
Llegar a fin de mes acogotados hace que la vida de nuestro pueblo poco conozca de plenitud y felicidad, la cual merecemos. Seguimos con nuestros abuelos y abuelas con pensiones de miseria, las listas de espera se duplicaron con la pandemia y tener una casa propia es un sueño irrealizable. La deserción escolar no logra revertirse, menos si los liceos y escuelas públicas no tienen la infraestructura mínima para estudiar. La doble explotación tiene sumidas a las mujeres no sólo a sobrecarga de trabajo y carencia de tiempo, sino también a un deterioro en sus condiciones de salud mental. Los cuidados encerrados en la individualidad del hogar hacen de la mujer una esclava.