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Aumentan los escuadrones de la muerte en Myanmar

Fuentes: Asia Times
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Un grupo de thway-thout-ah-pwe (o «bebedores de sangre»), favorable a la junta militar, está asesinando con saña en un nuevo y aterrador frente en la ya monstruosa guerra civil en el país.

La violencia en Myanmar se está extendiendo como la pólvora por las zonas rurales y urbanas, con campañas de incendios perpetradas por el ejército que consumen las comunidades de la llamada “zona seca”, reforzadas por ataques aéreos y explosiones de artillería pesada que aterrorizan a la población civil del sureste del país.

Una adición relativamente nueva a la campaña de terror posterior al golpe de estado del Consejo de Administración del Estado (SAC, por sus siglas en inglés) es el aumento de escuadrones clandestinos de sicarios autodenominados thway-thout-ah-pwe, o «grupo de bebedores de sangre».

Desde que anunciaron en Telegram el inicio de la «Operación Roja» para aterrorizar a miembros del partido político derrocado NLD o Liga Nacional para la Democracia, estos grupos han estado activos en los alrededores de la ciudad de Mandalay secuestrando, torturando y cometiendo asesinatos.

En mayo, Khin Maung Thein, partidario de la NLD, y su esposa Kha Kha fueron hallados a un lado de la carretera, al parecer con los cordones militares de los «bebedores de sangre» alrededor del cuello. Khin Maung Thein murió. Su esposa sobrevivió, pero sus graves heridas señalaban que había sido torturada.

Se sospecha que hay grupos similares activos en Rangún y Taunggyi. Esto representa un nuevo frente aterrador, en un conflicto de múltiples facetas que ha incrementado los asesinatos por encargo y ampliado los numerosos objetivos, a medida que las Fuerzas de Defensa Popular (conocidas como las PDF, por sus siglas en inglés) contrarias al régimen militar incrementan, por su parte, los asesinatos de presuntos informantes, personas funcionarias locales del SAC y miembros del partido pro militar Solidaridad y Desarrollo de la Unión o USDP.

Personas apoderadas y subversivas desempeñan diversas funciones de contrainsurgencia, como la recopilación de información local, el refuerzo de las operaciones «estatales» de seguridad, la negación plausible de los asesinatos selectivos o la intimidación, y el empleo de amenazas de violencia subcontratada para garantizar la conformidad de la ciudadanía local con el régimen autoritario.

Estos patrones de uso han aparecido en casi todos los conflictos armados internos en distintos grados, y no son exclusivos de Myanmar.

No es la primera vez que el ejército birmano despliega auxiliares, vigilantes, milicias o directamente escuadrones de la muerte para complementar su aparato de seguridad. Han utilizado el llamado «sistema de milicias populares» para luchar contra la insurgencia desde la década de 1960, aunque en zonas predominantemente conflictivas desde hace mucho, como el estado Shan.

Estos sistemas de ayuda local del régimen golpista son una necesidad para la doctrina de la contrainsurgencia (COIN) en términos de contactos locales, idiomas, geografía y suministros.

Aparentemente, los grupos apoyando a la junta militar, conocidos como Pyusawhti, son una evolución de esa necesidad de la COIN en las zonas rurales, en donde auxiliares locales ayudan al ejército y a la policía a identificar posiciones de las PDF, y juegan un papel fundamental en la identificación de actores de la resistencia local, depósitos de armas, recaudadores de impuestos y estructuras de apoyo.

Se les localiza con mayor claridad en Sagaing y Magwe, donde han sido cómplices directos de abusos contra la población civil. Esto ha sumido a Myanmar en un tipo de guerra civil entre las mismas personas budistas de la etnia mayoritaria Bama, y no de la etnia Bama contra otras nacionalidades étnicas como Kachin o Kayin, lo que no se veía desde mediados del siglo XX.

Al menos desde la década de 1990, la Asociación de Solidaridad y Desarrollo de la Unión (la organización de «bienestar social» precursora del USDP) contaba con grupos que atacaban a miembros del liderazgo de la NLD, lo que condujo a la masacre de Depayin en 2003.

Hay personas que creen que los thway-thout-ah-pwe tuvieron una manifestación anterior, y se especula que estuvieron involucrados en el asesinato de Ko Ni, destacado abogado de la NLD, en el aeropuerto de Rangún en 2017.

Sin embargo, al igual que los auxiliares violentos de las fuerzas de seguridad pro estatales en todas partes, la naturaleza opaca de estos grupos genera más especulación que hechos verificables.

¿Son independientes y tratan de ayudar a sus aliados en el ejército y en el USDP, reforzados por miembros del antiguo grupo ultranacionalista budista Ma Ba Tha? ¿Son preparados, dirigidos, financiados y armados por elementos del aparato de seguridad, o son en realidad un destacamento especial de los militares que asesina a supuestos opositores del SAC?

Es imposible saberlo con seguridad, pero si sus objetivos son miembros locales de la NLD o simpatizantes de la resistencia, podría indicar un conocimiento localizado que dirige la elección de objetivos, como es evidente en los asesinatos en Mandalay.

El anuncio realizado a finales de abril por Zaw Min Tun, portavoz del SAC, sobre un «sistema de seguridad pública» puede indicar un apoyo financiero y de suministro de armamento regular para el sistema. También podría indicar una vuelta al antiguo régimen militar visto en la década del 2000 que incluía al USDA, a los auxiliares de la Brigada de Bomberos de Myanmar, a los miembros de la Sociedad de la Cruz Roja de Myanmar y a los grupos de la sociedad civil favorables al régimen.

