En el caso de Corea del Norte, como el OIEA sólo pueden visitar los países que han firmado y ratificado con este organismo un acuerdo especial que precisa sus derechos y deberes, los inspectores de este organismo no pudieron entrar en ese país antes del mes de abril de 1992, pese a que la existencia del reactor y la instalación para el procesamiento del plutonio norcoreano se conocían por lo menos desde 1990.
En 1992 se probó que la República Popular Democrática de Corea había violado los compromisos asumido al firmar el TNP. De inmediato, este país declaró que consideraría cualquier sanción en su contra como un acto de guerra y China se apresuró en hacer saber que la crisis debía solucionarse por medio de negociaciones. La actitud de Pekín y el temor a una guerra lograron el acuerdo firmado en 1994, entre Pyongyang y Washington, según el cual Corea del Sur debía construir en el Norte dos reactores generadores de electricidad, a cambio de la detención de las actividades atómicas norcoreanas.
Este acuerdo se mantuvo vigente hasta que EE.UU. decidió darlo por terminado a fines del 2002. Corea del Norte se retiró en el 2003 del TNP, tras disputar sobre las «inspecciones de instalaciones nucleares no declaradas» (el artículo X del TNP establece que cualquier estado puede retirarse si siente que hay «hechos extraordinarios» que le obliguen). Posteriormente expulsó a los inspectores del TNP, separó las cantidades de plutonio necesarias para la fabricación de una media docena de bombas y, el 10 de febrero del 2005, anunció públicamente que había fabricado armas nucleares «para la defensa contra la política del gobierno de Bush de aislar a la República Popular».
Desde entonces hubo negociaciones que reunieron a las dos Coreas, Estados Unidos, China, Japón y Rusia. Inmediatamente después de una declaración común firmada el 19 de septiembre de 2005, Corea del Norte se comprometió a abandonar sus programas nucleares y los cinco países mencionados se comprometieron a brindarle ayuda energética y garantías en materia de seguridad, lo que no se ha cumplido.
En lo concerniente a Irán no se le ha podido constatar ninguna infracción del TNP. En la Conferencia de Revisión del TNP, celebrada en mayo de 2005, se puso de manifiesto las diferencias entre Estados Unidos, que buscaba orientar una agenda hacia sus acusaciones contra Irán y lo acusó reiteradamente de violar el tratado y buscar activamente el desarrollo de armas nucleares, y la mayoría de los demás países que recalcaron la falta de voluntad de las potencias nucleares para el desarme.
Antes, Irán había firmado el tratado sobre su programa nuclear, pero, pese a que dio todas las pruebas de que su programa nuclear era de uso pacífico, fue acusado por las potencias occidentales de haber violado el tratado mediante un programa activo que podría conducir al desarrollo de armas nucleares.
Por su parte, Irán sostuvo y sostiene que sólo busca desarrollar tecnología nuclear para la generación de energía eléctrica. Lo que no es extraño pues, pese a ser un país rico en recursos petrolíferos, un análisis económico desapasionado debiera tomar en cuenta el costo de oportunidad de utilizar fuentes alternativas de energía. Con la firma del acuerdo nuclear con Irán, los ánimos se han calmado un poco.
Países nucleares son culpables del no desarme nuclear
A lo largo de la historia, la humanidad ha intentado definir qué guerra es justa y qué requisitos debería cumplir para ser así llamada. Últimamente se han consagrado en acuerdos y convenios internacionales, jurídicamente vinculantes, algunas reglas que permiten definir cuando, de acuerdo con el derecho internacional, una guerra es justa. Por ejemplo, la Carta de las Naciones Unidas ha consagrado que toda acción militar debe ser usada como último recurso, debe basarse en la defensa propia y no debe agredir a civiles y no combatientes. También se hace énfasis en el arbitraje y en evitar ser el primero en usar la fuerza en la resolución de las controversias.
Pese a ello, el Departamento de Defensa de Estados Unidos considera usar armas atómicas para destruir los reactores nucleares de Irán y la OTAN se ha negado a descartar el uso de este armamento como medida preventiva. Es imposible concebir cómo el uso de armas nucleares se compagine con cualquiera de los requisitos mencionados por la ONU. Durante la Guerra Fría, la OTAN y EE.UU. justificaban esta actitud por la proximidad de las fuerzas soviéticas a las capitales europeas. Pese a que la URSS ya no existe, se niegan a revisar esta política típicamente agresiva.
