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Las aguas se calman en Brasil, aunque una nueva fase en el ascenso de las derechas ha sido desatada. Sus señales: la construcción de la mentira y el negacionismo, el antifeminismo como respuesta al pánico moral, la apelación a la psicosis colectiva para materializar la violencia política. El neonazismo no es un trastorno mental, y la toma al Planalto no fue en un momento cualquiera sino cuando Lula anunció reformas laborales pro trabajadorxs. La batalla de fondo es por el modelo de país.