El caso Rubiales pone en evidencia que en muchos sectores no se entiende qué es la violencia simbólica y el derecho a una representación justa.
El caso Rubiales pone en evidencia que en muchos sectores no se entiende qué es la violencia simbólica y el derecho a una representación justa.
La manera en que medios deportivos como Relevo abordan el episodio revela un cambio de percepción que sigue al provocado por hitos como el de Ana Orantes, Nevenka o La Manada.
La socióloga Beatriz Ranea analiza en ‘Desarmar la masculinidad’ el papel del fútbol como espacio por excelencia para la ostentación de poder real y simbólico del hombre.
En la última semana una idea ha retumbado en mi cabeza sin descanso, sin tregua. Y las preguntas. ¿Cómo ha sido posible llegar a este punto? ¿Cómo nosotros, la prensa deportiva, no hemos fiscalizado lo suficiente a Rubiales y compañía? ¿Cómo hemos tolerado, normalizado, aplaudido, servido como correa de transmisión cuando había tantas señales que estaban a la vista? ¿Cómo compramos tan fácilmente el discurso sobre las 15 calificándolas de niñatas, caprichosas, malcriadas, chantajistas y lo aireamos generando un rechazo generalizado hacia ellas?
Desde que a las mujeres nos ha dado por no dejar que nos toqueteen sin nuestro consentimiento, la machosfera vive desubicada.
El poder masculino implica la posibilidad de controlar los silencios, tener la capacidad de decretarlos así como de romperlos.
Un análisis detallado de la agresión de Luis Rubiales a Jenni Hermoso: pocas veces una sola imagen concentra tantos significados, representa de manera tan exacta y contundente las tensiones y esperanzas de nuestro tiempo, y habla tanto del país que somos.
La violencia contra las mujeres y niñas está íntimamente vinculada con los estereotipos sexistas. Unos estereotipos más arraigados entre los varones jóvenes, que tienden a justificar la violencia y culpabilizar de la misma a las propias mujeres.
Hablar de concentración de homicidios nos sitúa directamente ante la violencia de género, ninguna otra violencia mantiene un patrón en el que junto a la distribución aleatoria de homicidios se presentan periodos de concentración como consecuencia de los factores sociales que inciden en la dinámica de las relaciones.
Las multas e identificaciones han crecido exponencialmente en los últimos años para las organizaciones y activistas feministas. De igual manera, ha aumentado la violencia política y la violencia verbal y el acoso en lo que ya se denomina machoesfera. El último artefacto para silenciar el feminismo es el uso de las SLAPP, los pleitos abusivos y estratégicos contra la participación pública. Activistas feministas y políticas al frente de los organismos de Igualdad como Pamela Palenciano, Yolanda Domínguez o Sara Carreño, ya se han enfrentado a ellas.
Las vecinas y vecinos de Valdebernardo-Vicálvaro contra el ataque del Partido Popular a las mujeres asesinadas por las violencias machistas