En Estados Unidos se fabrica regularmente nuevos artefactos nucleares. Se trata de una obsesión del Complejo Militar Industrial, que desde hace décadas expone todos los argumentos posibles para justificar esta actividad. Además, las armas nucleares no forman una categoría separada en el arsenal de EE.UU. sino que están integradas al conjunto de las armas que el Presidente puede utilizar de igual manera que cualquier otro tipo de armas, lo que complica la situación.
Por otra parte, el TNP prevé la formación de nuevos especialistas en armas nucleares para relevar a los que van a jubilarse, también ha previsto para el 2020 el reemplazo de los misiles intercontinentales; para el 2030, de los submarinos nucleares y para el 2040, de los bombarderos. Es decir, las armas nucleares tienen garantizada su existencia hasta las calendas griegas o, por lo menos, hasta finales de este siglo.
El Acuerdo para compartir el arsenal nuclear de la OTAN
Cuando se negociaba el TNP, al interior de la OTAN ya se habían diseñado acuerdos para que Estados Unidos proveyera de armas nucleares a otros miembros de este pacto militar, lo que está en flagrante contradicción con el TPN. Hasta el año 2005, Estados Unidos tenía almacenada unas 180 bombas atómicas tácticas en sus bases de Alemania, Bélgica, Holanda, Italia y Turquía. La OTAN explica esta actitud con el argumento de que Estados Unidos controla estas cabezas nucleares y que sólo las empleará si son atacados, lo que está permitido por el tratado. El Movimiento de Países No Alineados reiteró su acusación contra esta posición de la OTAN de compartir armas nucleares.
Hechos y no palabras al viento
El 5 de abril del 2009, el Presidente Obama planteó en Praga la eliminación de las armas nucleares: «La existencia de miles de armas nucleares es el legado más peligroso de la Guerra Fría… Hoy en día, la Guerra Fría ha desaparecido, pero miles de esas armas no… Así es que hoy, declaro claramente y con convicción el compromiso de Estados Unidos para buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares». Pese a tan bellos deseos, algo no cuajó y esos nobles sentimientos no se pusieron en práctica. Muy por el contrario, EE.UU. ha violado el TNP al firmar con la India el acuerdo para abastecerla de reactores nucleares y tecnología nuclear avanzada, lo mismo puede decirse por cooperar militarmente con Pakistán e Israel y por fortalecer y modernizar su arsenal nuclear; en la próxima década va a desarrollar nuevas categorías de ese armamento, con un costo de 348 billones de dólares.
Esto último obliga a Rusia, basada en la justificada desconfianza que siente hacía la política militarista de EE.UU., a diversificar sus armas nucleares. Ambos países, al desarrollar ojivas nucleares tácticas de menor potencia, que pueden ser usadas sin que se produzcan grandes cantidades de radiación, ignoran y violan el TNP.
Misión del Organismo Internacional de Energía Atómica
El OIEA tiene como fin impedir la proliferación de las armas nucleares. Se trata de un foro intergubernamental para la cooperación científica y técnica del empleo y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos a nivel mundial. El OIEA se encarga, mediante inspectores internacionales, de supervisar la aplicación de las salvaguardias nucleares y de tomar medidas para verificar que los programas nucleares para usos civiles se someten a los requisitos exigidos.
El OIEA respeta los acuerdos firmados con los países que acepten su control. No es una oficina de espionaje que dispone de medios para procurar información secreta. La localización precisa de toda instalación es responsabilidad de la agencia encargada de dar al OIEA los elementos requeridos. Hoy en día, los programas y actividades del OIEA sirven a los 133 estados que lo componen. Si el OIEA constata que un Estado no ha cumplido sus obligaciones, somete el caso al Consejo de Seguridad de la ONU, único organismo habilitado para tomar medidas que remedien la infracción.
Cabe hacer notar que este tratamiento se realiza sólo con los países no poseedores de armamento nuclear, porque ninguno de los cinco países dotados de armas nucleares está obligado a firmar el protocolo adicional. Si inspectores del OIEA conocieran de la existencia de instalaciones nucleares militares en cualquiera de ellos, este hecho, que no es descubrimiento alguno, tampoco los facultaría para algo.
El TNP ni cualquier tratado existente prohíbe a ninguno de estos cinco estados fabricar nuevos tipos de armas nucleares, lo que es contradictorio con el espíritu del TNP, porque su contenido establece vínculos entre el desarme nuclear y el desarme general completo, algo imposible de alcanzar por el hecho de que desde hace mucho tiempo estos países son también, a nivel mundial, los mayores exportadores de armas convencionales; esto explica la falta de progreso en el desarme general y, por ende, en el desarme nuclear.