Un supuesto memorando del líder golpista del SAC, el general Min Aung Hlaing, filtrado al grupo mediático independiente Myanmar Now a principios de abril, sugiere una repetición parcial de este sistema. Incluiría las funciones a favor de la junta militar de la Sociedad de la Cruz Roja de Myanmar que habían cesado en 2016.

A esto hay que añadir la aprobación de la Ley de la Policía de Myanmar en marzo, que exige que la policía asuma más tareas de pacificación de «primera línea» para combatir a los «terroristas», aunque esta ha sido una práctica habitual entre el ejército y la policía, con esta última siendo considerada durante muchos años como un complemento inferior y sin recursos.

Las leyes y estrategias oficiales indican, sin embargo, una debilidad habitual en las respuestas militares de contrainsurgencia a nivel táctico: la escasez de capacidades de inteligencia.

Esto en parte explica su brutalidad institucionalizada contra la ciudadanía en las zonas de conflicto. Otra explicación es que las atrocidades sean una forma de recreación y castigo contra personas de diferentes grupos étnicos, lingüísticos o religiosos, que son cosificadas en la cultura de pacificación del ejército.

Formas similares de objetivación se observan en la manera en que el aparato de seguridad del SAC considera cualquier resistencia, incluso en ubicaciones en el «corazón» de la cultura budista Bama, como el valle Yaw.

Un atentado reciente con una bomba en la capital comercial de Rangún, en una parada de autobús en la calle Anawratha con la Calle 35, hirió gravemente a varias personas y mató a un transeúnte. ¿Fue una detonación prematura de un atentado de las PDF, o una operación secreta bajo bandera falsa del SAC?

Una declaración del Ministerio de Defensa del Gobierno de Unidad Nacional o NUG en la clandestinidad afirmaba que «a lo largo de la historia, el SAC ha cometido ataques violentos y actos terroristas contra civiles por medio de grupos extremistas como el Pyu Saw Htee y los llamados ‘bebedores de sangre’. Y han tratado de culpar, en incidentes similares del pasado, a los grupos étnicos de resistencia y a las fuerzas revolucionarias».

Esto puede dar lugar a un dilema oculto de seguridad, de guerras internas al interior de la más amplia guerra civil, en el que el ataque directo a partidarios del adversario se convierte en una forma de venganza o enemistad, dando lugar a una espiral de represalias en la que lo que constituye un «objetivo legítimo» se vuelve elástico y opaco, como el asesinato reciente de Myo Win Htut en Mawlamyine, en el estado Mon.

Myo Win Htut era un conductor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y su asesinato fue condenado por altos funcionarios de las Naciones Unidas. Las redes locales de la resistencia afirman que era primo del secretario del SAC, el teniente general Aung Lin Dwe, y que había participado en la intimidación de activistas anti-SAC en la zona.

Mientras tanto, las recientes sentencias de muerte del SAC dictadas contra los líderes de la resistencia Ko Jimmy y Phyo Zeyar Thaw, capturados por separado el año pasado con alijos de armas en Rangún, fueron justificadas por un comunicado de prensa del régimen afirmando que «se había demostrado que eran los autores intelectuales de la orquestación de ataques terroristas a gran escala contra civiles inocentes, para infundir miedo y perturbar la paz y la estabilidad.»

Un régimen que persigue las ejecuciones extrajudiciales y judiciales es una dictadura retrógrada. En la actualidad, no existe un estado de derecho legítimo en Myanmar, sino un sistema arbitrario sometido por completo a los caprichos del SAC.

Hay sistemas de estado de derecho y de rendición de cuentas que funcionan mejor en lugares controlados por las organizaciones armadas de las minorías étnicas (conocidas como las EAO, por sus siglas en inglés), aunque son muy desiguales. El NUG se haría un favor legitimador demostrando su superioridad moral frente al SAC comprometiéndose con el derecho internacional humanitario y adoptando la doctrina de la guerra justa, incluyendo la promesa de rendir cuentas por todos los crímenes perpetrados por sus fuerzas alineadas con las PDF.

Garantizar que, a diferencia de los militares, las PDF y las EAO no recurren a tácticas de uso de escuadrones de la muerte también mostraría una distinción clara entre el SAC y la resistencia. Aunque las EAO no son en absoluto inmunes a los excesos e infracciones de las leyes de la guerra, rara vez han recurrido a tácticas de escuadrones de la muerte como las que ahora parece apoyar el ejército de Myanmar.

Si el SAC está reclutando auxiliares extremistas clandestinos para llevar a cabo asesinatos selectivos, debe entenderse en el contexto de su desesperación creciente y de un afán generalizado por mantener el gobierno militar, una necesidad de la que es totalmente culpable y que se remonta no solo al golpe de estado de 2021, sino a la violencia extrema utilizada después para consolidar su toma de poder, a la que se opone ampliamente la sociedad birmana.

El ejército está creando monstruos múltiples tipo Frankenstein para librar sus guerras tras el golpe de estado contra el pueblo de Myanmar. Estos grupos, sin embargo, no deben considerarse de forma aislada o compartimentada. El propio ejército de Myanmar es un escuadrón de la muerte de grandes proporciones. Sus últimas ramificaciones son solo un reflejo del monstruo interior que habita en Min Aung Hlaing.

David Scott Mathieson es un analista independiente que trabaja en conflictos, derechos humanos y cuestiones humanitarias en Myanmar

Fuente original en inglés: https://asiatimes.com/2022/06/myanmar-raising-bloodthirsty-death-squads/