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Ataques del Talibán debilitan aun más a la OTAN

Fuentes: IPS

Los últimos ataques del movimiento islamista Talibán en Afganistán añadieron desconfianza en el público estadounidense e incluso en el plano internacional sobre la estrategia militar de la OTAN. Las ofensivas del domingo 15 en Kabul y en otras partes del país también despertaron nuevas dudas sobre el plazo y el ritmo del previsto repliegue de […]

Los últimos ataques del movimiento islamista Talibán en Afganistán añadieron desconfianza en el público estadounidense e incluso en el plano internacional sobre la estrategia militar de la OTAN.

Las ofensivas del domingo 15 en Kabul y en otras partes del país también despertaron nuevas dudas sobre el plazo y el ritmo del previsto repliegue de las fuerzas estadounidenses, así como sobre el destino del acuerdo estratégico a largo plazo que negocian Afganistán y Estados Unidos.

La semana anterior a los ataques, una encuesta de la cadena ABC News y The Washington Post mostró que el apoyo público en Estados Unidos a la guerra en Afganistán cayó a un registro sin precedentes. Solo 30 por ciento de los consultados dijeron creer que el conflicto en ese país valía la pena.

Es además la primera encuesta en que la mayoría de los que se identificaron como simpatizantes del opositor Partido Republicano coincidieron con esa opinión.

Sesenta y dos por ciento de los encuestados dijeron creer que la mayoría de los afganos se oponían a las intenciones de Estados Unidos en su país.

El anuncio realizado el martes 17 por la primera ministra de Australia, Julia Gillard, de que aceleraría el repliegue de sus soldados, supuso un nuevo golpe para las esperanzas de Washington de mantener unidos a sus aliados hasta fines de 2014.

Ese fue el plazo acordado por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) para el retiro de todas las tropas.

Arguyendo mejoras en la seguridad, a pesar de los ataques del domingo, Gillard prometió traer de regreso a la mayoría de sus 1.550 uniformados para fines de 2013.

Ese plazo fue similar al anunciado en enero por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, para replegar a casi 4.000 efectivos. El mandatario tomó esa decisión luego de que cuatro soldados franceses fueran asesinados por un recluta afgano.

Hasta entonces, París, al igual que el resto de gobiernos de la OTAN, había prometido permanecer en Afganistán hasta fines de 2014.

La posibilidad de que otros países también aceleren su repliegue será tema en los corredores de la próxima reunión de ministros de Defensa de la OTAN, que se realizará a fines de esta semana en Bruselas, y luego en Chicago, en la cumbre de la alianza.

Se espera que en esta segunda instancia Obama presione a sus colegas para que se comprometan a mantener las tropas en Afganistán hasta 2014 y a apoyar con dinero más allá de esa fecha.

El propio mandatario estadounidense prometió retirar para fines de septiembre próximo unos 22.000 soldados de los 99.000 que aún permanecen en suelo afgano. Pero sigue siendo motivo de intenso debate en el Congreso legislativo el ritmo en que serán replegadas las tropas remanentes para fines de 2014.

Apoyado por la mayoría de congresistas del gobernante Partido Demócrata, el vicepresidente Joe Biden y el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Tom Donilon, estarían a favor de un retiro relativamente rápido, reduciendo el contingente total a unos 40.000 soldados para mediados de 2013.

Pero los altos mandos militares insisten en frenar los repliegues hasta que pase la «temporada de combates» del otoño boreal de 2013.

Se «necesitará una significativa fuerza de combate hasta fines de 2013», aseguró el general John Allen, comandante de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán.

Los atentados del domingo 15 seguramente alimentarán este debate, como lo hicieron otros incidentes en los últimos meses. Entre ellos, la quema de copias del Corán en la base aérea de Bagram por parte de soldados estadounidenses y la masacre de 16 civiles, entre ellos un niño, perpetrada por un uniformado también estadounidense cerca de la sureña ciudad de Kandahar.

Entre los últimos ataques de los islamistas, que la mayoría de los expertos coinciden llevan la marca de la facción talibán pakistaní Haqqani, se cuentan tres asaltos en Kabul, dos en Jalalabad, una en Gardez y otro en Pul-e-Alam, todos en el este del país, donde Estados Unidos ha procurado fortalecer su presencia en los últimos meses.

En total, solo participaron 39 combatientes talibanes, la mayoría de los cuales murieron. Pero cada una de las ofensivas requirió la ayuda de decenas de otros que suministraron información de inteligencia, armas y municiones, logística y diversas formas de respaldo.

Kabul, considerada la ciudad más segura del país, quedó paralizada durante 18 horas a causa de los ataques.

Estas ofensivas causaron mayores bajas dentro del ejército y la policía de Afganistán: murieron 11 uniformados. El asalto en Kabul solo terminó luego de que varios helicópteros estadounidenses dispararon repetidamente contra los sitios ocupados por los talibanes.

Se trató del combate más fuerte en la capital desde la invasión de Estados Unidos para desalojar del poder al Talibán en 2001.

La embajada estadounidense y la base de la OTAN habían sido atacadas en septiembre, pero los combates entonces fueron mucho menos intensos.

No hay dudas de que los ataques del domingo tomaron por completa sorpresa al gobierno de Afganistán, a Estados Unidos y a la OTAN.

Fue «un error de inteligencia nuestro, y en especial de la OTAN», señaló la oficina del presidente afgano Hamid Karzai.

Los analistas están divididos sobre las consecuencias que podrían tener en el debate dentro de Estados Unidos.

Allen y los que se oponen a un rápido retiro expresaron satisfacción por la respuesta y el desempeño de las fuerzas del gobierno afgano.

«Nadie está subestimando la seriedad de los ataques de hoy», señaló. «Cada ataque tuvo el objetivo de enviar un mensaje: que el gobierno legítimo y la soberanía afgana están en peligro. Pero la misma respuesta (de las fuerzas afganas) fueron una prueba de que eso es una tontería».

Max Boot, destacado analista militar neoconservador, señaló en su blog que los ataques fueron de hecho una señal de debilidad de parte del Talibán. «Los insurgentes debieron realizar sus ataques desde edificios abandonados, lo que sugiere que no tenían mucho apoyo en la capital», escribió.

Otros, por el contrario, consideran que los atentados revelaron fortaleza de parte de la insurgencia y señalaron que en realidad las fuerzas afganas demostraron ser aun dependientes de las tropas occidentales.

* El blog de Jim Lobe sobre política exterior se puede leer en: http://www.lobelog.com.

Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100585