Posición de Rusia sobre el Tratado de No Proliferación
Pese a que 160 estados miembros del TNP, debido a las consecuencias nefastas que acarrearía el uso de armas nucleares, han hecho un llamamiento a deshacerse por completo de este armamento, el quinteto nuclear no obedece este pedido. ¿Acaso está perdiendo efecto el TNP?
Según Mijaíl Uliánov, director general del departamento de cuestiones sobre el control y la no proliferación de armamentos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Federal Rusa, cuando la inmensa mayoría de los miembros del TNP apoya la iniciativa sobre las consecuencias humanitarias del empleo de armamento nuclear, aunque Rusia no esté de acuerdo con dicha iniciativa, es imposible ignorarla.
Pero considera que esta discusión desvía la atención de los verdaderos problemas del desarme nuclear y se pregunta ¿por qué no se habló de esto a finales del siglo pasado?, pues no se han producido desde entonces cambios extraordinarios en las armas nucleares del mundo como para empezar a discutir ahora sobre este tema. Parecería que de manera artificial se la hubiera incluido en la agenda internacional. Tampoco cree probable que en la actualidad se dé un conflicto nuclear porque no ha pasado nada en el mundo que incentive el uso de armas nucleares y todas las potencias nucleares están muy conscientes de sus responsabilidades.
Por otra parte, esta iniciativa genera grandes expectativas en el ámbito del desarme nuclear, lo que podría socavar los cimientos del TNP, del que Mijaíl Uliánov acepta que tiene un carácter discriminatorio, pues las potencias nucleares han hecho un arreglo a su conveniencia. Mientras los demás países se han comprometido a no fabricar armas nucleares, las potencias nucleares no solo no se deshacen de este armamento sino que no tienen ninguna prisa por eliminar estas armas del mundo. Sin embargo, pese a que este planteamiento parecería bastante razonable, la iniciativa no se ajusta a la realidad, pues no toma en cuenta que tanto EE.UU. como Rusia han reducido desde el 2005 la cantidad de cabezas nucleares en tres veces y, en el último cuarto de siglo, el despliegue de armamento nuclear, en un 85 %. Y se pregunta ¿es esto un ritmo lento? Algo que por mucho que se repita no se quiere escuchar.
Uliánov sostiene que hablar del desarme nuclear es realmente complejo, porque en menos de tres años, hasta el 5 de febrero de 2018, se deberían cumplir los objetivos previstos en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START). Vale la pena preguntar ¿y después qué? No hay respuesta, pues la situación en el ámbito de la estabilidad estratégica es bastante incierta. Hay muchos planteamientos que se han hecho en numerosas ocasiones, como la posibilidad de desplegar armamento en el espacio, el desequilibrio en los armamentos convencionales, los sistemas de defensa antimisiles de EE.UU…
Se pregunta ¿en lo referente a los sistemas de defensa antimisiles quedará abierta alguna puerta de diálogo con EE.UU.? Y encuentra que no se sabe si Washington esté dispuesto o no a discutir sobre este tema, pues los norteamericanos han dicho que los sistemas de defensa antimisiles se instalarán con o sin Rusia. También han dejado claro que no van a satisfacer el deseo ruso de recibir garantías jurídicas de que los sistemas no se orientarán contra Rusia. Además, la crítica relación actual entre ambas potencias no contribuye a recuperar el diálogo sobre este tema ni tampoco se sabe si se cerrará un nuevo acuerdo para la reducción de armas estratégicas. Rusia, al menos, no tiene esta cuestión en el orden del día.
Aunque el artículo 14 del tratado START prevé que el incremento del sistemas de defensa antimisiles constituye un motivo de cancelación del tratado, Rusia no lo ha abandonado porque sólo reconsideraría su posición respecto al tratado si, en algún momento, los sistemas de defensa antimisiles afectaran sus intereses en materia de seguridad. Por el momento, aún no se han dado esto, pues los sistemas de defensa antimisiles norteamericanos se encuentran en estado de prevención.
