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Bajo el disfraz de la colaboración biológica entre Ucrania y EE. UU.

Fuentes: Granma

La noticia puede resultar tan impactante como la de la guerra misma: el Ministerio de Defensa ruso comprobó, documentación incluida, que se experimentó, en laboratorios biológicos establecidos y financiados por EE. UU. en Ucrania, con muestras de coronavirus en murciélagos.

Según trascendió en Sputnik, planeaban realizar, en 2022, trabajos sobre los patógenos de las aves, los murciélagos y los reptiles, y estudiar la posibilidad de transferencia de la peste porcina africana y el ántrax, a través de ellos, hacia Rusia y otros países vecinos.

Ante las evidencias, la subsecretaria de Estado de EE. UU. para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, reconoció que en Ucrania hay «instalaciones de investigación biológica», y que a Washington le preocupa mucho que las tropas rusas se hagan con el control de las mismas. ¿Temor a que se abra la caja de pandora?

Es «absolutamente indignante lo que está haciendo el Pentágono en los laboratorios biológicos creados con dinero estadounidense, usando el territorio ucraniano para llevar a cabo experimentos con los patógenos que luego podrían ser utilizados para crear armas biológicas», aseveró la Cancillería de Moscú.

Es larga la historia del uso de armas biológicas y experimentos relacionados, por Estados Unidos, y la creación de laboratorios, dentro y fuera de su territorio, con este macabro fin.

Recordemos el virus que provoca el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida), y lo que reveló luego, en 1986, el periódico británico Sunday Express, acerca de que pudo haber sido creado por la CIA en laboratorios del ejército estadounidense en Alemania.

La teoría de que el sida se creó en un laboratorio militar de investigación biológica había sido formulada a finales de 1985 por un biólogo soviético, y a esta teoría se sumaron, de forma independiente, los científicos Robert Strecker (estadounidense), Jakob Segal (alemán occidental) y John Seale (británico).

El doctor John Seale se declaró «totalmente convencido de que el virus del sida es fruto de la mano del hombre», mientras Strecker señaló que «no se conoce ningún virus animal que tenga todos los síntomas del sida, por lo que debe haber sido creado genéticamente, de virus diferentes».

A la par, el profesor Jakob Segal, exdirector del Instituto de Biología de la Universidad de Berlín, aseguró que la creación artificial del sida se produjo en un laboratorio secreto de Fort Detrick, en Maryland, Estados Unidos.

Al propagarse la enfermedad por el mundo, la atención sobre su posible origen se centró en el continente africano, y en algunas especies de la gran fauna de esa región. De lo dicho por los tres científicos que basaban su tesis en laboratorios de la CIA, no hubo seguimiento, y la matriz impuesta por EE. UU. fue la de su origen africano, opacando la que involucraba a la CIA.

Hoy, los datos de onu-sida registran 79,3 millones de personas que contrajeron la infección desde el inicio de la pandemia hace casi 41 años, y de ellos, 36,3 millones fallecieron por esa causa.

Como víctima de ataques biológicos desde Estados Unidos, la Revolución Cubana tiene un abultado expediente. Desde fecha tan temprana como 1962, Washington concibió proyectos biológicos y químicos para afectar las cosechas agropecuarias del archipiélago, y hasta para enfermar a trabajadores de la zafra azucarera.

En los años siguientes se introdujo en el país la fiebre porcina, la brucelosis del ganado, el carbón y la roya de la caña, el moho azul del tabaco, la roya del café, afectaciones en las aves de corral y enfermedades en humanos como la conjuntivitis y el dengue hemorrágico, este último causante de la muerte de 158 personas, de ellos 101 niños.

No obstante tales evidencias, el cinismo de los gobiernos estadounidenses los hizo prefabricar acusaciones contra la Isla, que el 10 de mayo de 2002, el propio Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz respondió: «(…) la política de Cuba ha sido intachable. Nunca nadie ha presentado una sola prueba de que en nuestra patria se haya concebido un programa de desarrollo de armas nucleares, químicas o biológicas. Para los que no entiendan de ética, apego a la verdad y transparencia en la conducta de un gobierno como el de Cuba, podrían comprender al menos que hacer lo contrario habría constituido una colosal estupidez…».

Las evidencias que aparecen ahora en laboratorios financiados por EE. UU. en Ucrania, es parte, sin duda alguna, de este historial de la CIA y de los distintos gobiernos de Washington, para usar esas armas en su guerra hegemónica, en este caso contra Rusia.

Sin embargo, aunque sumen decenas los años de experiencia de la CIA y de los gobiernos estadounidenses en la fabricación y uso de este tipo de armas de exterminio en masa, está por ver la primera condena colectiva a acciones tan execrables del intocable imperio.

Fuente: https://www.granma.cu/opinion/2022-03-13/bajo-el-disfraz-de-la-colaboracion-biologica-entre-ucrania-y-ee-uu-13-03-2022-22-03-15