Se acusa a Rusia de incumplir el Tratado INF (Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio), problema que debe ser resuelto por la vía diplomática, cuando Rusia exponga su postura. Esta polémica es improcedente de tratarla en la Conferencia de Revisión del TNP como los norteamericanos lo han planteado. Por su parte, Rusia acusa a los EE.UU. de incumplir el INF por causa de sus drones, que responden a la definición de misiles de corto y medio alcance, sin importar el uso que se les dé. Antes de fabricarlos, EE.UU. pudo proponerle a Rusia introducir enmiendas en el acuerdo, pero no lo hicieron y prefirieron incumplir las cláusulas del tratado.
Tratado sobre la Limitación de los Sistemas de Misiles Antibalísticos
En el discurso de Múnich, pronunciado en febrero del 2007, el Presidente Putin habló de la fabricación de misiles de medio alcance por parte de una serie de países, cuando únicamente Rusia y EE.UU. no estaban autorizados a tener este tipo de misiles. Ese mismo año, el general del ejército Yuri Baluyevski, jefe del Estado Mayor, justificó la posible retirada de Rusia del Tratado sobre Misiles de Alcance Medio (INF), firmado en 1987, en el que se acuerda la eliminación de los misiles de corto y medio alcance. Se amparaba en la necesidad de contrarrestar los planes de Estados Unidos para la instalación de defensa antimisiles en Polonia y la República Checa. EE.UU. argumenta que los mismos están dirigido para un hipotético enfrentamiento con Irán o Corea del Norte, lo que a Moscú le preocupa y lo considera descabellado, pues comprende que este sistema es para impedir que Rusia responda a un ataque en su contra; además, esta argumentada desconfianza se basa en que Estados Unidos se niega a dar garantías jurídicas de que este sistema no será usado contra Rusia.
Durante un encuentro con los parlamentarios rusos, el Presidente Putin afirmó: «EE.UU. decidió unilateralmente abandonar el tratado relativo a la limitación de armas estratégicas ofensivas, por lo que Rusia hará exactamente lo mismo si lo llegara a considerar útil y necesario para proteger sus propios intereses». Hacía referencia a que en el 2002, Estados Unidos abandonó el Tratado Sobre la Limitación de los Sistemas de Misiles Antibalísticos, firmado en 1972. Por eso, Rusia ha dejado de cumplir el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), firmado en 2007. La posición de Rusia para hacer frente a los misiles que EE.UU. fabrica como blancos de los sistemas de defensa antimisiles y los misiles de crucero, aéreos o marítimos, es fabricar misiles de alcance medio y salirse del Tratado INF.
Los argumentos a favor de la salida de Rusia del INF son fruto de la coyuntura política actual y no de un análisis estratégico a largo plazo, pues aunque este paso le permitiría a Rusia instalar misiles de medio alcance, lo que no afectaría el equilibro estratégico con EE.UU., le daría en cambio a Washington el pretexto para desarrollar misiles ofensivos de medio alcance e instalarlos en el territorio de sus aliados europeos. También, esta medida podría causar un incremento de las tensiones con los países europeos, aliados de Estados Unidos en la OTAN, que tendrían un motivo aparentemente real para preocuparse de los misiles rusos. Esto podría llevarlos a desarrollar un sistema propio de defensa antimisiles, lo que a su vez se convertiría en un motivo de preocupación para Moscú, pues estos países serían capaces de responder también con sistemas ofensivos y no sólo defensivos. Surgiría así un grave desequilibrio estratégico que daría paso a una nueva etapa de confrontación con Occidente, algo aparentemente ya superado. Por último, a diferencia de lo que pasó en los inicios de la década de los 80, y como resultado de la ampliación de la OTAN hacia el este, estos misiles estarían en capacidad de bombardear, en menor tiempo de vuelo, todo el territorio de Rusia, incluso más allá de los Urales.
Reducciones bilaterales de armamentos de exterminio
Las delegaciones de Rusia y EE.UU. presentaron a la Asamblea General de la ONU el proyecto «Reducciones Bilaterales de Armamentos de Exterminio y los Nuevos Marcos de las Relaciones Estratégicas». En este documento, redactado sobre la base del nuevo Tratado de Desarme Nuclear, se invoca a los demás miembros de la ONU a aportar al proceso de desarme. También, los presidentes de Rusia y de EE.UU. firmaron en Praga un convenio que prevé en el plazo de siete años la reducción del total de ojivas nucleares en un 60%, y en más de un 50% para los portadores estratégicos. Vitaly Churkin, embajador de Rusia en la ONU, manifestó la esperanza de que se sumen a este impulso al proceso de desarme todos los demás estados y, en primer lugar, los que disponen de armas nucleares.
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